REMIGIUSZ TENÍA TODO PREPARADO PARA IRSE A LA INDIA PERO UNA VOZ INTERIOR LO CAMBIÓ TODO
"Dije que me gustaría confesarme, pero que en
realidad no tenía ningún pecado (...). Cuando empezamos resultó ser la
confesión de toda una vida. Hubo muchas lágrimas", comenta Remigiusz.
Remigiusz es polaco y perteneció a la secta hinduista de los Hare
Krishna durante 25 años. Un día la presencia de Dios y
el deseo de cambiar descendieron sobre él "como
un rayo caído del cielo". Acaba de contar su historia al portal Misyjne.
"Empecé a
pertenecer a los Hare Krishna cuando apenas tenía 19 años y los abandoné a
los 44. Tenía todo planeado, me iba ir a la India. Allí se suponía
que sería una especie de gerente de obras y en los meses más calurosos me iría
a descansar al Himalaya. El plan era perfecto", comenta en la entrevista.
UNA
PARADA EN JASNA GÓRA
Sin embargo, algo lo alteraría
todo. "Había roto con mi novia pero ella
quería que la llevara a Łódź para trabajar. Cuando una persona lo deja con su
pareja tiene algunos sentimientos encontrados, así que regresé de Łódź
vía Częstochowa y fui a Jasna Góra. No había entrado en una iglesia
desde hacía mucho tiempo", relata.
"Mi ex novia
no estaba en Hare Krishna y ella solía pasarse por la Iglesia. Decidí entrar en
el santuario y fui directo al cuadro de Nuestra Señora de Czestochowa. Tan
pronto como estuve dentro, una "voz" interior me dijo que no
debía ir a la India, que ese no era mi camino", recuerda Remigiusz.
"Empecé en los
Hare Krishna cuando apenas tenía 19 años y los abandoné a los 44".
Durante 15 años, el polaco había
acudido a clases de terapias a base de energías. "En
aquella iglesia descubrí que estaba hipnotizado, que no podía ver bien la
realidad. Allí supe que tenía la oportunidad de hablar con alguien, y me acordé
de la confesión. Quería irme, pero al mismo tiempo me sentía atraído por el
confesionario", explica.
"Entré al
confesionario y dije que no venía a confesarme, no pensaba hablar con unas
'cortinas'. Le dije al cura que practicaba yoga y que era
vegetariano. El sacerdote estaba muy versado en el tema, incluso sabía
frases en sánscrito. Hablamos durante una hora y luego me preguntó si quería
confesarme", relata.
Y, en ese momento, algo cambió. "Dije que me gustaría confesarme, pero que en
realidad no tenía ningún pecado. Él me sugirió que podríamos intentarlo, me
señalaría una falta y luego buscaríamos otra. Cuando empezamos resultó
ser la confesión de toda una vida. Hubo muchas lágrimas", comenta.
"Después de
eso dimos una vuelta por la iglesia y fuimos a tomar café. Había otros tres
sacerdotes y, después de hablar un rato, les dije que rezaran por mí. Pusieron
sus manos sobre mi cabeza y comenzaron a orar. Cuando me levanté, era
como si alguien me hubiera quitado las gafas de color rosa y vi mi vida como era
realmente", asegura.
"QUE
SE HAGA TU VOLUNTAD"
A partir de ese
momento Remigiusz no paraba de llorar. "Debí
estar caminando y llorando durante unos cuatro meses. En el tren, la gente me
daba sándwiches y café. Yo bromeaba sobre mí diciendo que me ganaba la vida
llorando. Esta conversión vino como un rayo sobre mí", comenta
el polaco.
"Lo tenía todo
planeado, había cerrado la empresa y me iba ir a la India. Fue un poco
como San Pablo; que planeaba perseguir a los cristianos, y de repente se vio
sorprendido al encontrarse con Cristo en el camino a Damasco", explica.
"Después de un
tiempo, se me ocurrió que debía decirle a Dios: 'Señor, que se haga en mí vida
tu voluntad'. A partir de ahora ya no podré hacer lo que quiero, solo Dios
gobernará mi vida. No quería que esa frase bajara por mi garganta,
pero una vez que lo dije, pude sentir que mi corazón se me abría literalmente y
el amor se derramaba. Pensé que me estaba volviendo loco", recuerda.
"Lo tenía todo
planeado, había cerrado la empresa y me iba ir a la India".
Tiempo después, Remigiusz trabajó
en Noruega, Francia y finalmente volvió a Polonia. En una Nochevieja fue a
Jasna Góra y allí se encontró con su ex novia, que estaba acompañada de unas
monjas. "Así conocí a la hermana Jonathan del
Carmelo del Espíritu Santo, quien me acompañó espiritualmente por muchos años. Trabajamos juntos porque yo tenía
creencias extrañas que necesitaba aclarar", explica.
Fue en aquellas conversaciones
con la hermana, donde descubrió su vocación misionera para trabajar con niños
de las regiones más pobres del mundo. "Yo
vengo de una familia muy difícil y tengo experiencias complicadas, entiendo a
estos niños. Sé lo que les falta, y tengo el instinto en mi corazón para dárselo.
Me gustaría darles al menos un rato de paz", comenta.
"Decidí ir a
África y trabajar como hombre de mantenimiento, reparaba lo que había que
reparar en la escuela o en una misión. Mi vida llena de viajes, de buena comida
y de fiestas sin parar fue algo realmente adictivo. Pero ahora
puedo decir que la vida no va de eso", reconoce.
LOS
PELIGROS DE HARE KRISHNA
Remigiusz también cuestiona sus
antiguas creencias. "No quiero hablar de todo
el hinduismo, pero el Hare Krishna no es algo bueno.
Me mantuvieron en un nivel emocional muy alto todo el tiempo. Los mantras, a
los que la mente europea no están acostumbrados, tuvieron ese efecto en mí. El
hombre allí está más relajado moralmente, si no hace algo en esta vida, lo hará
en la próxima", comenta.
"Pero debo
decir honestamente que el cristianismo fue muy difícil para mí durante el
primer año y medio. Era muy estático, hermético, cerrado. Lo que más valoro
ahora es poder trabajar con alguien que te acompañe espiritualmente. Sólo
entonces puedes descubrir la profundidad del cristianismo y corregir las creencias erróneas
en las que uno vive", afirma.
"Hare Krishna no
es bueno. Me mantuvieron en un nivel emocional muy alto todo el tiempo".
"No veo a
Cristo físicamente, pero a menudo siento que Él está obrando en mi vida. A la
conversión debe seguirle la profundización de la fe en los sacramentos,
especialmente en la Eucaristía, la confesión y el acompañamiento
espiritual. A pesar de los fracasos, una persona siempre puede volverse a Cristo",
concluye.
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