Tres partes, doce capítulos,
ciento sesenta y siete parágrafos y 60 páginas
Presentado al
Santo Padre el Documento final sobre el tema «los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional». El texto fue aprobado por los dos tercios del Aula,
la tarde del 27 de octubre.
(VaticanNews) El texto fue aprobado por los
dos tercios del Aula, la tarde del 27 de octubre. El Documento ha sido
entregado en las manos del Papa, que luego, ha autorizado su publicación.
Según el resumen facilitado
por VaticanNew, es el episodio de los discípulos de Emaús, narrado por el
evangelista Lucas, el hilo conductor del Documento Final del Sínodo de los Jóvenes.
Leído en el Aula en voces alternas por el Relator General, Card. Sérgio da
Rocha, los Secretarios Especiales, Padre Giacomo Costa y Don Rossano Sala,
junto con Mons. Bruno Forte, miembro de la Comisión para la Redacción del
texto, el Documento es complementario
al Instrumentum laboris del Sínodo, del que retoma la división en tres
partes. Acogido con aplausos, el texto -dijo el Cardenal da Rocha- es «el resultado de un verdadero trabajo de equipo» de los
Padres sinodales, junto con los demás participantes en el Sínodo y «en modo
particular con los jóvenes». El Documento contiene, pues, los 364 modos, es decir, las enmiendas, que se
han presentado. «La mayoría de ellos -añadió el
Relator General- fueron precisos y constructivos».
«CAMINABA CON ELLOS»
En primer lugar, pues, el
Documento final del Sínodo examina el contexto en el que viven los jóvenes, destacando
sus puntos de fuerza y sus desafíos. Todo comienza con una escucha empática
que, con humildad, paciencia y disponibilidad, permita dialogar verdaderamente
con la juventud, evitando «respuestas pre
confeccionadas y recetas ya preparadas». Los jóvenes, intactos, quieren
ser «escuchados, reconocidos, acompañados» y desean
que su voz sea «considerada interesante y útil en el campo social y eclesial».
La Iglesia no siempre ha tenido esta actitud, reconoce el Sínodo: a menudo los
sacerdotes y los obispos, sobrecargados por muchos compromisos, tienen
dificultad para encontrar tiempo para el servicio de la escucha. De ahí la
necesidad de preparar adecuadamente a los laicos, hombres y mujeres, que sean
capaces de acompañar a las jóvenes generaciones. Además, ante fenómenos como la
globalización y la secularización, los chicos se encaminan hacia un
redescubrimiento de Dios y de la espiritualidad, y esto debe ser un estímulo
para que la Iglesia recupere la importancia del dinamismo de la fe.
LA ESCUELA Y LA PARROQUIA
Otra respuesta de la Iglesia a
las interpelaciones de los jóvenes proviene del sector educativo: las escuelas,
universidades, colegios, oratorios, permiten una formación integral de los
chicos, ofreciendo al mismo tiempo un testimonio evangélico de promoción
humana. En un mundo donde todo está conectado - familia, trabajo, tecnología,
defensa del embrión y del migrante - los obispos definen como irremplazable el
papel que desarrollan las escuelas y universidades, en donde los jóvenes
transcurren mucho tiempo. En particular, las instituciones educativas católicas
están llamadas a afrontar la relación entre la fe y las exigencias del mundo
contemporáneo, las diferentes perspectivas antropológicas, los desafíos
científicos y técnicos, los cambios en las costumbres sociales y el compromiso
por la justicia. La parroquia también tiene su papel: «Iglesia en el
territorio», necesita volver a pensar su vocación misionera, porque a menudo es
poco significativa y poco dinámica, especialmente en el ámbito de la catequesis.
