En honor de nuestra Madre Santísima, es la más popular de todas las Letanías, llamada así porque se usó por primera vez en el Santuario de Loreto.
Por: Redacción Mercaba | Fuente: www.mercaba.org.
Letanía es una palabra griega que significa oración, especialmente oración
hecha en común, significa también procesión, porque esta manera de orar se usa
en las procesiones. El uso de las Letanías es antiquísimo, se remonta a los
primeros siglos de la Iglesia. La más antigua es la Letanía de los santos, pero
hay otras también aprobadas por la Santa Iglesia.
En honor
de nuestra Madre Santísima, conocemos la más popular de todas las Letanías, la
Lauretana, que es llamada así en las Constituciones de los Sumos Pontífices:
Sixto V, Clemente VIII, Alejandro VII, etc., porque se usó por primera vez en
el Santuario de Loreto.
La
Letanía Lauretana se compone de una serie de invocaciones a María, de títulos
de honor que los santos Padres le dieron, títulos que se fundan principalmente
en la única e incomunicable dignidad de María Madre de Dios. Con ellos honramos
su persona e invocamos su poderosa intercesión.
Las
primeras invocaciones son a Dios adorable Trinidad ... y a Cristo Redentor, para
dar a entender que de Dios nos llega todo bien y que Cristo es la fuente de
toda gracia.
LA INVOCACIONES A MARÍA, PUEDEN DIVIDIRSE EN SEIS GRUPOS:
1°.- Las primeras abarcan, en resumen, todas sus grandezas (Santa María, etc.).
2°.-
Siguen sus atributos como Madre (Madre de
Jesucristo, etc..).
3°.-
Se saluda luego a María Virgen (Virgen
prudentísima, etc.).
4°.-
Las prerrogativas de nuestra Señora son
representadas por imágenes o símbolos (espejo de justicia, etc.).
5°.-
Se le exalta en sus relaciones con la Iglesia
Militante (salud de los enfermos, etc.).
6°.-
Finalmente, se celebra su gloria en la Iglesia
triunfante (Reina de los Angeles, Reina de los Patriarcas, Profetas, etc.)
Esta bellísima oración a María se cierra con una triple invocación a su Divino Hijo, CORDERO DE DIOS que quita los pecados del mundo, para que nos perdone, nos escuche y tenga misericordia de nosotros que tantas veces hemos pecado.
En el
transcurso de los años, los Papas añadieron algunas invocaciones, ej. Cuando
Europa fue invadida por los turcos, se añadió: Auxilio de los cristianos:
después de la definición del Dogma de la Inmaculada Concepción: Reina concebida
sin pecado original; después de haber sido consagrado el mes de Octubre al
Santo Rosario. Reina del santísimo Rosario: cuando ardía la primera Guerra
mundial: Reina de la Paz: con motivo de la definición del Dogma de la Asunción:
Reina llevada al cielo en cuerpo y alma.
Recitar
la Letanía es ante todo dar gloria a Dios que tanto ensalzó a su Madre
Santísima; es darle gracias a Ella y por Ella. Es alabarla, admirarla y pedirle
su protección, es reconocer y meditar sus virtudes, movernos a imitarla, en
cuanto es posible a nuestra humana debilidad, es pedir a Dios y a Ella gracia y
protección para llevar a cabo lo que es imposible a nuestras propias fuerzas.
Es una
oración corta y muy fácil para quien la medita, es una oración rica de santos
pensamientos y de afectos sobrenaturales.
Señor. ten piedad de nosotros (al Padre). Cristo, ten piedad de nosotros
(a Cristo). Señor, ten piedad de nosotros (al Espíritu Santo). Así empiezan las Letanías.
Antes de
abrir los labios para alabar a María hemos de preocuparnos ante todo, de
conseguir de la misericordia de Dios que se apiade de nosotros... que nos
conceda su gracia y su perdón.
"Cualquier cosa que pidiereis al Padre, os la concederá", pero recordemos que Jesucristo añade "en
mi nombre"
Interpongamos
conscientemente esta mediación de Cristo, el Único que puede darle eficacia.
Repitamos con ardorosa fe y con humildad el grito de PIEDAD
¡Señor, ten piedad' ¡Cristo, ten piedad!, Señor, ten piedad!
CRISTO, ÓYENOS - CRISTO, ESCÚCHANOS
Para que
Jesús nos oiga es necesario tener un corazón contrito. Si no estamos
actualmente en gracia de Dios, propongámonos reconquistarla y apartemos el
corazón de la culpa. Si tenemos odio, si alimentamos venganza, etc., no podemos
pretender que El nos oiga. Hagamos el propósito de recibir el sacramento de la
Confesión lo más pronto posible.
Ser
escuchados no es lo mismo que ser oídos. Ser escuchados es como el colmo de la
bondad de Cristo para nosotros. El desea que lo que le pedimos sea con
atención, no estar distraídos, que lo que pronuncian nuestros labios esté en la
mente y en el corazón.
PADRE CELESTIAL QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD
DE NOSOTROS.
Le decimos
Padre Celestial .... Esta palabra nos hace admirar la Infinita grandeza y la
Infinita benignidad de Dios que aun habitando en una Luz inaccesible, atiende a
la voz suplicante de sus criatura ... de sus hijos .... con su amor Paterno.
HIJO REDENTOR DEL MUNDO QUE ERES DIOS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS
Invocamos
al Hijo no solamente como Dios, sino también como Hombre - Dios ... como REDENTOR.
El Hijo
de Dios vino a librarnos de la esclavitud del pecado. El es el Cordero de Dios
que quita los pecados del mundo. Con su Pasión y Muerte nos mereció el perdón y
ahora por medio de la gracia obtenemos mucho más de lo que habíamos perdido. ¡Divino Redentor! ... ¡Amado Redentor! Líbranos de
la esclavitud de nuestras culpas actuales.
ESPÍRITU SANTO QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD
DE NOSOTROS.
Dios es
amor, dice San Juan (1 J. 4.16). En la admirable obra de la reconciliació n del
hombre con Dios, entre todos los atributos de la divinidad, está el Amor
Infinito de Dios que busca la oveja descarriada y como el perdón de los pecados
es obra del AMOR y de la BONDAD Infinita de Dios
se atribuye al Espíritu Santo, Amor substancial del Padre y del Hijo.
La
misericordia de Jesús para los pecadores y las parábolas en las cuales quiso
expresarla en páginas eternas para consuelo de todas las ovejas descarriadas,
son la expresión más bella del AMOR que perdona.
Dios nos perdona siempre y nos llama, nos sale al encuentro, nos acoge, nos
retorna su amistad y nos devuelve la dignidad de hijos suyos ... Dios AMOR ...
Dios Espíritu Santo.
SANTÍSIMA TRINIDAD QUE ERES UN SOLO DIOS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Después
de haber invocado a las tres Divinas Personas pasamos a invocarlas en unidad,
bajo el nombre de Augusta Trinidad. La Iglesia pone en nuestros labios esta
invocación para recordarnos el Misterio inefable de la Unidad y Trinidad de
Dios. Este Misterio es el fundamento y el origen de toda la fe revelada. El
Misterio de la Encarnación del Verbo lo supone y emana de él y, del Misterio de
la Encarnación derivan todos los misterios y todas las verdades de nuestra fe:
el misterio de las dos naturalezas y de la Persona Divina de Jesucristo, los
Misterios de la Redención, de la Santa Iglesia, de la Gracia, de los
Sacramentos, etc.
SANTA MARIA
Debemos
aceptar y entender que solo Dios es Santo y que comunica sus grandes Atributos,
en diferente medida, a sus criaturas racionales, ante todo, el de LA SANTIDAD, por ser el más necesario.
Por esta
razón llamamos a nuestra Señora: SANTA MARIA.
Cuando
Dios quiso preparar una madre humana para su Hijo, la hizo Inmaculada en su
Concepción... la hizo SANTA aún antes de que
hubiera nacido, antes de que pudiera pensar, hablar, obrar ... la preservó del
pecado original y de toda mancha. Por esto, difiere de todos los santos. ¡Toda Pura, toda Santa es María!.
María es nombre
de ayuda y consuelo. Cuando la invocamos con fe, con devoción y con amor
recibimos inmediatamente ayuda, aliento y consuelo. Dice San Bernardo, del
santísimo nombre de Jesús, pero muy bien puede aplicarse al dulce nombre de
María, que este nombre es alimento suave que conforta, es medicina que alivia
los dolores y las penas, "es miel en la boca,
melodía en los oídos, alegría en el corazón".
Procuremos
honrar este santo nombre y reparar las ofensas que se hacen a esta Buena Madre.
Invoquémosla en todas nuestras necesidades.
El nombre
de Jesús y el nombre de María, concluye San Bernardo, producen la curación de
nuestras miserias y dominan las pasiones violentas. Tengamos estos nombres en
el corazón y en los labios durante la vida y los tendremos en el corazón y en
los labios en nuestra última hora, y así seremos auxiliados en aquel momento,
pues esos nombres santamente invocados serán para nosotros prenda de Luz, de
gracia, de perdón y de seguridad en aquella eternidad feliz que todos
esperamos.
RUEGA POR NOSOTROS
En las
Letanías le decimos a María: "Ruega por
nosotros" y no "ten Piedad de
nosotros" como lo hacemos al dirigirnos a las Tres Divinas
Personas, porque solo Dios es fuente Infinita de toda gracia. Ella y los santos
son canales a través de los cuales Dios se complace en hacernos llegar sus
gracias.
Las
súplicas de los santos son eficaces para nosotros y poderosas ante Dios, pero
son mucho más poderosas y eficaces las súplicas de nuestra Madre María
Santísima
Rogándole
a Ella su intercesión, estamos seguros de que como es la más excelsa, la más
santa de las criaturas y la más grata a Dios es la que en consecuencia puede
más delante de Dios y por otra parte es la que más nos ama y la que más desea
favorecernos.
SANTA MADRE DE DIOS
Después
de haber invocado a María con su nombre, pasamos ahora a invocarla con una
serie de títulos muy apropiados. Y ante todo con la más excelsa de sus
dignidades, principio y fundamente de todas las demás, la sublime y singular
dignidad de MADRE DE DIOS.
La Divina
Maternidad de María es Dogma y Artículo fundamental de nuestra fe.
En la
base de nuestra religión tenemos dos inefables misterios: el Misterio de la
Santísima Trinidad y el de la Encarnación del Verbo.
La
Encarnación supone la Trinidad. EL Hijo que se ha encarnado supone EL PADRE del
cual ha sido engendrado, y si se ha encarnado por obra del Espíritu Santo,
confirma la existencia de esta tercera Persona de la Santísima Trinidad y no se
puede imaginar la Encarnación sin una Madre que proporcione la naturaleza humana
al Verbo. He aquí cómo la divina Maternidad de María entra en el fundamento y
en el nexo esencial de las supremas verdades de nuestra religión. Y así como
los principales artículos de la fe revelada (la Redención, la Gracia, la
Iglesia, los Sacramentos, la vida eterna, etc.) son consecuencias del Misterio
de la Encarnación, así estas importantes verdades tienen una íntima e
indiscutible relación con el Dogma de la Divina Maternidad de María.
Santa
Madre de Dios porque Ella es madre de la naturaleza humana de Cristo; pero esta
naturaleza humana está en Cristo indisolublemente, personalmente,
hipostáticamente unida a la naturaleza divina en unidad de Persona, y ésta es
divina. María es por lo tanto, Madre de esta Persona divina, Jesucristo, Dios y
hombre verdadero.
SANTA VIRGEN DE LAS VÍRGENES
Con esta
invocación afirmamos que la virginidad de María no es común ... es única ...
perfecta ... sublime y que añadió a su Pureza Virginal un sello de consagración
y de perpetuidad.
Los
católicos creemos con la Santa Iglesia que María ha sido antes del parto, en el
parto y después del parto, ... SIEMPRE VIRGEN PURÍSIMA.
Los dos
estados: virginidad y maternidad son en sí santos, el primero es muy generoso y
noble. La maternidad es un claro reflejo de la adorable fecundidad del Padre
Eterno, del cual, como nos asegura el Apóstol San Pablo (Ef. 4. 14-15) deriva
toda paternidad en el cielo y en la tierra, imita a la omnipotencia creadora y
tiene el mérito de poblar el cielo.
María
unió en sí estos dos títulos sublimes, ser MADRE y
VIRGEN FECUNDA. Por estas razones la Iglesia llama a María VIRGEN DE LAS VÍRGENES.
MADRE DE CRISTO
Siendo
Jesucristo Dios, Creador y Salvador, podría parecer que es lo mismo llamar a
María, Santa Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre del Creador, Madre del
Salvador. Pero estos diversos títulos no expresan lo mismo... indican diversos
aspectos bajo los cuales es considerada la misma Persona adorable del Redentor,
diversos oficios de esta divina Persona, o distintos beneficios que se derivan
de Cristo y de María.
Madre de
Cristo significa que María participa, en cuanto es posible a la criatura, de la
dignidad y excelencia de Cristo y de los beneficios por El otorgados.
La
palabra griega Cristo significa ungido o consagrado.
Antiguamente
eran consagrados con la unción (óleo) los sacerdotes, los reyes y los profetas;
y Jesús es por excelencia el Sacerdote, el Rey y el Profeta; también se
consagraban los vasos sagrados destinados al culto divino.
Cuando
saludamos e invocamos a María como Madre de Cristo, significamos que Ella es
vaso consagrado a Dios; que por las íntimas y singulares relaciones que la
acercan a su Divino Hijo, participa en cierto modo de la dignidad de sacerdote,
de rey y de profeta.
María fue
vaso de unción o consagrado... y tiene participación en el sumo Sacerdocio de
Cristo.
Desde el
primer momento de su existencia Ella estuvo llena de la Divina Gracia, óleo
precioso y fue destinada a contener durante nueve meses a la Santidad por
esencia.
María
participa del Eterno Sacerdocio de Jesucristo... de Cristo Sacerdote que se
ofreció a Dios una vez sobre el altar de la Cruz, derramando entre grandes
dolores su Sangre de precio infinito por nuestros pecados y se ofrece cada día
de modo incruento sobre los altares por manos de los Sacerdotes.
Ella
participa del sacrificio de la Cruz y del de la Eucaristía.
En primer
lugar suministró la materia: aquel Cuerpo Divino que fue inmolado en la Cruz
... en el Calvario y que continuamente se inmola en las Iglesias, es Cuerpo
formado de la sola substancia de María Santísima, puesto que Ella es Madre
Virgen; la Sangre que un día fue derramada en la Pasión y en la Muerte del
Hombre - Dios y que todos los días se derrama místicamente en el Perenne
Sacrificio, es Sangre de María, suministrada por Ella al Hijo de Dios.
En
segundo lugar, participa del Sacrificio de la Cruz y del de la Eucaristía,
porque ofreció con Jesucristo Primero y Sumo Sacerdote, el Sacrificio del
Calvario y sigue ofreciendo sobre los altares la Víctima Divina porque el
Sacrificio de la Misa es prolongación del de la Cruz.
Por esto
María Santísima es llamada Corredentora e invocada como MADRE DE CRISTO.
MADRE DE LA IGLESIA
La Santa
Iglesia todavía no incluía esta Invocación cuando fueron elaborados los textos
en los que hemos basado estas reflexiones, por lo que a continuación
transcribimos los puntos 25 al 27 del discurso pronunciado por S. S. Pablo VI,
el 21 de Noviembre de 1964, en la sesión de clausura de la tercera etapa
conciliar, cuando fue proclamada María Santísima "Madre
de la Iglesia".
(25) "Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo
nuestro, proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de
todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman
Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por
todo el pueblo cristiano con este título.
(26) Se trata de un título, que no es nuevo para la piedad de los
cristianos, antes bien, con este nombre de Madre, y con preferencia a cualquier
otro, los fieles y la Iglesia entera acostumbran dirigirse a María. En verdad
pertenece a la esencia genuina de la devoción a María, encontrando su
justificación en la dignidad misma de la Madre del Verbo Encarnado.
(27) La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con
Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y
también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la
Iglesia, por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la encarnación
en su seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo místico, que es la
Iglesia.
María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de
todos los pastores, es decir, de la Iglesia".
MADRE DE LA DIVINA GRACIA
El
Arcángel San Gabriel saludó a María diciéndole: "llena
de gracia", por lo tanto, es de fe que al realizarse en Ella el
Misterio de la Encarnación del Verbo, estaba PLENA
DE GRACIA. Pero ... desde aquel instante creció MÁS
en Ella la GRACIA.. Plena quiere decir
completa, llena, pero se usa este término para resaltar aquello de lo que se
está hablando, en este sentido se dice que María estaba PLENA DE GRACIA, llena, pero en su vida el momento central o culmen
es el de la Encarnación del Verbo y desde entonces en Ella continuó aumentando
la GRACIA ... en PLENITUD.
La
Santidad de Jesús, cuánto aprovechó a Su Madre que con tanta atención recibía y
conservaba en su corazón las palabras y los actos de su Divino Hijo. El formó
la Santidad de su Madre, tan próxima a la suya cuanto es posible en una pura
criatura y la elevó a un grado altísimo, más alto, sin comparación, que el de
todos los elegidos, de todos los santos.
Llena de
Gracia, ninguna hay que Ella no pueda obtener. Cristo es el MANANTIAL de la GRACIA y su MADRE
SANTÍSIMA es como un depósito, un recipiente (que recibe), de dónde por
su intercesión alcanzamos gracias ... y al Autor de la GRACIA.
CRISTO,
MANANTIAL DE LA DIVINA GRACIA MARIA, MADRE DE CRISTO MADRE DE LA DIVINA GRACIA.
MADRE PURÍSIMA
Lo que
manifestamos creer y atribuimos a María con este título, es la total y perfecta
exención de toda sombra de culpa y defecto. Pureza excepcional, integridad de
vida que no la tiene igual ni semejante, nadie más.
El
Pontífice San León escribe que en las diversas vicisitudes de la vida, no hay,
ni aún la persona más perfecta, que de vez en cuando no se manche con el polvo
de la tierra. En Proverbios (24.16) dice que 7 veces cae el justo... caídas
ligeras y veniales pero ... son caídas
Únicamente
en María nada que sea mancha se encuentra en Ella,
MADRE CASTÍSIMA
Madre
Castísima se refiere al brilló de la virginidad en cuanto al alma, esto es a la
perfecta pureza de pensamientos y afectos. Ella conservó durante toda su vida
esta pura castidad del alma.
