¿Te han dicho que la
Sucesión Apostólica no es bíblica? Este articulo te demostrará lo contrario.
Por: José Miguel Arráiz | Fuente: ApologeticaCatolica.org
INTRODUCCIÓN
Hace poco escuché decir en un foro evangélico que la sucesión apostólica
no tenía base bíblica, que era un intento de la Iglesia Católica para
adjudicarse una autoridad que no le corresponde. He querido con el presente
estudio de carecer apologético, estudiar que es la sucesión apostólica, su
fundamento bíblico e histórico.
¿QUÉ ES LA SUCESIÓN
APOSTÓLICA?
Cuando Cristo vino a la tierra y edificó su Iglesia, de entre sus
discípulos eligió 12 de ellos, y les dio autoridad, poder, y un ministerio que
cumplir: pastorear la Iglesia. Con la
expresión sucesión apostólica se indica en teología que los Apóstoles,
conscientes de que no vivirían para siempre, y por voluntad de Cristo, estaban
destinados a tener sucesores que continuaran su ministerio, con la misma
autoridad que ellos recibieron de Cristo.
LA AUTORIDAD
En la Iglesia solamente puede ostentar autoridad aquel que la tiene por
derecho propio (Dios) o aquel al cual le ha sido conferida (delegada).
Cuando Cristo nombró a sus apóstoles les confirió autoridad: “Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió
doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó
Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo
y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a
Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor” Lucas 6,13-16
“Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar
enfermedades” Lucas 9,1
Los apóstoles siempre tuvieron claro que su autoridad provenía del mismo
Cristo quien les había nombrado apóstoles.
“Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser
apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre
cuida con cariño de sus hijos.” 1 Tesalonicenses 2,7
Ellos habían sido enviados como el Padre había enviado a Cristo (con su
misma autoridad): “Jesús les dijo otra vez: «La
paz con vosotros. Como el Padre me
envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» “ Juan 20,21-23
Eran los apóstoles quienes fundaban Iglesias y quienes establecían las
ordenanzas a ser obedecidas, ordenando con toda autoridad.
“Conforme iban pasando por las ciudades, les iban
entregando, para que las observasen, las decisiones tomadas por los apóstoles y
presbíteros en Jerusalén.” Hechos 16,4
En las cartas paulinas, se ve como algo común a San Pablo ordenando en
todas las Iglesias.
“Por lo demás, que cada cual viva conforme le ha
asignado el Señor, cada cual como le ha llamado Dios. Es lo que ordeno en todas las Iglesias” 1 Corintios 7,17
Solamente puede tener real autoridad, cuando le ha sido conferida por
alguien que a su vez tiene legítima autoridad. Si bien en la Iglesia primitiva
se ven casos en donde algunas personas tratan de apropiarse de una autoridad
que no les corresponde, sus actitudes son severamente condenadas por la Biblia.
Ejemplos clásicos los vemos en las personas de Alejandro, Himeneo y Fileto,
quienes por su propia cuenta comenzaron a predicar doctrinas diferentes a las
de la Iglesia, desconocieron la autoridad del colegio apostólico y fueron
excomulgados.
“Esta es la recomendación, hijo mío Timoteo, que yo
te hago, de acuerdo con las profecías pronunciadas sobre ti anteriormente.
Combate, penetrado de ellas, el buen combate, conservando la fe y la conciencia
recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe; entre éstos están
Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendiesen a no
blasfemar.” 1 Timoteo 1,18-20
“Evita las palabrerías profanas, pues los que a
ellas se dan crecerán cada vez más en impiedad, y su palabra irá cundiendo como
gangrena. Himeneo y Fileto son de éstos: se han desviado de la verdad al
afirmar que la resurrección ya ha sucedido; y pervierten la fe de algunos.” 2
Timoteo 2,16-18
LA PRIMERA SUCESIÓN
APOSTÓLICA
La primera sucesión apostólica que vemos en el Nuevo Testamento la
tenemos en el capítulo 1 de los Hechos de los apóstoles. San Pedro declara que
ha quedado vacante el puesto (MINISTERIO)
de Judas Iscariote, y plantea la necesidad de que alguien le reemplace:
Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos - el
número de los reunidos era de unos ciento veinte - y les dijo: «Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en
la que el Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas,
el que fue guía de los que prendieron a Jesús. Porque él era uno de los
nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio. «Conviene, pues, que de entre
los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús
convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos
fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su
resurrección.» Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre
Justo, y a Matías. Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones
de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el
ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le
correspondía.» Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado
al número de los doce apóstoles. Hechos 1,16-17.21-26
Evidencia bíblica de la institución de los presbíteros con autoridad por
medio de los apóstoles u otros presbíteros previamente ordenados.