LOS MIGRANTES, PARADIGMA DE NUESTRO TIEMPO
El Documento sinodal se
detiene luego en el tema de los migrantes, «el
paradigma de nuestro tiempo» como fenómeno estructural y no como
emergencia transitoria. Muchos migrantes son jóvenes o menores no acompañados
que huyen de la guerra, violencias, persecuciones políticas o religiosas,
desastres naturales, pobreza, y terminan siendo víctimas del tráfico, de las
drogas, abusos psicológicos y físicos. La preocupación de la Iglesia es sobre
todo por ellos -dice el Sínodo- en la perspectiva de una auténtica promoción
humana que pase a través de la acogida de los refugiados y prófugos, y sea
punto de referencia para los muchos jóvenes separados de sus familias de
origen. Pero no sólo: los migrantes -recuerda el Documento- son también una
oportunidad de enriquecimiento para las comunidades y sociedades a las que
llegan y que pueden ser revitalizadas por ellos. Resuenan pues, los verbos
sinodales «acoger, proteger, promover, integrar»,
indicados por el Papa Francisco para una cultura que supere la desconfianza y
los miedos. Los obispos piden también un compromiso mayor en el garantizar a
quien no querría migrar, el derecho efectivo de permanecer en su propio país.
La atención del Sínodo se dirige también a las Iglesias que son amenazadas, en
su existencia, por las migraciones forzadas y las persecuciones sufridas por
los fieles.
COMPROMISO FIRME CONTRA TODO TIPO DE ABUSO. LUZ EN
LA VERDAD Y PEDIDO DE PERDÓN
Luego hay una amplia reflexión
sobre los «diferentes tipos de abusos» (de
poder, económicos, de conciencia, sexuales) cometidos por algunos obispos,
sacerdotes, religiosos y laicos: en las víctimas --se lee en el texto- causan
un sufrimiento que «puede durar toda la vida y que
ningún arrepentimiento puede remediar». De ahí el llamamiento del Sínodo
a «un firme compromiso a la adopción de rigurosas
medidas de prevención que eviten su repetición, a comenzar de la selección y la
formación de aquellos a quienes se les confiarán tareas de responsabilidad y
educación». Por lo tanto, será necesario erradicar aquellas formas -como
la corrupción o el clericalismo- en las que se injertan estos tipos de abusos,
contrarrestando también la falta de responsabilidad y transparencia con la que
se han gestionado muchos casos. Al mismo tiempo, el Sínodo expresa su gratitud
a todos aquellos que «tienen el valor de denunciar inmediatamente el mal»,
porque ayudan a la Iglesia «a tomar conciencia de
lo que ha ocurrido y de la necesidad de reaccionar con decisión». «La
misericordia, de hecho, exige justicia». No deben olvidarse, sin
embargo, los numerosos laicos, sacerdotes, consagrados y obispos que se dedican
cada día, con honestidad, al servicio de los jóvenes, quienes pueden ofrecer
realmente «una ayuda preciosa» para una «reforma de
envergadura histórica» en este ámbito.
LA FAMILIA «IGLESIA DOMÉSTICA»
Otros temas presentes en el
Documento tienen que ver con la familia, principal punto de referencia para los
jóvenes, primera comunidad de fe, «Iglesia
doméstica»: el Sínodo recuerda, en particular, el papel de los abuelos
en la educación religiosa y en la transmisión de la fe, y advierte sobre el
debilitamiento de la figura paterna y de los adultos que asumen estilos de vida
«juveniles». Además de la familia, para los
jóvenes cuenta mucho la amistad con sus coetáneos porque les permite compartir
su fe y ayudarse mutuamente en su testimonio.
PROMOCIÓN DE LA JUSTICIA «CONTRA LA CULTURA DEL
DESCARTE»
El Sínodo se detiene
seguidamente, en algunas formas de vulnerabilidad de los jóvenes en diversos
ámbitos: en el trabajo, donde la desocupación juvenil empobrece a las jóvenes
generaciones, socavando su capacidad de soñar; las persecuciones hasta la
muerte; la exclusión social por razones religiosas, étnicas o económicas; la
discapacidad. Frente a esta «cultura del descarte»,
la Iglesia debe hacer un llamamiento a la conversión y a la solidaridad,
convirtiéndose en una alternativa concreta a las situaciones de malestar. En el
lado opuesto, no faltan en cambio los ámbitos en los que el compromiso de los
jóvenes se expresa con originalidad y especificidad: por ejemplo, el
voluntariado, la atención a los temas ecológicos, el empeño en política para la
construcción del bien común, la promoción de la justicia, para lo cual los
jóvenes piden a la Iglesia «un compromiso firme y
coherente».
