martes, 30 de octubre de 2018

EN EL VENTRÍCULO DERECHO LE DESCUBRIERON LA CRUZ Y LOS CLAVOS DE LA PASIÓN DE CRISTO


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Santa Verónica Giuliani fue una de las místicas más impresionantes que ha dado la Iglesia Católica. Se la puede considera de la talla de San Francisco de Asís o Santa Teresa de Ávila.
Fue un alma víctima y estigmatizada, que recibía visitas de Nuestro Señor, la Santísima Virgen, Santos y Ángeles.
Así como también la visita de almas del purgatorio. Fue llevada a visitar el infierno y el purgatorio. Y tiene el honor de haber sido la primera Santa Capuchina canonizada. Vivió entre 1660 y 1727 y su cuerpo se conserva en el monasterio de las Clarisas de Citta di Castello. Sobre su vida se ha realizado un documental llamado El despertar de un gigante. Se la considera un caso único porque en gran parte de su vida tuvo al menos una visión por día. Además escribió 5 biografías por pedido de su confesor. Y un diario de 22000 páginas escritas a mano, que comenzó en 1693 y terminó de escribir en 1727.

Sobre este diario Jesús le diría: “El Señor mismo me hizo entender que debería escribir todo; porque así lo quiso. Y que estos escritos serían de gran beneficio para muchas almas; y que Él quería que fuera para todo el cristianismo”.

También Jesús prometió grandes gracias a quienes se ocuparan de recopilar y dar forma al diario para publicarlo. En esto trabajaron varias personas desde su muerte y finalmente la mística y estigmatizada María Teresa Carloni fue quien terminó de condensar los 10 volúmenes del diario.

BIOGRAFÍA DE SANTA VERÓNICA GIULIANI
Nació en Mercatello, Italia el 27 de diciembre de 1660 y en su bautismo recibió el nombre de Úrsula. Su madre Benedetta Mancini era profundamente religiosa, que leía permanentemente la vida de santos y mártires. Lo que hizo que Úrsula comenzara a imitar a temprana edad las penitencias que hacía Santa Rosa de Lima, asociándose a la pasión de Nuestro Señor. Además, separaba parte de su comida para dársela a los pobres junto con su propia ropa. Su madre murió a los 39 años cuando ella tenía 7 años, y estaba presente cuando su madre recibió el viaticum. Antes de morir consagró a sus hijas a cada una de las llagas de Jesucristo. Úrsula fue consagrada a la herida del costado de Nuestro Señor: “Tú, querida Orsolina, aún tan joven residirás en la herida del costado.
Las dejo en el Corazón de Dios, donde no solo encontrarán protección sino que también aprenderán que es amar”.
Esta es la razón por la cual Verónica tenía gran devoción por la herida de la lanza en el costado de Jesucristo. A los 3 años se le apareció Jesús cuando estaba recogiendo flores en el jardín y él le dijo: “Yo soy la verdadera flor”

A los 10 años tomo la ansiada primera comunión, y cuenta: “Sentí que el Señor realmente había venido a mí, y con todo mi corazón le dije Él: ‘Dios mío, ahora es el momento de tomar posesión completa de mí. Me entrego solo a ti y solo a ti quiero’.

Me parece recordar que él respondió: Tú eres mía y yo soy todo tuyo'”.

Fue en ese momento en que comprendió su vocación a la vida consagrada. Otro hecho significativo en su vida fue que a los 16 años recibió la visión que sus actos carecían de caridad, porque consideraba a los pobres como seres inferiores, lo que le llevó a una reconsideración de sus actitudes. Cuando tenía 17 años, su padre Francesco Giuliani, que era superintendente de finanzas de Piacenza, comenzó a hacer planes para que contrajera matrimonio. Pero ella se opuso, y a pesar de la contrariedad de su padre, ingresó en el monasterio de las Clarisas Capuchinas en Citta di Castello en Umbría, donde vivió hasta que murió en 9 de julio de 1727. Ella relata que el obispo Sebastián le dijo a las Clarisas del convento:
“Mantengan a esta niña como un tesoro precioso porque se convertirá en una gran santa”.
También cuenta la primera impresión de Jesús cuando ella entró en el convento: “Recuerdo que el Señor me dio una gran bienvenida. Les decía a todos: “Esta es nuestra ahora”, y luego se volvió hacia mí y me dijo: “Dime lo que quieres”. Le pedí la gracia de amarlo y Él parecía comunicarme su amor allí. Y entonces varias veces me preguntó que anhelaba. Ahora puedo recordar pedirle tres favores. Uno era que debía estar a la altura del estado de vida que había emprendido; el segundo, que nunca me apartara de su santa voluntad; y el tercero era que Él siempre me mantuviera en la Cruz con Él”.

Y le profetizó cómo sería su vida:
“Me dijo: ‘Te he elegido para grandes cosas, pero tendrás que sufrir mucho por mi amor'”.
Ella tomó el nombre de Verónica para su vida religiosa en honor el personaje bíblico que secó la cara de Jesús en la vía dolorosa. Su nuevo nombre fue “Verónica de Jesús y María”.