MADRE SIN MANCHA
Madre sin
mancha expresa la limpieza de los sentidos externos. La causa de la admirable
Pureza Virginal de María no fue la exención en Ella del pecado original ... La
primera y más eficaz razón fue la Gracia de Dios, pero Ella cooperó a esta
gracia con todos los medios, guardando rigurosamente sus sentidos externos, sus
ojos para la contemplación de todas las cosas en las que encontraba los
vestigios de Dios, de la sabiduría y del poder divinos: los oídos y la boca
para escuchar y para pronunciar las alabanzas de Dios ... Ella hacia en este
mundo lo que los Angeles hacen en el cielo y mejor aún que ellos: amar y alabar
a Dios.
La
Iglesia llama a María: Virgen de las vírgenes, la Virgen por excelencia, porque
fue incomparablemente la más pura de todas.
MADRE SIN CORRUPCIÓN
Madre sin
corrupción = pureza de vida y santidad de costumbres.
En María
Santísima todos sus pensamientos, palabras y obras siempre fueron para gloria
de Dios.
Debemos
entender que no sólo su alma sino también su cuerpo fue llevado al cielo
después de su muerte, de tal manera que no pasó por el largo período del
sepulcro, como todos los seres humanos. Su cuerpo santísimo no experimentó la
corrupción. Su Divino Hijo, por el Infinito amor con que la amaba no podía
soportar que su cuerpo quedara en el sepulcro y también por la santidad trascendente
de María y porque Ella estaba llena de gracia hasta rebosar.
Pasó por
la muerte como nuestro Señor y también como El y por Su poder omnipotente fue
llevada al cielo.
MADRE INMACULADA
Esta
invocación se refiere a la Inmaculada Concepción de nuestra Madre la Virgen
María.
Esta
verdad revelada es que Ella fue concebida en el seno de su madre, Santa Ana,
sin mancha de pecado original.
El pecado
original es el pecado de infidelidad y desobediencia a Dios, cuyas
consecuencias hemos heredado, todos nacemos en ese estado y el sacramento del
Bautismo es el medio por el cual somos liberados de él.
María
nunca vivió en ese estado, fue exceptuada de él por un designio ... por un
decreto eterno de Dios y según este eterno decreto el que había nacido desde
toda la eternidad, nació en el tiempo para salvarnos y la redención de María
fue entonces resuelta de esta manera especial que llamamos Inmaculada
Concepción (Ella fue redimida en previsión de los méritos de su Divino Hijo).
MADRE AMABLE
Madre
digna de ser amada.
Tres
cosas contribuyen principalmente para hacer a una persona amable, merecedora de
nuestro amor:
La
hermosura de cuerpo y de alma.
La
bondad, esto es, la natural inclinación a hacer el bien y El amor que la
persona nos tiene.
En
ninguna persona se encuentran tan unidas y en grado tan eminente como en María
Santísima que es digna de todo nuestro amor, por eso la Iglesia le da el título
de Madre Amable.
MADRE ADMIRABLE
Se dice
que una persona o cosa es admirable o digna de admiración cuando es perfecta,
extraordinaria; por esto impresiona los sentidos, la imaginación, el
pensamiento.
María es
verdaderamente admirable, porque es extraordinaria y no hay nadie que reúna
como Ella semejante grandeza de privilegios y de virtud.
Por estas
dos razones: sus privilegios y sus virtudes, María Santísima es invocada con el
título de Madre Admirable.
MADRE DEL BUEN CONSEJO
Son
muchos y todos ellos magníficos y gloriosos, los títulos que la Iglesia da a la
Madre de Dios en estas Letanías, pero es particularmente bello el de Madre del Buen Consejo porque:
• Es la Obra del Eterno Consejo
• Fue llena, de manera singular, del Don de Consejo
• Y, debemos recurrir a Ella para obtener este Don.
OBRA
DEL ETERNO CONSEJO quiere decir que Dios, desde toda
la eternidad, pensó en María y la miró con complacencia; la amó con especial
afecto y quiso hacer de Ella la Obra Maestra de su Infinito Poder, Sabiduría y
Bondad, puesto que desde toda la eternidad la eligió y predestinó para ser la
Madre de su Divino Hijo.
LLENA
DE MANERA SINGULAR DEL DON DE CONSEJO. El Don
de Consejo, don del Espíritu Santo por el cual somos iluminados para conocer y
para escoger siempre entre todas las cosas, aquella que mejor sirve para la
Gloria de Dios y para nuestra salvación.
De este
Don estuvo singularmente llena María Santísima (y de TODOS
los Dones y de TODAS LAS GRACIAS) por lo que
Ella supera incomparablemente a toda la humanidad.
DEBEMOS
RECURRIR A ELLA PARA OBTENER ESTE DON y así
poder conocer, escoger y hacer siempre lo mejor para Gloria de Dios y bien del
alma. Tenemos necesidad del Don de Consejo para defender nuestra Fe, para
guardar el gran tesoro de la gracia de Dios, para huir del ambiente
anticristiano, de todo el mal que nos rodea.
¡Oh querida Madre! Ruega a tu Divino Hijo que su Divino Espíritu ... el Espíritu Santo, desarrolle en nuestras almas el Don de Consejo ...
y los otros seis Dones de los que tenemos tanta necesidad. ¡Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros!.
MADRE DEL CREADOR
María en
el plan de la CREACIÓN y de la RESTAURACIÓN:
Ella es
la Madre de Cristo, del Verbo del Padre hecho carne. El Verbo es el centro de
la creación "por medio de El fueron hechas
todas las cosas y sin Él no se hizo nada de cuanto existe" (Jn.
1.3). En Cristo, lo que se atribuye a Dios se puede atribuir también al Dios -
Hombre, así, habiendo sido hecho de María Santísima Aquel por el que han sido
hechas todas las cosas, puede decirse que toda cosa fue hecha por Ella, porque
engendró al HACEDOR ... al CREADOR. Por esto
María tomó parte, EN CIERTO MODO, en la obra de
la Creación.
Pero la
restauración, la renovación de todas las cosas, según enseñan los Santos
Padres, es una segunda creación y ésta fue realizada por medio de Jesucristo.
En esta segunda creación, en esta Redención del género humano, el centro es
también Jesucristo, de manera que el Verbo Divino es doblemente CREADOR. También María Santísima tomó parte activa
en esta restauración que se realizó con su consentimiento.
El "HAGAMOS" (igual a "HÁGASE") primero
( el de Dios) produjo de la nada todas las cosas,. El "HÁGASE
en mí según tu palabra" pronunciado por María cooperó a restaurar
todas las cosas en Cristo y a devolverles su primitiva perfección.
Sin el
"HAGAMOS" Divino, todo habría permanecido en la nada; sin el "HÁGASE" de María, todo habría permanecido
en una condición, bajo muchos aspectos, peor que la nada.
El primer
"HAGAMOS" levantó a la criatura humana
hasta la semejanza con Dios; el segundo (HÁGASE)
levantándola aún más alto, la unió (en Cristo) personalmente a Dios.
El "HAGAMOS" Divino es, por consiguiente,
omnipotente y creador por naturaleza; el "HÁGASE"
de Ella es omnipotente, restaurador y creador por gracia. De esta manera
María Santísima tomó parte en la creación ... ¡MADRE
DEL CREADOR!.
MADRE DEL SALVADOR
También
aquí, como en las consideraciones anteriores, necesitamos entender porqué el
nombre de Salvador va asociado al título dado a María en las Letanías.
Antes de
su venida, Jesús era conocido como Mesías, pero cuando apareció en la tierra
fue conocido bajo tres títulos nuevos:
• Hijo de Dios
• Hijo del hombre
• SALVADOR
El
primero expresa su naturaleza Divina; el segundo su naturaleza humana; el
tercero su ministerio personal.
El Angel
que se apareció a María le llamó Hijo de Dios; el que se apareció en sueños a
José le llamó Jesús que quiere decir Salvador; también le dieron este nombre
los ángeles que se aparecieron a los pastores en la noche de su Nacimiento.
Pero El en el Evangelio se llama a sí mismo de un modo particular: Hijo del
hombre.
Verdaderamente
es nuestro Salvador, porque con su Pasión y Muerte nos ha redimido y nos ha
liberado del pecado. Unió en la unidad de su Persona Divina la naturaleza
divina y la naturaleza humana.
Dios
verdadero, debía ser verdadero hombre para poder realmente sufrir y morir y al
mismo tiempo para que el precio de nuestro rescate, su Pasión y Muerte, tuviera
el valor infinito que exigía la Majestad de Dios y la culpa cometida por el ser
humano ... Y, María Santísima es Madre de Jesucristo, Madre del Dios - Hombre;
así, Ella es MADRE DEL SALVADOR.
Pero hay
una segunda razón de este título y es que Ella cooperó y coopera de modo
singular en la obra redentora de Jesucristo, como corredentora al pie de la
Cruz y como corredentora en el corazón de sus hijos.
Sobre la
Cruz debía consumarse el sacrificio de la redención y la victoria sobre el
pecado y María Santísima está íntimamente asociada a la Cruz. Ella ofreció
generosamente al Padre en el Calvario, la Carne y la Sangre del Hijo, que era
también carne y sangre suya.
Después
del amor a Dios no hay afecto que tanto nos aparte del pecado y sea tan fuerte
y eficaz para librarnos de él como el amor a María, Madre del Salvador y Madre
nuestra.
En la
persona de Juan, el discípulo amado, Jesús nos entregó a su Madre cuando le
dijo a Ella: "Ahí tienes a tu hijo" y nos la dio a nosotros por Madre
cuando le dijo a él: "Ahí tienes a tu
madre".
VIRGEN PRUDENTÍSIMA
Con este
título, la Iglesia tributa a María un gran elogio, pues la prudencia es la
primera de las virtudes cardinales y es la virtud moral que consiste en
discernir y distinguir lo que es bueno para seguirlo o malo para apartarse de
él. Prudencia es cautela, es moderacion, sensatez, buen juicio... además, es la
que dirige y regula todas nuestras acciones.
La vida
cristiana sin la prudencia pierde toda belleza, toda fecundidad de bien. La
prudencia, virtud moral se adquiere de ordinario con los años.. María es tanto
más digna de alabanza porque fue prudentísima desde su tierna edad; excepcional
prudencia más celestial que terrena, más infundida por Dios que adquirida con
el estudio, con la práctica o con la edad.
San
Bernardo no acaba de admirar la prudencia de Maria en el coloquio que tuvo con
el Arcángel Gabriel, y con la prudencia, todas las virtudes cardinales. Ante el
anuncio de que concebirá al mismo Hijo de Dios, permanece constante en la
resolución de su virginidad. Ella no es incrédula como Zacarías, sabe por el
Profeta Isaías que el Divino Mesías prometido ha de nacer de una virgen, pero
pregunta el cómo, requiere una explicación, ésta es prudencia sobrenatural y
divina.
Concluye
San Bernardo que Ella fue prudente en su interrogatorio. Por este solo rasgo de
la vida de María conocemos que era poseedora perfecta de la prudencia y de
todas las demás virtudes cardinales y como consecuencia también de las virtudes
morales.
¡Oh
Virgen PRUDENTÍSIMA, derrama un rayo de tu prudencia
sobre nosotros, que ilumine nuestro obrar y nos guíe al hablar. ¡Oh Madre Santísima!, enséñanos a callar, cuando
debemos ser prudentes.
VIRGEN VENERABLE
La
veneración es aquel honor y reverencia que se le da a una persona en testimonio
de su excelencia, de su virtud sobrenatural, de su santidad y consiste en una
gran consideración de nuestra mente hacia la persona dotada de estas cualidades
en un correspondiente afecto del corazón, estima y aprecio.
Por
consiguiente la santidad es objeto de veneración. Si queremos conocer por que
merece María el título de Venerable hemos de considerar la grandeza de su
santidad.
Muchos
cristianos confunden la perfección cristiana o la santidad con los medios para
obtenerla; otros hacen consistir la santidad en las penitencias exteriores;
otros en largas oraciones; otros en despojarse de toda cosa por amor al prójimo
y así por el estilo. Estas y semejantes prácticas son medios muy útiles para llegar
a la santidad; serán, con la gracia Divina, principio y señal, fruto y efecto
de la santidad, pero no son la santidad esencial. De hecho ha habido santos que
no lo dieron todo a los pobres, que no practicaron penitencias extraordinarias,
que no hicieron largas oraciones. La santidad es la perfección en el amor.
La
esencia de la perfección evangélica consiste en la unión con Dios. Dios es
santo por naturaleza; nosotros cuando estamos unidos a El, somos santos por
gracia. La unión con Dios es efecto de la caridad, cuando el cristiano observa
y vive perfectamente el precepto básico de la ley evangélica: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda
tu alma y con todas tus fuerzas" y el segundo: "Ama al prójimo como a ti mismo" (cfr.
Marcos 12.28-34) (cfr. Mateo 22.37-40), está viviendo la santidad.
La medida
de la santidad de María es su ardiente Caridad de Madre de Dios.
Para
conocer lo digna que es de VENERACIÓN, sería
necesario profundizar en los abismos inaccesibles de su corazón y medir su amor
y esto solo Dios puede hacerlo.
La gracia
de Dios es la que nos hace santos, es por eso que la plenitud de la gracia
confiere la plenitud de la santidad. La gracia, semilla y fruto de la santidad,
hace que Dios esté en nosotros y nosotros en Dios.
María fue
declarada y proclamada solemnemente de parte de Dios, por medio del Arcángel
Gabriel: LLENA DE GRACIA Y POSEEDORA DEL SEÑOR.
¡Cuán
SANTA y VENERABLE ERES, OH MADRE!.
VIRGEN DIGNA DE ALABANZA
Debemos
imitar las virtudes de la Virgen María y procurar que los demás también lo
hagan y que se conozca y admire su singular santidad. Es una exigencia del
amor, que es difusivo por naturaleza, propagar, glorificar, hacer conocer a la
persona amada. Este es el sentido de esta invocación VIRGEN
DIGNA DE ALABANZA.
María vivió
en la piadosa sombra de una oscuridad que conmueve, en profunda y perfecta
humildad. Aparece en la primera parte del Evangelio y después solamente
reaparece en el Calvario cuando participó en las penas de la Cruz.
Después
de Jesucristo, el alma más santa y más excelsa fue sin duda la de María
Santísima, por eso debe ser, la más exaltada y colmada de alabanzas.
Estas
alabanzas y esta gloria tuvieron principio antes que Ella estuviera sobre la
tierra participando del privilegio del Hijo. Fue exaltada mucho antes de nacer.
La
Iglesia en su Liturgia, ha coronado a María con las fiestas en su honor
introducidas en el año eclesiástico, los oficios, los himnos, las Letanías, las
procesiones, la solemne coronación de sus imágenes, etc.., que manifiestan el
amor de la Iglesia hacia su Madre Celestial.
Para
Ella, el genio de los grandes Doctores de la Iglesia, la pluma de los Teólogos,
la palabra enamorada de los oradores sagrados y la oración confiada de todos
los que la aman.
Bienaventurada
la boca que habla de María Santísima frecuentemente y con reverencia.
Bienaventurada
la persona que a través de la pluma celebra y escribe con santo entusiasmo las
grandezas y la gloria de tan excelsa Madre. VIRGEN
DIGNA DE ALABANZA.
VIRGEN PODEROSA
Se
distinguen dos clases de poder: propio y participado.
Sólo Dios
es PODEROSO por virtud propia, Aquellos (as) a
quienes Dios les comunique poder es por voluntad de El (poder participado)
Cuando
decimos que María Santísima es omnipotente, no la igualamos a Dios, ni decimos
que Ella lo sea por sí misma, este poder, del cual Ella está revestida le viene
de Dios, le fue comunicado por gracia especial de Dios.
María es
poderosa porque su poder se asocia al de su Hijo Jesucristo. Su divina
Maternidad es el fundamento principal de su poder.
Es
imposible determinar los límites de esta omnipotencia participada.
Existen
dos mundos: el mundo de la materia y el mundo sobrenatural de las almas.
Dos
órdenes de omnipotencia: La omnipotencia de Dios
Creador y la omnipotencia de Dios Redentor y Santificador.
La
omnipotencia participada de María brilla principalmente en el universo
sobrenatural en el cual Ella ha sido constituida Madre espiritual de los
redimidos, cooperadora de Cristo en la redención y en la salvación de las
almas. Decimos principalmente, porque también en el orden físico Ella ejerce un
gran poder, como lo prueban las numerosas curaciones que concede a sus devotos.
Basta recordar los milagros de Lourdes.
El poder
de María Santísima tiene por fin cooperar a la obra de la Redención, a la cual
están llamados todos los seres humanos sin distinción y, a alcanzar los bienes
de los que tienen necesidad, ej. La perseverancia final, don que corona, según
San Agustín, todos los dones, y una santa y muchas veces, alegre muerte.
VIRGEN CLEMENTE
La
clemencia según Santo Tomás de Aquino es aquella virtud que templa el rigor de
la justicia con la misericordia; que concede y obtiene el perdón o la
disminución del castigo merecido. Comparte con la mansedumbre el cometido de
poner un justo y racional freno a los ímpetus de la ira y si la mansedumbre
frena el afecto interno, que es la raíz o el principio, la clemencia modera el
afecto exterior.
Esta
hermosa y amable virtud, prosigue Santo Tomás, nace del amor. Quien ama a una
persona no quiere que ésta sea castigada..
De esto
se sigue que cuando el perdón total o la disminución de la pena son compatibles
con el verdadero bien, entonces la amorosa clemencia perdona o impetra el
perdón.
La
clemencia, resplandece en María Santísima más que en cualquier otra persona.
Ella se ocupa y se preocupa de impetrar el perdón para los pecadores. Por eso
la Iglesia la honra con el título de Virgen Clemente.
De esta
virtud de María vamos a tratar en la invocación "Refugio
de los pecadores", aquí hablaremos solamente de su fundamento, esto
es, de su tierno amor a la humanidad.
Nuestra
Madre Santísima nos ama porque ama a Dios. El amor de Dios y el amor del
prójimo son dos amores inseparables y nadie nos ama como Ella.
No se
puede medir el amor Infinito del Corazón de Jesús, aquel Corazón inflamado con
las llamas del Amor Divino y que fue atravesado por la lanza. Ningún otro
corazón está tan cerca del amor de Jesús, como el de su Madre. Ninguno alcanza
tan encendida caridad. Ella nos ama en Cristo, ama en nosotros la Sangre del
Hijo derramada en el Calvario y aplicada en los Sacramentos. Ella más que nadie
conoce en Dios el altísimo valor de un alma.
No hay
otro amor más hermoso y más fuerte que el de María porque brota de la purísima
fuente del amor de Dios.
Por dos
títulos María es nuestra Madre:
• Ante todo porque ES LA MADRE DE
JESUCRISTO.
