Conciencia
escrupulosa es aquella que ante cualquier acto realizado no sabe determinar la
moralidad del mismo.
Por: P. Lucas Prados | Fuente: steresita.com // AdelanteLaFe.com
DEFINICIÓN
Se define conciencia escrupulosa como aquella que ante cualquier acto realizado
no sabe determinar la moralidad del mismo, sino que se encuentra en un mar
continuo de dudas del que no sabe salir.
DISTINCIÓN ENTRE
CONCIENCIA ESCRUPULOSA, DELICADA Y LAXA
Hemos de distinguir la conciencia escrupulosa de la conciencia delicada.
Conciencia delicada es aquella que juzga correctamente incluso ante pequeñas
faltas. Cuida, por amor que tiene a Dios y por rechazo al pecado de hacer
cualquier acto, incluso leve, que pudiera ofenderle. A la hora de hacer un
examen de conciencia, no sólo se examina de modo genérico, sino que desciende
hasta los detalles y luego es capaz con serenidad de manifestarlos en la
confesión.
Lo opuesto a conciencia delicada sería una conciencia laxa. Conciencia
laxa es aquella que no ve pecado es muchas acciones que de suyo lo son. Cuando
una persona con conciencia laxa se examina, va a lo genérico: “Padre, hace dos años que no me confieso. No tengo
pecados, pues no mato ni robo”.
FACTORES CAUSANTES O
DESENCADENANTES DE LOS ESCRÚPULOS DE CONCIENCIA
A lo largo de mi experiencia sacerdotal en el trato con personas
escrupulosas he podido comprobar la existencia de tres elementos que actúan en
la mayoría de los casos como factores causantes y/o desencadenantes de los
escrúpulos: la soberbia espiritual, la falta de
aceptación de uno mismo y el enfocar la vida espiritual no tanto en amar a Dios
cuanto en no cometer pecados. Estos tres elementos son un a modo de
sustrato común, y que aunque de suyo no sean propiamente el origen de los
escrúpulos, sí que justifican que tarden más en curarse o incluso que puedan
agravarse si no se corrigen adecuadamente.
1.- SOBERBIA
ESPIRITUAL o también llamada más vulgarmente “perfeccionismo”
es una inclinación psicológica a buscar ser perfectos por el ánimo de
ser perfectos y no por ningún ulterior motivo humano o espiritual. Son personas
que cuando descubren un defecto o limitación de su personalidad se entristecen
en un primer estadio. Comienzan a luchar para quitar esas limitaciones y cuando
ven que es casi imposible, intentan negar que esas imperfecciones sean suyas,
aparecen los escrúpulos para autojustificarse y empieza de ese modo un círculo
vicioso. Ese círculo hay que cortarlo haciendo ver a esas personas que “sólo Dios es perfecto”. Nosotros hemos de seguir
la consigna de Jesucristo: “ser perfectos como mi
Padre celestial es perfecto”, pero sabiendo que es una meta y no un
resultado que podamos obtener con el propio esfuerzo personal y sin la ayuda de
la gracia de Dios; y que mientras que no lo alcancemos tendremos que tener
paciencia con nosotros mismos, no desanimarnos y pedir la ayuda de Dios para ir
poco a poco corrigiendonos.
2.- FALTA
DE ACEPTACIÓN DE LAS PROPIAS LIMITACIONES. Es muy frecuente que un escrupuloso
no se acepte a sí mismo tal como es, con sus luces y sombras, virtudes y
defectos. Es por ello que cuando descubre sus defectos o pecados veniales los
enmarañe en un mar de dudas para intentar exculparse de los mismos. En el fondo
no es sino otra manifestación de esa soberbia espiritual. Conforme la persona
va madurando humana y espiritualmente y se va aceptando tal como es, esa
intranquilidad y desasosiego que le producía descubrirse como es, se va
apaciguando; uno reconoce sus limitaciones y es capaz de verlas con serenidad y
ánimo positivo para poderlas ir solucionando poco a poco, una tras otra.
3.- MAL
ENFOQUE DE LA VIDA ESPIRITUAL. Las personas escrupulosas
tienden a focalizar su vida espiritual, no tanto en amar a Dios, cuanto en
evitar los pecados. Aparentemente parece lo mismo, pero no lo es. Cuando uno
orienta su vida espiritual en amar a Dios, tiende a tener una actitud más
positiva y gozosa. Se alegra de amarle, servirle, entregarle su vida. En cambio
cuando enfoca su vida espiritual en el hecho de no cometer pecados, se pasa
todo el tiempo escudriñando su conciencia y su conducta para intentar descubrir
si está haciendo o pensando algo que pueda de algún modo ir en contra de la
voluntad de Dios. Este modo de proceder le produce desasosiego, intranquilidad,
y con el tiempo, puede desembocar en una neurosis de ansiedad.