ARTE, MÚSICA Y DEPORTE, «RECURSOS PASTORALES»
También el mundo del deporte y
de la música ofrece a los jóvenes la posibilidad de expresarse lo mejor
posible: en el primer caso, la Iglesia les invita a no subestimar las potencialidades
educativas, formativas e inclusivas, de la actividad deportiva; en el caso de
la música, en cambio, el Sínodo se centra en su ser «un
recurso pastoral» que interpela también a una renovación litúrgica,
porque los jóvenes tienen el deseo de una «liturgia
viva», auténtica y alegre, un momento de encuentro con Dios y con la
comunidad. Los jóvenes aprecian las celebraciones auténticas en las que la
belleza de los signos, el cuidado de la predicación y el compromiso comunitario
hablen realmente de Dios»: por tanto, se les debe ayudar a descubrir el valor
de la adoración eucarística y a comprender que «la
liturgia puramente expresión de sí misma, sino una acción de Cristo y de la
Iglesia». Las jóvenes generaciones, además, quieren ser protagonistas de
la vida eclesial, aprovechando sus propios talentos, asumiéndose
responsabilidades. Sujetos activos de la acción pastoral, ellos son el presente
de la Iglesia, deben ser animados a participar en la vida eclesial, y no
obstaculizados con autoritarismo. En una Iglesia capaz de dialogar de una
manera menos paternalista y más directa, de hecho, los jóvenes saben ser muy
activos en la evangelización de sus semejantes, ejerciendo un verdadero
apostolado que debe ser apoyado e integrado en la vida de las comunidades.
«SE ABRIERON LOS OJOS»
Dios habla a la Iglesia y al
mundo a través de los jóvenes, que son uno de los «lugares
teológicos» en los que el Señor se hace presente. Portadora de una sana
inquietud que la hace dinámica -- se lee en la segunda parte del Documento - la
juventud puede estar «más adelantada que los pastores» y por eso debe ser
acogida, respetada, acompañada. Gracias a ella, de hecho, la Iglesia puede
renovarse, sacudiéndose de encima «la pesadez y
lentitudes». De ahí el llamado del Sínodo al modelo de «Jesús joven
entre los jóvenes» y al testimonio de los santos, entre los cuales hay muchos
jóvenes, profetas de cambio.
MISIÓN Y VOCACIÓN
Otra «brújula
segura» para la juventud es la misión, don de sí mismo que conduce a una
felicidad auténtica y duradera: Jesús, en efecto, no quita la libertad, sino
que la libera, porque la verdadera libertad es posible sólo en relación con la
verdad y la caridad. Estrechamente ligado al concepto de misión, está el de
vocación: cada vida es una vocación en relación con Dios, no es fruto de la
casualidad o un bien privado que se gestiona por sí mismo -afirma el Sínodo- y
toda vocación bautismal es una llamada a la santidad para todos. Por eso, cada
persona debe vivir su propia vocación específica en cada ámbito: profesión,
familia, vida consagrada, ministerio ordenado y diaconado permanente, que
representa un «recurso» que debe ser
desarrollado plenamente aún.
EL ACOMPAÑAMIENTO
Acompañar es una misión que la
Iglesia debe llevar a cabo a nivel personal y de grupo: en un mundo
«caracterizado por un pluralismo cada vez más evidente y una disponibilidad de
opciones cada vez más amplia», buscar junto con los jóvenes un recorrido
específico para hacer elecciones definitivas es un servicio necesario.
