No
somos almas puras que «tienen» un cuerpo, explica el padre Carbone.
La muerte es, propiamente hablando, la separación del alma y el cuerpo.
Pero el ser humano vivo es un compuesto indisociable de cuerpo y alma, no un
alma que dispone de su cuerpo en propiedad como algo ajeno a la personalidad.
Imagen: Patrick Swayze en una escena de «Ghost» (1990), de Jerry Zucker (donde
Demi Moore y Whoopi Goldberg completan el elenco protagonista).
Las
operaciones de "cambio" o "reasignación" de sexo han
entrado a formar parte del lenguaje común a raíz de la difusión primero, y la
imposición coactiva después, de la
ideología de género.
(En
España, por ejemplo, ha adquirido la condición de ideología oficial, al incorporarse a la legislación educativa,
sanitaria y laboral con el acuerdo de todos los partidos políticos con
representación parlamentaria, salvo Vox.)
La
polémica al respecto suele centrarse en aspectos jurídicos y culturales: adoctrinamiento infantil,
sistema organizado de "agentes
implicados" para delaciones (véanse los artículos 19.2.a, 26.2.c,
29.c y 29.d del recientemente aprobado "marco regulador de la
convivencia en los centros docentes de la Comunidad de Madrid"), sanciones a los disidentes...
Pero es
imprescindible también un análisis
antropológico y moral como el que ha realizado recientemente el
padre Giorgio Carbone, O.P.
en La Nuova Bussola Quotidiana:
El padre Giorgio Carbone (Nápoles, 1969) se
licenció en Derecho en Génova y es doctor en Teología por la Pontificia
Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma y máster en Bioética en el
Policlínico Gemelli.
NUNCA
ES LÍCITO "CAMBIAR" EL SEXO: EL HOMBRE ES CUERPO Y ALMA
Las
personas que sufren un problema de identidad de género, también denominado disforia de género, experimentan un
profundo sufrimiento existencial.
No merecen condena ni reproche, más bien son dignos de nuestra atención y
nuestro respeto, pero eso es demasiado poco: también
de nuestro amor fraterno y caritativo, de nuestra atención como amigos
desinteresados.
Ciertamente,
hablar de ello como de una “broma pesada [de la
naturaleza]”, como hizo Michela
Marzano [política y ensayista adalid de la ideología de género, en su
libro Papa, Mamma e gender (Papá, Mamá y género)] no es respetuoso.
Quiero ocuparme del fenómeno en sí
mismo, por tanto en términos abstractos: algo que debemos conocer, no
censurar sobre la base de prejuicios o de ideologías, sino valorar por lo que
es.
UN
CONFLICTO PSICOLÓGICO...
La
persona que sufre este trastorno vive un conflicto interior entre la autopercepción de su identidad (la
llamada identidad de género) y su sexo biológico. Por ejemplo, se siente mujer atrapada (o, como suelen decir, “aprisionada”) en un cuerpo de hombre (un caso por
cada 10.000 hombres), o bien se siente hombre atrapado en un cuerpo de
mujer (un caso por cada 30.000 mujeres). El trastorno consiste, pues, en un impulso psicológico de pertenecer
al sexo opuesto al genético, endocrino, fenotípico y (obviamente) también
civil.
RECUERDO
TRES DE LOS CRITERIOS DIAGNÓSTICOS:
1)
Una fuerte y persistente identificación con el sexo contrario
(no solo el deseo de alguna supuesta ventaja cultural que se deriva de la
pertenencia al sexo contrario); si se trata de un adulto con disforia de
género, experimenta molestia, incomodidad y sufrimiento cuando los demás le
consideran miembro de su sexo biológico o cuando se debe comportar socialmente
como tal.
2)
Desea librarse de sus características sexuales primarias y secundarias,
y por ejemplo solicita la administración de hormonas, o intervenciones
quirúrgicas u otros procedimientos para alterar físicamente sus características
sexuales con la finalidad de asumir el aspecto de un miembro del sexo
contrario.
3)
Convencimiento de haber nacido en el sexo equivocado;
por eso utiliza expresiones como “atrapado” o
“aprisionado”.
Hay que
añadir que este trastorno no es concomitante con una condición física
intersexual o con una ambigüedad de tipo genital.
El
trastorno causa un malestar
clínicamente significativo o compromete el ámbito social o laboral u
otros ámbitos importantes. El
malestar puede llegar hasta la esquizofrenia y a intentos de suicidio, y con
frecuencia evoluciona hacia el delirio.
Sobre la
aparición de este trastorno en la pubertad y adolescencia, el 16 de agosto de
2018 Lisa Littman, investigadora
de la Brown University School of Public Health [Escuela Universitaria Brown de
Salud Pública], publicó en Plos One el
que ha sido elogiado como “el primer estudio serio
sobre la disforia de género de
aparición rápida [rapid-onset gender dysphoria, ROGD]”, una
disforia de género que aparece repentinamente en chicos y chicas durante la
pubertad o a su conclusión, sin previo aviso y, por tanto -va de suyo- más por razones culturales que innatas y
biológicas.
No es
casualidad que, en su estudio, Lisa Littman haya encontrado que, entre los
menores “convertidos en transgénero”, el 62%
presentaba también un diagnóstico de trastorno psicológico y el 48% había visto
que su disforia de género venía precedida por hechos traumáticos o estresantes
como episodios de acoso escolar, violencia sexual y el divorcio de los padres.
...Y
UNA RESPUESTA FISIOLÓGICA
Desde
hace algunos años, el protocolo de tratamiento consiste en tratamiento
hormonal, cirugía corporal y asunción
de los estereotipos de comportamiento del sexo al que se querría pertenecer.
