(ACI).- El Papa Francisco dedicó su catequesis en la Audiencia
General de este miércoles 24 de enero a hacer un balance sobre su viaje a Chile
y Perú realizado del 15 al 21 de enero.
A continuación el texto completo de la catequesis
del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Esta catequesis se desarrolla en dos lugares conectados: vosotros aquí,
en la Plaza y un grupo de niños, algo enfermos, que están en el Aula. Ellos os
verán y vosotros los veréis; así estamos conectados, Saludemos a los niños que
están en el Aula: era mejor que no se resfriasen, y por eso están allí.
Hace dos días regrese del viaje apostólico a Chile y Perú. ¡Un aplauso
para Chile y Perú! Dos pueblos buenos, buenos…Doy gracias al Señor porque
todo ha salido bien: pude encontrar al Pueblo de Dios en camino por esas
tierras, -también a los que no están en camino, están algo parados… pero son
buena gente- y alentar el desarrollo social de esos países.
Renuevo mi gratitud a las autoridades civiles y a los obispos, que me
recibieron con tanto cariño y generosidad; así como a todos los colaboradores y
voluntarios. Pensad que en cada uno de los dos países había más de 20.000
voluntarios: 20.000 y algunos más en Chile, 20.000 en Perú. Gente buena, la
mayoría jóvenes.
Mi llegada a Chile estuvo precedida por varias manifestaciones de
protesta por varios motivos, como habéis leído en los periódicos Y esto hizo
que el lema de mi visita fuera aún más actual y vivo: "Mi
paz os doy".
Son las palabras que Jesús dirigió a los discípulos, que repetimos en
cada Misa: el don de la paz, que solo Jesús muerto y resucitado puede dar a
quienes se confían a él. No solamente cada uno de nosotros necesita la paz,
también el mundo hoy, en esta tercera guerra mundial a trozos… ¡Por favor, recemos por la paz!
En el encuentro con las autoridades políticas y civiles del país, alenté
el camino de la democracia chilena, como un espacio de encuentro solidario y
capaz de incluir la diversidad; para ese fin indiqué como método el camino de
la escucha: en particular la escucha de los pobres, de los jóvenes y de los
ancianos, de los inmigrantes, y también la escucha de la tierra.
En la primera eucaristía, celebrada por la paz y la justicia, resonaron
las Bienaventuranzas, especialmente "Bienaventurados
los que trabajan por la paz , porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt
5, 9). Una bendición para testimoniar con el estilo de la proximidad, de la
cercanía, del compartir, reforzando así, con la gracia de Cristo, el tejido de
la comunidad eclesial y de toda la sociedad.
En este estilo de proximidad cuentan más los gestos que las palabras, y
un gesto importante que pude hacer fue visitar el penitenciario femenino en
Santiago: los rostros de esas mujeres, muchas de ellas madres jóvenes, con sus
pequeños en brazos, expresaban, a pesar de todo, tanta esperanza Las animé a
exigir, de ellas mismos y de las instituciones, un serio camino de preparación
para la reinserción, como un horizonte que da sentido a la pena diaria.
No podemos imaginar una cárcel, cualquier cárcel, sin esta dimensión de
la reinserción, porque sin esta esperanza de reinserción social la cárcel es
una tortura infinita. En cambio, cuando se trabaja para la reinserción –también
los condenados a cadena perpetua pueden reinsertarse- mediante el trabajo de la
cárcel a la sociedad, se abre un diálogo. Pero siempre una cárcel debe tener
esta dimensión de la reinserción, siempre.
Con los sacerdotes y personas consagradas y con los obispos de Chile,
viví dos encuentros muy intensos, todavía más fecundos por el sufrimiento
compartido de algunas heridas que afligen a la Iglesia en ese país.
En particular, confirmé a mis hermanos en el rechazo de cualquier
compromiso con el abuso sexual de menores, y al mismo tiempo en la confianza en
Dios, que a través de esta dura prueba purifica y renueva a sus ministros.
Las otras dos misas en Chile se celebraron una en el sur y otra en el
norte. La del sur, en Araucanía, la tierra donde viven los indios mapuches,
transformó en alegría los dramas y las fatigas de este pueblo, lanzando un
llamamiento a una paz que sea armonía de la diversidad y al repudio de toda
violencia.
La del norte, en Iquique, entre el océano y el desierto, fue un himno al
encuentro entre los pueblos, que se expresa de manera singular en la
religiosidad popular.