Destinatarios son todos los jóvenes: seminaristas, sacerdotes o religiosos en
formación, novios y jóvenes esposos. La comunidad eclesial es lugar de
relaciones y ámbito en el cual, en la celebración eucarística, uno es tocado,
instruido y sanado por el mismo Jesús. El Documento Final destaca la
importancia del sacramento de la Reconciliación en la vida de fe y anima a los
padres, enseñantes, animadores, sacerdotes y educadores a ayudar a los jóvenes,
a través de la Doctrina Social de la Iglesia, a asumir responsabilidades en el campo
profesional y socio-político. El desafío en sociedades cada vez más
interculturales y multirreligiosas es indicar en la relación con la diversidad,
una ocasión de enriquecimiento mutuo y comunión fraterna.
NO A MORALISMOS Y FALSAS INDULGENCIAS, SÍ A LA
CORRECCIÓN FRATERNA
El Sínodo promueve, por tanto,
un acompañamiento integral centrado en la oración y en el trabajo interior que
valora también la aportación de la psicología y de la psicoterapia, en cuando
están abiertas a la trascendencia. «El celibato por
el Reino» -- se exhorta -- debe ser entendido como «un don que debe ser
reconocido y verificado en la libertad, la alegría, la gratuidad y la
humildad», antes de la elección final. Se busque acompañantes de calidad:
personas equilibradas, de escucha, fe y oración, que se han medido con sus
propias debilidades y fragilidades y que, por ello sean acogedoras «sin
moralismos ni falsas indulgencias», sabiendo corregir fraternalmente, lejos de
actitudes posesivas y manipuladoras. «Este profundo
respeto -- se lee en el texto -- será la mejor garantía contra los riesgos de
plagio y abusos de cualquier tipo».
EL ARTE DEL DISCERNIMIENTO
«La Iglesia es
el ambiente para discernir y la conciencia -- escriben los Padres sinodales --
es el lugar donde se capta el fruto del encuentro y de la comunión con Cristo»:
el
discernimiento, a través de «una confrontación
regular con un guía espiritual», se presenta, por tanto, como un trabajo
sincero de conciencia, «sólo puede entenderse como
una auténtica forma de oración» y «requiere
el valor de comprometerse en la lucha espiritual». La prueba de las
decisiones tomadas es la vida fraterna y el servicio a los pobres. De hecho,
los jóvenes son sensibles a la dimensión de la diaconía.
«SE FUERON SIN DEMORA»
María Magdalena, primera
discípula misionera, sanada de sus heridas, testigo de la Resurrección, es el
icono de una Iglesia joven. Los esfuerzos y la fragilidad de los jóvenes «nos ayudan a ser mejores, sus preguntas -- se lee -- nos
desafían, las críticas son necesarias porque muchas veces a través de ellas la
voz del Señor nos pide conversión y renovación». Todos los jóvenes,
incluso aquellos con diferentes visiones de vida, sin excepción, están en el
corazón de Dios. Los Padres subrayan el dinamismo constitutivo de la
sinodalidad, es decir, caminar juntos: el final de la Asamblea y el documento
final son sólo una etapa, porque las condiciones concretas y las necesidades
urgentes son diferentes entre países y continentes. De ahí la invitación a las
Conferencias Episcopales y a las Iglesias particulares a continuar el proceso
de discernimiento con el fin de desarrollar soluciones pastorales específicas.
