El pasado mes de diciembre el
Papa hizo unas declaraciones sobre el pasaje del Padrenuestro en que pedimos
que el Padre no nos empuje (o no nos deje caer, en la versión española) a la
tentación, en latín, ne nos inducas in
tentationem. Las palabras del Papa, en el programa de televisión
italiano TV2000, fueron las siguientes:
“En la
oración del ‘Padre Nuestro’, en la que se dice que Dios nos induce a la
tentación, la traducción no es muy buena. Incluso los franceses han cambiado el
texto con una traducción que dice: ‘no me dejes caer en la tentación’: soy yo
el que cae, no es él que me lanza en la tentación para luego ver cómo caí. Un
padre no hace esto, un padre ayuda a levantarse inmediatamente”.
Estas palabras han provocado
un cierto debate principalmente en los países de habla inglesa y francesa. En
español decimos “no nos dejes caer en la
tentación”, por lo que es lógico que no haya habido tanta discusión
pues nuestra traducción está en la línea de lo que dice el Papa. En Francia,
donde hasta ahora decían «Et ne nous soumets pas
à la tentation» (no nos sometas a la tentación), la Conferencia
Episcopal acaba de aprobar una nueva traducción que dice «Et ne nous laisse pas entrer en tentation» (no
nos dejes entrar en tentación). En el mundo anglosajón, por otra parte, se
mantiene la traducción literal del latín: “do not
lead us in temptation” (no nos lleves a la tentación).
No soy lingüista, no soy
biblista, no soy teólogo, por lo que lejos de mí pretender dar lecciones al
respecto. Como sencillo cristiano me permitiré hacer un par de breves
comentarios:
§ Me parece obvio
que no es Dios quien nos tienta y busca
nuestro mal, al contrario. Creo que todos los cristianos, a lo largo de
los siglos, siempre lo hemos tenido muy claro.
§ En lo que se
refiere a unas palabras que el Evangelio atribuye directamente a Jesús, parece
que lo más sensato y prudente es
ajustarse lo máximo posible a la literalidad de las palabras de Jesús.
No creo que sea muy recomendable corregir las palabras del Señor. Sería pues
conveniente ir a la versión original aramea e intentar ceñirnos a ella.
Poco más puedo decir desde mis
conocimientos, que ya he advertido que no son los de un lingüista ni los de un
biblista. Lo que me ha ocurrido es que, durante estas semanas, he encontrado
reacciones a esta cuestión que me han ayudado a comprender mejor el asunto. Me
permito compartir con ustedes algunas de las que me han llamado más la
atención.
Lo primero que hice cuando vi
que arreciaba el debate fue acudir al Nuevo
Testamento del Padre Iglesias, un auténtico tesoro. El Padre Iglesias traduce, fiel al original, “no nos metas en tentación” y, a continuación añade esta nota: “aun aceptando
un matiz permisivo, que pudo darse en el original arameo (no nos dejes entrar, no permitas que entremos),
el texto griego suena en la línea de
textos del AT según los cuales Dios somete a prueba a los suyos. El NT
nos dice que “el Tentador” es otro: Satanás;
y que Dios no tienta a nadie para el mal (Sant 1, 13), ni permite que seamos
tentados o probados sobre nuestras fuerzas (1 Cor 10,13)”. Quien tienta, pues,
no es Dios, esto queda claro, pero las Escrituras, y el Padrenuestro, suelen
usar esta expresión en que se dice que Dios somete a prueba.
En el Catholic Herald, Mary Kenny se hacía eco del debate en los siguientes términos:
“Entiendo lo
que el Papa quiere decir, pero me pregunto si no es, con todos mi respetos, un
poco quisquilloso. ¿Realmente hay
alguien que diga el Padrenuestro y piense que el Padre Nuestro de la súplica
está, literalmente, guiándonos a la tentación?
Sabemos muy bien que son nuestros propios defectos y debilidades los que provocan las tentaciones. Pero ser conscientes de las tentaciones nos ayuda a no ser “guiados” hacia ellas.
(…) El Padrenuestro es una oración hermosa y reconfortante, de cadencias únicas, que ha sido recitada durante milenios y es la única oración que los cristianos pueden decir juntos. Aquel dicho americano que dice que “si no está roto, no lo arregles", viene a la mente aquí”.
Sabemos muy bien que son nuestros propios defectos y debilidades los que provocan las tentaciones. Pero ser conscientes de las tentaciones nos ayuda a no ser “guiados” hacia ellas.
(…) El Padrenuestro es una oración hermosa y reconfortante, de cadencias únicas, que ha sido recitada durante milenios y es la única oración que los cristianos pueden decir juntos. Aquel dicho americano que dice que “si no está roto, no lo arregles", viene a la mente aquí”.
Por su parte,
desde Estados Unidos, Lionel Yaceczko insistía
en Crisis Magazine en la cuestión de la literalidad: “La parte de la oración
que el Papa señaló para ser cambiada se traduce sin duda alguna correctamente
como “no nos conduzcas", y cualquiera que sugiera cambiarla está
planteando un argumento teológico (y uno contra el autor original de la
oración), no filológico.