ESTIGMAS
El viernes santo de 1697 recibió los primeros estigmas mientras cargaba la cruz de madera alrededor del jardín en el viacrucis,
“En un instante, vi cinco rayos brillantes que salían de Sus heridas y venían hacia mí. Vi cómo se convirtieron en pequeñas llamas. Cuatro de ellas contenían los clavos, y la quinta contenía la lanza, dorada y toda en llamas, y perforó mi corazón. Los clavos me perforaron las manos y los pies”.

Pero antes, el viernes santo de 1681, recibe su corona de espinas, que describe de esta forma: “Puso esta corona en mi cabeza y me pareció que sentí que las espinas se clavaban en el interior de mi boca, mis orejas, mi cabeza, mis ojos, mis sienes y mi cerebro. Fue tanto sufrimiento que me caí al suelo como si estuviera muerta”.

Y Jesús le repitió la profecía que ya le había dado anteriormente: “El Señor me levantó y me dijo: ‘Sentirás estos dolores mientras estés viva, más o menos según mi deseo'”. Todo esto lo mantenía en secreto y debía visitar con frecuencia la enfermería para curarse de las heridas y las hinchazones.

El Padre Salvatori escribió que las heridas: Emitían una fragancia tan deliciosa en todo el convento, que solo esto fue suficiente para informar a las monjas cuando se renovaban los estigmas”.
También recibió un anillo en su piel símbolo del Esponsorio Místico con Nuestro Señor.
Un testigo lo describe así: “Este anillo rodeaba su dedo anular como lo hacen los anillos comunes. En él parecía haber una piedra levantada tan grande como un guisante y de un color rojo”.

MARCAS EN SU CORAZÓN
En 1697 recibe la herida en su corazón que se conoce con el nombre de transverberación.
“Estando frente a Él [frente a un crucifijo] parecía que Él soltó su brazo derecho y con el gran clavo que sostenía en su mano Él hirió mi corazón. Sentí un gran dolor…”.

Jesús le mostró también cómo había herido el corazón de Santa Teresa de Ávila de la misma forma. Y le advirtió:
“No debes comenzar ningún trabajo sin entrar primero en estas heridas amorosas, para aprender cómo hacer ese trabajo…”.
Luego de su muerte el corazón de Santa Verónica fue objeto de una investigación.
El médico cirujano Giovanni Francesco Gentili descubrió varios símbolos grabados en el ventrículo derecho de su corazón, cómo la cruz, los clavos y varias letras que aludían a términos sagrados.
Había una C para la caridad, una O para la obediencia, una F para la fidelidad a Dios y María, una P para la paciencia y U para la humildad. Había dos llamas que representaban el amor por Dios y al prójimo. Y siete espadas que significaban los dolores de María. En esa autopsia estuvieron presentes el obispo, el alcalde, varios médicos y otros testigos relevantes que vieron las marcas en el corazón.

PRUEBAS A QUE LE SOMETIÓ EL VATICANO
Ante todos estos hechos inusuales las autoridades vaticanas nombraron una comisión para poner a prueba la humildad de Santa Verónica.
Fue así que la depusieron de su función de maestra de novicias y privada de todos los sufragios en la comunidad. Fue aislada y encarcelada en una celda alejada del resto y no se le permitía a ninguna hermana hablar con ella. Su cuidadora la debía tratar como una impostora. Se le prohibió la sagrada comunión y se le permitía concurrir a misa sólo los domingos y los días festivos, pero hacerlo desde la puerta de la iglesia.
Al finalizar este período de pruebas el obispo informó que Verónica había obedecido cada orden sin tristeza y con un gozo de espíritu muy alto, por lo que fue restituida en plenitud.
Ella tuvo el cargo de maestra de novicias durante 22 años y fue elegida abadesa por unanimidad. Hoy estas pruebas nos parecerían a nosotros como excesivas y fruto de un clericalismo rampante.

MEDIADORA ENTRE DIOS Y LOS PECADORES
Una de sus principales misiones fue la de ser mediadora con los pecadores.
Siendo aún novicia ya lo expresaba de esta forma: “La mayoría de las noches pasaba llorando, pero no sabía de qué estaba llorando. Parece que pensar en las ofensas cometidas contra Dios y pensar en su pasión me hacía llorar“.
A menudo tenía visiones de almas que estaban a punto de cometer pecados mortales y ella trataba de solucionarlo aumentando sus penitencias.
A veces Jesús le decía por quién debía orar. Y otras veces le mostraba cómo habían salido del pecado las almas por las que ella se había sacrificado. Ella le pediría a Jesús participar más frecuentemente de esta conversión de pecadores: Envíame más penitencias, más tormentos, más cruces para que cada criatura regrese a ti redimida”. Dentro de sus sufrimientos estuvo el cáliz de la amargura. El 15 de agosto de 1694 se aparecieron Jesús y la Virgen María con un cáliz que contenía un licor amarillento que parecía estar hirviendo. La Santísima Virgen se lo ofreció y le dijo: “Hija, te doy este regalo en nombre de mi Hijo”. Este cáliz contenía todo el sufrimiento que ella había ofrecido por los pecadores.