Como hemos visto, está clarísima la conciencia que tenían los apóstoles
de que el ministerio del apostolado no quede vacante (posteriormente este
ministerio será desempeñado por los obispos). Los apóstoles también estaban
conscientes de la obligación que tenían de que sus sucesores pudieran ejercer
su ministerio de forma cabal, de organizar Iglesias y poner al frente hombres
capaces. Así vemos como en el libro de los hechos de los apóstoles se nos narra
como una de las principales actividades de los apóstoles era fundar Iglesias y
designar en ellas presbíteros: “Designaron presbíteros en cada Iglesia
y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien
habían creído.” Hechos 14,23
Los presbíteros eran en un comienzo nombrados exclusivamente por los
apóstoles, posteriormente también por otros presbíteros ya ordenados, y no
cabía aquí lo que suele verse las Iglesias protestantes donde alguien con
carisma simplemente funda una Iglesia y toma el puesto de pastor.
Ejemplos claros los vemos en las cartas paulinas, donde Pablo hace
mención de la ordenación de Timoteo como presbítero por medio de la imposición
de manos, y le exhorta a no instituir presbítero a cualquiera (queda claro que
alguien no podía auto-proclamarse presbítero): “Por
esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la
imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de
timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences, pues,
ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero;
sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado
por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación
santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia
que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús,” 2 Timoteo 1,7-9
“No descuides el carisma que hay en ti, que se te
comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del
colegio de presbíteros.” 1 Timoteo 4,14
“No te precipites en imponer a nadie las manos, no
te hagas partícipe de los pecados ajenos. Consérvate puro.” 1 Timoteo 5,22
Vuelvo a hacer hincapié en notar la mención que Pablo ya hace de que la
ordenación de Timoteo la recibió por medio de la imposición de manos del colegio de presbíteros (otras Biblias
traducen consejo de ancianos, el cual es un sinónimo). Así vemos que los
primeros presbíteros fueron ordenados por los mismos apóstoles, y los
siguientes presbíteros podían ser ordenados por los apóstoles, o por
presbíteros previamente ordenados. Lo cierto es que para que una ordenación
fuera válida SIEMPRE tenía el aspirante que ser ordenado por
presbíteros que a su vez fueron ordenados por otros presbíteros hasta por
llegar a los apóstoles. A esta legitima línea de sucesión donde los obispos suceden a los apóstoles en su ministerio llamamos sucesión apostólica.
Lo mismo ocurre con Tito, quien siendo también un presbítero, Pablo le
ordena organizar las Iglesias, e instituir presbíteros para su gobierno.
“El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que
acabaras de organizar lo que faltaba y
establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.” Tito 1,5
La finalidad era siempre clara: “Tú,
pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has
oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean
capaces, a su vez, de instruir a otros.” 2 Timoteo 2,1-2
Pablo dejó en sus cartas gran cantidad de recomendaciones referentes a
los asuntos del gobierno de la Iglesia. El tenía que asegurarse de que los
candidatos a estos ministerios fueran irreprochables porque sabía que en el
rebaño se infiltrarían lobos rapaces. Con estas directrices iba a poder la
Iglesia identificarlos fácilmente.
“Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira al
cargo de espíscopo, desea una noble función. Es, pues, necesario que el
epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado,
hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo
de pendencias, desprendido del dinero, gobierne bien su propia casa y mantenga
sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar
su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios? Que no sea neófito,
no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo.
Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga
en descrédito y en las redes del Diablo. También los diáconos deben ser dignos,
sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el
Misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y
después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos.” 1 Timoteo 3,1-10
“Los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen
doble remuneración, principalmente los que se afanan en la predicación y en la
enseñanza.
“La Escritura, en efecto, dice: = No pondrás bozal
al buey que trilla, = y también: = El obrero tiene derecho a su salario. = No
admitas ninguna acusación contra un presbítero si no viene con = el testimonio
de dos o tres. = A los culpables, repréndeles delante de todos, para que los
demás cobren temor.” 1 Timoteo 5,17-20
“Al sectario, después de una y otra amonestación,
rehúyele; ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia
sentencia.” Tito 3,10-11
Puede consultar también Tito 1,5-11.
