"Ama la sagrada Escritura, y la sabiduría te amará; ámala tiernamente, y te custodiará; hónrala y recibirás sus caricias” San Jerónimo.
Eusebio Hierónimo, conocido como San Jerónimo (c. 340 - 420), es uno de
los Padres de la Iglesia, al lado de San Agustín, San Ambrosio y San Gregorio.
También tiene el título de doctor de la Iglesia. Fue el gran traductor de la
Biblia de la antigüedad, y quien, por la pulcritud en el conocimiento de la
Escritura y las lenguas antiguas, ha marcado para siempre la tradición
exegética de la Iglesia católica. Su fiesta se celebra cada 30 de septiembre.
San Jerónimo nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340. Estudió en
Roma y allí fue bautizado. Luego se trasladaría a Oriente, donde fue ordenado
presbítero. Después de retornar a Roma se convirtió en secretario del Papa
Dámaso. Por esa época, por encargo del Papa, empezó la traducción al latín -su
lengua materna- de la Biblia. Como sabemos, los libros de las Sagradas
Escrituras están originalmente escritos en tres grandes lenguas: el hebreo, el
arameo y el griego.
A la traducción hecha por San Jerónimo se le conoce como “Vulgata” (“vulgata editio”, es decir “edición para el
pueblo”), la que ha sido considerada por siglos como la versión oficial
de la Biblia para la Iglesia Católica.
Jerónimo, en medio del proceso de traducción, se trasladó a Belén, con
el propósito de conocer mejor y perfeccionar su hebreo. Vivió allí por varios
años, dedicándose a escribir comentarios e interpretaciones de la Sagrada
Escritura. De esta etapa surgieron la mayoría de sus grandes comentarios sobre
una diversidad de pasajes bíblicos.
De acuerdo a la tradición, una noche de Navidad, después de que los
fieles se fueran de la gruta de Belén, el Santo se quedó allí solo rezando y le
pareció que el Niño Jesús le decía: "Jerónimo ¿qué
me vas a regalar en mi cumpleaños?". Él
respondió: "Señor te regalo mi salud, mi fama,
mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca". El
Niño Jesús añadió: "¿Y ya no me regalas nada
más?". “Oh mi amado Salvador - exclamó
Jerónimo- por ti repartí ya mis bienes entre los
pobres. Por ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras... ¿qué
más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en
una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti". El Divino Niño le
dijo: "Jerónimo: regálame tus pecados para
perdonártelos". El santo al oír esto se echó a llorar de emoción y
exclamó: "¡Loco tienes que estar de amor, cuando
me pides esto!". San Jerónimo pudo decantar el amor de Dios así
como el deseo de que le ofrezcamos un corazón humillado y arrepentido, que le
pide perdón por las faltas cometidas.
San Jerónimo murió el 30 de septiembre del año 420. Por eso, cada mes de
septiembre -en el que se celebra su fiesta litúrgica- la Iglesia promueve entre
los fieles el conocimiento y amor a la Biblia.
El Papa Benedicto XVI, en la audiencia general del 7 de noviembre de
2007, recordó las palabras que San Jerónimo dirigió a San Paulino de Nola: “En la palabra de Dios recibimos la eternidad, la vida
eterna. Dice San Jerónimo: ‘Tratemos de
aprender en la tierra las verdades cuya consistencia permanecerá también en el
cielo’”.
Redacción ACI Prensa
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