Los encuentros con los jóvenes y con la Universidad Católica de Chile
respondieron al desafío crucial de ofrecer un sentido grande a la vida de las
nuevas generaciones. Dejé la palabra programática de San Alberto Hurtado a los
jóvenes: "¿Qué haría Cristo en mi
lugar?".
Y en la Universidad propuse un modelo de formación integral, que traduce
la identidad católica en la capacidad de participar en la construcción de
sociedades unidas y plurales, donde los conflictos no se ocultan sino que se
gestionan con el diálogo. Siempre hay conflictos: también en casa, siempre los
hay. Pero, tratar mal los conflictos es todavía peor.
No hay que esconder los conflictos debajo de la cama: los conflictos que
salen a la luz, se enfrentan y se resuelven con el diálogo. Pensad en los
pequeños conflictos que hay seguramente en vuestra casa: no hay que
esconderlos, sino enfrentarlos. Buscad la ocasión y se habla: el conflicto se
resuelve así, con el diálogo.
En Perú, el lema de la visita fue: "Unidos
por la esperanza”. Unidos no en una uniformidad estéril, todos iguales:
esa no es unión; sino en toda la riqueza de las diferencias que heredamos de la
historia y la cultura.
Un testimonio emblemático de ello fue el encuentro con los pueblos de la
Amazonía peruana, que también puso en marcha el itinerario del Sínodo
Pan-Amazónico convocado para octubre de 2019, como también lo atestiguan los
momentos vividos con la gente de Puerto Maldonado y con los niños del Hogar “El Principito”. Juntos dijimos "no" a la colonización económica y a la colonización
ideológica.
Hablando a las autoridades políticas y civiles de Perú, manifesté mi
aprecio por el patrimonio ambiental, cultural y espiritual de ese país y me
centré en las dos realidades que más lo amenazan: la degradación
ecológico-social y la corrupción. No sé si vosotros habéis oído hablar de
corrupción… no lo sé.
No existe solamente allí. Aquí también y es más peligrosa que la gripe.
Se mezcla y arruina los corazones. La corrupción arruina los corazones. Por
favor, no a la corrupción. Subrayé que nadie está exento de responsabilidad
frente a estas dos plagas y que el compromiso de contrarrestarlas concierne a
todos.
Celebré la primera misa pública en Perú en la orilla del océano, cerca
de la ciudad de Trujillo, donde la tormenta llamada "Niño
costero" golpeó duramente a la población el año pasado.
Por eso la alenté a reaccionar frente a ella, pero también ante otras
tormentas como el hampa, la falta de educación, de trabajo y vivienda segura.
También en Trujillo también conocí a los sacerdotes y consagrados del norte del
Perú, compartiendo con ellos la alegría de la llamada y de la misión, y la
responsabilidad de la comunión en la Iglesia. Les exhorté a ser ricos de
memoria y fieles a sus raíces. Y entre estas raíces está la devoción popular a
la Virgen María. Siempre en Trujillo tuvo lugar la celebración mariana en la
que coroné a la Virgen de la Puerta, proclamándola "Madre
de la Misericordia y la Esperanza".
El último día del viaje, el domingo pasado, se desarrolló en Lima, con
un fuerte acento espiritual y eclesial. En el santuario más famoso de Perú,
donde se venera el cuadro de la Crucifixión llamado "Señor
de los Milagros", encontré a unas 500 religiosas de clausura, de
vida contemplativa: un verdadero "pulmón"
de fe y oración para la Iglesia y para toda la sociedad.
En la catedral recé una oración especial por la intercesión de los
santos peruanos, a la que siguió el encuentro con los obispos del país, a
quienes propuse la figura ejemplar de San Toribio di Mogrovejo.
Asimismo señalé a los jóvenes peruanos a los santos como hombres y
mujeres que no perdieron el tiempo en "maquillar"
su propia imagen, sino que siguieron a Cristo, que los miró con
esperanza. Como siempre, la palabra de Jesús le da pleno significado a todo y
así también el Evangelio de la última celebración eucarística resumió el
mensaje de Dios a su pueblo en Chile y Perú: "Convertíos
y creed en el Evangelio" (Mc 1:15). ).
Así -parecía decir el Señor-: recibiréis la paz que os doy y estaréis
unidos en mi esperanza. Este es, más o menos, el resumen de este viaje. Oremos
por estas dos naciones hermanas, Chile y Perú, para que el Señor las bendiga.
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