LA IGLESIA ES
VISIBLE
Mucha de las Iglesias protestantes que niegan la sucesión apostólica,
suelen ver también a la Iglesia, no como un organismo visible (compuesto por
todos los bautizados, y con las jerarquías que instituyeron los apóstoles:
Obispos, presbíteros, diáconos) sino como un organismo invisible donde cada se
agrupa en la agrupación cristiana de su preferencia y con tener una relación
personal con Dios tiene suficiente. Para ellos no importa mucho a que Iglesia
asistas, mientras tu relación con Dios sea verdadera.
Porque aunque justificados por su ignorancia invencible muchos miembros
de estas comunidades eclesiales con pureza de intención pueden alcanzar la
salvación eterna (CIC 818 , 819, 847), los peligros de permanecer en separados
de la plena unidad del cuerpo de Cristo y la ortodoxia siempre tiene sus
consecuencias (Las herejías hacen al creyente vulnerable al pecado).
Esto sin contar que la idea de una Iglesia invisible choca de plano con
lo que la Biblia enseña. ¿Cómo hubiera podido Pablo
imponer disciplina excomulgando a Himeneo, Alejando y Fileto en una Iglesia
invisible? (Hubieran simplemente optado por fundar una Iglesia en la
calle siguiente).
En la Biblia la Iglesia siempre es descrita, no como un ente invisible,
sino como el cuerpo de Cristo,
donde cada miembro ocupa una función:
“Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo,
y sus miembros cada uno por su parte. Y así los puso Dios en la Iglesia,
primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar
como maestros; luego, los milagros; luego, el don de las curaciones, de
asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? O
¿todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos con poder de milagros? ¿Todos con
carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?” 1 Corintios
12,27-30
Una forma de visualizar la Iglesia que utiliza la Escritura a menudo, es
como un edificio espiritual, donde algunos son representados como cimientos o
columnas (apóstoles), siendo la Piedra angular Cristo.
“Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino
conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento
de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien
toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el
Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser
morada de Dios en el Espíritu.” Efesios 2,19-22
Me resulta claro que la visión de una Iglesia como un ente invisible,
donde el conjunto de creyentes está dispersos, no es lo que tenía en mente
Cristo, cuando decía que habría un solo rebaño y un solo pastor.
La idea de una Iglesia invisible ha sido adoptada por el protestantismo
para justificar su división exponencial, ya que en esta visión de la Iglesia no
importa mucho que esté dividida en distintos grupos inclusive con serias
diferencias doctrinales, mientras se sea un creyente “verdadero”.
En la Escritura no solo no se encuentra nada que justifique esta idea,
sino que condena severamente las divisiones, al punto de llamar anticristos a
los cismáticos y mandarnos a apartarnos de quienes crean divisiones.
“Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra
la doctrina que habéis aprendido; apartaos
de ellos” Romanos 16,17
“Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba
a venir un Anticristo; pues bien, muchos
anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la
última hora. Salieron de entre
nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los
nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de
manifiesto que no todos son de los nuestros” 1 Juan 2,18-19
“En cambio vosotros, queridos, acordaos de las
predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos os decían: «Al
fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias
pasiones impías.» Estos son los que
crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu”.
Judas 1,18-19
“Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en
una misma mentalidad y un mismo juicio” 1 Corintios 1,10
¿QUÉ IGLESIAS
RECONOCEN LA DOCTRINA DE LA SUCESIÓN APOSTÓLICA?
Actualmente reconocen la doctrina de la sucesión apostólica la Iglesia
Católica, la Iglesia Ortodoxa, orientales, la Iglesia Nestoriana y la
anglicana.
Algunas Iglesias Luteranas también pero en la práctica para la mayoría
de Iglesias protestantes, esta doctrina no es importante, o incluso la niegan.
Saben que en caso de reconocerla, y sin tener una legítima sucesión, la
fundación de su Iglesia quedaría sin justificación y tendrían que reconocer
como inválida la autoridad de su pastor.
¿CREÍAN EN ESTA
DOCTRINA EN LA IGLESIA PRIMITIVA?
Por su puesto, puede usted consultar un breve resumen en el estudio Sucesión
apostólica en la enseñanza de los padres.
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