• Porque Ella nos engendró al pie de la Cruz sobre el Calvario, allí
fuimos confiados a Ella como hijos en la persona de Juan.
Los
dolores que no tuvo en el divino parto natural, debió sufrirlos en el parto
espiritual cuando fue constituida Madre de todos nosotros.
De la
misma forma que Dios adornó a María con la santidad más eminente, así la dotó
de un corazón, en profundidad y en extensión, el más amante de todos los
corazones; con el que nos ama a todos, justos y pecadores, aquellos que aunque
estén en pecado buscan salir de él y se proponen dejarlo. Ella escucha sus
súplicas y los reconcilia con Dios y lo hace como una madre que tiene más
cuidado de un hijo enfermo que de un hijo sano ... como deja el buen pastor las
noventa y nueve ovejas para ocuparse de aquella que huyó del redil.
VIRGEN FIEL
En dos
sentidos puede entenderse este título.
La
palabra fidelis o deriva de Fides (FE) y entonces alabamos a la Bienaventurada
Virgen porque se distinguió en la fe y ejerció perfectamente esta primera
Virtud Teologal o la palabra fidelis que es adjetivo de fidelitas (FIDELIDAD) y
en este caso se da gloria a la Virgen María porque fue muy fiel a las Promesas
que le hizo a Dios y a los deberes que Jesús le asignó.
¡Con qué fidelidad respondió a los planes de Dios y con cuánto amor aceptó de
su Divino Hijo ser nuestra Madre!.
Procuraremos
conocer una y otra virtud de esta Virgen Fiel.
La fe,
con relación al entendimiento, debe tener dos cualidades principales: ser
sencilla y firme.
La
sencillez exige nuestro pronto asentimiento, a todas las verdades propuestas
por la fe, aún a los más inaccesibles misterios, asentimiento que se apoya
únicamente en la autoridad de Dios revelante.
Para
introducirnos en el mundo de la materia, Dios nos dio los ojos del cuerpo; para
introducirnos en el mundo de los principios, de la ciencia, de las leyes que
gobiernan todo lo creado, nos dio la luz de la inteligencia; para introducirnos
en el mundo sobrenatural, nos dio la luz de la fe y puso como Maestra a su
Iglesia que, con autoridad materna e infalible, nos introduce en este tercer
mundo que supera infinitamente en magnitud y magnificencia a los otros dos.
Debemos
ir a través de la vida con la sencillez de un niño conducido de la mano de su
madre. Jesús dijo: "quien no acoge el reino de
Dios como un niño no entrará en él" (Lc. 18;17).
No
olvidemos que la fe es un don de Dios que se manifiesta a los humildes y a los
sencillos: "Te doy gracias Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes,
y se las has revelado a los pequeños". (Mt. 11:25).
• La fe debe ser firme, no dudosa ni vacilante. Esta certeza inmutable,
que debe extenderse a todas las verdades reveladas, tiene un fundamento más
sólido e infalible que cualquier testimonio de la razón, de los sentidos o de
la experiencia, porque estos elementos de certeza humana pueden ser débiles y
falibles, mientras que el fundamento de la veracidad de Dios es luz eterna,
indefectible e inmutable.
¿Dónde
estaría el mérito de la fe, sí se apoyase, no sobre la autoridad de Dios, sino sobre la razón y sobre el testimonio de los sentidos?
Nuestra
fe está fundada, además, sobre la infalibilidad de la Iglesia, columna y
fundamento de verdad, a la cual Jesucristo ha prometido asistir hasta la
consumación de los siglos.
FE
--- María
Santísima poseyó en grado heroico todas las virtudes y debió poseer en grado
singular la Fe, que es la primera de todas ellas; Ella llevó a la máxima altura
su propia santidad, y debió poner el más sólido fundamento. Ella agradó a Dios
más que ninguna criatura porque tuvo muy viva la fe.... fe formada por la mas
ardiente caridad.
• El Arcángel le anuncia el altísimo misterio y Ella da el humilde y
dócil asentimiento de su Fe y exclama "he aquí la esclava del Señor,
HÁGASE en mí..."
• El mismo Mensajero le anuncia la maternidad milagrosa de Isabel, Ella
lo cree y va solícita para asistir a su anciana prima.
• En la pobreza de la gruta de Belén nace el Hijo de Dios como el más
pobre de los niños. Ella es la primera en adorarlo.
• El Rey de Reyes debe huir al destierro, escondido bajo el velo de la
Madre y sustraerse a la ira de un rey terrenal y Ella, adora el misterio de la
aparente debilidad del Omnipotente.
• Los habitantes de Nazaret verán durante treinta años, en Jesús, a un
joven humilde y lo creerán hijo del carpintero. La fe de María ve y adora en El
al Divino Artífice del cielo, de la tierra y de los siglos.
• Ella ve a su Hijo perseguido, calumniado, condenado, llevado a la
cruz, traicionado por un discípulo, negado por otro, abandonado de todos (menos
San Juan), comparado con vulgares ladrones, crucificado, muerto. Ella se
mantuvo en la sombra y no quiso mostrarse como Madre del triunfador (durante la
vida pública de Jesús ... cuando hizo milagros) pero su Fe la llevó al Calvario
como Madre del Condenado, y adora en el Altar de la Cruz, al Pontífice Eterno,
al triunfador de la muerte y del mal.
¡Qué fe la de María Santísima!, sencilla, firme, constante, vivísima, hecha
más espléndida por el dolor.
El
Espíritu Santo hizo a María depositaria de esta fe y Ella instruyó en esta
virtud a los Apóstoles durante el tiempo que transcurrió entre la Ascensión de
Jesús y la de su propia, amorosa y gloriosa muerte.
FIDELIDAD
La
fidelidad es aquella virtud que nos inclina a mantener, a cumplir las promesas
hechas. Es una virtud afín a la justicia.
María
poseyó eminentemente también esta virtud; Ella fue constante y perfectamente
fiel a Dios y a nosotros. Fue siempre toda de Dios, atenta a cumplir su
voluntad.
Fiel en
el gozo y en el dolor, en el oprobio y en la gloria, en Nazaret y en Belén, en
Judea y en Egipto, durante el triunfo del Hijo y en su muerte sobre la Cruz en
el Calvario.
Imitemos
esta admirable fidelidad en nuestros deberes, en la fidelidad a la voluntad
Divina en nuestra sublime misión, a nuestra vocación a la santidad, a los
designios que sobre nosotros tiene la paternal Bondad del Señor.
María
Santísima, Virgen fiel a nosotros. Atendiendo a las palabras de su Hijo moribundo,
Ella es Madre para todos, nos ama, nos favorece, nos obtiene el perdón de los
pecados, la perseverancia en el bien y la vida eterna. Ella es la Madre de la
santa esperanza.
Pongamos
primero en Dios nuestra esperanza y luego en Ella y jamás seremos confundidos.
ESPEJO DE JUSTICIA
Hemos de
considerar, en primer lugar, lo que debemos entender por JUSTICIA, porque esta
palabra, tal como se emplea en el lenguaje de la Iglesia, no tiene el sentido
que el lenguaje ordinario le atribuye.
Por
justicia no debemos entender aquí la virtud de la lealtad, de la equidad (dar a
cada uno lo que merece), de la rectitud en la conducta sino más bien la
justicia o perfección moral, en cuanto abarca, a la vez, todas las virtudes y
significa un estado del alma virtuoso y perfecto, de tal manera que el sentido
de la palabra JUSTICIA es casi equivalente al
sentido de la palabra santidad.
Por esto,
al ser llamada María, espejo de justicia, lo hemos de entender en el sentido de
que es espejo de santidad, de perfección y de bondad sobrenatural.
¿Qué
se entiende al compararla con un espejo? Un espejo
es una superficie que refleja algo, como el agua inmóvil, el acero pulido, la
luna, etc..
Ella
reflejaba a nuestro Señor, que es la Santidad Infinit ... Divina Santidad, por
lo cual es llamada Espejo de la Santidad, o como se dice en las Letanías ESPEJO DE JUSTICIA.
María
llegó a reflejar la santidad de Jesús viviendo con El. ¡Cuán
semejantes llegan a ser los que se aman y viven juntos!. Cuando reina el
amor entre esposos, entre padres e hijos, entre hermanos, (as), amigos, con el
tiempo se produce un maravilloso parecido que llega a manifestarse en la
expresión de los rasgos de la voz, en el lenguaje y algunas veces hasta en
carácter, opiniones, gustos. Esto también sucede, sin duda, en el estado
invisible de las almas, en las cuales, para bien o para mal, se realiza esta
transformació n y semejanza.
Hemos de
considerar ahora que María amaba a su Divino Hijo con un amor indecible ya que
lo tuvo consigo durante treinta años. Si estuvo llena de gracia antes de
haberlo concebido en su Seno, debió alcanzar una santidad incomprensiblemente
mayor después de haber vivido tan íntimamente con El durante aquellos treinta
años. Santidad que reflejaba los Atributos de Dios, con una plenitud de perfección,
de la cual ningún santo puede damos una idea. Ella es el ESPEJO DE LA DIVINA PERFECCIÓN.
TRONO DE LA SABIDURÍA
La
palabra Sabiduría tiene en la Sagrada Escritura varios significados: en primer
lugar la Sabiduría personal o subsistente, esto es, el Verbo Divino, y
Jesucristo como Hombre, ya que en El a Humanidad creada estaba unida a la
Divinidad en unidad de persona; en segundo lugar, la Sabiduría impersonal,
hábito o cualidad de los seres inteligentes, y por último, la Sabiduría, Don
del Espíritu Santo.
Bajo
estos tres significados la Virgen María es llamada y es verdaderamente Trono o
Sede de la Sabiduría.
María
Santísima, Trono de la Sabiduría, de la Sabiduría personal. El Verbo es el
perfecto y subsistente conocimiento de todo el ser Perfectísimo e Infinito que
es el Padre.
El Verbo
Divino se encamó en el seno purísimo de María, así vino al ser Madre de Dios,
Madre del Verbo, Madre de Cristo Hombre, Madre de la Sabiduría.
Por eso,
principalmente se le invoca como Trono de la Sabiduría porque puso el Verbo su
sede en las Purísimas entrañas de Ella.
El se
hizo para Sí, en el seno Virginal, una morada muy digna y escogida, habitó en
Ella, y después de nacer fue llevado en sus brazos durante sus primeros años y
estuvo sentado sobre sus rodillas. Siendo realmente también, por decirlo así,
el Trono humano de Aquel que reina en el Cielo.
• María
Santísima, Sede de la virtud de la Sabiduría.- El hábito de la Sabiduría reside
en el entendimiento del ser humano y tiene por objeto propio el conocimiento de
las cosas naturales y sobrenaturales y sus causas, se eleva al conocimiento y
contemplación de la Causa primera e increada, necesaria, absoluta, es decir,
Dios; ve y contempla a Dios en todas las cosas de la naturaleza, todo lo
refiere a Dios, se remonta hasta Dios y en El descansa; de todo lo creado toma
base para admirar, bendecir y amar a Dios, último término al cual están
dirigidas todas las cosas. Y es así como esta Sabiduría, de especulativa se
hace práctica, de estéril se convierte en operativa, del entendimiento pasa al
corazón y lo ensancha y lo consuela y le infunde un gozo, un sabor y una
unción, por lo cual precisamente se llama Sabiduría.
Por
encima de todos los santos, María poseyó en grado perfecto la virtud de la
Sabiduría, más aún, Ella es la Sede de la Sabiduría. Fue dotada por Dios de un
entendimiento naturalmente perfecto, ejercitado y enriquecido por la continua y
altísima contemplación y por el conocimiento de la Escritura.
María,
después de Jesucristo, tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para
la admiración, para el amor: disposición acrecentada hasta el máximo por la
fiel correspondencia a la obra de la gracia que la llevó al más perfecto
conocimiento de Dios posible a una mente creada.
• María, Sede del Don de Sabiduría. Hay una Sabiduría que no se adquiere
con los recursos humanos, sino que es un Don sobrenatural infundido por el
Espíritu Santo.
Este Don, como enseña Santo Tomás de Aquino, es distinto en su
naturaleza del hábito de la Sabiduría.
Este Don consiste en un profundo conocimiento de Dios y de sus altísimos
misterios, conocimiento encaminado no tanto a satisfacer la inteligencia que
contempla, cuanto a alimentar y atraer la voluntad con la fuerza del amor. El
alma en la que se ha desarrollado este Don se sumerge y se abisma enteramente
en Dios, en sus perfecciones Infinitas y en sus Misterios, y allí se goza de
tal manera que todo lo que no es de Dios o no conduce a Dios se le hace pesado
y enojoso, le resulta insípido.
En los treinta años que vivió en íntima unión con la Sabiduría
Encarnada, cuántas veces recibiría María en el secreto de la Casa de Nazaret
los vívidos rayos de la Sabiduría Eterna en los que Ella recogía hechos y
misterios; palabras y recuerdos en el santuario de su corazón y los conservaba.
Era el tesoro de las diversas riquezas que, pasando por su alma de Madre, se
convertían en leche de vida, de sabiduría y de gracia para sus hijos. Ella más
que ninguna criatura angélica o humana, penetró en los profundos Misterios de
la Divinidad, rozando, por decirlo así, los confines de lo Infinito.
María llevó en su seno a la Sabiduría Increada pero su mente y su
corazón fueron más anchos y capaces que su mismo seno, dice San Buenaventura.
Con toda razón, la Iglesia la invoca Trono de la Sabiduría.
CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA
Jesucristo
fue y es causa fundamental y primera de nuestra alegría. María es causa
secundaria e instrumental.
Nosotros
amamos la alegría porque es un bien y amamos la felicidad de la cual la alegría
es un fruto. También Dios quiere que estemos alegres pues El "Ama al que da con alegría" (cfr. 2ª. Cor.
9.7).
Existen
dos clases de alegría:
Una, la
de aquellos que encuentran alegría donde tendrían motivo para entristecerse,
esto es, en el pecado.
También
la de quienes aunque no ponen su alegría en el pecado, pero sí se deleitan en
los honores, en las riquezas, en las comodidades de la vida y en todo aquel
cúmulo de frivolidades que un refinamiento insaciable va acumulando sobre los
grandes caminos del progreso.
Esta
alegría, aún la menos culpable, es frívola, falsa, momentánea.
Es
frívola porque satisface más a los sentidos que al alma.
Es falsa,
parece alegría, pero no lo es, llena el corazón por breves momentos, pero
pronto lo deja vacío y descontento.
Es
momentánea, fugaz.. La vida del ser humano es muy breve y con frecuencia regada
de lágrimas.
Los
bienes materiales no pueden damos la felicidad.
• La otra clase de alegría ES
LA CRISTIANA y es muy distinta
porque más allá de las sombras del misterio y tras el velo de las lágrimas,
alcanza y saborea una alegría verdaderamente tranquila, veraz y duradera, como
los bienes en los que se funda: la tranquilidad de conciencia, la AMISTAD CON DIOS la justa apreciación de los bienes de esta vida, la paciencia en las
adversidades, la esperanza de los bienes eternos, son fuentes inagotables de
indecible y sólida alegría. No haz fuerza humana o de acontecimientos que pueda
arrebata esta perfecta alegría que anida en las íntimas profundidades del alma
y que se identifica con el amor de Jesucristo.
María es CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA porque nos dio a Jesús el
Verbo Encarnado.
VASO ESPIRITUAL
El primer
sentido, inmediato y literal, de la palabra VASO indica un recipiente de
cualquier materia y forma, apto para recibir y retenes cualquier cosa,
especialmente líquida.
En
sentido más extenso y metafórico, la Sagrada Escritura llama vaso a toda cosa,
aún a la persona humana, porque toda criatura en las manos de Dios es como un
vaso en la mano del alfarero En las Letanías, María es honrada tres veces con
este nombre de VASO. Vaso espiritual significa
pues, Persona o Mujer espiritual.
Enseña
Santo Tomás de Aquino que en la Sagrada Escritura los hombres son comparados a
los vasos, o se llaman vasos bajo cuatro aspectos: por la constitución, por el
contenido, por el uso para el cual sirven y por el fruto que traen.
• Por la
constitución, esto es por la materia y por la forma que el artífice le imprime;
tanto más noble y precioso cuanto más preciosa es su materia.
María VASO de ORO purísimo, bella y hermosa de alma, la más
preciada perla, la gema inapreciable del universo.
Dios
trabajó esta materia con exquisito cuidado, arte y habilidad y le dio la más
hermosa y preciada forma. Dios manifestó en esta singular criatura toda su
Sabiduría y Poder Infinito.
• Por su contenido. El vaso es tanto más estimable en cuanto que está
más lleno.
Ninguna criatura, ni angelical ni humana es más apreciable que María.
Dotada por la generosidad divina de gracias, dones y privilegios, desde el
primer instante de su vida; llena la mente y el corazón de Dios, no menos que
su purísimo Seno Virginal.
Ella fue, después de la humanidad creada de Jesucristo, el VASO más
grande y más capaz. Y tanto más estuvo llena de Dios, cuanto más perfectamente
estuvo vacía de si misma.
Nosotros, no estaremos llenos de Dios mientras estemos llenas de
nosotros mismos.
• Por el uso. La nobleza del vaso se revela además por el uso al cual se
destina.
El uso más digno y más glorioso es al que fue predestinada la Virgen
María. La Divina Maternidad es la cumbre de la nobleza y de la gloria. A este
fin Dios ordenó todos los dones singularísimos del cuerpo y del alma, aquellos
especiales privilegios y dones de los cuales la dotó, para que fuera digna de
concebir en su seno al Verbo de Dios.
• Por el fruto. Esto es por las ventajas y los bienes que nos aportó
este Vaso de Elección. Fruto suyo fue Jesucristo, la Redención del género
humano y la santificación de las almas.
Para
realizar todos estos bienes fue requerido el consentimiento de Ella.
Fruto de
este Vaso son las gracias que Dios nos concede: la conversión, el
arrepentimiento de los pecadores, la perfección y la perseverancia de los
justos: fruto suyo son también los triunfos de la Iglesia, en resumen, todo
cuanto tenemos de bueno en este mundo y tendremos en el otro. Así como es en
primer lugar, gracia de Dios. merecida para nosotros por Jesucristo, es en
segundo lugar, fruto del virginal instrumento y preciosísimo Vaso, es decir es
fruto de María.
VASO HONORABLE
Vaso
digno de honor. El honor es la expresión o testimonio exterior que se da a una
persona por sus virtudes o por su dignidad. Expresión o testimonio que se rinde
con palabras o con hechos. Llamar a María, Vaso Honorable equivale a
testimoniar su dignidad y sus virtudes.
