Sembrando Esperanza I. De acuerdo a cómo luchemos, al empeño que pongamos por dominar lo que hay en nuestro interior, viviremos en paz.
Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
¿Quién no tiene su mascota? y ¿quién no la quiere amaestrada y obediente? nuestra
mayor ilusión es poderle decir al perro, "sit"
y el perro, como buen perro obediente, se siente; luego le dices que se
acueste y se acuesta y así la vamos llevando con nuestros animalitos
amansaditos. Pero hay otro animalito más grande que tenemos que educar,
proyectar, cuidar y controlar. Aquí les cuento esta historia.
Se cuenta lo siguiente de un viejo ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia.
Se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer, hasta terminaba su
jornada agotado y agobiado. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad
estuviera con tanto trabajo. Les contestó:
"Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos
águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno
y someter a un león".
No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde
están todos estos animales?, ¿no será que nos estás tomando el pelo?
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron: Porque estos animales forman parte de las mascotas que todos
los hombres tenemos y ninguno nos escapamos.
Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo.
Tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena... Son mis ojos.
Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para
que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir... Son
mis dos manos.
Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar
las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar
quietos cuando haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no
me gusta... Son mis dos pies.
Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una
jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la
rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, envenena
todo a su paso... Es mi lengua.
El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber.
Pretende estar
cansado y no quiere llevar su carga de cada día... Es
mi cuerpo.
Finalmente, necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el
primero, es vanidoso y orgulloso... Es mi corazón.
De acuerdo a cómo luchemos, a cómo nos vayamos domando, al empeño que pongamos
por dominar lo que hay en nuestro interior, seremos hombres para el BIEN. Más que nunca hoy necesitamos
niños, jóvenes, hombres, mujeres que se sepan guiar y formar.
La formación y el crecimiento personal es una opción que cada uno tiene que
hacer, y así como el ermitaño, la tenemos que tomar en nuestras manos y
comenzar a trabajar; al final de la vida sentirás la satisfacción de haber
logrado algo que muchos no lograron, pues ni sabían que lo tenían que hacer,
así sí marcarás una diferencia.
P. Dennis Doren LC
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