Y que
sólo cuando Occidente se quitó los “grilletes” del
dogma cristiano, se elevó a alturas inimaginables en la ciencia y la
tecnología. Pero no fue así sino lo contrario. Lejos de constituir un obstáculo
para la actividad científica, el cristianismo animó a la exploración del mundo
físico y el progreso científico. Están divulgando una historia falsa con el
objeto de descristianizar el mundo.
En este artículo relatamos la investigación de Thomas E. Woods Jr.,
historiador y escritor estadounidense, que ha escrito el libro “Cómo la
Iglesia construyó la Civilización Occidental”.
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Donde demuestra que el mundo moderno y sus instituciones deben su existencia a personas profundamente influidas por la doctrina católica; en especial los monjes medievales.
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Donde demuestra que el mundo moderno y sus instituciones deben su existencia a personas profundamente influidas por la doctrina católica; en especial los monjes medievales.
Woods
argumenta, de forma convincente, que la
moderna ciencia experimental comenzó a finales de la Edad Media. Debido a la creencia cristiana que Dios creó
un “orden” en el universo que puede ser
conocido gradualmente por los hombres. Por medio de la experimentación – un componente clave del método
científico – llegamos a conocer la naturaleza del universo que Dios creó,
porque es racional, predecible e
inteligible. Sin embargo la narrativa contemporánea occidental es que el
catolicismo fue una fuerza retrógrada que sumió a la civilización en la
oscuridad de la Edad Media. Y que
recién cuando surgió el racionalismo, en el renacimiento, fue que se
desarrolló la ciencia. Todo esto es
claramente erróneo, falso y sesgado ideológicamente.
LAS
IDEAS DE LA CONCEPCIÓN CRISTIANA QUE IMPULSARON LA CIENCIA
La
concepción cristiana de Dios y de su creación física ha demostrado ser sumamente propicia para el florecimiento de
la ciencia.
¿Cómo es
eso?
El cristianismo concibe a Dios como creador racional y benévolo que
trajo a la existencia un universo dotado de racionalidad, orden y propósito.
La obra de Dios no está dominada por el caos o el misterio o el azar, ni es demasiado compleja
para la comprensión humana. En cambio, funciona
de acuerdo con leyes invariables, coherentes y racionales, que son
accesibles a la mente de investigación y observación. Puesto que Dios creó al hombre a su imagen, los seres
humanos son bendecidos con el don de la razón y están poseídos de la capacidad
de investigar y comprender los patrones racionales, fijos, y divinamente
establecidos de acuerdo con las cuales opera el universo. Por lo tanto, no
debería ser una sorpresa que algunos de
los más grandes científicos de la historia, incluyendo las estrellas de la
revolución científica, eran devotos cristianos, algunos de los cuales
escribieron sobre teología, así como sobre ciencia. Otra idea cristiana clave
que facilitó el éxito de Occidente se relaciona con el concepto del tiempo como algo lineal en vez de cíclico. La historia
está impregnada de propósito porque se mueve hacia adelante en lugar de
girar en círculos. El cristianismo, en otras palabras, es una religión progresista e inclinada hacia adelante.
El cristianismo tiene fe en la capacidad del hombre no sólo para
desbloquear los secretos del universo.
La creencia cristiana en el libre albedrío
ha rescatado para que el hombre se hunda en el fatalismo. Le animó a ser activo, y la fe le
inculcó la capacidad de alterar su destino y tomar el asunto en sus propias
manos. Un error común es que el
cristianismo es una religión inherentemente del otro mundo. Que anima a
sus seguidores a alejarse del mundo material, a renunciar a las posesiones
mundanas, y dar prioridad a la búsqueda
espiritual a expensas de las preocupaciones mundanas. Es sumamente simplista
referirse a los monjes y sus vidas ascéticas con el fin de corroborar que el
cristianismo es hostil a la vida terrenal y material de progreso. Además de la
oración, la contemplación religiosa, y de la caridad, los monjes de la Edad Media transcriben los manuscritos de incalculable
valor del legado grecorromano, con el consiguiente peligro del olvido.
Las órdenes monásticas se convirtieron en centros de aprendizaje y de
investigación.