Acerca de
las virtudes, dignidad y excelencia de Ella, se ha dicho suficientemente en las
Invocaciones anteriores. Aquí para honrar y glorificar a la excelsa Madre de
Dios, consideraremos cuánto quiso honrarla el mismo Dios.
Retrocediendo
en el camino de los siglos y aún más allá de los días solemnes de la creación,
detengámonos mentalmente en la eternidad. Dios infinitamente feliz en sí mismo,
ve presentes en el fulgor de su omnisciencia (=conocimiento de todas las cosas
reales y posibles. Atributo exclusivo de Dios), a todos los seres que tendrán vida
por su poder Creador. En su Presencia está todo lo que experimentará n las
criaturas que El vivificará con su soplo inmortal ... los seres humanos que
vivirán en un contraste de luces y sombras: las sombras de la culpa con las que
se irán manchando y las luces de la gracia con las cuales SU Misericordia
Divina los irá revistiendo.
Y en esta
luz de liberación que el mismo Dios va a extender sobre la humanidad caída,
resplandece ante sus divinos ojos el esplendor de todos los esplendores, la
epopeya de LA REDENCIÓN, y recibiendo luz y a su
vez reflejandola como estrella de primera magnitud UNA
MUJER María. Que será la MADRE DE DIOS.
para darlo a la humanidad y redimirla del pecado. En estos esplendores de
gracia y de belleza, Ella es adoptada desde toda la eternidad, por el Padre
como Hija escogida por el Espíritu Santo como Esposa, elegida por el eterno y
Divino Hijo como MADRE; Hija, Esposa y Madre respectivamente de las Augustas
Personas de la Santísima Trinidad, que la harán digna por la inagotable generosidad
de Ellas; y así María de una realeza sin nombre, de una pureza sin medida, de
una santidad sin igual, después de la de Dios, avanza triunfadora del mal,
hacia el Trono del Altísimo y es saludada por el Padre: ¡llena de gracia!, por
el Hijo: ¡el Señor es contigo!, por el
Espíritu Santo: ¡Bendita eres entre todas las
mujeres!
Así es
saludada y bendecida por Dios Padre, por Dios Hijo, por Dios Espíritu Santo,
por los ángeles, por los pecadores y también por todas las criaturas.
Esta
admirable elección y exaltación de María le abrió los tesoros inagotables de
las gracias, de los dones y de los privilegios, con los que Dios quiso
ensalzarla y honrarla: la Inmaculada Concepción, la Purísima Virginidad unida a
la Divina Maternidad, la Asunción en cuerpo y alma al cielo, la gloria triunfal
que la coronó Reina del Cielo y de la tierra.
Hay más
todavía: quiso Dios mismo el consentimiento de la Virgen María para cumplir el
decreto o Misterio establecido desde toda la eternidad y esperar que Ella
consintiera libremente y así depender de alguna manera de María ... y
habiéndose hecho Hombre, quiso durante treinta años obedecerla y estarle
sometido.
No faltan
quienes, mostrando un falso celo de la Gloria de Dios y de Jesucristo, censuran
el honor que nosotros los católicos rendimos a la Madre Amorosa. Pero por más
que la honremos, no podemos honrarla tanto como la Santísima Trinidad y
Jesucristo, así que no erramos puesto que seguimos el ejemplo del mismo Dios y
las enseñanzas y decretos de la Santa Iglesia.
El honor
que se tributa a la Madre redunda ciertamente en el Hijo, en el honor de Quien
la hizo tan hermosa.
VASO INSIGNE DE DEVOCIÓN
O sea,
Persona de insigne devoción.
La
devoción, según Santo Tomás es la pronta voluntad de entreqarse más, para hacer
todo aquello que corresponde al servicio de Dios: es
un dedicarse y consagrarse al servicio de Dios con ánimo alegre y con perfecta
voluntad ...- de todo corazón.
La
historia de todos los Santos está llena de ejemplos y aún puede afirmarse que
esta prontitud en seguir al Señor o esta devoción es la condición necesaria
para la santidad. También en esto María Santísima es maestra soberana; no sólo
fue devota, sino modelo perfecto de insigne devoción.
• Dios para la realización de sus fines, quiso que se uniera en matrimonio
al glorioso y castísimo San José, y Ella se amolda a este querer de Dios,
aunque había elegido otro estado María no se opone; consiente, dejando a Dios
el cuidado de guardar su pureza virginal.
• La ley mosaica manda a las madres hebreas que han concebido según el
modo ordinario, que se purifiquen. Ella concibió por obra y gracia del Espíritu
Santo, sin embargo, la cumple con la mayor exactitud, aún a costa de aparecer
una mujer como todas las demás.
• Dios ordena que la Madre del Hombre de los dolores sea Reina de los
dolores, que después del Hijo participe más que nadie de los afanes, de los
sufrimientos y de la Cruz. Ella como Jesús, obedece, "como un cordero sin
voz delante de quien lo esquila". (Is. 53,7).
• Después de la Ascensión del Hijo, la Madre permanece en este mundo,
desea el Cielo y unirse a su Amado: pero Dios quiere que permanezca todavía en
la tierra por algunos años como Directora de los Apóstoles y corno Fundadora
secundaria de la Iglesia. María se somete a los
designios de Dios.
Estos son
algunos rasgos de la sin par devoción de María. Ella es verdaderamente VASO INSIGNE DE DEVOCIÓN.
ROSA MÍSTICA
La rosa
es símbolo y figura de la Virgen María.
La rosa
es, más que todo, por su delicado perfume, la reina de las flores, el ornato de
nuestros jardines, el principal decoro de la primavera.
María es
la Reina de los Santos y, después de Jesucristo, el ornato principal del jardín
místico de Dios que es la Iglesia, más aún, después de Dios, Ella es el
esplendor y el ornato del cielo.
María es
también la ROSA Mística porque es la rosa de
Jericó; las rosas de Jericó tenían la primacía sobre las demás por su
magnificencia, por su rara forma y por su olor exquisito; y los rosales crecían
a manera de árboles.
La rosa
que se abre en la primavera es precursora del verano. María Santísima floreció
en la primavera del mundo; Ella nos anunció, nos prometió y aún más, nos dio a
Jesucristo, luz eterna e indefectible que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo; llama vivísima de caridad y de verdadero amor sobrenatural hacia
los hombres, luz que disipó la ignorancia y los errores de nuestro
entendimiento, que nos hizo conocer la voluntad de Dios, etc.
De todos
estos bienes es presagio María, Mística ROSA y
no sólo presagio sino también prometedora e iniciadora, pues de sus purísimas
entrañas nació Jesucristo, restaurador del mundo.
La rosa
nace, crece, abre sus hermosas hojas, esparce su suave fragancia entre las
espinas; éstas la rodean y la envuelven por todas partes.
María
nació, creció, llegó a su singular perfección entre muy punzantes espinas. Las
adversidades, los más grandes dolores, la pobreza, los peligros, las
persecuciones, la elevaron a una sublime santidad.
Escogida
por Dios para ser copia fiel del Hijo venido a la tierra para sufrir y morir
por nosotros y predestinada a ser con el Hijo, Corredentora.
En
Nazaret y en Belén, en Judea, en Egipto, en Jerusalén y en la cima del
Calvario, María Santísima sufrió los más atroces tormentos.
Rosa MÍSTICA. Mística, Misticismo, los dos términos derivan
del griego Mysticós, que se refiere al misterio o secreto. En la práctica se
usan ambos como sinónimos designando tanto el estado contemplativo en que se
sumerge el alma en su tender a Dios, como la doctrina que trata de esas
manifestaciones espirituales.
Aquí
haremos referencia al estado contemplativo, estado espiritual del alma que,
colmada de la gracia santificarte y purificada del pecado, se eleva a Dios por
un acto de amor, en el que le es dado tener la experiencia de lo Divino.
En sus
distintos grados, que van del recogimiento interior hasta la unión perfecta del
alma con Dios, la vida MÍSTICA se resume en UN INTENSO Y FERVOROSO ACTO DE AMOR.
Grandes
místicos y místicas figuran en la tradición católica de todos los siglos, ej.
San Bernardo, San Buenaventura, Sta.. Catalina de Siena, S. Francisco de Sales,
Sta.. Margarita María Alacoque, S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús, Sta.
Teresita del Niño Jesús, etc.
María
Santísima vivió y experimentó en su propio ser el GRANDIOSO... EL INSONDABLE MISTERIO de la ENCARNACIÓN DEL DIVINO VERBO
en su Purísimo Seno; ¡en qué estado de MÍSTICA
contemplación viviría Ella esos nueve meses! Y después, el resto de su vida.
¡A qué
estado espiritual llegaría su alma Inmaculada, que estaba colmada, plena de
gracia! PRESERVADA del pecado; no purificada del
pecado corno todos los demás santos. Ella vivió un continuo e inagotable acto
de Amor de Dios.
¡Que
unión con Dios tan perfecta, indisoluble, singular. ÚNICA
INCOMPARABLE y MISTERIOSA es la de la Excelsa ROSA MÍSTICA!
TORRE DE DAVID
La Torre
de David era una construcción fuerte y muy hermosa que se elevaba sobre la
cumbre de un monte entre dos profundas vertientes. Esta Torre estaba formada
por gruesos bloques cuadrados, unidos entre sí con hierro y plomo, construida
por el Rey David para defensa de la ciudad de Jerusalén.. Hermosa imagen de
María Santísima que se eleva sublime sobre la cumbre de toda belleza y
perfección, para defensa de la santa Iglesia de Dios, la mística Jerusalén.
En el
antiguo concepto de las obras de defensa, la torre debía tener tres cualidades
principales: Belleza, porque servía de ornamento y era expresión de genio
artístico. Fortaleza, que la hiciera resistente a todo asalto enemigo y
Elevación para que se ensanchara y se extendiera el campo de observación.
Dejando
la belleza para la explicación del título siguiente, hablaremos de las otras
dos cualidades: fortaleza y elevación.
Es la
elevación y sublimidad de la Virgen María tan excelsa que no hay ninguna igual.
Cuanto
más alta es la torre, tanto más se extiende el radio de observación y más
difícil es para los enemigos escalada y más fácil de descubrir al adversario.
De la
misma manera si nos acercamos a María, si nos esforzamos en penetrar en lo más
íntimo de su Corazón, ¡cuánto se extienden los horizontes
del alma!. Las verdades de la Fe reciben mayor luz; se aprecia el valor
de las cosas del Reino de los Cielos; se tiene más clara conciencia de los
propios deberes y de la hermosura de la vida que es el germen de la eternidad;
se descubren con más claridad los propios defectos, las malas tendencias.
¡Qué tranquilidad y seguridad en esta Mística Torre, refugio y defensa
de la Iglesia militante; en el Corazón de esta Madre que conoce los peligros y
las debilidades de sus hijos!
La
segunda cualidad de una torre es la fortaleza porque debe servir de defensa y
de seguridad. Tal es la Mística Torre, María Santísima. El libro de los
Cantares (IV.4) compara el cuello de esta Mujer sublime a la Torre de David,
torre fortísima. De esta alegoría, sacó la Santa Iglesia esta Invocación a
María, Torre de David, escudo y defensa de toda alma que recurre a Ella.
Es
oportuno para imitarla, comentar brevemente, la virtud de la Fortaleza.
Es la
virtud cardinal que nos hace vencer, por amor a Dios las más arduas dificultades
que se oponen a la práctica del bien.
Superar
las dificultades ordinarias y menores que están unidas más o menos a todo acto
bueno, es un grado de perfección común a todas las virtudes, pero no constituye
la virtud de la Fortaleza, que vemos brillar en los Mártires y en los héroes
del apostolado.
La
fortaleza cristiana en primer lugar nos da vigor para afrontar las
dificultades, para rechazar el mal con un valor regulado por la recta razón. Si
el valor obra sin la razón, ya no es fortaleza sino temeridad y desesperación.
En
segundo lugar la fortaleza da valor para soportar los grandes males y para
tolerarlos con paciencia.
No
debemos olvidar las palabras de San Pablo: "todo lo puedo en Aquel que me
conforta" ... es decir en Cristo Jesús, que es mi fuerza ... fuerza de
Dios Omnipotente.
El Divino
Maestro declara que el Reino de los Cielos lo alcanzan los esforzados.
Prescindiendo
de la oración - medio ordinario para obtener todas las virtudes - reducimos a
cinco los medios eficaces para alcanzar la fortaleza cristiana.
1. Por la humildad.- esto es por la consideración de la propia debilidad.
2.-
Por ejercitarse en soportar y aceptar los pequeños
males, combatiendo y superando las dificultades menores para poder vencer las
mayores, porque la fortaleza es un hábito, es decir un modo especial de
proceder que se adquiere con el ejercicio de actos repetidos.
3. Prever las dificultades y prepararse para combatirlas. - El temor que
de improviso nos asalta, exagerado y agrandada por el futuro mal, disminuye con
la previsión y con la reflexión porque se impone la razón y se obtiene la
verdadera y justa apreciación del mal, que resulta muchas veces menor de lo que
al principio se temía.
4.-
Meditando frecuentemente la fortaleza de Jesucristo
y de los Santos. - La fortaleza con la cual se enfrentó Jesús a sus enemigos, a
los más crueles tormentos y a la muerte más dolorosa. Se podrá objetar que
Cristo era Dios, pero no olvidemos que se había revestido de nuestra humanidad,
con sus sentimiento y afectos, con el temor y la repugnancia al dolor y a la
muerte ... y, ¿qué decir de los Santos y Santas y los Mártires que Sufrieron
con indecible fortaleza todas sus penas y dolores?.
5.-
Meditar la grandeza de los bienes eternos que Dios
tiene preparados para los que superan con perseverancia cristiana los males de
esta vida. No hay proporción, escribe el apóstol San Pablo, entre el sufrir en
esta vida y la gloria futura que se nos concederá en la otra. Aquí el sufrir es
leve y está aligerado por la gracia Divina y por los ejemplos de Cristo. Dios
jamás permite que seamos tentados o atribulados por encima de nuestras fuerzas.
El primer
instante en el que lleguemos a la presencia del Padre, a la Patria eterna, nos
compensará sin medida y nos hará olvidar completamente todo sufrimiento pasado
... Dios secará toda lágrima.
Estas son
las reflexiones que debemos hacer para obtener la fortaleza cristiana.
Madre
Santísima que con el auxilio de tu fuerza, podamos vencer siempre el mal,
soportemos las penas y dolores propios de esta vida y alcancemos los bienes
futuros.
¡Oh
Virgen INVENCIBLE! Torre de David.
TORRE DE MARFIL
El marfil
se obtiene de los elefantes, del hipopótamo y del narval (cetáceo de cabeza
grande y boca pequeña, con dos incisivos, uno grande, del que se saca el
marfil); trabajado por artífices, se elaboran objetos muy apreciados.
La
blancura del marfil no lastima la vista como la blancura de la nieve, pero es
agradable y tranquila como la blancura de la lana, del armiño o de una flor; es
símbolo del alma limpia de culpa, discreta, amable, indulgente, que sabe
compadecer y tolerar porque es humilde y ama a los pecadores. La verdadera alma
limpia es la que en el instante en que ve las miserias ajenas, sin mancharse
con ellas, se compadece para sanarlas.
Hay una
aparente alma limpia ... la de ciertos cristianos que no saben compadecerse de
las miserias ajenas o de los defectos de los tiempos, son censores muy rígidos,
que todo y a todos desprecian y critican; tienen para nuestra época únicamente
recriminaciones y condenas; no le tienen comprensión a nadie. Esos cristianos
implícitamente se exaltan a sí mismos, olvidan a menudo su propia maldad y se
parecen al fariseo de la parábola "no soy como los demás... "
Dice muy
bien en el libro La Imitación de Cristo:... "nos gusta la perfección en
los demás y, sin embargo, no enmendamos nuestros propios defectos..." .
Los
Santos como San Francisco de Sales, San Felipe Neri, etc., rígidos para con
ellos mismos, eran indulgentes y piadosos, no al pecado pero si para los
pecadores. Jesús, indulgente, comprensivo y misericordioso, perdonaba y
convivía con los pecadores ... y comía con ellos, por eso fue calumniado.
María
Santísima con su amor maternal para nosotros pecadores, con su indulgente
bondad ... con la HERMOSURA de su limpia e
Inmaculada alma ... con la blancura MAS que del Marfil es invocada como TORRE DE MARFIL.
CASA DE ORO
Entre los
gloriosos títulos de las Letanías de nuestra Madre Santísima algunos son
símbolos o figuras bajo los cuales Ella está representada. El que ahora vamos a
comentar es uno de los más brillantes, que pone en claro Su grandeza.
El oro es
el más hermoso de todos los metales, el que tiene más valor. La plata, el cobre
y el acero, pueden ser bellos y brillantes pero el oro les aventaja en riqueza
y esplendor. Por esta causa en la Sagrada Escritura, la Ciudad Santa, es
llamada de oro, en lenguaje figurado. quiere, sin duda, darnos una idea de la
admirable hermo"La
Ciudad Santa, dice San Juan, era de oro puro...", sura del cielo
comparándola con el oro.
Por esto,
también María es llamada Casa de Oro, porque sus virtudes y su pureza que
tienen un brillo trascendental y una perfección deslumbradora, son como una
admirable obra hecha de oro purísimo.
Imaginemos
que contemplamos una gran Iglesia, hecha únicamente de Oro, desde los cimientos
hasta el techo. Eso es María Santísima.
Ante todo
se llama CASA. El Verbo de Dios, se lee en los
Proverbios (9.1), erigió para sí mismo como morada, una noble CASA, un Palacio,
un Templo magnífico; lo levantó sobre 7 columnas de precioso mármol; obra
admirable de la eterna Sabiduría en el que habitó con su misma Divina Persona,
fue su Huésped y más que su huésped. Un huésped llega a una casa y después se
marcha de ella. Nuestro Señor en esta santa casa tomó su Carne y su Sangre ...
de la carne y de las venas de Ella. Era necesario que esta CASA fuese hecha de ORO,
porque había de dar parte de este oro para formar el Cuerpo del Hijo de Dios.
Esta CASA tiene por sólido fundamento, la humildad más
profunda, por paredes las más singulares virtudes; por adorno la riqueza de
todos los dones de la naturaleza y de la gracia; por techo la CARIDAD más perfecta hacia Dios y hacia los
hombres.
Está
cimentada sobre siete columnas que indican las Virtudes Teologales y Cardinales
y los dones del Espíritu Santo. Por eso esta CASA es
digna de Dios.
María
Santísima fue de ORO en su Concepción Inmaculada
y de ORO en su nacimiento; pasó por el
sufrimiento como el oro por el crisol y cuando subió al cielo fue "colocada junto al Rey y ataviada con vestiduras de ORO".