Un examen personal y humilde de estos tres factores desencadenantes de
los escrúpulos de conciencia nos pueden ayudar mucho a la hora de descubrirlos,
evitarlos y corregirlos. Dicho de otro modo, el buen diagnóstico de una
enfermedad es el primer paso para poder poner el tratamiento adecuado de la
misma.
TIPOS DE CONCIENCIA
ESCRUPULOSA SEGÚN SU GRAVEDAD O DURACIÓN
Los escrúpulos de conciencia pueden tener
multiplicidad de manifestaciones y grados. Simplificando y resumiendo diremos:
1.- CONCIENCIA ESCRUPULOSA QUE BORDEA LA NEUROSIS
- Sería
una persona que psíquicamente no es estable. Tiene tendencias o
inclinaciones de tipo neurótico u obsesivo. Esa “neurosis”,
cuando tiene como objeto la moralidad de los actos humanos, hace
que la persona sufra muchísimo, y debido a su proceso no sabe valorar la
moralidad de los mismos.
- Es típico de estas personas estar
continuamente cambiando de sacerdote, pues nunca encuentran quién les
comprenda de modo satisfactorio: unos son demasiado rígidos, otros, demasiado blandos; unos les
tratan como a débiles mentales, otros, exigen de ellos heroicos esfuerzos
de voluntad.
- La
psicología actual tiende a desestimar la función que el sacerdote pueda
hacer en estos casos, y más bien opina que lo que solemos hacer los
sacerdotes es empeorar su situación. Respecto a este punto concreto, si
habláramos de una neurosis de tipo obsesiva que no afectara a la
conciencia moral, un buen psiquiatra será la primera elección; pero cuando
el problema es de tipo moral, el primer indicado para estudiar el problema
debe ser el sacerdote, y si éste ve que la situación es realmente grave,
debería por honestidad profesional, buscar la ayuda de un buen psiquiatra.
La solución ideal sería la colaboración entre un sacerdote y un
psiquiatra, para que cada uno en su campo, pudiera aportar las debidas
soluciones a estas personas.
2.- CIERTA INCLINACIÓN O TENDENCIA AL ESCRÚPULO
- Sería
una persona, que sin llegar a una conducta neurótica, tiene cierta
tendencia a los escrúpulos, sobre todo en algún área muy concreta de la
moralidad de los actos. En la mayoría de los casos suele tener relación
con pecados contra el sexto y el noveno mandamiento. Este problema se
suele solucionar de modo relativamente fácil si se encuentra un adecuado
director espiritual.
3.- ESCRÚPULOS DURANTE UN BREVE PLAZO DE LA VIDA
- Persona
totalmente normal desde este punto de vista, pero que durante una época de
su vida relativamente breve, tiene escrúpulos. En bastantes ocasiones
suele ser un “truco” que Dios utiliza
para que la persona tome una mayor conciencia de la situación moral de su
vida y cambie. En numerosas ocasiones, Dios se aprovecha de estos
escrúpulos para “remover” la conciencia
y despertar una posible vocación al sacerdocio o a la vida consagrada.
- Yo me
he encontrado con relativa frecuencia este tipo de personas cuando a lo
largo de mi vida sacerdotal he estado en algunas parroquias donde los
fieles acudían asiduamente al confesonario y se planteaban una vida
espiritual seria.
- Estos
escrúpulos suelen ser temporales, en ningún momento llegan a la neurosis,
y sirven para formar una conciencia más delicada.
- En la mayoría de los casos aparecen en
personas que anteriormente no eran escrupulosas o incluso tenían una
conciencia relativamente laxa. Es frecuente que desaparezcan de modo casi
milagroso una vez que han cumplido su “función”.
4.- ESCRÚPULOS COMO UNA CRUZ PERSONAL
- Y por
último, hay personas que tienen una tendencia escrupulosa, que sin llegar
a ser una neurosis, ni mucho menos, se manifestará más bien como una forma
de ser o inclinación hacia ellos.
- Es un “modo de ser”, del mismo modo que hay
personas que tienen tendencia a ser tranquilas y otras a ser impacientes.