Los monjes
medievales también participaban en el trabajo
manual y la actividad agrícola, lo que tuvo un impacto enormemente beneficioso
sobre su entorno físico. E hicieron impresionantes logros tecnológicos como vamos a ver ahora.
LA
EDAD MEDIA
Hemos sido atomizados con la idea de que la Edad Media fue un período de
oscurantismo e injusticias. Una época en que la Iglesia Católica ejerció dictatorialmente su poder
terrenal basándose en los miedos que utilizaba por ejercer su poder espiritual
y de dominio de masas.
Ahora, historiadores eruditos del siglo XX han concluido en sus
estudios, que la Iglesia Católica, lejos de ser una piedra de molino atada al
cuello de la razón del hombre, fomentó y auspició el saber y la cultura en
todos los ámbitos a su alcance en ese tiempo.
Es bien
sabido, por ejemplo, que los clásicos, griegos y romanos, llegaron a nosotros
por la infatigable copia de los mismos realizada una y otra vez durante décadas
en los monasterios. Es en ese sentido, que el Prof. Thomas Woods, infatigable
estudioso e investigador del tema, nos dice: “Lo
cierto es que la Iglesia “construyó la
Civilización occidental”.
Y nos aclara
Woods: “La mayoría de la gente reconoce la
Influencia de la Iglesia en la música, el arte y la arquitectura. Pero, con la
excepción de los eruditos de la Europa medieval, todos o casi todos creen que los mil años que precedieron al Renacimiento
fueron tiempos de ignorancia y represión, carentes de un debate enérgico y de
un Intercambio Intelectual animado. Y que todas las comunidades
intelectuales vivían sometidas a una estricta conformidad implacablemente
Impuesta”.
Y continúa:
“La historia del catolicismo es para la mayoría
de la gente, un compendio de Ignorancia, represión y estancamiento.
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Que la civilización Occidental tenga una gran deuda con la Iglesia por la existencia de las Universidades, las instituciones benéficas, el Derecho Internacional, las ciencias y otros Importantes principios legales, entre otras muchas cosas, no nos ha sido inculcado con especial rigor.
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Sin embargo, la civilización occidental debe a la Iglesia católica mucho más de lo que la mayoría de la gente, incluidos los católicos, tiende a pensar”.
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Que la civilización Occidental tenga una gran deuda con la Iglesia por la existencia de las Universidades, las instituciones benéficas, el Derecho Internacional, las ciencias y otros Importantes principios legales, entre otras muchas cosas, no nos ha sido inculcado con especial rigor.
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Sin embargo, la civilización occidental debe a la Iglesia católica mucho más de lo que la mayoría de la gente, incluidos los católicos, tiende a pensar”.
Y concluye
Woods insistiendo con su afirmación, basada en innumerables investigaciones de
eruditos del pasado y del presente:
“Lo cierto es que la Iglesia Católica “construyó”
la Civilización occidental”.
Luego,
comienza a detallarnos, punto por punto los aportes realizados por nuestra tan
menospreciada Iglesia: “En los así llamados
«Tiempos Oscuros» de la Edad Media, la
iglesia desarrolló en Europa el sistema de las universidades, un
verdadero regalo de la civilización occidental al resto del mundo”. “Causa
verdadero asombro”, nos dice el prof.Woods, “entre los historiadores, el extremo que llegó a alcanzar
el debate intelectual, libre y sin cortapisas, en estos centros de enseñanza. La exaltación de la razón humana y sus
capacidades, el compromiso con un debate racional y riguroso, y el impulso de
la investigación intelectual y el intercambio académico -todo ello
patrocinado por la Iglesia- proporcionaron
el marco necesario para la extraordinaria revolución Científica que habría de
producirse en la civilización occidental”.
SACERDOTES
Y MONJES FUERON LOS GRANDES CONSTRUCTORES DE LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
La mayoría
de los historiadores de la ciencia han concluido en los últimos cincuenta años
que la Revolución Científica se produjo gracias a la Iglesia. La aportación
católica a la ciencia no se limitó a la esfera de las ideas ya que muchos Científicos eran sacerdotes.