Si la persona con trastorno de disforia de género es prepúber, el tratamiento
hormonal consiste en la administración de triptorelina, que reduce la secreción hipofisaria de las
gonadotropinas y de esta forma bloquea el desarrollo de la pubertad
fisiológica, que supone una fuente de gran sufrimiento.
Según un
dictamen del Comité Nacional de Bioética
[italiano] de julio de 2018, la administración de la triptorelina debería
limitarse exclusivamente “a los casos donde las
demás intervenciones psiquiátricas y psicoterapéuticas hayan resultado
ineficaces”. Su finalidad sería ampliar la “ventana
terapéutica” del joven paciente: bloqueo del desarrollo fisiológico de
la pubertad para eliminar la causa de la ansiedad y ganar tiempo para explorar
las posibilidades terapéuticas. Por consiguiente, según esta perspectiva, la
administración de la triptorelina no está orientada directamente al cambio de
sexo.
Pero este
tema suscita uno mayor: ¿son
moralmente lícitos el “cambio” de sexo o la llamada “transición” o
“reasignación”?
Utilizo
las comillas para indicar que decir “cambio” es
solo una forma de hablar.
La
persona humana es sexuada en cualquiera de sus células: el par cromosómico 23, XX para la mujer y XY para el hombre, está
presente en todas las células de nuestro cuerpo. Dicha pareja constituye
la base de la condición sexual, es el aspecto genético-cromosómico del que
deriva el aspecto gonadal (ovarios para la mujer y testículos para el hombre).
El óvulo [egg] tiene un cromosoma X. El espermatozoide [sperm] puede
tener cromosoma X o Y. Si el que fecunda es X, el cigoto será XX (mujer
[female]); si el que fecunda es Y, el cigoto será XY (hombre [male]). Esa
pareja de cromosomas, XX o XY es la que define el sexo de todas las células de
nuestro cuerpo.
Del
aspecto gonadal procede el sexo
hormonal, del hormonal procede
el sexo anatómico-funcional y,
por último, el psicológico, esto
es, la auto-percepción como hombre o como mujer. Las intervenciones de “reasignación” consisten en extirpar los órganos
sexuales internos y externos y construir algo que se parece a los órganos
sexuales del sexo deseado.
El primer
aspecto problemático es precisamente ese: destruyo irreversiblemente tejidos y órganos sanos.
El
segundo aspecto es que el trastorno de
la disforia de género es de orden psicológico: el sujeto reconoce su
cuerpo en su morfología real, pero lo vive como extraño, no lo acepta y lo
rechaza. Es un problema de identidad
psicológica, concierne a la conciencia del yo y a la continuidad del yo
en la corporeidad, porque la corporeidad soy yo. La intervención de “reasignación” no tiene lugar en el plano
psicológico, y por tanto no da en la diana.
EL
CRITERIO ANTROPOLÓGICO Y MORAL
Este tema
nos sugiere reflexionar sobre la visión antropológica de la sexualidad, y por
consiguiente del ser hombre y ser mujer: yo soy mi cuerpo; no es verdad decir “yo
tengo cuerpo”.
El cuerpo
me constituye, es decir, contribuye a mi identificación de forma constitutiva e
irrenunciable, y no es algo provisional, accidental o modificable a capricho,
ni es un aspecto formal y exterior. La medicina está llamada a respetar la
corporalidad, y no a arrogarse el derecho a manipular el cuerpo. La primera terapia es el respeto del cuerpo y
de su integridad, porque -repito- mi cuerpo soy yo.
A la luz
de estos principios de racionalidad práctica, el “cambio” de sexo jamás es lícito.
Pero, además, para quien es creyente recuerdo lo que enseña el Concilio
Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes (n. 14): la persona humana es “corpore et anima unus [unidad de cuerpo y alma]”,
esto es, un todo inescindible de cuerpo y alma. Por tanto estoy
convencido de que aceptar la práctica de la destrucción de órganos sanos y de
la construcción de un “disfraz” de órganos
del sexo contrario, contradice cuanto
la Iglesia enseña y cree sobre la unidad de la persona humana.
Aceptar
realización de la “reasignación” del sexo
significa admitir que la persona humana
no es una unidad, sino que es solo alma, o mejor, un simple percepción
de sí misma, un haz de emociones o percepciones, y que el cuerpo no es portador
de sentido alguno.
Creo que
la solución humanamente adecuada a este tema puede encontrarse en el amor y en
la obediencia. En la obediencia
a Dios Creador y al dato-criatura que es toda mi persona, alma y cuerpo.
Obediencia deriva de ob-audire, es
decir, escuchar: implica saber escuchar todo lo que nos manifiesta nuestra
dimensión corporal. En el amor
que comienza con la aceptación y termina con la gratitud al mismo Creador.
El título del libro es un juego de palabras en italiano con la expresión
"leyendas urbanas", que transforma la expresión "leggende
[leyendas]" en "leggender", incorporando el concepto
"gender [género]".
Permítaseme
finalmente formular una sospecha muy provocadora, una sospecha -sin embargo-
suficientemente documentada, según lo que escribe Renzo Puccetti en su iluminador texto Leggender metropolitane: más allá del
sufrimiento existencial, que debe comprenderse y aliviarse, la práctica del
“cambio” de sexo y transgénero es una moda creada de forma muy estudiada, “presionando a la Organización Mundial de la Salud”
y proponiendo la normalización de un trastorno psicológico y una idea de persona humana que no es nada más
que auto-percepción.
(Traducción de Carmelo López-Arias a partir del original
italiano en La Nuova Bussola Quotidiana)
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