En su catequesis de la Audiencia General de este
miércoles 20 de marzo, el Papa Francisco reflexionó sobre las palabras del
Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad”.
En su reflexión, el Pontífice señaló que la voluntad de Dios, “encarnada en Jesús, es buscar y salvar aquello que se ha
perdido. Y nosotros, en la oración, pedimos que la búsqueda de Dios llegue a
buen fin, que su plan de diseño universal de salvación se cumpla”.
“Dios no es ambiguo, no se esconde detrás de los
enemigos, no ha planificado el futuro del mundo de manera indescifrable. Si no
comprendemos esto, nos arriesgamos a no entender el sentido de la tercera
expresión del Padre Nuestro”.
A continuación, el texto completo de la catequesis
del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Prosiguiendo nuestras catequesis sobre el "Padre
Nuestro", hoy nos detenemos en la tercera invocación: "Hágase tu voluntad". Debe leerse en
unidad con las dos primeras, "Santificado sea
tu nombre" y "Venga a nosotros tu
Reino", para que juntas formen un tríptico: “Santificado sea tu nombre”, “Venga a nosotros tu Reino”, “Hágase tu
voluntad”.
Antes de que el hombre cuide del mundo, Dios cuida ya incansablemente al
hombre y al mundo. Todo el evangelio refleja esta inversión de perspectiva. El
pecador Zaqueo se sube a un árbol porque quiere ver a Jesús, pero no sabe que,
mucho antes, Dios había ido a buscarlo. Jesús, cuando llega, le dice: "Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me
quede en tu casa". Y al final declara: "El
Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido"
(Lc 19, 5.10).
He aquí la voluntad de Dios, la que pedimos que se haga. ¿Cuál es la voluntad de Dios encarnada en Jesús?: Buscar
y salvar lo que está perdido. Y nosotros, cuando rezamos, pedimos que la
búsqueda de Dios tenga éxito, que se cumpla su plan universal de salvación,
primero en cada uno de nosotros y luego en todo el mundo. ¿Habéis pensado lo que significa que Dios me busca? Cada
uno de nosotros puede decir: “Pero ¿Dios me
busca?”. “Sí, ¡Te busca!” “Me busca”.
Dios no es ambiguo, no se esconde detrás de enigmas, no ha planeado el
futuro del mundo de una manera indescifrable. No, Él es claro. Si no lo
entendemos, nos arriesgamos a no entender el significado de la tercera frase
del "Padre Nuestro". En efecto, la
Biblia está llena de frases que nos hablan de la voluntad positiva de Dios
hacia el mundo.
Y en el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos una colección de
citas que atestiguan esta voluntad divina fiel y paciente (ver n. 2821-2827). Y
San Pablo, en la Primera Carta a Timoteo, escribe: "Dios
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la
verdad" (2,4). Esta, sin lugar a dudas, es la voluntad de Dios: la salvación del hombre, de los hombres, de cada uno de
nosotros. Dios con su amor llama a la puerta de nuestro corazón ¿Por qué? Para atraernos, para atraernos a Él y
llevarnos adelante por el camino de la salvación. Dios está cerca de cada uno
de nosotros con su amor, para llevarnos de la mano a la salvación. ¡Cuánto amor hay detrás de todo ello!
Así, rezando "hágase tu voluntad",
no estamos invitados a bajar servilmente la cabeza, como si fuéramos
esclavos. ¡No! Dios nos quiere libres; y es
su amor el que nos libera. El "Padre Nuestro” es,
en efecto, la oración de los hijos, no de los esclavos; sino de los hijos que
conocen el corazón de su padre y están seguros de su plan de amor. ¡Ay de nosotros sí, al pronunciar estas palabras, nos
encogiéramos de hombros y nos rindiéramos ante un destino que nos repele y que
no conseguimos cambiar! Al contrario, es una oración llena de ardiente
confianza en Dios que quiere el bien para nosotros, la vida, la salvación. Una
oración valiente, incluso combativa, porque en el mundo hay muchas, demasiadas
realidades que no obedecen al plan de Dios.
Las conocemos todos. Parafraseando al profeta Isaías, podríamos decir:
"Aquí, Padre, hay guerra, prevaricación, explotación; pero sabemos que Tú
quieres nuestro bien, por eso te suplicamos: ¡Hágase
tu voluntad! Señor, cambia los planes del mundo, convierte las espadas en
azadones y las lanzas en podaderas; ¡Que nadie se ejercite más en el arte de la
guerra! "(ver 2: 4).
El "Padre Nuestro" es una
oración que enciende en nosotros el mismo amor de Jesús por la voluntad del
Padre, una llama que empuja a transformar el mundo con amor. El cristiano no
cree en un "fato" ineluctable. No
hay nada al azar en la fe de los cristianos: en cambio, hay una salvación que
espera manifestarse en la vida de cada hombre y de cada mujer y cumplirse en la
eternidad. Si rezamos es porque creemos que Dios puede y quiere transformar la
realidad venciendo el mal con el bien. Tiene sentido obedecer a este Dios y
abandonarse a Él incluso en la hora de la prueba más dura.
Así fue para Jesús en el Huerto de Getsemaní, cuando experimentó la
angustia y oró: "¡Padre, si quieres, aparta de
mi esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya!” (Lucas 22:42).
Jesús es aplastado por el mal del mundo, pero se abandona confiadamente al
océano del amor de la voluntad del Padre.
Tampoco los mártires, en su prueba, buscaban la muerte, si no el después
de la muerte, la resurrección. Dios, por amor, puede llevarnos a caminar por
senderos difíciles, a experimentar dolorosas heridas y espinas, pero nunca nos
abandonará. Estará siempre con nosotros, cerca de nosotros, dentro de nosotros
Para un creyente esto, más que una esperanza, es una certeza. Dios está
conmigo.
La misma que encontramos en esa parábola del Evangelio de Lucas dedicada
a la necesidad de rezar siempre. Jesús dice: "¿Dios
no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les
hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto”. Así es el Señor,
así nos ama, así nos quiere. Pero, yo tengo ganas de
invitaros, ahora, a rezar todos juntos el Padre nuestro. Y los que no saben
italiano, que lo recen en su idioma.
Redacción ACI
Prensa
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