• El oro
ha sido siempre la base y la medida de la riqueza
material. Llamar a María CASA DE ORO equivale a proclamarla la más rica de
todas las criaturas y soberana señora de todas las riquezas ... Madre del
Verbo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
• El oro es uno de los metales más pesados. Sobre la justa balanza de
Dios tienen mucho mayor peso las oraciones y méritos de María Santísima que los
de todos los Santos.
• El oro no se oxida, como otros metales, conserva siempre su brillo
natural, su esplendor. También en este sentido, las virtudes de Ella fueron ORO
PURÍSIMO, no tuvieron jamás ni la más pequeña mancha o defecto.
• El oro es resistente, soporta el martillo sin romperse. Aquello que no
es oro fino, no resiste, y bajo el martillo se deshace. María bajo los golpes
del dolor, se ilumina de la más augusta belleza moral.
En esta
vida, quien acoge el dolor con paciencia, con amor a Dios y con la mirada
puesta en el Calvario, es un buen cristiano: por el contrarío, quien se queja y
no acepta la voluntad de Dios da muestra de no conocer el programa evangélico
de Jesús. "renúnciese a sí mismo, tome su cruz
cada día y sígame".
Pidamos
la Intercesión de nuestra Madre Santísima. Templo ... CASA
DE ORO, para que nos obtenga el perdón de los pecados y la perseverancia
final para nuestra salvación y la de los nuestros. Dios nada le negará.
ARCA DE LA ALIANZA
Todos los
personajes más ilustres, los más notables sucesos y las cosas más nobles del
Antiguo Testamento eran figuras de los acontecimientos y de los personajes del
Nuevo, enseña el Apóstol San Pablo ( 1 Cor. X, 11), por esto representaban a
Cristo principalmente, a su Iglesia y a María su Madre, Así eran figuras de
Ella: el Arca de la Noé, el Arca de la Alianza, etc.
Él Arca
de la Alianza, construida por Moisés bajo el diseño dado por Dios mismo, era
una caja que medía 1.25 m. de largo: 0.75 m. de alto y otro tanto de ancho,
hecha de madera incorruptible. forrada por dentro y por fuera con láminas de
oro, con una cubierta llamada Propiciatorio, hecha de oro macizo y con dos
querubines que cubrían el Arca con sus alas extendidas: en ella se conservaban
las Tablas de la Ley. Mediante dos barras cubiertas de oro que pasaban a través
de cuatro anillos, también de oro, puestos en los ángulos, era llevada por los
levitas. (cfr. Éxodo 25:10.22).
Consideremos
para nuestra edificación y gozo las principales semejanzas entre el Arca de la
Alianza y María Santísima.
• El Arca simbolizaba la firmeza y la constancia de María en la práctica
de las más singulares y excelsas virtudes que poseía desde el primero hasta el
último instante de su vida. Firmeza y constancia que brillaron de modo
particular en los días del martirio. ¡qué lecciones para nosotros!.
• El Arca estaba forrada por dentro y por fuera de ORO purísimo y simbolizaba
a María, llena de todas las virtudes, especialmente del amor a Dios y a la
humanidad, que es la más preciosa de todas las virtudes, como el oro es el más
precioso de los metales.
• El Arca era la mayor gloria de Israel, Dios residía en ella, desde
ella daba sus respuestas y daba a conocer al pueblo su voluntad. La Virgen
Santísima, es después de Dios, la gloria y la alegría de la celestial Jerusalén
y de la Jerusalén terrestre: la Santa Iglesia.
• El Arca tenía dos querubines. María en el Cielo está cortejada por los
Coros Angélicos, como Reina de los Angeles.
• El Arca DE LA ALIANZA tenía el PROPICIATORIO que cubría el Arca y era
de ORO purísimo, y sobre el Propiciatorio, entre las alas de los Querubines,
habitaba Dios.
EN
EL SENO VIRGINAL DE MARIA PUSO DIOS SU SEDE POR LA DIVINA OBRA DE LA
ENCARNACIÓN y por este motivo ella es nuestro
Propiciatorio, nuestra Medianera de gracia ante su Divino Hijo.
• El Arca guardaba las Tablas de la Ley, un vaso con el prodigioso Maná
y la vara de Aarón que floreció milagrosamente en señal de que Dios lo elegía
para sumo Sacerdote.
Las Tablas de la Ley, monumento de la Sabiduría de Dios, figuran la
Sabiduría de María Santísima, profunda conocedora y perfecta ejecutora de la
Ley Divina. La vara de Aarón, símbolo de autoridad, indica el soberano poder
que Dios confirió a María de conceder gracias y de regir, sujeta a su Divino
Hijo, la Santa Iglesia. El Maná milagroso, alimento celestial dotado de todo
sabor, nos recuerda la dulzura y la incomparable bondad de la Madre de Dios
tanto para los justos como para los pecadores.
En resumen, en el Arca nos place ver especialmente el símbolo de María
Inmaculada, que concibió al Verbo de Dios y lo dio a luz de modo inefable
Esta Arca mística fue también construida bajo el diseño Divino. San
Bernardo la llama "escogida y conocida desde toda la eternidad por el
Altísimo para que fuese un día su Madre".
• Esta MÍSTICA ARCA fue preparada para ser la Sede de la Sabiduría
Increada, el Tabernáculo de Aquel que por su
ENCARNACIÓN es LA ALIANZA SUBLIME entre Dios y el ser humano de la ALIANZA
ESPECIALÍSIMA entre el Amor
Infinito y Eterno de Dios y, LA HUMANIDAD PECADORA
REDIMIDA POR EL VERBO DIVINO . ENCARNACIÓN REDENTORA
El Seno Purísimo de María como ARCA
DE LA ALIANZA. por su trascendental
palabra: "HÁGASE EN
MI" nos dio a
Jesucristo que es el CAMINO, LA VERDAD Y LA
VIDA.
PUERTA DEL CIELO
María
Santísima es invocada como PUERTA DEL CIELO porque
fue por Ella que Nuestro Señor Jesucristo pasó del Cielo a la tierra.
Fue
voluntad de Dios, que aceptara voluntariamente y con pleno conocimiento el ser
Madre de Jesus y no que fuera un simple instrumento pasivo, cuya maternidad no
hubiera tenido mérito ni recompensa. Dios espero la respuesta de Ella que con
pleno consentimiento de un corazón lleno de amor de Dios y con gran humildad
pronunció las sublimes palabras. "hágase en
mí, según tú palabra".
Fue por
este consentimiento que se convirtió en la PUERTA DEL
CIELO ... porque el Verbo Divino entró en el mundo al Encarnarse en el
Seno Purísimo de María ... y habitó entre nosotros.
Jesús
dijo de sí mismo "Yo soy la Puerta"
(Jn. 10.9) la Puerta de la Iglesia y por tanto la Puerta del Cielo.
Dice San
Gregorio Magno: "entra por LA PUERTA que es
Cristo, aquel que por la gracia Divina profesa las verdades de la fe, las
guarda con la CARIDAD y las manifiesta prácticamente con las obras". Por
consiguiente la fe verdadera y el amor operativo, frutos de la gracia Divina,
son las condiciones indispensables para entrar en el cielo.
El amor y
la devoción a María (después de Cristo) son el medio más eficaz y seguro para
conseguir la gracia Divina y los dones de la fe.
La fe en
la Humanidad de Jesucristo es tan necesaria para nuestra salvación como la fe
en su Divinidad.
La fe en
la Santísima Humanidad de Jesucristo se aclara y se afirma; nos da luz, al
reflexionar y meditar en la prodigiosa Maternidad Virginal de María. Por medio
de Ella, conocemos también a Dios.
Ilustremos
este pensamiento con la guía de los Teólogos. Dios creó todas las cosas para
gloria suya.
Si El
--causa primera, absoluta y eficiente de la creación-- debía ser el fin último
y supremo de todas las criaturas, debía serlo especialmente de las más nobles,
dotadas de inteligencia y de libertad, esto es, de los ángeles y de los
hombres.
Estos
debían inmediata y directamente servir a Dios, conocerle y amarle, esto es,
darle gloria, para abismarse después en El y en su perfecto conocimiento y
amor, y en la gloria que habían de tributarle, hallar su suprema felicidad;
pero el homenaje y la gloria que podían dar a Dios estas criaturas, tan
sublimes como se quiera, es siempre escaso y defectuoso, infinitamente distante
del mérito que tiene Dios para ser obsequiado y glorificado, puesto que siempre
será finito, y Dios merece gloria infinita.
¿Quién puede tributar a Dios esta gloria infinita? Nadie más que un Ser infinito, nadie más que Dios. Pero este Dios debía
ser también a la vez criatura, porque debía ser el representante de las
criaturas y tributar a Dios gloria en nombre y representació n de las criaturas.
Y he aquí que ya se perfila, en el admirable plan de la Sabiduría de Dios, el
misterio de la Encarnación del Verbo, por el cual el Hijo de Dios se hizo
criatura, asumió nuestra naturaleza y la unió hipostáticamente a la eterna
naturaleza Divina en unidad de Persona.
Así fue
resuelto el arduo problema: Jesucristo es verdadero Hombre y verdadero Dios,
como hombre dio y continúa dando gloria a Dios, como Dios da a esta gloria un
precio, un valor, un mérito infinitos; esta gloria es dada por la criatura y es
digna de Dios: el Hombre paga su deuda a Dios, y así, se hace digno de entrar
en el cielo y gozar de Dios.
María
Santísima ES MADRE DEL VERDADERO DIOS Y VERDADERO
HOMBRE.
Por estas
consideraciones podemos entender la decisiva importancia que tiene la verdadera
devoción a la Excelsa Madre de Dios, devoción sólida y perseverante de amor
efectivo, de obras buenas y de constante alejamiento del pecado.
ESTRELLA DE LA MAÑANA
La
Iglesia que va recogiendo en las Letanías las más preciadas flores del
pensamiento, de la naturaleza y del simbolismo para coronar a la Santísima
Virgen, su Madre y Reina, le muestra su amor, combinando figuras y símbolos que
expresan dignidad, elevación, fuerza, esplendor y hermosura singular, todo
apropiado a la dulce Reina del Cielo.
Toda
aspiración del alma, todo sentimiento, todo afecto del corazón, encuentra su
eco en las Letanías.
En esta
Invocación, la Iglesia toma por símbolo LA ESTRELLA,
María no es una estrella común, es la ESTRELLA DE LA
MAÑANA, el astro más brillante del cielo, después del sol. Es llamada
así por varios Astrónomos; también en esto es figura expresiva y noble de María
que por su excelsa dignidad de Madre de Dios, es el astro más brillante del
cielo, después del Divino Sol de Justicia: Jesucristo.
La
estrella de la mañana anuncia el fin de la noche y la luz de la aurora, el
principio del día: de la misma manera, la Virgen María anunció, al nacer el fin
de la noche y de las tinieblas en la que los hombres de tantos siglos yacían
sepultados.
Ella es
la bellísima aurora que anuncia un día todavía más hermoso en que el Sol
divino: JESUCRISTO, ha de iluminar al mundo,
disipando la ignorancia y el error y con aquel calor sobrenatural del fuego que
trajo sobre la tierra ha de encender el corazón de los hombres y hacer germinar
y crecer virtudes fecundas en frutos y en la más eminente santidad.
María
precedió al Sol Divino y le preparó en sí misma la morada y Ella fue, como
astro menor, fiel seguidora de su Divino Hijo que es el sol y centro de
gravitación del mundo de las almas.
Lo siguió
personalmente en Egipto, en Jerusalén, en Judea, en el Calvario; lo siguió en
la Pasión y en los dolores de la Cruz, lo siguió y lo sigue en el triunfo y en
la gloria, en el amor a Dios y en la Oblación que de El hizo por nosotros al
Padre Eterno.
Nosotros
debemos seguir al Señor, imitándole en cuanto nos es posible. María Santísima
nos ofrece en sí misma el más perfecto modelo.
La
imitación de Jesucristo no es un sencillo consejo sugerido a las almas más
generosas. Imitar al Divino Salvador ES UN DEBER,
un precepto para todos. Si nos gloriamos del nombre de cristianos, debemos, por
consiguiente, ser seguidores e imitadores de Jesucristo.
El
Espíritu Santo con su Luz ilumina nuestra inteligencia para comprender la
necesidad del máximo esfuerzo que debemos hacer para conseguir la perfección
cristiana, que principalmente consiste en el Amor de Caridad con el que debemos
amar a Dios y amar al prójimo como El nos ama.
El largo
y paciente trabajo de modelar nuestra vida sobre el ejemplo luminoso de María
Santísima requiere el ejercicio de la mente y de la voluntad que deben ser
confortados continuamente por la Divina gracia de los sacramentos (confesión y
comunión).
La
estrella de los hijos, que debe brillar, por así decirlo, en el cielo de la
familia, es el "ejemplo" de los
padres, sin el cual para nada ayudarían ni la más cuidada educación ni las más
prudentes correcciones.
No
olvidemos que "la educación es una IMITACIÓN"
... o sea que debemos EDUCARLOS CON EL EJEMPLO.
Escribe
un autor que, antiguamente, en el mar, los navegantes se orientaban por la
estrella de la mañana para llegar al puerto al que se dirigían ... a su
destino.
Para
nosotros, los mortales, que navegamos en el mar de la vida, María debe ser
siempre la guía que nos conduzca al Puerto Seguro ¡el
Corazón de su Divino Hijo!, para alcanzar la felicidad eterna. Y a
nosotros nos corresponde ser para los hijos: LA ESTRELLA
que con EL EJEMPLO, les ayude a buscar siempre
la protección maternal y la guía en su propia vida de
LA ESTRELLA DE LA MAÑANA La Inmaculada y Amorosa Madre María Santísima.
SALUD DE LOS ENFERMOS
El pecado
original introdujo en el mundo la enfermedad y la muerte.
En medio
de esta condición, cuánto necesitamos del médico, pero aún los más sabios y
mejores, en muchos casos, no pueden curar algunas enfermedades.
La Santa
Iglesia nos propone una Doctora poderosa, sabia y amorosa: La Santísima Virgen
María, salud de los enfermos, que nos ayuda y conforta.
En primer
lugar consideremos que Ella intercede por nosotros para adquirir la salud del
alma y nos ayuda a apartarnos del mal que la destruye.
San
Bernardo dejó en sus escritos, hermosos pensamientos acerca de nuestra amada
Madre, que podemos aplicar para alcanzar la salud del alma:
• Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los
escollos de las tribulaciones, invoca a María, llama a María.
• Si se agita la soberbia, la ambición o la incomprensión, mira a María,
llama a María.
• Si la ira, el egoísmo o el deleite en el mal violentan la navecilla de
tu alma, mira a María, invoca a María.
En el peligro, en la angustia, en la ansiedad, piensa en María, invoca a
María.
• Si te turba la memoria de la enormidad de tus faltas, de la fealdad de
tu conciencia y comienzas a sumergirte en la tristeza, en la desesperación,
piensa en María, invoca a María.
• No la apartes a Ella de tu corazón. No te saldrás del CAMINO si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella
piensas.. Si tú no te sueltas de SU MANO, no caerás; nada
tendrás que temer y llegarás felizmente al
PUERTO, que es EL CORAZÓN DE JESÚS.
Dice también San Bernardo que Jesús es miel en la boca, melodía en el
oído y gozo en el corazón, pero ... añade San Bernardo: también es MEDICINA...
Esta Medicina concede LA SALUD AL ALMA, si nos esforzamos por conseguirla (el enfermo
debe tomar la medicina que le receta el médico para alcanzar la salud). María SALUD DE LOS ENFERMOS nos dio a Jesús ... nos dio al MÉDICO DIVINO ... NOS DIO LA MEDICINA..
En segundo lugar consideremos que el cuerpo humano está sujeto a
contraer enfermedades que ponen a dura prueba la ciencia médica, enfermedades
manifiestas o latentes, lentas o fulminantes, algunas contagiosas, que hacen
sufrir a la humanidad.
Si en todo momento de la vida necesitamos la ayuda de Dios y del socorro
y protección de María, esta necesidad se hace más sensible y urgente en la
enfermedad.
Pidamos a nuestra Amada Madre su auxilio para nosotros y para nuestros
familiares y Ella benignamente nos escuchará y nos ayudará.
Una madre vela a su hijo enfermo de día y de noche sin mostrar
cansancio; estudia todas las formas de procurarle alivio, ruega y se sacrifica
para curar a su hijo. ¿Qué la mueve? la mueve su amor, el amor que Dios puso en
el corazón de las madres, y que es un pálido reflejo del amor maternal de
María, amor vigilante y solícito cuando sus hijos están afligidos por la
enfermedad.
El Evangelio nos dice que muchos enfermos fueron curados prodigiosamente
por Jesucristo El le ha cedido en el cielo a su Santísima Madre esta virtud,
este dominio sobre la naturaleza doliente.
Son innumerables los testimonios de curaciones milagrosas que se
encuentran en algunos Santuarios Marianos por ejemplo: en Fátima y en Lourdes.
Son testimonios de gratitud a Ella por favores recibidos, especialmente por la
curación de algún ser querido enfermo.
Aún en el caso de que la curación llegue con lento proceso natural, sin
formas prodigiosas ¿quién puede medir los cuidados de esta Madre incomparable?
Ella ilumina a los médicos. infunde fortaleza y confianza al enfermo, aumenta
la paciencia y el afecto en aquel que lo asiste, alcanza eficacias a las
medicinas, Ella hace sentir al enfermo la función providencial y benéfica del
dolor que lo hace más semejante a su Divino Hijo crucificado.
Si el enfermo está en pecado, Ella intercede. recordando a su Amado Hijo
aquellas palabras. "No quiero la muerte del pecador sino que se convierta
y viva". ¡Cuántos cristianos le deben a Ella su curación y el consiguiente
arrepentimiento! , es decir, el tiempo de vida que Dios le concedió para su
salvación.
Y si en los designios de El está señalada la muerte del enfermo,
entonces el amor de nuestra tierna Madre disipa amorosamente las ilusiones que
ocultan a menudo la gravedad del mal y le inspira al enfermo y a sus familiares
el deseo de la presencia del sacerdote.
Es Ella la que alcanza en el corazón de quien está próximo a morir el
perfecto dolor de los pecados, el valor de confesarlos sinceramente, el fervor
y el anhelo de recibir el Santísimo
Sacramento y también la resignación a la voluntad Divina para poder
identificarse con el Hombre - Dios en el sufrimiento de Getsemaní, para con El
decir al Padre. "si es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi
voluntad sino la Tuya" y tranquilo hará el ofrecimiento de su dolor.