Tendrán que cargar como esa cruz durante muchos años, y a veces durante
toda la vida. En la mayoría de los casos es fruto de la formación que
recibieron, pero sobre todo, porque Dios los hizo así. Como cruz, tendrán
que tener paciencia y ofrecer ese modo particular de ser a Dios; del mismo
modo que todos tendremos que luchar con otras peculiaridades de nuestro
carácter.
PARA EL TRATAMIENTO
DE LOS ESCRÚPULOS: ¿PSICÓLOGO, PSIQUIATRA O SACERDOTE?
Hoy día, como consecuencia de la pérdida de la fe y del auge de la
psicología; ésta ha ido poco a poco reemplazando al sacerdote en un área que
anteriormente le era casi exclusiva.
Antiguamente, cuando una persona o colectivo pasaba una situación
traumática, se acudía al sacerdote para que le ayudara y aconsejara en ese mal
trance. Hoy día, ya no se cuenta con el sacerdote y se acude de primera mano al
psicólogo. Es típico oír en las noticias el anuncio de que después de un
atentando en el que hubo cuarenta personas afectadas, los servicios sociales
acudieron al equipo de psicólogos para ayudar a esas personas.
Para mí, la psicología –y esto es una mera opinión personal-, es una
rama del saber que tiene poco de ciencia, bastante de desconocimiento y mucho
de imaginación. Cuando una persona va al psicólogo, éste, tiende a encasillarlo
dentro de unos esquemas preestablecidos que estudió en la universidad o en
algún libro, y que en la gran mayoría de los casos no termina de encajar en
ninguno de ellos, pues el espíritu humano es mucho más complejo y no puede ser
encorsetado ni etiquetado con tanta facilidad.
En el caso que estamos tratando de los escrúpulos de conciencia, si la
persona acudiera solicitando ayuda a un psicólogo, las soluciones que pudieran
provenir de su actuación serían más el fruto de que el psicólogo fuera una
persona centrada y con sentido común, que la consecuencia de un certero
diagnóstico y adecuado tratamiento que procediera de lo que la psicología le
pueda haber enseñado. Cuando el problema de escrúpulos de conciencia roza la
neurosis, yo prefiero antes la ayuda y consejo de un psiquiatra centrado que la
de un psicólogo.
Psiquiatría y psicología son dos términos que se parecen, pero cuyos
puntos de partida y métodos de trabajo son totalmente diferentes. Y si no,
pregúnteselo a un psiquiatra y verá lo que le responde. El psiquiatra es un
médico que se ha especializado en esa rama de la medicina; una ciencia muy
compleja y relativamente oscura. El psicólogo, ha estudiado una carrera, ha
recibido un título…, pero los contenidos de su formación son en muchos casos el
resultado de imaginaciones calenturientas más que descubrimientos científicos.
Los padres de la psicología moderna, Wundt, Freud, Skinner, Piaget, W. James,
no pueden decir que sus conclusiones sean científicas, ni el resultado de
pruebas experimentales, sino más bien el resultado de ciertas observaciones
personales unido a un sinnúmero de presupuestos o axiomas que dan como dogmas
pero que no saben, ni pueden justificar.
De hecho, el modo de acceso a la mente no puede ser casi nunca el
resultado de un análisis químico o de un scanner o resonancia magnética.
Estamos trabajando no tanto con el cerebro, cuanto con el alma, la cual usa del
cerebro como estructura anatómica, pero el alma no puede ser reducida al
cerebro ni mucho menos. El alma como tal se escapa a la observación científica
y nunca puede ser estudiada en un tubo de ensayo.
La psicología moderna ha caído en las redes del psicoanálisis y del
conductismo, los cuales tienden a reducir los procesos mentales a reacciones
químicas que ocurren en el interior del cerebro (conductistas) o a una suma de
complejos de la infancia (psicoanálisis).
Para mí, - y como les he dicho antes, esta es una opinión puramente
personal -, el psicólogo actúa hoy día como sustituto del sacerdote en un mundo
que se ha separado de Dios, que ya no cree en el alma como entidad espiritual,
y que todo lo reduce a materia. Es por ello que difícilmente un psicólogo, que
parte de estos presupuestos, o de otros similares, podrá llegar a entender lo
que ocurre dentro de una mente escrupulosa, y mucho menos, ofrecer soluciones
válidas.