SINODALIDAD, ESTILO MISIONERO
«La sinodalidad»
es un estilo
de misión que nos anima a pasar del yo al nosotros y a considerar la
multiplicidad de rostros, sensibilidades, proveniencias y culturas. En este
horizonte hay que valorar los carismas que el Espíritu dona a todos, evitando
el clericalismo que excluye a muchos de los procesos de toma de decisiones y la
clericalización de los laicos que frena el impulso misionero. La autoridad --
es la esperanza -- se vive en una perspectiva de servicio. Sinodal también sea
el enfoque del diálogo interreligioso y ecuménico, orientado al conocimiento
mutuo y a la ruptura de prejuicios y estereotipos, así como a la renovación de
la vida comunitaria y parroquial para acortar la distancia entre los
jóvenes-Iglesia y muestre la íntima conexión entre la fe y la experiencia
concreta de vida, debe ser también sinodal. Se formalizó la petición reiterada
en el Aula de establecer, a nivel de las Conferencias Episcopales, un «Directorio de pastoral juvenil en clave vocacional» que
pueda ayudar a los responsables diocesanos y a los agentes locales a cualificar
su formación y su acción «con y para los jóvenes», ayudando
a superar una cierta fragmentación de la pastoral de la Iglesia. Reafirmada la
importancia de la JMJ, así como la de los centros juveniles y de los oratorios
que, sin embargo, deben ser replanteados.
EL DESAFÍO DIGITAL
Hay algunos desafíos urgentes
que la Iglesia está llamada a asumir. El Documento Final del Sínodo trata de la
misión en el entorno digital: parte integrante de la realidad cotidiana de los
jóvenes, una «plaza» donde pasan mucho
tiempo y donde se encuentran fácilmente, un lugar esencial para llegar e
involucrar a los jóvenes en las actividades pastorales, la web presenta luces y
sombras. Si, por un lado, permite el acceso a la información, activa la
participación sociopolítica y la ciudadanía activa, por otro, presenta un lado
oscuro -- el llamado dark web -- en el que se encuentran la soledad, la
manipulación, la explotación, la violencia, el cyberbulismo y la
pornografía. De ahí la invitación del Sínodo a habitar en el mundo digital,
promoviendo las potencialidades comunicativas con vistas al anuncio cristiano,
y a «impregnar» de Evangelio sus culturas y dinámicas. Se espera que se creen
Oficinas y organismos de cultura y evangelización digital que, además de «fomentar el intercambio y la difusión de buenas
prácticas, puedan gestionar sistemas de certificación de los sitios católicos,
para contrarrestar la difusión de noticias falsas sobre la Iglesia», emblema
de una cultura que «ha perdido su sentido de la
verdad», fomentando la promoción de «políticas
y herramientas para la protección de los menores en la red».
RECONOCER Y VALORAR A LA MUJER EN LA SOCIEDAD Y EN
LA IGLESIA
El documento evidencia también
la necesidad de un mayor reconocimiento y valoración de la mujer en la sociedad
y en la Iglesia, porque su ausencia empobrece el debate y el camino eclesial:
hay una urgente necesidad de cambio por parte de todos -- se lee -- incluso a
partir de una reflexión sobre la reciprocidad entre los sexos. Se espera que
«haya una presencia femenina en los organismos eclesiales a todos los niveles,
incluso en las funciones de responsabilidad» y que «haya
una participación femenina en los procesos de toma de decisiones eclesiales con
respecto al papel del ministerio ordenado». «Es un deber de justicia» --
afirma el documento -- que encuentra su inspiración en Jesús y en la Biblia.
CUERPO, SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD
El Documento se detiene sobre
el tema del cuerpo, de la afectividad, de la sexualidad: ante los avances
científicos que plantean cuestiones éticas, fenómenos como la pornografía
digital, el turismo sexual, la promiscuidad, el exhibicionismo en línea, el
Sínodo recuerda a las familias y a las comunidades cristianas la importancia de
hacer descubrir a los jóvenes que la sexualidad es un don. A menudo la moral
sexual de la Iglesia se percibe como «un espacio de juicio y condena», mientras
que los jóvenes buscan «una palabra clara, humana y
empática» y «expresan un deseo explícito de
confrontación sobre cuestiones relacionadas con la diferencia entre la
identidad masculina y la femenina, la reciprocidad entre hombres y mujeres, la
homosexualidad». Los Obispos reconocen el esfuerzo de la Iglesia por
transmitir en el contexto cultural actual «la
belleza de la visión cristiana de la corporeidad y de la sexualidad»: es
urgente buscar «caminos más apropiados, que se traduzcan concretamente en la
elaboración de caminos formativos renovados». «Es
necesario proponer a los jóvenes una antropología de afectividad y sexualidad
capaz de dar el justo valor a la castidad» para el crecimiento de la
persona, «en todos los estados de vida». En
este sentido, es necesario prestar atención a la formación de agentes
pastorales creíbles y maduros desde el punto de vista afectivo-sexual. El
Sínodo constata también la existencia de «cuestiones relativas al cuerpo, a la
afectividad y a la sexualidad que requieren una elaboración antropológica,
teológica y pastoral más profunda, que debe llevarse a cabo de la manera más
adecuada y en los niveles más adecuados, desde lo local hasta lo universal».