No olvidemos que la Iglesia nos ha dado también como poderoso Intercesor
para la hora de la muerte al Santo Patriarca San José, casto esposo de la
Inmaculada Virgen María.
Los ejemplos de las conversiones obtenidas en el lecho de muerte,
inclinan el corazón a la esperanza en la clemencia Divina y manifiestan la
bondad inagotable y la poderosa Intercesión de María, pero esto no debe ser
motivo para atreverse a vivir en pecado con la perspectiva de la penitencia
final. Esto sería una grave imprudencia y una total impiedad.
Pidamos a María Santísima SALUD
DE LOS ENFERMOS nos asista en
todas las enfermedades que padecemos y padeceremos, pero especialmente en la
postrera, para tener paciencia y para que nuestro corazón, en aquella hora, sea
todo de Dios. Que el nombre de Su Divino Hijo, el de Ella y el de su castísimo
esposo San José estén en nuestra mente y puedan
pronunciarlo nuestros labios en el momento supremo.
REFUGIO DE LOS PECADORES
Este
piadoso oficio de María Santísima no se debe entender como contrario a la
justicia Divina sino que más bien, Ella cumple de esta manera la amorosa
voluntad de Dios, que constituye a nuestra Señora como un refugio para que por
su medio brille Su Infinita Misericordia que quiere la conversión de los
pecadores.
Jesucristo
es nuestro MEDIADOR ante el Padre. Nos dice San
Juan: "Os escribo esto para que no pequéis y si alguien peca tenemos a UNO que ABOGE
ante el Padre: a Jesucristo (1a. Jn. 2:1), pero además de El, tenemos a María,
Madre de Dios y Madre nuestra, constituida por Dios medianera entre El y
nosotros pecadores.
Dos
gracias principales son necesarias a un pecador
para alcanzar la futura felicidad: La conversión o el perdón de los pecados y
la perseverancia en el bien.
Ambas gracias nos alcanza María REFUGIO DE LOS
PECADORES, si se lo pedimos continuamente y si .... "hacemos lo que El nos dice", como Ella
nos lo pide.
CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS
El ser
humano se ve sacudido no sólo por la enfermedad del alma: el pecado ... y la
enfermedad del cuerpo: el dolor físico, sino que la vida está llena de espinas
y abrojos que nos afligen, nos oprimen y no nos dejan vivir en paz porque
lastiman el corazón y llenan de lágrimas los ojos.
Resumimos
todo esto bajo el nombre genérico de TRIBULACIONES
y AFLICCIONES que serán motivos para apreciar
más la bondad de María Santísima que nos consuela, si recurrimos a Ella con
mayor frecuencia y confianza.
Nadie
negó y nadie puede negar jamás la existencia del dolor en el mundo. Se nace con
llanto; se crece luchando contra tantos obstáculos que hacen sufrir: se vive
bajo el peso diario de responsabilidades y preocupaciones.
La
filosofía de todos los tiempos ha intentado en vano eliminar el dolor de la
vida; no ha logrado más que arrancar aquello que explica el misterio del dolor
y lo hace llevadero, arrancando a Dios del corazón de muchos hombres ... y EL DOLOR MAS TERRIBLE ES SUFRIR SIN DIOS.
Cuando el
dolor se nos presenta en alguna de sus formas, se pregunta uno angustiosamente ¿por qué el dolor? Y si la FE no ilumina, si la FE
no responde a este doloroso ¿por qué?, se
pierde la interrogación en el vacío sin una respuesta que satisfaga.
Solamente
la FE nos da una respuesta tranquilizadora, digna de la Sabiduría de Dios y de
la dignidad del hombre. Cuando con el primer pecado se precipitaron los hombres
en el abismo de la condenación eterna, Dios misericordioso, - en el mismo
instante en que prometía enviar al Redentor - confió la humanidad al Angel del
dolor para que la purificara y la hiciera semejante al Restaurador prometido,
que nos redimiría precisamente a través de las humillaciones y de los más
grandes dolores.
El pecado
introdujo en el mundo el dolor y la muerte: del pecado provienen las
adversidades.
El dolor
recibió de Dios una misión providencial; es el artífice de toda grandeza moral.
Para que el dolor cumpla en nosotros su misión debe ser acogido con FE CONSCIENTE y con cristiana resignación.
Sin
embargo, el dolor es siempre dolor y exprime del corazón las lágrimas que son
la sangre del alma. ¿Quién podrá ofrecernos el
alivio necesario? ¿Quién podrá CONSOLARNOS? María
Santísima, nuestra amorosa Madre la Consoladora de los afligidos, Ella puede y
quiere endulzar nuestras amarguras y aliviar nuestros dolores, si se lo
permitimos.
María
hace suyas nuestras aflicciones y se apropia nuestro dolor, si se lo
entregamos, y una sola mirada de piedad y de amor de esta dulce Madre basta
para tranquilizar el corazón más adolorado y suavizar las más fuertes
adversidades.
¡Oh Madre piadosa, CONSUELO DE LOS
AFLIGIDOS, calma
nuestras angustias!.
AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
El
corazón de la Virgen María es tan grande que abarca y contiene a toda la
humanidad. Dios la creó para que fuera su Madre y madre de todos, la dotó de
esta universalidad de afectos para que los afligidos, los enfermos, los
pecadores, que recurren a Ella, experimenten esta singular bondad suya.
En la
Iglesia se centra la Obra santificadora de Cristo y aunque ella es la amada
esposa de Jesús "sin arruga o defecto" (San
Pablo) no la sustrajo a las vicisitudes humanas y quiso que tuviera la
apariencia de debilidad. En realidad, posee la misma fuerza de Dios, que le
prometió la asistencia perenne del Espíritu Santo y así se apoya segura y
confiada en las palabras infalibles de su Fundador: "He aquí que estaré con vosotros hasta el fin de los
siglos".
San Juan
en el Apocalipsis la describe como la ciudad santa, la nueva Jerusalén y así,
la nueva Jerusalén (la Iglesia), tiene en María Santísima a su poderosa
defensora contra los enemigos de todos los tiempos. Estos enemigos son de dos
clases: internos y externos.
Los
internos son aquellos que atentan a la verdad que la Iglesia nos enseña, los
que pretenden introducir en ella, el error, o sea, los mismos cristianos que se
oponen con obstinación, con terquedad a lo que propone la Iglesia Católica.
Los
enemigos externos son los que no perteneciendo a la Iglesia Católica, la atacan
y pretenden destruir la FE de sus miembros que son el Cuerpo Místico de Cristo.
De estas
consideraciones sobre el glorioso título de Auxilio de los Cristianos debemos
sacar dos importantes enseñanzas para normar nuestra vida cristiana:
• Ante todo un filial amor a la santa Iglesia y a su Cabeza visible: el
Romano Pontífice. En el amor de todos los católicos, que se centra en el Papa,
en la asistencia perenne de Jesucristo y en la poderosa protección de María
tenemos una fuerza superior que nos consuela y alienta.
• Otra enseñanza, más necesaria hoy que nunca, surge de la maternidad
universal y auxiliadora de María y es el deber que tenemos de extender la CARIDAD CRISTIANA con la que nos debemos amar unos a otros, como Dios nos ama, sin
distinción alguna. sin olvidar que es contrario a la caridad, levantar barreras
de división, de odio, de incomprensión, etc.
¡Oh Madre Santísima que en tus entrañas maternales acoges a toda la
humanidad y que a todos socorres en sus necesidades, alcánzanos de tu Divino
Hijo esta universal caridad así como la fidelidad a la iglesia católica,
fundada con la Sangre de Jesucristo, que es también tu sangre!.
¡Auxilio
de los cristianos, ruega por nosotros!.
REINA DE LOS ANGELES
Esta
última parte de las Letanías, reúne y exalta las excelsas grandezas de María
celebrando su soberana realeza en el cielo y en la tierra, Por doce veces le
damos el glorioso título de Reina A la Hija, a la Madre, a la Esposa del Rey,
debemos invocarla como a Reina porque el titulo de Rey no sólo corresponde a
cada una de las Personas Divinas, sino también a Dios - Hombre, el Hijo de
María Santísima. El mismo aprobó para su Persona este nombre: "Sí, como dices, soy Rey" (Juan 18,37).
A la diestra
del Rey, el Salmista vio a una Reina, vestida con manto de oro, gozosa del
poder que Dios le ha otorgado, de poder conceder a quien la invoca toda clase
de gracias y bendiciones. Esta Reina es María que fue investida de esta
dignidad cuando Dios Padre, desde toda la eternidad la eligió por su Hija, por
Esposa del Divino Espíritu y por Madre de su Unigénito y fue constituida Reina,
no solo de los hombres, sino también de los Angeles, que son espíritus puros,
muy poderosos, ágiles como el pensamiento y puros como la luz. Son
inteligencias tan grandes que si queremos honrar, entre nosotros, un
entendimiento, lo llamamos: angélico.
Los
ángeles son ministros del Omnipotente. ¡Qué honor
tener dominio sobre estos espíritus tan nobles; ser Reina de súbditos tan
numerosos y potentes! Y esta autoridad y poder corresponde a María Reina
de los Angeles, porque les aventaja en dignidad, es más excelsa que ellos.
La raíz
de su excelsa dignidad, de su autoridad y de sus privilegios se debe a que es
Madre del Verbo Divino. Ella pudo decir con el Padre Eterno: "Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy" (Salmo
2:7)
La causa
de tanta exaltación de María fue SU SINGULAR HUMILDAD.
Humildad
es el conocimiento de nuestras limitaciones y debilidades y obrar de acuerdo
con este conocimiento. Es un movimiento de "descenso"
cuyo punto de partida es el falso lugar que nos señala
el amor propio y cuyo término es la verdad. Por eso "la humildad es la
verdad". (Sta. Teresa).
Así,
cuanto más llenas de amor propio, tanto más vacías estamos de verdaderos
méritos.
Veamos en
la Anunciación el ejemplo tan grande de humildad de María. Ante la sublime
revelación del Angel que la proclama Madre de Dios, Ella protesta ser solamente
la humilde esclava (servidora) del Señor. La verdadera humildad se manifiesta
en la obediencia.
¡Oh Madre amada. Reina de los Angeles, alcánzanos la gracia de saber
combatir nuestro amor propio para ser verdaderamente humildes!.
REINA DE LOS PATRIARCAS
Patriarca
es una palabra griega que significa padre o jefe.
Con el
nombre de patriarcas se honra a algunos santos del Antiguo Testamento, elegidos
por Dios como guardianes y depositarios de la fe en el futuro Mesías. Esta fe,
avivada por las frecuentes revelaciones de Dios, fue transmitida por los
Patriarcas a sus descendientes como un faro de luz en medio de las tinieblas de
la ignorancia y del pecado.
También
en los siglos cristianos se da por analogía el nombre de Patriarca a los santos
Fundadores de las más famosas Ordenes Religiosas, puesto que también ellos
engendraron espiritualmente a la vida de la perfección evangélica a muchas
almas.
Los
Patriarcas fueron, bajo diversos aspectos, figuras de Jesucristo; lo
representaron en varios misterios de su vida, de su muerte y de su obra
redentora. Y en la debida proporción representaron también a María, pues quien
representa al original, representa por lo mismo a la copia fiel.
Simbolizada
en Noé, único padre salvado del diluvio y destinado a repoblar el mundo; Ella,
única preservada del naufragio universal de la culpa, toda santa, renovó
moralmente al género humano y contribuyó a reparar los daños causados por el
primer pecado.
Abraham,
admirable ejemplo de fe y de obediencia, padre de los creyentes, dispuesto a
sacrificar a su unigénito sobre el Monte Moría, fue una pálida figura de María
Santísima dotada de la más viva Fe y de la más perfecta obediencia. Madre
amorosa de todos los redimidos, sacrificó a su unigénito Hijo para la redención
del género humano sobre el Monte Calvario en el Altar de la Cruz.
Moisés,
el amigo y confidente de Dios, que hablaba con El como un amigo con su amigo,
es comparado a María Santísima, no solo amiga, sino también Madre de Dios, que
vivió con El treinta y tres años con aquella confidente autoridad que nacía de
su ser de Madre.
La mujer
fuerte de la Sagrada Escritura (Proverbios) es 'una imagen de María Santísima,
tabernáculo viviente de Dios.
También
la Iglesia Católica tiene, en un sentido espiritual, sus Patriarcas. Ellos no
prefiguran a Cristo que ha de venir sino que siguen SUS
huellas y lo copian con aquella perfección que es posible a la humana
naturaleza vigorizada por la gracia.
Estos
Patriarcas son los Fundadores de los Institutos Monásticos y de las Ordenes
religiosas, verdaderos padres, que dieron a la Iglesia una inmensa cantidad de
almas santas.
Si María
es llamada Reina de los antiguos Patriarcas, por las mismas razones debe ser
llamada Reina de los nuevos, puesto que ellos procuraron imitar sus virtudes,
fueron los maestros de la devoción a Ella y promovieron su culto.
En este
punto de la explicación de las Letanías es oportuno tratar brevemente del
glorioso Patriarca San José, esposo purísimo de la Virgen Inmaculada, puesto
que la devoción a la esposa, redunda naturalmente en la persona de su digno
esposo.
Aunque
San José no cooperó a la generación del Verbo encarnado sí contribuyó
principalmente a cuidar y alimentar al Dios - Hombre y fue testigo continuo de
las acciones de Jesús y de María; atento escucha de sus palabras, compartió con
Ellos durante muchos años los gozos y las penas, las esperanzas y el amor a
Dios y a los hombres.
San José
es la sombra y el reflejo del Eterno Padre, él ocupa en la tierra su lugar y
Cristo reconoce los derechos paternos de José.
Nunca
podremos expresar con palabras la santidad, la virtud y la gran dignidad de
este sumo Patriarca entre los Patriarcas.
El Papa
Pío IX, para poner su persona y la de todos los fieles bajo la protección de
San José, por Decreto del 8 de Diciembre de 1870, lo nombró solemnemente
Patrono de la Iglesia Universal.
¡Madre
Santísima, Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros!.
REINA DE LOS PROFETAS
El
principal sentido que la Sagrada Escritura da al nombre de Profeta, es el de
persona enviada por Dios, la cual, por ilustración divina, conoce con la máxima
certeza y por divina inspiración predice cosas o sucesos futuros, que no se
pueden conocer por ningún medio humano. Solo Dios es el autor de las profecías.
María es
llamada Reina de los Profetas por dos razones:
• Porque Ella fue mostrada por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y
ellos la preanunciaron con palabras, figuras y símbolos.
• Porque Ella misma, dotada del espíritu de profecía, conoció y predijo
muchas cosas futuras.
El objeto central y primario de las antiguas profecías es el Redentor
prometido: Jesucristo.
Todo está predicho por los Profetas: el linaje, la familia de la cual
surgirá la estrella de Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el
tiempo, el lugar y las circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con
las humillaciones, dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el
reino de la Iglesia.
Pero no se podía anunciar al Sol, el Hijo del Altísimo, sin señalar a la
gran Señora que le había de engendrar en su Seno Purísimo.
Todas las profecías que hablan expresamente de Jesucristo hablan,
implícitamente de la Virgen y Madre: pero son muchas las que tratan
expresamente de Ella. Recordemos algunas de las principales:
• El primer profeta de María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer
pecado, el pecado original, Dios promete un divino Reparador que ha de nacer de
una mujer.
• Los Padres, unánimemente, y a ellos hacen eco todos los expositores,
ven expresada en la Mujer a María y en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.
• En el Salmo 44, el Rey Profeta canta a la Virgen María que es Ella el
objeto de las complacencias del Rey, la Virgen admirable. En este Salmo
mesiánico está delineada la excelsa Madre del Redentor.
Isaías, el Profeta evangelista, vio, el singular privilegio de María de
juntar a un tiempo la divina maternidad con la más pura virginidad: "la
Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y su nombre será Emmanuel, esto es, Dios
con nosotros".
La Encarnación del Verbo es el fundamento de la fe cristiana. De la
misma manera que quiso Dios, después de la Encarnación de su Hijo, multiplicar las
pruebas de este misterio, así, antes del nacimiento prometido y esperado con
creciente deseo, quiso multiplicar las predicciones para disponer a la
humanidad al asentimiento de la fe.
La Iglesia invoca a María como Reina de los Profetas no sólo porque Ella
fue objeto de sus profecías, sino porque poseyó este don, en la forma más
excelsa.
A Ella le fueron mostradas todas las profecías y su cumplimiento; le fue
revelada la economía de la Encarnación, de la Redención, de la obra divina de
Cristo; aquello que los Profetas conocieron en fragmentos, María lo conoció
enteramente.
Si una sola hora de la presencia de Cristo encerrado en el seno materno
bastó para ungir al Bautista, ¿no habrá bastado el curso de nueve meses y una
vida de treinta y tres años, para hacer de María una singular Profetisa y la
Reina de los Profetas?.
Después del glorioso mensaje del Arcángel Gabriel, después del saludo de
Isabel, que la llama bendita entre todas las mujeres, porque el fruto bendito
de su vientre la había ensalzado tan extraordinariamente , María Santísima
responde entonando el cántico del MAGNIFICAT,
en el cual, teniendo presente su
indignidad (respecto de Dios), proclama su altísima dignidad y su futura gloria
y todo lo atribuye a la bondad y al poder de Dios. En este himno inmortal la
Santísima Virgen se eleva a la cumbre de lo creado y con inspiración profética
canta la gloria de Dios y su propia grandeza.
¡Oh
Virgen Madre de Dios! REINA DE LOS PROFETAS, alcánzanos la gracia de vivir la
verdadera HUMILDAD, que es la base de todas las virtudes!.
REINA DE LOS APOSTOLES
Apóstol
significa enviado, mensajero. Se da este nombre:
1. Por excelencia, a aquellos hombres escogidos por Nuestro Señor
Jesucristo, que vivieron con El, que fueron educados en su escuela y por El
enviados, después de haber recibido el Espíritu Santo, a predicar el Evangelio
por todo el mundo.
2. Por participación, a todos aquellos que, a semejanza de los Apóstoles,
predican el Evangelio, especialmente a aquellos que van a otros países para
anunciar la Buena Nueva, esto es a los Misioneros.
3.
Por analogía, a aquellos fieles cristianos que
desarrollan algún trabajo apostólico en general o acción misionera en
particular, con lo cual cooperan con la Jerarquía a extender el Reino de
Jesucristo.
De todos
ellos, María es Madre y Reina.
La
superioridad de la Virgen sobre los Apóstoles se funda en tres razones:
a)
Ella tuvo relaciones más íntimas con el Divino Redentor.