El padre Nicholas Steno, es
considerado el padre de la geología,
mientras que el padre de la egiptología fue el P. Athanaslus Kircher. Podemos
sorprendernos al enterarnos que la primera persona que midió el índice de aceleración de un cuerpo en caída libre fue
otro sacerdote, el padre Giambattista Riccloli. Y nuestro asombro llegaría al
máximo si se nos informa que al padre Roger Boscovich se le suele atribuir ¡el descubrimiento de la moderna teoría
atómica! No estamos preparados para tantas sorpresas. Los Jesuitas, por
ejemplo, llegaron a dominar el estudio de los terremotos a tal punto que la
Sismología se dio en llamar en aquellos tiempos la «ciencia Jesuita”. Y aunque la contribución
de la Iglesia a la astronomía es prácticamente desconocida, cerca de treinta y cinco cráteres lunares
llevan el nombre de Científicos y matemáticos Jesuitas.
El prof. J.
L. Reilbron, de la Universidad de Berkeley, California, afirma
“La Iglesia Católica Romana ha proporcionado más
ayuda financiera y apoyo social al estudio de la astronomía durante seis siglos
que ninguna otra institución, y probablemente más que el resto en su conjunto”
Para
terminar esta somera relación, no debemos olvidar tampoco, que, en el Siglo
XIII, Roger Bacon, franciscano y profesor de Oxford, fue admirado por sus
trabajos matemáticos y ópticos, y está
considerado un precursor del método Científico moderno.
LOS
MONJES, ESOS GRANDES DESCONOCIDOS
Los monjes preservaron la herencia literaria del mundo antiguo, por no decir la propia
existencia del alfabetismo. Si bien la importancia de la tradición monástica ha
sido más o menos reconocida por la Historia occidental, el aporte de los monjes
fue en realidad mucho mayor.
Es difícil señalar a lo largo de la Edad Media una sola empresa
significativa para el progreso de la Civilización en la que la intervención de
los monjes no fuera decisiva.
En las
propias palabras del Prof. Woods,
“Según se describía en un estudio sobre el
particular, los monjes proporcionaron a toda Europa una red de fábricas,
centros para la cría de ganado, centros de investigación”
“La
Iglesia hubo de asumir la tarea de introducir la ley del Evangelio y la ética del Sermón de la Montaña entre
gentes para quienes el homicidio era la más honrosa de las ocupaciones y la
venganza era sinónimo de justicia”.
Sin duda alguna fue San Benito, reconocidamente padre y patrono de Europa, el principal arquitecto de
los monasterios occidentales y los benedictinos,
sus hijos espirituales, fueron los padres
de la civilización europea.
En una época en la que era común el retiro a las zonas solitarias de
muchos buscadores de lo espiritual, Benito cambió el rumbo.
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Construyendo comunidades espirituales y de economía auto sustentable, que dieron origen a maravillosos ejemplos de trabajo e industria.
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Construyendo comunidades espirituales y de economía auto sustentable, que dieron origen a maravillosos ejemplos de trabajo e industria.
Durante
décadas y aún cientos de años, los monjes preservaron el patrimonio literario
de la humanidad con su paciente copiado
de los clásicos, ya en vía de perderse para siempre. Pero además, fueron
un ejemplo de espiritualidad
industriosa, que dejó el legado a la posteridad de los beneficios del
trabajo, tan menospreciado entonces, para la edificación de la humanidad.
Otros
especialistas añaden:
“Debemos agradecer a los monjes la recuperación de
la agricultura en gran parte de Europa.
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Allá donde llegaban, transformaban las tierras vírgenes en cultivos, abordaban la cría del ganado y las tareas agrícolas, trabajaban con sus propias manos, drenaban pantanos y desbrozaban bosques”.
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Allá donde llegaban, transformaban las tierras vírgenes en cultivos, abordaban la cría del ganado y las tareas agrícolas, trabajaban con sus propias manos, drenaban pantanos y desbrozaban bosques”.
Su intervención fue tan decisiva, que hasta un historiador del siglo XIX que no simpatizaba con la
Iglesia, Francois Guizot, tuvo que
reconocer: “Los monjes benedictinos
fueron los agricultores de Europa; transformaron
amplias zonas del continente en tierras cultivables, asociando la agricultura
con la oración”.
En todas
partes introducían los monjes cultivos
e Industrias y empleaban métodos de producción desconocidos hasta la fecha por
la población del lugar. Abordaban la cría de ganado y de caballos o las
técnicas de fermentación de la cerveza, la apicultura o el cultivo de las
frutas.