No
puede haber duda de que μὴεἰσενέγκῃς (mḗ eisenéngkēis) significa “guiarnos,
conducirnos". Es lo mismo que cuando el Espíritu Santo condujo a Jesús a
la tentación (Mateo 4: 1)”.
En el mundo francófono Yves Daoudal en L’Homme Nouveau, nos ofrece una serie de puntualizaciones que nos ayudan a precisar mejor a partir de un interesante análisis gramatical:
En el mundo francófono Yves Daoudal en L’Homme Nouveau, nos ofrece una serie de puntualizaciones que nos ayudan a precisar mejor a partir de un interesante análisis gramatical:
“No nos
sometas a la tentación", tenían que decirle a Dios los fieles en francés.
Ahora bien, en francés, para los fieles que no son exégetas agudos ni teólogos
distinguidos, esto significa que Dios podría someterles a la tentación: que
Dios puede querer que seamos dominados por la tentación. Lo que es una
blasfemia y una herejía. Dios no tienta
a nadie, enfatiza el apóstol Santiago en su epístola. La tentación es
exclusivamente obra del demonio y de nuestros vicios.
La
nueva versión dice ahora: “No nos dejes entrar en tentación". Observamos
el regreso del comienzo de la fórmula tradicional del Padrenuestro: “No nos
dejes sucumbir a la tentación “, con un final más cercano a la letra del texto
griego (y latino). Pero es una fórmula
cuestionable en términos de estilo porque “entrar en la tentación” no es una
buena expresión: uno no entra en tentación como se entra en religión, o
como una ley entra en vigor.
Literalmente,
el texto griego (como el texto en latín) pide a Dios que “no nos conduzca a la
tentación”, que no nos empuje a la tentación. Lo que se ha agravado aún más con
el uso del verbo “someter”.
(…)
El verbo griego es un reflejo de una expresión aramea en la forma causativa. El
causativo puede tener gramaticalmente un significado factitivo, y entonces no
es necesario señalarlo en la traducción: según el ejemplo clásico, si digo que
‘César hizo un puente, todos entienden, no que César construyó un puente con
sus manos, sino que ha hecho hacer un puente. En las lenguas semíticas, el causativo también puede tener un significado
permisivo: dejar hacer, permitir que se haga.
Lo
que es el caso en esta petición del Padrenuestro, igual que en muchos otros
lugares de la versión griega del Antiguo Testamento. Por ejemplo en el Salmo
140, en el que literalmente se dice a Dios, de manera muy cercana a la petición
del Padrenuestro: “No inclines mi corazón a palabras de malicia”. El
significado aquí es: No dejes que mi corazón se incline a palabras de malicia.
No debemos perder de vista, además, que la palabra griega traducida por
tentación significa también prueba. Pedimos por tanto también a Dios que nos de
la fuerza para no desviarnos del camino correcto en las inevitables pruebas de
la vida”.
Por último, acabo este
recorrido de la mano de Charlotte Allen,
quien en First Things, tras recordar de nuevo que las versiones más antiguas ya
usaban el verbo “inducere” y que “clérigos y laicos de habla inglesa llevan rezando “lead
us not into temptation” desde hace casi 1.200 años sin ninguna confusión ni
queja”, aporta un elemento al debate que me parece importante:
“¿Qué
ha pasado para hacer que una oración que se había entendido durante siglos que
no significaba realmente que Dios tiente a la gente a pecar de repente se haya
convertido en demasiado difícil para que la gente común la entienda bien? La culpa la tiene una teoría conocida como
“equivalencia dinámica”, que ha afectado a las traducciones bíblicas y a
otras traducciones de ámbito religioso (como la Santa Misa) desde la década de
1960. La idea es que la mayoría de las personas modernas no pueden entender la
antigua dicción, así que en lugar de
traducir las frases de las lenguas sagradas a un inglés, francés o lo que sea,
preciso, el traductor intenta descubrir lo que los autores de esas frases
querían decir y luego pone ese significado en el denominador común más bajo,
incluso en argot, de la lengua vernácula, que normalmente ya no se
parece en nada al texto original.
(…)
Además de introducir un lenguaje banal, los teóricos de la equivalencia
dinámica han subestimado fuertemente el
anhelo y la devoción de la gente por lo ritual, incluido el lenguaje ritual.
A la gente le gusta el Padrenuestro precisamente porque suena arcaico:
“santificado sea tu nombre” [aquí Allen cita algunas partes del Padrenuestro
en inglés que mantienen arcaísmos como “hallowed be Thy name”, “thy kingdom
come” o “trespasses”]. A la gente le gusta cantar villancicos que fueron
compuestos en el siglo XVII, y tienen debilidad por la Biblia del Rey Jaime,
aunque no puedan entender la mitad de las palabras y los eruditos les digan que
no se basa en los manuscritos más fiables”.
No sé si al acabar de leer
esto tendrán más claro que antes si es conveniente cambiar o no la traducción
del Padrenuestro a las lenguas vernáculas, pero espero que hayan podido
profundizar en la penúltima petición de la oración del Señor
Jorge Soley,
No hay comentarios:
Publicar un comentario