Los Apóstoles fueron los amigos de Jesús. ¡Es el
mismo Hijo de Dios quien se profesa amigo de unos pobres y rústicos
pescadores!. María en cambio fue la Madre de Jesús. No hay comparación
entre las relaciones de la amistad y las relaciones de la maternidad.
Los
Apóstoles fueron llamados a seguir a Jesús y vivieron con El tres años, pero
María, desde el instante de la Encarnación del Verbo hasta la Ascensión de
Cristo, vivió en íntima unión con su Divino Hijo.
Los
Apóstoles fueron elegidos para predicar al mundo la divina palabra; María fue
escogida para traer a la tierra la Palabra substancial, personal, el Verbo de
Dios.
b)
Ella tuvo mayor poder que los Apóstoles. A éstos
les dijo el Divino Maestro: "vosotros que me habéis seguido ... estaréis
sentados sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Mt.
19:28). De María canta la Iglesia: "María penetró en las alturas de los
cielos, alegraos, porque Ella reina con Cristo eternamente. Jesús comparte con
los Apóstoles su poder judicial, con su Madre comparte el Reino.
Ella fue
enriquecida con mayor abundancia de los carismas del apostolado en el día de
Pentecostés.
c)
María mientras vivió, fue la Maestra y Consejera de
los Apóstoles.
No hay
otra razón que explique la permanencia de María en la tierra, aún después de la
Ascensión de Jesús a los cíelos, sino la gran necesidad que de María tenía la
Iglesia naciente. Esta Iglesia no era más que la continuación, la prolongación,
de la personalidad de Cristo y de su cuerpo místico. La Providencia, obraba de
manera conveniente a sus designios confiando a los cuidados de María la Iglesia
recientemente constituida, de la misma manera que le había confiado
anteriormente el cuidado del pequeño Jesús.
El Divino
Maestro, en el momento de volver al Padre, de donde había salido, le dejó a
Ella su escuela y su cátedra, no para que rigiese las ovejas de la grey, como
Pedro, sino para que alimentase a los Apóstoles con aquella celestial Sabiduría
de la cual estaba enriquecida.
Hija
predilecta del Padre. Esposa muy amada del Espíritu Santo. Madre de Jesucristo,
autor de toda gracia. Reina de los Apóstoles. ¡Ruega por nosotros!.
REINA DE LOS MÁRTIRES
Cuando la
adversidad se abate sobre una familia, hay un corazón que tiene el privilegio
de sufrir más que los demás y de recibir en sí el dolor de todos: es el corazón
de la madre.
Así en la
inmensa familia humana, María tuvo este privilegio de sentir en su corazón los
dolores de todos sus hijos, los padecimientos de todos los mártires y los
tormentos del Rey de los Mártires. Por este privilegio, Ella ha obtenido el
amor de los hombres. Por eso la Iglesia la invoca con el título de Reina de los
Mártires.
El
Profeta Jeremías había predicho que los dolores de esta Virgen serían los más
atroces después de los de Jesucristo, los más crueles soportados por una
sencilla criatura con el auxilio de la gracia Divina. Sus dolores han sido
comparados con el mar: "inmenso como el mar es
tu dolor", no que el mar sea la justa medida de este dolor, sino
porque, así como las aguas del mar superan sin comparación todas las que están
esparcidas sobre la tierra, así los dolores de María son incomparablemente
mayores que los de las demás criaturas.
Fijaremos
la atención, al considerar los dolores de María, en su extensión y duración y
en su gravedad, intensidad y amargura.
No se
crea que los dolores de María duraron solamente aquellas tres horas que al pie
de la Cruz estuvo presente en el agonía y muerte de su Hijo, o el día que duró
su santa Pasión; sus dolores fueron continuos durante treinta años. Desde el
momento en que fue Madre, destinada a padecer con su Hijo su Pasión y su Muerte
vino a ser al mismo tiempo madre de dolor. Dotada, como estaba, de espíritu
profético y con el conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras, conoció
la amargura de la cruel pasión y muerte de Jesús, por eso empezó a experimentar
aquella serie de angustias y dolores indecibles que tendrían fin hasta la
Resurrección de Cristo.
Con la
profecía de Simeón: "una espada traspasará tu
alma", María sintió desde ese día la herida que se clavó
profundamente en su corazón, hasta rasgar la última de sus fibras.
El Niño
crecía bajo la mirada de la Madre y Ella pensaba en las humillaciones y en las
heridas de aquel rostro Divino que soportaría el beso de Judas, la bofetada del
criado y los salivazos de los judíos; cuando su mano delicada acariciaba la
cabeza, las manos o los pies del Niño, la visión de la corona de espinas y de
los clavos le producía una gran angustia.
Aquella
carne inmaculada que María vestía con tanto cariño y respeto, sería desgarrada
por los azotes y cubierta con la púrpura de la sangre.
La
Sabiduría Divina de Jesús que en la intimidad de Nazaret descubría a la Madre
los secretos celestiales, habría de ser un día objeto de publica burla. ¡Oh
dolores, oh martirio de la Madre!.
Ella
sintió especialmente los siete dolores que la Iglesia recuerda el 15 de Septiembre:
1. La predicción del anciano Simeón, cuando María y José presentaron en el
Templo a Jesús.
2.
La huida y el destierro a Egipto, después de la
persecución de Herodes.
3.
La pérdida de Jesús, enseñando en el Templo de
Jerusalén.
4.
El encuentro de Jesús y María en el camino del
Calvario.
5.
La crucifixión, agonía y muerte de Jesús.
6. El descendimiento de la Cruz del Cuerpo del Hijo.
7.
La sepultura de Jesús.
Nos
detendremos solamente a contemplar a María Dolorosa en su martirio al pie de la
Cruz, viviendo la agonía y muerte de su Divino Hijo.
Estos
dolores fueron de 4 clases:
a) dolores del pecado
b) dolores de la naturaleza
c) dolores de la gracia y
d) dolores divinos.
a) Los dolores del pecado.
Ninguna
criatura puede tener tal conocimiento y dolor del pecado que alcance a igualar
su gravedad; para concebir un dolor adecuado, sería preciso conocer
perfectamente el Bien infinito del cual nos priva, comprender la esencia de
Dios, los atributos divinos, el daño infinito que es perderlo eternamente. Sólo
Dios, que se iguala y comprende a sí mismo, conoce todo esto.
Sólo
Jesucristo, porque es Dios, conoce a su Padre celestial, su esencia, sus
perfecciones, su amor Infinito y Eterno y el mal que ocasiona separarse de El;
sólo Jesús tuvo un adecuado e infinito dolor de la culpa mortal, como sólo El
pudo expiada adecuadamente.
Después
de Jesucristo, fue María la que experimentó el más perfecto y más intenso dolor
por el pecado, porque Ella mucho más que cualquier mente humana y angélica,
estuvo dotada del más elevado y sublime conocimiento de Dios, de su Infinito
amor y de la gravedad del pecado que separa de Dios.
Ella, en
el Calvario, asistió como espectadora, testigo y participante a la muerte del
Redentor. La Virgen, espejo perfecto que captaba los rayos enfocados de amor y
de dolor que partían del Corazón de Jesús agonizante sentía el vivo reflejo,
que la sumergía en el mar de un dolor casi infinito.
Esta es
la primera fuente de los Dolores de María Santísima: LOS
DOLORES POR EL PECADO.
b)
Dolores de la naturaleza.
Para
conocerlos de algún modo, consideremos que María es mujer y es madre, madre de
un Amantísimo Hijo, a quien no puede socorrer.
Ella no
fue una mujer sino la MUJER por excelencia, perfecta, preservada de las heridas
y de las sombras del pecado, en Ella todo era sublime, aun el amor maternal que
el Espíritu Santo infundió en su corazón, en el instante de la Encarnación del
Verbo. El amor de María superó al amor maternal de naturaleza.
No
teniendo Jesús un padre terrenal que compartiese el dolor maternal, en el
corazón de María se unieron y fundieron los dolores de la madre y del padre.
Todo el tributo del dolor que dimana de la naturaleza era ofrecido por Ella al
Mártir Divino, porque María lo amaba con el tierno amor de madre y a la vez con
el fuerte amor de padre.
No se
piense que el martirio de María no era tan intenso por su fortaleza
sobrehumana: no olvidemos que la fortaleza del alma, hace que se soporten los
dolores, pero no quita que se sientan.
Ella
contempla el cuerpo lacerado y las manos y los pies atravesados por los clavos
y la cabeza en la que se hunden las espinas y no le está permitido aliviar ni
su cuerpo ni su cabeza: oye las blasfemias del ladrón y los insultos de los que
le crucifican, los gritos de los enemigos y no puede repararlos con una palabra
de respeto, de consuelo, de amor: resuena en el corazón de la Madre el grito de
Jesús "tengo sed" y no puede aliviarle con un sorbo de agua y ve como
le dan a beber hiel y vinagre. Exhala el Hijo el último suspiro y no le está
permitido a la Madre endulzar la amarga agonía y recoger el último aliento. Se
lamenta Jesús de ser abandonado por su Padre y la Madre debe también dejarlo
como abandonado y sin auxilio.
Desolada
y privada de todo consuelo debía ser la muerte de Jesús y desolada y privada de
todo consuelo debía ser también la pasión de María Santísima.
c) Dolores de la gracia.
Los
dolores de la gracia y los dolores divinos, que nuestro pobre entendimiento no
puede penetrar, fueron para Ella los más duros y crueles.
El dolor
deriva del amor, un amor humano, un amor de naturaleza, produce un dolor
humano; un dolor natural, un amor de gracia, un amor divino causa un dolor del
mismo linaje, un dolor de gracia y divino; cuanto más fuerte es el amor, tanto
más fuerte será el dolor.
La naturaleza
nos hace hombres, la gracia y el amor divino nos hacen santos. Si la Virgen
María, modelo perfecto de mujer y de madre experimentó los más fuertes y agudos
dolores de la naturaleza, Ella, a su vez, modelo de perfección sobrenatural y
de santidad, debió experimentar los más agudos y fuertes dolores de la gracia y
los sufrimientos divinos.
Para
penetrar esta verdad pensemos: ¿cuál es el efecto de la gracia sobre nosotros?
Una elevación del alma sobre la naturaleza; una unión, una amistad con Dios,
una cierta comunicación que Dios nos otorga, por la cual somos hechos
partícipes de la naturaleza divina. Esta es precisamente la esencia de la
santidad.
Esta
relación sobrenatural fue perfectísima entre Jesucristo y su Santísima Madre,
no solo por vía natural, sino más aún por razón de gracia. Ella fue más feliz
por haber llevado a Dios en su corazón que en su seno, como respondió Jesús a
la mujer que ensalzaba la maternidad natural de la Virgen: "más bien son bienaventurados aquellos que oyen la
palabra de Dios y la guardan".
Cristo
fue Rey de los Mártires y María fue Reina de los Mártires porque experimentó
todas las penas del amado Jesús.
d) Dolores divinos.
• Es artículo de nuestra fe que el Padre Eterno es el Padre de Jesús;
que Jesús Dios y Hombre es el Hijo de Dios Padre: que el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo y que es el Amor Increado ... el amor del Padre al Hijo y
del Hijo al Padre.
• También es artículo de fe que la Virgen María es verdadera Madre de
Dios, porque es Madre de Aquel en el que la naturaleza Divina y la naturaleza
humana se hallan unidas hipostáticamente, esto es en unidad de PERSONA.
• Qué en la Cruz murió este Dios Hombre, este Hijo del Padre Eterno y de
María Virgen, para redimirnos. Esto constituye un tercer artículo de fe.
En la muerte de un hijo debe sentir, y siente extremo dolor, no solo la
madre, sino también el padre, es esto ley inexorable de nuestra naturaleza
humana.
Pero Dios Padre no puede sufrir, porque la naturaleza Divina es
inmutable y Dios no puede ni por un momento perder su felicidad ... es decir no
puede sufrir.
La Madre de Cristo debía experimentar, en la muerte del Hijo, todo el
dolor, aun aquel que en los casos ordinarios habría experimentado el Padre; la
totalidad de esta divina aflicción, íntegra e indivisa. recayó sobre el corazón
afligido de María. Tan inmenso dolor soportó la Madre que la omnipotencia de
Dios la tuvo que sostener para que no muriera con Jesús en el Calvario.
¡Oh Reina de los mártires, que con constancia tan heroica y divina
soportaste aquellos prolongados y atroces dolores que en la muerte de tu Hijo,
la naturaleza y la gracia, los pecadores y Dios acumularon sobre tu amoroso
corazón de Madre, alcánzanos fortaleza para aceptar la voluntad divina y
bendecir al Señor que con misericordia nos visita en el dolor, y que con él nos
purifica y quiere hacernos dignos del gozo eterno.
REINA DE LOS CONFESORES
En el
lenguaje litúrgico de la Iglesia, se llaman Confesores a todos los Santos que
no fueron mártires.
Confesores
= cristianos que profesan públicamente la Fe en Jesucristo y por ella están
prontos a dar la vida. Confiesan la Fe por su testimonio de vida cristiana
Mártires
= personas que padecen muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la fe y de
la religión. Mueren en defensa de la Fe y de la religión
Es
necesaria una gracia especial de Dios para soportar el martirio, sin embargo,
no se requiere menos gracia de Dios para sobrellevar una heroica santidad sin
el martirio.
El mérito
que se alcanza con el martirio es de ordinario en muy breve tiempo y para
obtener el mérito sin el martirio requiere un tiempo bastante largo. El
martirio, perfecto acto de amor y de fortaleza, suple las demás virtudes que
podrían faltar o podrían ser imperfectas. En cambio, fuera del martirio se
necesita mayor perfección de las Virtudes Teologales y Morales; esto se
consigue a través de una vida entera de lucha contra el pecado, contra el mal y
de sacrificio continuo. De tal manera que la vida de un santo puede llamarse un
continuo martirio.
Los
santos CONFESORES, tuvieron que superar toda
clase de dificultades y practicar las virtudes en grado heroico.
María es
la primera, la más perfecta y la más santa de todos esos héroes de virtud y
santidad, por eso la Iglesia la proclama REINA DE LOS
CONFESORES.
REINA DE LAS VÍRGENES
La
Iglesia, no satisfecha con haber invocado a María con el título de Santa Virgen
de las Vírgenes, la invoca como Reina de todos aquellos y aquellas que profesan
la virginidad, para hacernos conocer y apreciar las grandes ventajas que aporta
a la Iglesia ese estado, que inició Aquella que es llamada por antonomasia la
Santísima Virgen.
• Ella fue la primera en profesar solemnemente la virginidad, que antes
era considerada como ignominiosa entre las mujeres hebreas.
• Elevo esta virtud a la más alta cumbre de perfección posible a la
criatura.
• Fue la suya una virginidad singular y única, asociada por prodigio
Divino a la maternidad.
• Pero hay otra razón y es ésta: María es honrada con el título de Reina
de las Vírgenes, porque el ejemplo y protección de Ella inspiran y proporcionan
amor a la virginidad, guardan y conservan esta noble virtud. El ejemplo y la
protección de esta Reina sor admirablemente fecundos en la Iglesia.
El mundo,
que no entiende la divina sublimidad del amor, acusa al celibato y a la
virginidad de egoísmo y de esterilidad. Ante esta calumnia, que los millones de
niños y niñas que pueblan las escuelas, los orfanatos y los colegios informen
al mundo lo que han recibido de los Religiosos y las Religiosas, y que en
algunos casos no reciben de sus mismos padres: lo mismo los jóvenes y las
jóvenes que en centros de formación juvenil han recibido una instrucción
religiosa que les ayuda a regir su vida en una forma sobrenatural y noble. Los
ancianos impotentes, los enfermos de toda edad, los que llenan los asilos,
entre lágrimas de gratitud, muestren al mundo a las mujeres consagradas a Dios
que bajo el velo de la cofia sienten arder la llama del amor de Dios y tienen
para ellos la inagotable caridad de la palabra evangélica y de las obras de
misericordia.
Con esto,
la sabiduría inspirada de la Iglesia muestra al mundo cuán fecunda es la santa
virginidad.
¡Oh Virgen Santísima, Reina de los Vírgenes! Te
pedimos para todos los fieles nos alcances la gracia de la castidad,
conveniente a cada estado de vida y la PUREZA del
alma. Ayúdanos a cuidar nuestros sentidos, nuestro corazón y nuestra mente de
todo cuanto pueda mancharnos.
REINA DE TODOS LOS SANTOS
No se
piense que es superfluo este titulo, otorgado ya a María al recordar las varias
clases de santos, ni se crea que la Iglesia haga aquí un recapitulació n de los
títulos precedentes. Esta Invocación nos parece fundada sobre dos justas
razones:
1.
Que María es canal de toda santidad. Que entre
todas las criaturas, Ella fue el modelo más perfecto de santidad.
La
primera de estas razones ha sido extensamente explicada en el decurso de estas
meditaciones:
María es
el canal por el cual Dios, autor y fuente de toda gracia, hace llegar hasta
nosotros la virtud y la santidad. En el cuerpo místico de Jesucristo, Ella
hace, por decirlo así, el oficio de cuello: transmite a la Cabeza las súplicas
de los miembros y desde la Cabeza hace llegar a todo el cuerpo (místico)
aquellas gracias por las cuales crece toda virtud, toda perfección y santidad.
Ilustraremos
aquí la segunda razón: María,
modelo de santidad para todos, especialmente para la mujer.
Dios es
la santidad primera, la santidad por esencia, a esta divina santidad y
perfección debemos conformar necesariamente la nuestra. La santidad divina
aparece infinitamente lejana, en una luz inaccesible... pero Dios nos la hizo
accesible en su Unigénito Hijo, Jesucristo, dice San Pablo: "Dios nos eligió en Cristo, antes de la constitución
del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante El y nos predestinó en
caridad a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de
su voluntad para alabanza y gloria de su gracia". (Ef. 1: 4-6).
El
hombre, elevado por la misericordia Divina al estado sobrenatural y constituido
hijo de Dios, tiene en Jesucristo el espejo de la perfección divina, pero los
rayos que emanan de Jesucristo son todavía demasiado brillantes para la
dignidad humana; la suya es una santidad increada, infinita.
Es cierto
que El practicó las virtudes sencillas permitidas al hombre, como la humildad,
la paciencia, la obediencia, etc., pero el modo y la perfección como las vivió
son infinitamente superiores a las fuerzas humanas, aunque estén apoyadas por
la gracia.
Para
allanarnos el camino de la santidad, Dios nos propuso en nuestra Señora un
modelo de santidad creada, una luz más suave a nuestros débiles ojos, un
modelo, el más cercano a la santidad infinita, que nos animara a imitarla.
