Así puede suceder
también en relación con la Virgen María. Para valorar más ese ‘sí’ que dio al
Señor, puede ayudarnos reflexionar en estos diez ‘no’
‘No serían tan
bellos los días claros, sin el contraste con los nublados’, decía mi mamá, QPD, y es
verdad: si amanece lloviendo y sopla un viento helado, y al otro día brilla el
sol, lo agradecemos más recordando el día anterior.
Así puede suceder también en
relación con la Virgen María. Para valorar más ese ‘sí’
que dio al Señor, puede ayudarnos reflexionar en estos diez ‘no’:
1. NO puso condiciones. Al saberse elegida para ser
Madre de Dios, no exigió nada, no puso ‘peros’ ni
pretextos. Le bastó para aceptar, su deseo de cumplir Su voluntad.
2. NO se envaneció. Las jovencitas de su tiempo
anhelaban ser madre del Mesías; al ser Ella la elegida, no perdió piso ni se
creyó mejor, se reconoció —y no era falsa modestia— la esclava del Señor.
3. NO lo divulgó. No contó su noticia, ni para
presumir ni para desahogarse, ni a José ni a nadie. Supo callar, dejar que se
supiera cuando y como Dios quisiera.
4. NO se centró en sí misma. No se dedicó a descansar y a
mimarse. Al enterarse de que su parienta Isabel, que era mayor, estaba
embarazada, fue presurosa a ayudarla.
5. NO pidió privilegios. Al saber que debían ir a
empadronarse a Belén, pudo haber pedido a Dios que enviara un angelito ‘gestor’, un ‘coyote’ celestial
para ahorrarse el trámite. Cuando tuvieron que salir huyendo a Egipto por culpa
de Herodes, no propuso: ‘mátenlo a él y déjenos
tranquilos’. Cuando Jesús, de doce años, se les perdió, no solicitó un
‘GPS’ para localizarlo, sino se puso a buscarlo. Nunca pidió trato ‘VIP’ para evitar alguna dificultad.
6. NO se atoró en los ‘hubiera’. Cuando tuvo que dar a luz en
condiciones muy distintas a las que hubiera preparado, no se frustró pensando: ‘¡en casa hubiera tenido cuna, chambritas, y a mi mamá
que me hubiera ayudado!’. Se iba adaptando a lo que Dios permitía, y
hacía lo mejor con lo que tenía.
7. NO se aisló. Pudo haberse encerrado con
José y el Niño a disfrutar solitos su felicidad, pero desde el principio lo
entregó a los demás, a los pastores, a los Magos de Oriente, y más adelante a
toda la gente.
8. NO suplicó cambio de planes. María reveló a santa Teresa que
cuando el anciano Simeón mencionó la espada, Ella tuvo la visión de la Pasión.
¡Vio la cruz que le esperaba a Jesús! Pudo haberse postrado a suplicar a Dios
que no lo permitiera, pero lo aceptó. Tanto así que cuando en Caná Él dijo que
todavía no llegaba Su hora, Ella intervino, aun sabiendo que podría provocar
que esa hora se pudiera adelantar.
9. NO rechazó ser nuestra Madre. Desde la cruz, su Hijo la
encomendó a Su discípulo amado, y en él a todos nosotros. ¡Qué difícil aceptar
ser Madre de aquéllos por cuyos pecados Jesús murió! Pero nuevamente dijo ‘sí’. Y no de mala gana. A san Juan Diego le dijo
¡que era un honor ser nuestra Madre! ¡Qué amor tan grande!
10. NO deja de amarnos y de interceder por
nosotros. María no les guardó rencor a los discípulos que abandonaron a Jesús en
la cruz. Tras la Ascensión, se dedicaba a orar con y por ellos, e imaginamos
cuánto la alegró verlos, llenos de Espíritu Santo, salir a predicar. Y cuando
fue asunta al cielo, pudo haberse dedicado a disfrutarlo y olvidarnos, pero no
ha sido así. Está pendiente de nuestras necesidades, angustias y dificultades,
y se la pasa rogando a Dios por nosotros. Vive en la patria celestial, atenta a
la terrenal.
En este 1° de enero, en que
celebramos la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, pidámosle nos ayude a
imitarla en su ‘sí’ y en sus ‘no’, y añadamos tres más: NO la olvidemos, NO la dejemos de amar, y NO dejemos nunca de recurrir a
su amorosa intercesión maternal.
Artículo
originalmente publicado por SIAME
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