En Suecia desarrollaron el comercIo del grano.
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En Parma fue la elaboración del queso.
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En Irlanda los criaderos de salmón.
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Y en muchos otros lugares los mejores viñedos.
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Almacenaban el agua en primavera para distribuirla en épocas de sequía, canalizaron fuentes de agua e introdujeron el regadío.
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En Parma fue la elaboración del queso.
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En Irlanda los criaderos de salmón.
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Y en muchos otros lugares los mejores viñedos.
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Almacenaban el agua en primavera para distribuirla en épocas de sequía, canalizaron fuentes de agua e introdujeron el regadío.
El descubrimiento del champagne fue asimismo obra de Dom Perignon, un
monje de la Abadía de San Pedro, en Hautvilliers-del Marne, que había sido nombrado bodeguero de la
abadía en 1688 y descubrió el champagne experimentando con distintas mezclas de
Vinos. Estos monasterios -dice un historiador- fueron las unidades económicas más eficaces que habían existido en Europa, y
acaso en el mundo, hasta la fecha. La maestría de los monjes abarcaba
tanto las curiosidades de Interés como los asuntos más prácticos. En los comienzos del Siglo XI, un monje
llamado Eilmer voló a más de 90 metros de altura con un planeador, realizando
una hazaña por la que sería recordado en los tres siglos siguientes.
No había actividad alguna, ya se tratara de la extracción o la
elaboración de la sal, el plomo, el hierro, el alumbre, el yeso o el mármol, de
la cuchillería, de la vidriería o de la forja de planchas de metal, en la que
los monjes no desplegaran toda su creatividad y todo su fértil espíritu
Investigador.
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Desarrollaron y refinaron su trabajo hasta alcanzar la perfección, y su pericia se extendió por toda Europa.
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Desarrollaron y refinaron su trabajo hasta alcanzar la perfección, y su pericia se extendió por toda Europa.
Varios
siglos más tarde, el padre Francesco Lana-Terzi, un sacerdote Jesuita,
desarrolló la técnica del vuelo más sistemáticamente y se hizo merecedor del título de padre de la aviación. Su libro de
1670, Prodromo alta Arte Maestra, fue el primer texto que describió la
geometría y la física de una aeronave. Hubo asimismo entre los monjes
consumados relojeros. El primer reloj
del que tenemos noticia fue construido por el futuro Papa Silvestre II
para la Ciudad alemana de Magdeburgo, en torno a 996. La Abadía de Rievaulx, en
el norte de Yorkshire, Inglaterra, llegó
a alcanzar un grado de complejidad tecnológica comparable al de las
grandes máquinas de la revolución Industrial del Siglo XVIII. Una crónica del siglo XIII, sobre el uso de
la energía hidráulica por parte de los monjes cistercienses citada
en David Buckhurst, “Monastic Watermills”. Tal
como atinadamente señala el historiador Christopher Dawson, fueron los monjes quienes impidieron que la
luz del conocimiento fuese apagada por las hordas de bárbaros que
durante cientos de años asolaron Europa.
LAS
ESCUELAS CATEDRALICIAS Y LA MINÚSCULA CAROLINGIA
Nosotros,
que tan fácilmente escribimos y leemos, tal vez no tenemos conciencia histórica
de cómo se fueron sucediendo los hechos para que esto así sucediera.
Hubo dos figuras relevantes en el trazado de las redes culturales que
sirvieron de base a nuestra civilización: Carlomagno y Alcuino de York.
En el siglo IX, Carlomagno, convencido de la belleza, la verdad y la superioridad de la religión
católica, hizo cuanto pudo por
construir la nueva Europa pos imperial sobre los cimientos del catolicismo. Aún
sin saber él mismo escribir, impulsó fuertemente la educación y las artes, para
lo cual pidió a los obispos la
organización de escuelas en torno a sus catedrales. Según explica e!