Entre ellas surgen las relacionadas con la diferencia y la armonía entre la
identidad masculina y femenina y las inclinaciones sexuales. «Dios ama a cada persona y también a la Iglesia al
renovar su compromiso contra toda discriminación y violencia por motivos
sexuales». Igualmente -- continúa el Documento -- el Sínodo «reafirma la importancia antropológica decisiva de la
diferencia y de la reciprocidad entre hombre-mujer y considera reductivo
definir la identidad de las personas a partir de su orientación sexual». Al
mismo tiempo se recomienda «fomentar» los
«caminos de acompañamiento en la fe, ya existentes en muchas comunidades
cristianas», de «personas homosexuales». En
estos caminos las personas son ayudadas a leer su propia historia; a adherirse
libre y responsablemente a su propia llamada bautismal; a reconocer el deseo de
pertenecer y contribuir a la vida de la comunidad; a discernir las mejores
formas de alcanzarla. De esta manera ayudamos a cada joven, sin excluir a
nadie, a integrar cada vez más la dimensión sexual en su personalidad,
creciendo en la calidad de las relaciones y caminando hacia «el don de sí».
ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL
Entre los otros desafíos
señalados por el Sínodo está también el económico: la invitación de los Padres
es a invertir tiempo y recursos en los jóvenes con la propuesta de ofrecerles
un período destinado a la maduración de la vida cristiana adulta que «debe permitir un alejamiento prolongado de los ambientes
y de las relaciones habituales». Además, mientras esperamos un
acompañamiento antes y después del matrimonio, se alienta la creación de
equipos educativos, incluyendo figuras femeninas y matrimonios cristianos, para
la formación de seminaristas y personas consagradas, también con el fin de superar
las tendencias al clericalismo. Se requiere una atención especial en la acogida
de los candidatos al sacerdocio, que a veces tiene lugar «sin un conocimiento
adecuado y una relectura profunda de su historia»: «la inestabilidad relacional
y afectiva, y la falta de raíces eclesiales son signos peligrosos. Descuidar
las normas eclesiales a este respecto -- escriben los Padres sinodales --
constituye un comportamiento irresponsable, que puede tener consecuencias muy
graves para la comunidad cristiana».
LLAMADOS A LA SANTIDAD
«Las
diversidades vocacionales -- concluye el Documento Final del Sínodo de los
Jóvenes -- están reunidas en la única y universal llamada a la santidad.
Lamentablemente, el mundo está indignado por los abusos de algunas personas de
la Iglesia, más que animado por la santidad de sus miembros», por eso la Iglesia está
llamada a «un cambio de perspectiva»: a
través de la santidad de tantos jóvenes dispuestos a renunciar a la vida en
medio de la persecución para permanecer fieles al Evangelio, puede renovar su
ardor espiritual y su vigor apostólico.
EL REGALO DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES DEL SÍNODO
Finalmente, como recuerdo del
Sínodo de los Jóvenes, el Santo Padre ha regalado a todos los participantes una
baldosa de bronce en bajorrelieve que representa a Jesús y al joven discípulo
amado. Se trata de una obra del artista italiano Gino Giannetti, acuñada por el
Estado de la Ciudad del Vaticano, emitida en sólo 460 ejemplares.
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