Reflexionando sobre el Evangelio Mt 21, 28-32
En la
Biblia se habla diversas veces sobre el resto fiel que sigue los mandamientos.
Son quienes siguen las Pisadas de Cristo y no olvidan que nada son sin Dios. El
Evangelio de hoy habla de dos hijos. El primero dice obedecer a su padre,
mientras el segundo no lo dice, pero lo realiza. En el Evangelio de la semana
pasada hablaba del olvido de las personas adultas en la evangelización. En el
Evangelio de hoy Cristo nos habla más o menos de lo mismo. Nos habla de quienes
dicen no, cuando son llamados, pero finalmente cumplen la voluntad del Padre.
En nuestro caso, a lo mejor pasan muchas décadas antes de ser tierra fértil,
hasta que la persona ha madurado y reflexionado.
Cuando se trilla en la era, el
grano apenas se ve; pero llegará el
tiempo de la bielda. Pocos son, pues,
los que se salvan en comparación de
los muchos que se pierden. Pero estos
pocos han de constituir una gran masa. Cuando
venga el aventador trayendo en su
mano la horquilla, limpiará su era, recogiendo
el trigo en el granero, y la paja la
quemará en fuego inextinguible. No se
burle la paja del trigo. Esto es
hablar la Verdad y no engañar a
nadie. Sed muchos entre los muchos, pero
sabiendo que en comparación de cierta clase
de muchos sois pocos. Porque de esta
era ha de salir tanto grano que llene
los graneros del cielo. Pero no puede
contradecirse quien dijo que son pocos
los que entran por la puerta estrecha
y muchos los que perecen por el
camino ancho. (San Agustín. Sermón CXI, 3)
No cabe
duda que la juventud temprana es el mejor momento para enseñar las bases de la
fe. También es cierto que la juventud es cuando se pueden encontrar vocaciones
para la estructura eclesial, pero este semillero se va agotando. ¿Y después qué? ¿Nos olvidamos de la tierra que ansía
recibir la semilla del Evangelio? Se puede decir que esa tierra era
pedregosa en la juventud, pero olvidamos que sólo la experiencia y la vida
misma, convierten la tierra pedregosa en tierra fértil para aceptar la
Palabra.
También
lo decía la semana pasada en mi humilde comentario: es complicado evangelizar a
quienes tienen experiencia. No se dejan llevar por cuestiones secundarias,
shows mediáticos, necesidades como sentirse incluido en un grupo social o ser
considerado por los demás. Evangelizar a un adulto supone superar todos los
prejuicios que se han creado durante muchos años. Evangelizar a un adulto
requiere autenticidad e ir a lo esencial, a lo que transforma, a lo que
trasciende estructuras humanas. No olvidemos que es el segundo hijo, quien
cumple con el Padre. El segundo hijo de la parábola de hoy, necesitó tiempo
para reflexionar y hacer suya la voluntad del padre. De igual forma, nosotros
necesitamos tiempo para empezar a comprender que haciendo la Voluntad de Dios,
encontramos el sentido de nuestra vida.
Dice San
Agustín “No se burle la
paja del trigo”, como se suele hacer con los adultos. "Los últimos serán los primeros". Las
capacidad de volar con el viento no las tiene el grano, pero sí lleva consigo
el alimento que debe ser molido y horneado. A la puerta estrecha se llega
después de muchos años. Sobre todo cuando se deja de ser promesa para los
intereses del mundo. Cuando la puerta estrecha aparece, hay que despojarse de
todo lo accesorio, todas las cargas sociales y tomar la cruz. De rodillas ante
Dios, sin fuerzas humanas ni capacidades sociales. Es la única forma de pasar
esa puerta y encontrarse con el Padre que nos espera para invitarnos al
Banquete que nos ha preparado como hijos pródigos que somos.
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