historiador Joseph Lynch: “La escritura, la
copia de libros, el arte, las obras arquitectónicas y el pensamiento de los hombres educados en la catedral y en las
escuelas monásticas, propiciaron un importante cambio cualitativo y
cuantitativo de la vida intelectual”
La otra figura principal intelectual del Renacimiento carolingio fue el
anglosajón Alcuino de York, poseedor de una de las mentes más extraordinarias
de su época. Discípulo
del gran santo e historiador eclesiástico Beda el Venerable. Alcuino fue diácono y director de la escuela
de la catedral de York, pero fue enviado a Italia y eso cambió la
historia. Las semillas del conocimiento sembradas por este hombre preclaro,
germinaron en la Iglesia, que una vez más actuó en aras de la Civilización. Después de las invasiones bárbaras, que
dejaban todo asolado, había que recomenzar y “no
había sino una tradición disponible, y ésta emanaba de las escuelas de la época, desarrolladas por
Alcuino”.
Sobre él,
escribe David Knowles:
“El gran Alcuino de York, insistió
en la necesidad de realizar buenas copias de los mejores modelos de los libros
de textos, y lo organizó de forma excelente en numerosos lugares, dando un
nuevo impulso a la técnica de la copia de manuscritos.
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Práctica que continuó sin pausa en multitud de monasterios, más metódicamente y con un enfoque más amplio que anteriormente.
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Y en la minúscula carolingia, halló una herramienta de gran poder.
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Práctica que continuó sin pausa en multitud de monasterios, más metódicamente y con un enfoque más amplio que anteriormente.
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Y en la minúscula carolingia, halló una herramienta de gran poder.
Con Alcuino se inició el gran período de la
transcripción de los manuscritos latinos, tanto patrísticos como clásicos, y esta
acumulación gradual de libros escritos con claridad (y mayor corrección)
resultó de inestimable valor cuando, siglos más tarde, se produjo el Renacimiento Global”.
La minúsucula carolingia, fue otro logro sustancial del Renacimiento carolingio, ya que era
una letra redonda, pareja, donde las
palabras eran separadas por espacios y que podía leerse claramente, contrariamente
a los manuscritos clásicos, que eran casi ininteligibles. Las diversas
escrituras en uso antes del nacimiento de la minúscula carolingia no eran
fáciles de leer, y su trazo exigía amplias dosis de paciencia; no existían las
minúsculas (el alfabeto se componía sólo de mayúsculas), ni los signos de
puntuación o los espacios entre palabras.
Según Philippe Wolff,
“La minúscula carolingia -desarrollada por los
monjes católicos- fue la clave de la alfabetización en la Civilización
occidental”
Teodulfo, amigo de Alcuino, obispo de Orleans y abad de Fleury, auspició análogamente la
expansión de la educación: “Los sacerdotes abrirán escuelas en pueblos y
ciudades. Si alguno de los fieles les confía a sus hijos para que
aprendan las letras, no se negarán a instruir a estos pupilos con absoluta
claridad… Los sacerdotes deberán
desempeñar esta tarea sin pedir pago alguno por ella y, caso de
recibIrlo, no aceptarán de los padres más que pequeños obsequios”
Si bien las
continuas invasiones bárbaras fueron un azote que persistió a través de los
siglos, la infatigable determinación de obispos,
monjes, sacerdotes, intelectuales y administradores civiles católicos salvó a
Europa de una segunda caída. El historiador Christopher Dawson, nos
cuenta que, tras el declive del Imperio Carolingio, los monjes iniciaron la recuperación del saber: Fueron los grandes monasterios, especialmente
los del sur de Alemania -San Gall, Relchenau y Tegernsee- los únicos reductos
de vida intelectual en pleno resurgimiento de la barbarie, que una vez más
amenazaba con aplastar a la Cristiandad. La conservación tanto de la herencia
clásica de Occidente como de los avances del Renacimiento carolingio no fue
tarea fácil. Las hordas invasoras
saquearon numerosos monasterios e incendiaron las bibliotecas cuyos
volúmenes eran mucho más preciados para la comunidad intelectual de la época de
lo que cualquier lector moderno, acostumbrado a disponer de una enorme
abundancia de libros accesibles, puede Imaginar. Tal como atinadamente señala
Dawson, fueron los monjes quienes
impidieron que la luz del conocimiento se apagase. Porque, aunque
quedara un solo monje, él empezaba nuevamente el trabajo de reconstrucción de
lo destruido.
LA
UNIVERSIDAD NUESTRA, ¿UN FENÓMENO MEDIEVAL?