ALMAS DEL PURGATORIO
Otra fuente de sus sufrimientos y expiaciones fueron las almas del purgatorio.
Ella informaría a sus hermanas del convento: Pasé esta noche como de costumbre en el purgatorio, en medio del fuego y el hielo, las penas y los sufrimientos, de los en completo abandono y sin la ayuda de nadie”.
En numerosas oportunidades ella tomaba el lugar de las almas del purgatorio para expiar sus pecados.
En sus visitas al purgatorio vio a muchas almas conocidas, incluso al papa Clemente XI, numerosos confesores y religiosos y religiosas, a quienes ayudaba tomando su lugar.

VISIONES DEL INFIERNO
Santa Verónica recibió numerosos ataques del demonio a quien ella llamaba el “tentador”.
Los ataques eran espirituales, como por ejemplo hacerle sentir culpas. Y también había ataques físicos mediante apariciones de animales que la herían. Incluso el demonio llegó a disfrazarse de Jesús, María o el propio Obispo. Fue el propio demonio quién le mostró una visión del infierno: Oía gritos y voces de lamento de los condenados. Solo vi monstruos infernales, muchas serpientes, muchos animales feroces, un hedor infernal y llamas extremadamente calientes, que eran tan grandes que no se podía medir su altura… Podías escuchar muchas blasfemias y maldiciones contra Dios. Qué triste, qué tormento esto causó mi alma”.

A raíz de estas visiones Verónica ofreció su ayuda:
“Mi Señor, me ofrezco para estar aquí como una puerta, para que nadie pueda entrar y perderte”.
La Santísima Virgen luego le contó cuáles eran los 7 lugares peores del infierno.
“Hija, quiero que describas los siete sitios más dolorosos del infierno y para quién existen. El primero es el lugar donde lucifer está encadenado, y con él está Judas, que sirve como su silla (asiento), y están todos aquellos que fueron seguidores de Judas. El segundo es el lugar donde están todos los eclesiásticos (clérigos) y los prelados de la Santa Iglesia, que fueron elevados en dignidad y honores, y han pervertido la fe, pisoteando la Sangre de Jesucristo, mi Hijo, con muchos pecados enormes. En la tercera ubicación que viste, están todas las almas de los religiosos masculinos y las religiosas femeninas. En el cuarto, están todos los confesores, por haber engañado a las almas de sus penitentes. En la quinta, están todas las almas de los jueces y de los gobernadores de la justicia. La sexta ubicación, en cambio, es aquella destinada a todos los superiores (Madrea Superioras / Padres Superiores) de los religiosos. En el séptimo, por último, están todos aquellos que querían vivir de acuerdo con su propia voluntad y han cometido todo tipo de pecado, especialmente los pecados carnales”.

SU ÁNGEL GUARDIÁN
Verónica tuvo una gran relación con los ángeles y en especial con su ángel de la guarda. Su madrina contó que vio a su ángel de la guarda cuando recibió su confirmación.
Ella hablaba diariamente con el ángel y este le informaba de cosas especiales, como por ejemplo que el cielo había asignado a 10 ángeles guardianes adicionales para ayudar al Papa.
También la protegía de los ataques del demonio y la acompañó durante sus visitas al infierno. Además le ayudaba en sus tareas diarias.

SU RELACIÓN CON LA VIRGEN MARÍA
La Virgen María tomó a Verónica como su discípula a partir de los años de las pruebas que recibió en el convento por orden del Vaticano.
Incluso experimentó la unión mística con la Santísima Virgen: “La Santísima Virgen María se había transformado en mí, pero no tengo forma de explicar o contar esto, porque mi alma se ha vuelto una con María” Y cuando fue nombrada abadesa del convento, en 1716, Verónica puso las llaves del convento en las manos de la Virgen María. Y ésta tomaba el lugar de Verónica durante el tiempo que ella estaba místicamente en el purgatorio o en el infierno. Sus hermanas del convento se percataban de esto cuándo iban a hablar con Verónica y notaban en el rostro de ella una expresión majestuosa. Desde 1720 es la Virgen María quién le dicta el diario a Verónica y por eso aparece redactado en segunda persona.

SU MUERTE
El 6 de junio de 1727 tiene un derrame cerebral y estuvo místicamente en el purgatorio durante 33 días, en que tuvo numerosos sufrimientos y tentaciones.
El 9 de julio de 1727 su confesor le da el permiso para morir.
Sus últimas palabras fueron: “El amor se ha dejado encontrar”.

Su cuerpo permaneció incorrupto durante muchos años hasta que fue destruido por una inundación. Su corazón permanece incorrupto dentro de un relicario.

Fue beatificada en 1804 por el papa Pío VII y canonizada en 1839 por el papa Gregorio XVI. Se cuentan de ella muchos milagros producidos en su tumba.

Fuentes:
Sergio Fernández

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