Por otro lado, dado que el problema de la persona que tiene una
conciencia escrupulosa es eminentemente espiritual, aunque también tiene
un componente psicológico, habrá que acudir a aquellas personas que Dios ha
puesto como “guías espirituales” para que
nos puedan ayudar. Lo cual no obsta, para que en aquellos casos concretos en
los que el componente de desequilibrio psicológico roce la neurosis, el
sacerdote busque la ayuda del psiquiatra para que le oriente a él y también a
la persona que sufre ese problema.
BUSCANDO UNA
SOLUCIÓN A LOS ESCRÚPULOS
1.- CUALIDADES QUE HA DE REUNIR EL SACERDOTE. El sacerdote que tenga que
ayudar a una persona con escrúpulos ha de tener unas cualidades especiales:
- No ha
de ser él mismo escrupuloso, pues si lo fuera, todavía agravaría más el
problema de quien acude a él buscando una solución.
- Ha de
ser una persona centrada humana y espiritualmente. Además, Dios concede al
sacerdote lo que se llama la “gracia de
estado” para que pueda ayudar y aconsejar a toda persona que se le
acerque.
- Deberá
charlar el tiempo necesario, aunque no tanto como al escrupuloso le
gustaría, para conocer a la persona a fondo y poderse hacer una idea de la
gravedad de su caso.
- Deberá
ser paciente y flexible, pero al mismo tiempo deberá ser autoritativo y
firme, no permitiendo que sea el escrupuloso quien lidere la conversación
ni la solución de su problema. En la situación de duda y confusión en la
que se encuentra el escrupuloso difícilmente verá con claridad su
problema, por lo que deberá apoyarse en el criterio de su confesor.
- No
deberá transformarse en un psicólogo, ni usar “armas”
propias de un psicólogo. Esa no es su misión. Se podrá valer de sus
conocimientos psicológicos y de las ciencias humanas, pero sus principales
armas serán espirituales.
- Dado
que en la mayoría de los casos la persona escrupulosa vendrá preguntando
si algo es o no pecado, lo mejor es que atienda a la persona en el
confesionario mientras que realiza el sacramento de la penitencia.
- Deberá
dar un día concreto para atender a la persona, no cediendo ante llamadas
telefónicas, mensajes de correo electrónico… Para ello, tendrá que exigir
confianza total en él.
2.- LO QUE DEBERÁ
HACER LA PERSONA CON ESCRÚPULOS
- Primero
de todo deberá buscar a un sacerdote de su confianza, que al mismo tiempo
sea fiel a su ministerio y mejor todavía si tiene cierta experiencia en
el tratamiento de estos problemas.
- Una vez
que elija el sacerdote que considere adecuado, deberá ser fiel a él y no
ir cambiando de uno a otro. En la solución del problema juega un papel muy
importante la confianza en el sacerdote; es por ello que si la persona se
decide por uno en concreto, deberá ser fiel y al mismo tiempo obediente a
sus indicaciones, aunque no las entienda o no esté de acuerdo incluso con
ellas. En la situación en la que se encuentra no puede ser juez, por lo
que ha de confiar en el sacerdote y seguir las indicaciones que éste le
dé.
- Durante
el tiempo que dure este proceso, su “conciencia”
será la del sacerdote. La persona escrupulosa tendrá que dejarse
dirigir y orientar humildemente. El sacerdote será responsable ante Dios
de los consejos que dé a la persona con escrúpulos.
- Espiritualmente
deberá intentar crecer en la vida espiritual, especialmente en aquellas
virtudes que más necesite; como por ejemplo la humildad y la confianza en
Dios.
- Humanamente
hablando es bueno que esté distraído con actividades que le ocupen la
imaginación y el pensamiento: la lectura, el deporte, el trabajo; debiendo
“huir” del ocio y del tiempo en el que
esté sin hacer nada, pues será entonces cuando los escrúpulos vengan a
atormentarle.
- Deberá
acudir al sacerdote, no todos los días, ni cuando surja la duda, ni a
cualquier hora, sino cuando el sacerdote se lo indique.
El proceso durará más o menos dependiendo de muchos factores que
intervienen en cada caso particular. La gran mayoría de ellos, salvo los casos
de neurosis obsesiva o el de aquellos que siempre hayan tendido a ser algo
escrupulosos, se suele curar en un plazo aceptable. Todo depende de la
fidelidad del sacerdote, la docilidad de la persona escrupulosa; y por
supuesto, de la voluntad de Dios.
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