Las escuelas catedralicias dieron origen a ese magnífico proyecto
educativo que fueron y son las Universidades. La Universidad fue un fenómeno
enteramente nuevo en la historia de Europa. Ni en Grecia ni en Roma había existido nada similar a la Institución
que hoy conocemos, con sus facultades, programas, exámenes y títulos, así como
la diferencia entre estudios superiores y estudios de grado medio, procede directamente del mundo medieval.
Según el historiador Lowrie Daly, la Iglesia desarrolló el sistema
universitario porque era la única institución en Europa que mostraba un interés
riguroso por la conservación y el cultivo del conocimiento.
LA
IGLESIA, ¿FUNDADORA DE LA ECONOMÍA MODERNA?
Hemos
tratado, en este trabajo, de hacer un resumen demasiado sintético de lo que fue
el aporte de la iglesia Católica en lo que llegó a ser nuestra civilización
occidental, deseamos hacer una última mención, sobre las bases de la economía, un tema tan moderno y cuyos orígenes
eran habitualmente remitidos hacia Adam Smith, en el Siglo XVIII. Pero, ya en la Edad Media y en épocas posteriores
los escolásticos comprendieron y teorizaron sobre la libre economía en
términos que a la postre resultarían sumamente fructíferos para el desarrollo
del pensamiento económico en Occidente. La
economía moderna es por tanto otra de las áreas de Importancia en las
que la influencia católica se ha visto hasta hace poco oscurecida o pasada por
alto, aunque lo cierto es que hoy la historia parece haber cambiado.
Modernos eruditos subrayan la importancia del pensamiento económico de
los últimos escolásticos, en particular los teólogos católicos españoles de los
Siglos XV y XVI.
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Algunos, como el gran economista del Siglo XX, Joseph Schumpeter, han llegado a calificar a estos pensadores católicos de fundadores de la moderna ciencia económica.
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Algunos, como el gran economista del Siglo XX, Joseph Schumpeter, han llegado a calificar a estos pensadores católicos de fundadores de la moderna ciencia económica.
LOS
DIEZ MANDAMIENTOS Y LAS LEYES DE LA NACIONES
Existen
muchos más campos en los que la Iglesia
ha tomado el papel de maestra y ha intentado dirigir, a la luz del
Evangelio, las rudas mentes de los hombres de todas las épocas.
Las leyes de las naciones, se han basado hasta ahora, en el Decálogo
dado por Dios a Moisés, o sea, en los Diez Mandamientos.
Según el
experto Harold Berman: “Fue la Iglesia
quien enseñó por primera vez al hombre occidental lo que es un sistema legal
moderno, quien enseñó que costumbres, estatutos, casos y doctrinas en
mutuo conflicto pueden reconciliarse mediante el análisis y la síntesis”. En
Alemania, por ejemplo, la Iglesia se
vio obligada a introducir una serie de procedimientos judiciales de corte
racional, además de complicados conceptos legales, para acabar con las ordalías,
arraigadas en la superstición, que caracterizaban el orden legal germánico. Someter
al acusado a introducir el brazo en agua caliente, o tirarlo al agua con una
piedra atada al cuello, como elementos probatorios de su inocencia, eran algo
común entre las mentes bárbaras.
Occidente, ¿adónde irás si te apartas de lo que fue tu cuna? ¿Qué
leyes te regirán, qué orden acomodará tu desorden?
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Te has alejado de Dios, Occidente y tu decadencia ha comenzado.
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Vuélvete a Él, o estarás a merced de los que quieran atacarte.
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Te has alejado de Dios, Occidente y tu decadencia ha comenzado.
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Vuélvete a Él, o estarás a merced de los que quieran atacarte.
Fuentes:
- https://historicamenteincorrecto.files.wordpress.com/2014/01/woods-como-la-iglesia-construyc3b3-la-civilizacic3b3n-occidental.pdf
- http://revistamarina.cl/revistas/2012/6/quiroga.pdf
- http://www.amazon.com/iglesia-construyo-civilizacion-occidental-Spanish-ebook/dp/B007XSP01Q
- http://www.forumlibertas.com/como-la-iglesia-construyo-la-civilizacion-occidental-por-thomas-e-woods-jr/
Escrito por María de los Ángeles Pizzorno
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