Aunque los medios de comunicación parecen tomar
conciencia del problema sectario, su tratamiento suele ser ligero y
superficial.
Aunque
los medios de comunicación de países como, por ejemplo, España, parecen tomar
paulatinamente conciencia del problema sectario, su tratamiento suele
caracterizarse por ser ligero y superficial, en tonos muy críticos o
alarmistas. Esto hace que los artículos que publican periódicos diarios o
semanales, o los pocos espacios que de vez en cuando se dedican a las sectas en
la radio o la televisión, no llegan a transmitir un conocimiento adecuado de su
realidad. En este sentido, podría decirse que los mass-media
constituyen un instrumento informativo y educativo de grandes
posibilidades, pero infrautilizadas.
Por el
contrario, importantes corrientes sectarias o de “nuevos
movimientos religiosos” han sabido integrarse plenamente en el mundo de
los medios de comunicación. Cabe mencionar, a este respecto, la corriente “New Age”, con clara presencia en los medios
audiovisuales también del llamado primer mundo. Puede elencarse su uso de la
literatura, así como de numerosas revistas periódicas. Es particularmente
significativa su penetración en el mundo de la música, en diversas tendencias
(étnica, electrónica, ecológica, etc.), con las que se busca favorecer
determinadas experiencias religiosas; ello ha permitido la existencia |en
televisión de programas específicos de música “New
Age”. Un fenómeno semejante ocurre con la cinematografía. En general, la
presencia en el terreno de la producción audiovisual termina en la difusión a
través de programas radiofónicos o televisivos, puestos así al servicio de las
propuestas y temas propios de esta corriente (parasicológicos, ocultistas,
mágicos, dietéticos, de comunión con extraterrestres, etc.). Otros grupos de
carácter sectario no tienen todavía o tienen sólo una presencia muy incipiente
en los medios (sobre todo en la televisión) en el primer mundo. No entramos
ahora en la cuestión de la posible influencia que buscarían conseguir grupos
–sobre todo de tendencia satánica– a través de determinadas canciones y
músicas.
En el
mundo americano se encuentran, en cambio, sectas fundamentalistas o sectas de
tipo pentecostalista protestante con grandes capacidades técnicas en los medios
de comunicación. Puede hablarse también de verdaderas “empresas”
religiosas (Moon, por ejemplo) que hacen grandes campañas proselitistas
a través de radio y televisión. A veces se trata de verdaderas multinacionales
de la propaganda religiosa en los medios de difusión, de verdaderos imperios
económicos, con base normalmente en Norteamérica, pero trasplantados ya a
América Latina –a veces incluso con apoyo político.
Puede
mencionarse a este respecto a las llamadas “Iglesias
electrónicas”, especializadas en la manipulación de lenguajes y símbolos
religiosos. En sus programas, los milagros y curaciones, el éxito económico y
la superación de problemas o sufrimientos, parecen al alcance de cualquier
televidente por un módico precio. Así, por ejemplo, el pentecostalismo ha
crecido masivamente en América Latina gracias en parte a las millonarias
campañas de los predicadores norteamericanos y ya también autóctonos (Billy
Graham, Jimmy Swaggart, Yiye Avila, Rex Humbard, etc.)
No se
trata sólo de criticar el mensaje espiritualista, destinado a producir un
efecto también político sobre todo en gentes necesitadas y ambientes populares.
El horizonte fascinante de conversiones y sanaciones inmediatas tiene el gran
riesgo de desarraigar a las personas de su tradición propia –se da siempre una
crítica desmesurada que busca desprestigiar lo católico–, reduciendo su
capacidad de pensamiento y su empeño en la realidad. Ello confluye y es favorecido
por una mentalidad dominante en todo el mundo occidental: el rechazo de la
realidad como dato objetivo, la voluntad de vivir en una realidad construida
por uno mismo, que ahorre el verdadero desafío de la vida; casi como si la
verdadera realidad fuese la televisiva y, quizás un día, la virtual.
En
cambio, la conversión verdadera introduce siempre a un ejercicio auténtico de
la razón y de la libertad, a la capacidad de abrazar la realidad con fe y con
esperanza, viviendo en medio del mundo y con los hermanos, en primera persona y
conscientemente, la misión encomendada por el Señor.
Por Alfonso Carrasco Rouco
http://www.clerus.org
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