Fíjate en cuáles son
las prioridades en tu vida y hazte un examen de conciencia cada noche.
“El
futuro empieza hoy, no mañana”
– San Juan Pablo II
Vuelta a empezar…
Estoy en mi 43.er
año de vida y probablemente mi 33.er año de marcarme conscientemente
propósitos de Año Nuevo. Y ¿qué he descubierto?
Año tras año me hago los
mismos propósitos –una larga lista–, que escribo con entusiasmo y fervoroso
compromiso. Y luego, cuando los días de enero dejan paso a los de febrero, mi
resolución se va apagando. Los objetivos idealistas nacidos de las vacaciones
navideñas, deliciosas y revitalizantes, dan paso al plan diario de
responsabilidades laborales y domésticas, con madrugones y largas noches de
actividad. El idealismo se ve
derrotado por la consumada campeona que llamamos realidad. Dentro de poco, llegará junio y me encontraré
con una lista arrugada o una nota olvidada en el iPhone recordándome que, hace
meses, me propuse revolucionar mi vida.
*Suspiro*
Pero este año voy a ser
diferente (vaya… eso suena a propósito de Año Nuevo…). Y voy a tomar prestada
mi nueva perspectiva del Sacramento de la Reconciliación. Soy un pecador.
Siempre seré un pecador. No importa lo mucho que me esfuerce. Cuando voy a
Confesión con un sacerdote o me acerco a Dios en silencio pidiendo perdón, me
siento (y de hecho es así como quedo) limpio.
Pero sé que no tardará mucho
en cambiar.
No importan mis mejores
intenciones, el pecado siempre termina encontrando el camino de vuelta a mi
vida. Según me señaló un buen amigo, “Todos los
días me levanto santo y me acuesto pecador”. Pero esto no significa
que deba desesperarme y abandonar. Todo lo contrario, significa que debería
redoblar mis esfuerzos mientras permanezco, con actitud humilde y reverencial,
ante la inmensa Gracia de Dios, sobre todo hacia un desastre como yo.
Así que este año, en vez de
hacer una lista de propósitos fáciles de olvidar, mi sencillo objetivo es el de
poner más intención en mis relaciones y mis responsabilidades. Pero ¿cómo voy a
hacerlo? Primero, tengo que hacer una evaluación sincera de mis prioridades y,
segundo, tengo que hacer una valoración honesta de cómo vivo esas prioridades
en el día a día.
Mis prioridades son
las siguientes: Fe, Familia, Salud, Formación, Plenitud.
Y, si de verdad voy en serio
con mis prioridades, estas son las cinco preguntas que deberé preguntarme todos
los días:
- ¿Qué he hecho hoy por mi
Fe?
C.S. Lewis hizo una sabia
observación: “Si el cristianismo es falso, no
tiene importancia, si es verdadero, es de infinita importancia. La única cosa
que no puede ser, es moderadamente importante”. Yo creo en la
verdad del cristianismo, así que ¿he vivido hoy conforme a esa verdad? ¿He
orado? ¿He pedido ayuda, perdón, he ofrecido mi gratitud y he conversado de
corazón con Dios? ¿He leído las Escrituras, el Catecismo, a los santos o a los
apologetas? ¿He vivido conforme al amor de Cristo en mis interacciones con la
familia, los amigos, los colegas, los desconocidos y los enemigos? ¿Miran mis
ojos buscando la Verdad, la Bondad y la Belleza y he compartido todo ello en
mis palabras y obras? ¿He amanecido con Dios, trabajado Dios y dormido con
Dios?
- ¿Qué he hecho hoy por mi
Familia?
Santa Teresa de Calcuta señaló
una vez: “¿Qué puedes hacer para fomentar la paz
mundial? Ve a casa y ama a tu familia”. ¿Me he detenido a examinar a
fondo a mi esposa y mis hijos para maravillarme por la incomparable bendición
que son en mi vida? ¿Les he ayudado, animado, apoyado y amado en sus mejores y
peores momentos? ¿Les he pedido perdón por mis peores momentos? ¿Les he
escuchado –escuchado de verdad– en medio de este mundo de infinitas
distracciones? ¿He sido un modelo de fe, honor, esfuerzo y buen humor para mis
hijos? ¿He pasado tiempo, de calidad y en cantidad, con ellos? ¿He apoyado sus
sueños y objetivos para que se conviertan en la mejor y más auténtica versión
de sí mismos? ¿Experimento alegría en todos los momentos fugaces que tan
fácilmente se dan por sentado?
- ¿Qué he hecho hoy por mi
Salud?
En su Carta a los Corintios,
san Pablo decía: “¿No sabéis que sois santuario
de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”. ¿Estoy cuidando de mi cuerpo? ¿Me alimento bien
y de forma saludable? ¿He hecho ejercicio? ¿Estoy evitando hábitos
perjudiciales para mí (fumar, beber y comer en exceso…)? ¿He intentado andar
más cuando sea posible y buscar aficiones más activas?
- ¿Qué he hecho hoy por mi
Formación (mi profesión)?
San Juan Pablo II dijo una vez: “Es Jesús el que
suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad
de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la
valentía de comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a
vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna”. ¿He sido atento, laborioso y considerado con mis
pacientes, colegas y personal? ¿Me he mantenido al día de las últimas
innovaciones en mi campo? ¿He sido modelo de juicio médico sensato y de
humanidad reflexiva para mis estudiantes y residentes? ¿Es mi carrera una
vocación y no un simple trabajo?
- ¿Qué he hecho hoy por mi
Plenitud?
El papa Benedicto XVI nos
animaba diciendo: “El mundo os ofrece comodidad,
pero no fuisteis creados para comodidades. Fuisteis creados para la grandeza”. ¿Cuál
es la marca que estoy llamado a dejar en el mundo y cómo, en concierto con mi
Fe, mi Familia y mi Formación, estoy trabajando para lograrla? ¿He dedicado
tiempo a leer, escribir, conversar y aprender de mentores más sabios? ¿Esta
marca ensalza y se adecúa a mi relación con Dios y con mi familia y me ayuda a
mejorar en mi carrera?
Este año dejaré de
plantearme propósitos y empezaré a vivir con más intención.
Empezaré y terminaré cada día
reflexionando sobre cómo vivo las prioridades más altas de mi vida. Si de verdad son
estas mis prioridades, debería ser capaz de decir que las he respetado de una
forma u otra. Ahora, el rimo se acelera. Me puedo distraer. Y soy un pecador.
Así que, sin duda, habrá momentos en que fracase. Recordaré que todos los días
me levanto como un santo y me acuesto como un pecador. Pero me esforzaré. Y al
vivir con más intención, me propongo saborear más los momentos pasajeros de la
vida para que contribuyan a una vida más plena y piadosa.
Muy bien. Es hora de
ponerse a trabajar.
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