Ella
poseyó sin duda una perfección y una santidad sobrehumanas, pero una santidad
creada, unida a aquella perfección a la que no llegará jamás ninguna criatura;
se acerca y toca los confines del infinito. La santidad de María es solo
inferior a la santidad de Dios. María espejo, ejemplo y modelo perfecto de
santidad, es lo que nos propone la Iglesia cuando la invoca como Reina de los
santos.
María
Santísima modelo de la mujer cristiana.
Quien
conozca la importancia moral de la mujer en el mundo no podrá menos de admirar
la Providencia de Dios por haber preparado en la Virgen Madre, el modelo singular
de la perfección femenina.
La mujer
constituye la mitad del género humano, y es ella la que forma y educa a la otra
mitad. La mujer que usa rectamente de los preciosos atractivos de naturaleza y
de gracia con los cuales Dios la ha enriquecido, tiene un ascendente bienhechor
sobre su esposo y un influjo poderoso y decisivo sobre el carácter y la
conciencia de los hijos.
Más
profunda y más grande es la influencia social de la mujer - madre. Los
principios de la educación maternal permanecen imborrables; aún cuando en medio
del torbellino de las pasiones y de la vida el sello de la mano materna
permanezca obscurecido y sepultado bajo las ruinas de los vicios, tarde o
temprano sale de nuevo y conduce a !os extraviados al buen sendero, como bajo
las ruinas sembradas por los vándalos o bajo la capa del olvido, reaparece la
belleza artística de los antiguos monumentos. Se puede decir que la sociedad es
como quiere la mujer.
En la
antigüedad, la mujer no contaba para nada en la sociedad, era esclava de las
pasiones del hombre y la mitad del linaje humano era para la otra mitad fomento
y causa de corrupción.
El hombre
y la mujer tenían extrema necesidad de un remedio poderoso que los sanara, que
los hiciera en verdad virtuosos y santos. Este poderoso remedio fue ofrecido
por Jesucristo, por su religión, por su moral y por su gracia.
El
decreto de Cristo devolvió al matrimonio su unidad natural y su indisolubilidad
y lo elevó a la dignidad de Sacramento. El ejemplo de Cristo y de la Inmaculada
Virgen María: he allí la medicina que restauró al hombre y ennobleció a la
mujer.
María
Santísima es el modelo perfecto de la mujer, esposa y madre.
• ESPOSA.- María Santísima fue perfecta, santa y amorosa esposa de San
José, en Ella las virtudes humanas eran sobrenaturales (esposa del Espíritu
Santo), pero tomando en cuenta el ser de esposas y esposos terrenales
aplicaremos de la la. Carta a los Corintios (cfr. Cap. 7).
La esposa debe tener un verdadero amor de caridad al esposo que supone,
entre otras cosas:
• Paciencia ... perseverando con constancia en aquel o aquellos buenos
ideales que resulta difícil alcanzar por diferencia en: educación, criterio,
opiniones y hasta de valores ... y por medio de oración, de amor manifestado y
evitando discusiones, tratar de convencer al esposo del bien que se persigue.
• Ser servicial - atenderlo con alegría, prontitud y lo mejor posible,
no dejándose llevar por los errores actuales, que, promoviendo la liberación de
la mujer pretenden, entre otras cosas, que la mujer no debe atender al esposo.
• No ser jactanciosa - no alabarse a sí misma, ni cansar al esposo con
comentarios inútiles.
• No ser engreída - no le presuma de su valer (imaginario o real)
haciéndolo sentir inferior.
• Ser decorosa - respetuosa de los gustos y aficiones del esposo, así
como de sus familiares y amigos.
• No olvide la esposa que LA CARIDAD
ES COMPRENSIVA Y MISERICORDIOSA, QUE ESPERA SIN LÍMITES Y PERDONA SIEMPRE.
MADRE - Oficio y dignidad
principal de la mujer es la maternidad, que le impone sagrados deberes (no olvidarlo
nunca ya que actualmente se combate mucho esta gran dignidad de la maternidad).
El primero de estos deberes es el de aceptar de Dios y con gratitud
aquellos hijos que quiera confiarle. Hoy la mujer mundana desea ser esposa pero
rehuye el honor de la maternidad. El ritmo regulado de la vida de familia no le
agrada; fatigarse para construir, piedra sobre piedra el edificio de la
educación de sus hijos, es una empresa que no quiere asumir. Hoy la maternidad
se limita lo más posible y aun cuando se acepte, no se le considera con
alegría, sino más bien como un paréntesis doloroso en el movimiento acelerado
de la vida moderna que ofrece a la mujer otros atractivos.
La maternidad que se sacrifica y que en el plan de la Providencia
debería colocar a la mujer en lugar muy alto, es hoy abiertamente rechazada
como algo que no corresponde a esta época, corno la supervivencia de una
mentalidad superada. Y es que fuera del clima verdaderamente espiritual del
cristianismo, hoy la maternidad es una función mecánica, determinada por el
egoísmo.
Toda esposa cristiana, ante el dulce sacrificio de la maternidad, aun en
medio de las angustias y de las dificultades de nuestros tiempos, debe repetir
la palabra de nuestra Señora: "FIAT" ...
HÁGASE.
El Papa Pío XI, al recibir en una ocasión a unas madres italianas les
dijo: "La primera gloria de la Virgen Santísima es que es Madre de Dios y
Madre nuestra. Ustedes tienen en su activo el ser madres tantas veces cuantos
son los hijos que la Providencia les ha dado y confiado ... hasta entregarles
tantas vidas y tantas almas ... ustedes deben confiar en El como El ha confiado
en ustedes"
Otro deber de la madre es la educación cristiana de sus hijos. No debe
olvidar que tienen necesidad de una educación paciente y constante, hecha de instrucción,
corrección, vigilancia y de buen ejemplo.
¡Virgen Santa, excelsa Reina de todos los santos, tú que en el estado de
Esposa y de Madre diste tan altos ejemplos de perfección, santifica a la mujer
y con ella a la familia y a la sociedad.
REINA CONCEBIDA SIN MANCHA DE PECADO
ORIGINAL
El título
que vamos a comentar es muy glorioso para la Virgen María.
Fue el
gesto sabio y providente del gran Pontífice Pío IX quien el 8 de Diciembre de
1854, la insertó en el sagrado tesoro de la fe católica por el Dogma de la
Inmaculada Concepción.
Este
singular privilegio de haber sido preservada de la culpa original, coloca a la
Virgen junto al eterno Hijo de Dios, con un linaje de gloria que es el mayor
que puede concebirse,
Para
comprender este artículo de nuestra fe, hemos de remontarnos a la cuna del
género humano cuando el pecado despojó a los primeros seres humanos de la
gracia de Dios, de los dones sobrenaturales que Dios les había otorgado y de la
justicia original.
La
justicia original consistía en un conocimiento más perfecto de Dios y de si
mismos, en la sujeción de la razón y de la voluntad a la ley Divina, en la
inmortalidad del cuerpo y en la exención del dolor y de la fatiga. Todo esto se
perdió por el pecado original.
Por este
pecado tenemos necesidad de la redención de Jesucristo y de la gracia de Dios,
gracia que nos sitúa en un estado, bajo muchos aspectos mejor que aquel del
cual caímos, "donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia". (Rom. 5.20).
Argumentos
que prueban la Inmaculada Concepción de María.
Para
fortalecer nuestra fe es suficiente la voz infalible de la Iglesia, pero para
mayor gloria de Dios y de María Santísima, examinaremos los principales
argumentos en los que se funda el Dogma de la Inmaculada Concepción.
La
Sagrada Escritura:
De un
privilegio tan excelso de María, nos dio el mismo Dios claro testimonio cuando
prometió al futuro Redentor y afirmaba, dirigiéndose al demonio: "pondré
enemistades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo, ella aplastará tu
cabeza,"
María
Santísima y su Divino Hijo tendrán los dos las mismas enemistades con el
demonio, con el pecado, por consiguiente María será concebida como concebirá
Ella a Jesús, en la enemistad del mal, o sea sin pecado.
•
La tradición:
En las
obras de los santos Padres y de los escritores eclesiásticos, se encuentran
varias frases que expresan la pureza Inmaculada de María Santísima.
•
La razón:
Dios es
santidad Infinita, esencial, absoluta. Dios no puede habitar donde no brilla la
santidad más perfecta y más pura. Esta es la razón por la cual María fue
preservada del pecado original, porque Dios pudo consentir que Ella fuera
pobre, ignorada, y aun despreciada a los ojos del mundo, pero no pudo permitir
que fuera ni un solo instante esclava del pecado. El Altísimo santificó su tabernáculo.
Porque
María estaba destinada a ser Madre de Dios, fue preservada del pecado original,
así lo exigía la santidad de Cristo, el honor de Dios, el atributo necesario de
su santidad.
Otra
prueba de la Inmaculada Concepción de María puede deducirse de su oficio de
Corredentora de la humanidad. No queremos significar con esto que la Obra
Redentora de Jesucristo y la de su Madre deban situarse en un mismo plano de
igualdad; Ella cooperó al gran rescate como y cuanto pudo hacerlo una criatura,
según la ordenación divina. El Hijo de Dios, queriendo redimir a la humanidad,
se hizo hombre en el seno purísimo de María, que fue el instrumento, el medio
por el cual El asumió nuestra naturaleza. María Santísima concurrió de hecho,
especialmente en el Calvario a la Oblación de Jesús. En este sentido la
llamamos Corredentora.
He aquí
como la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la revelación y también la razón
iluminada por la fe demuestran la verdad de la Inmaculada Concepción de María y
cuan justamente la Iglesia Católica honra y saluda a la Virgen como Reina
concebida sin mancha del pecado original.
¡Virgen
Inmaculada. Madre de Dios y Madre nuestra. purifica nuestros corazones y
prepáralos para recibir a Jesucristo, el Cordero Inmaculado, en el Sacramento
del Amor!.
NOTA.- Con la verdad católica sobre el pecado original, queda abatido el
primer fundamento de todas las herejías antiguas y modernas, las cuales niegan
ESTA VERDAD,
Es
evidente que si no existió el pecado original, es inútil la Redención de
Cristo. inútil la Iglesia fundada por El, inútil la Jerarquía, etc.. La solemne
definición del Dogma de la Inmaculada Concepción de María aplasta todos los
errores contra la fe y contribuye poderosamente a la exaltación de la FE CATÓLICA.
REINA LLEVADA AL CIELO
El Papa
Pío XII, Pastor universal y Maestro infalible de la Santa Iglesia, el día 1°.
de Noviembre de 1950, dijo: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas
preces e invocar la luz del Espíritu de la verdad, para Gloria de Dios
Omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia, para honor
de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte,
para acrecentar la Gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de
toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, PRONUNCIAMOS, DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER DOGMA DE REVELACIÓN
DIVINA QUE LA INMACULADA MADRE DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN MARÍA, CUMPLIDO EL CURSÓ
DE SU VIDA TERRENA. FUE ASUNTA EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTE".
Esta
solemne definición, esperada por los fieles de todo el orbe, añade una perla
más a la corona de nuestra Madre y Reina María, y constituye desde aquel día
una nueva Invocación de las Letanías y por consiguiente un motivo más para
estos devotos comentarios.
Un Dogma
es una verdad revelada por Dios y definida como tal por la Santa Iglesia, debe
ser creída con fe divina y católica, según el lenguaje de los teólogos. Por
tanto, la definición dogmática de la Asunción, acto solemne del Magisterio
supremo e infalible del Romano Pontífice, nos obliga a creer con acto de fe
divina y católica que la Asunción forma parte del tesoro de la Revelación
confiado por Dios a su Iglesia.
Pero el
Papa, cuando define, no hace más que declarar lo que se contiene en la
Revelación, terminada con el último de los Apóstoles. Por eso la Bula de la
Asunción, antes de las palabras de la definición, expone los fundamentos
teológicos del nuevo Dogma:
•
Consentimiento de la Iglesia.
El primer
argumento es el sentir unánime de la Iglesia, cuyo valor teológico perfila
claramente el Papa con estas palabras: "Este
singular consentimiento del Episcopado católico y de los fieles, al creer
definible como Dogma de Fe la Asunción corporal de la Madre de Dios al cielo,
manifestó por si mismo de modo cierto e infalible que tal privilegio es verdad
revelada por Dios y contenida en aquel Divino depósito que Cristo confió a la
Iglesia para que lo custodiase fielmente e infaliblemente lo declarase. Así
pues, del consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia se
deduce un argumento cierto y seguro para afirmar que la Asunción corporal de la
Bienaventurada Virgen María al cielo es verdad revelada por Dios y por eso
todos los fieles de la Iglesia deben creerla con firmeza.
Clausura el Santo Padre Pio XII la serie de argumentos en pro de la
creencia de la Asunción, con el fundamento en la Sagrada Escritura, la cual
pone a la Augusta Madre de Dios unida estrechamente a su Divino Hijo y siempre
partícipe de su suerte. De donde parece casi imposible imaginaria separada de
Cristo, a Aquella que lo concibió, le dio a luz, lo nutrió con su leche, lo
llevó en sus brazos. Nuestro Redentor es Hijo de María y corno observador
perfecto de la ley, no podía menos que honrar, ademas de al Padre Eterno,
también a su santa Madre, pudiendo concederle el gran honor de preservarla
inmune de la corrupción del sepulcro
Continua el Papa Pío XII "Por lo cual, como la gloriosa
Resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así
también para María Santísima la común lucha debía concluir con la glorificación
de su cuerpo virginal, porque como dice el apóstol San Pablo: "cuando este
cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue
escrito: la muerte fue absorbida en la victoria" (la. Cor. 15.54).
¡Oh Virgen Inmaculada Madre de Dios y Madre nuestra, creemos con todo el
fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde
eres aclamada Reina por todos los coros de los Angeles y por toda la legión de
los Santos, nos unimos a ellos para alabar al Señor, que te ha exaltado sobre
todas las demás criaturas, y para ofrecerte nuestro devoción y nuestro amor!.
REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO
Al
terminar el Siglo XII y a principios del XIII, se manifestaron algunos herejes,
llamados albigenses, que invadieron el sur de Francia, parte de España y de
Italia; sus errores atacaban los Dogmas fundamentales de la fe, de la moral
cristiana y minaban las bases de la sociedad civil y constituían una amenaza y
un peligro para la Iglesia.
Santo
Domingo, el ilustre santo fundador de la Orden de los Predicadores, recibió el
encargo de predicar la Divina palabra a aquellos herejes, y convertirlos.
Muy
devoto de María, conoció que para abatir, destruir esos errores y devolver a la
Iglesia esos herejes, debía buscar la Intercesión de la Virgen Santísima.
Los
infundados errores de los albigenses atacaban de modo especial los privilegios
y la dignidad de esta excelsa Reina. "Predica mi
rosario", le dijo la Señora, él destruirá las herejías, promoverá
la virtud y atraerá sobre todos las Divinas misericordias.
Y esta
celestial inspiración, por la Intercesión de María y por Ella secundada, y
fecundada por la Divina gracia, triunfó de la obstinación. Santo Domingo
predicó e introdujo entre los pueblos la práctica del Rosario y los que estaban
en el error lo abandonaron y se convirtieron y desde aquel tiempo esta devoción
se practica hasta nuestros días. Tal es la historia del Rosario de María.
• La oración es la fuerza del débil: el Evangelio nos revela esta casi
divina debilidad que no resiste a la oración del hombre. Dice el escrito de un
autor "La oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios".
• La oración es el consuelo del alma
• La oración es la grandeza del hombre, porque eleva la mente y el
corazón a metas infinitas, hasta los profundos abismos de la vida Divina.
Cuan
grande es el valor y la excelencia de la oración tanto vocal como mental Pero
este valor y excelencia se acrecientan en el Santo Rosario, porque éste asocia
y une la oración vocal y la mental Como oración vocal, el Rosario pone en los
labios lo mas grande, noble y eficaz que nos enseñaron Jesús y la Iglesia: como oración mental ofrece a la mente y al corazón lo que
nuestra religion contiene de más sublime y conmovedor.
La
oración dominical (el Padre Nuestro) y la salutación angelica (el Ave Mania)
forman la oración vocal del Santo Rosario: los Misterios de !a vida - pasión -
muerte y de la Gloria de Cristo, constituyen la oración mental.
---
El Padre Nuestro, enseñado por el mismo
Jesucristo, es la oración mas perfecta, sublime y sencilla a la vez: todo lo
que el cristiano puede y debe pedir a Dios está expresado en él.
En la
primera parte pedimos la gloria de Dios, último fin de todas las cosas en su
conocimiento, en la exaltación de su santo nombre y en el advenimiento de su
Reino pedimos el reino de la gracia en las almas, el reino de la Iglesia en el
mundo y el reino de la gloria en el cielo.
En la
segunda parte imploramos gracias para nosotros que Dios nos conceda los bienes
necesarios y en su misericordia, nos libre de los males especialmente del mas
grande de todos los males EL PECADO.
---
En el Ave María, le recordamos a Ella la
plenitud de la gracia que Dios le otorgó; la sobrehumana dignidad a la cual fue
exaltada; las virtudes que le merecieron tan excelsos honores; el inefable
elogio que Dios hizo de Ella por medio del Arcángel Gabriel y las
felicitaciones de su prima.
Pasamos
luego a rogarle a Ella que interponga ante Dios sus omnipotentes (omnipotencia
suplicante. San Bernardo) oraciones para nuestro bien en todos los momentos de
nuestra vida y sobre todo en el decisivo instante de la muerte.
Veamos
ahora la excelencia del Santo Rosario considerado como oración mental.
•
El Rosario es
un catecismo que nos recuerda los Misterios principales de nuestra Religión;
ofrece a nuestra consideración la vida de Jesús y la de su santa Madre.
• Cuando recemos el Santo Rosario, pongámonos en la presencia de Dios y
mientras la boca va repitiendo las oraciones vocales trasladémonos con el
pensamiento, por ejemplo a Nazaret y consideremos la humildad de la Virgen que
al anunciarle el Angel la divina maternidad responde: "he aquí la esclava
del Señor" ... y así considerar cada uno de los Misterios.
Los
Misterios Gozosos enseñan el valor de las
humillaciones ofrecidas a Dios, de las renuncias, de la sujeción a la voluntad
de Dios.
Los
Dolorosos nos recuerdan que la vida
cristiana está llena de sufrimiento y de dolor, de tentaciones y de pruebas.
Los
Gloriosos alimentan nuestro valor en la
lucha y en la esperanza de seguir a Jesús en el triunfo y en la Gloria.
El
Santo Rosario es fuente de gracias espirituales
para las personas y para los hogares. Bienaventuradas aquellas familias que
tienen la piadosa costumbre de rezarlo en común.
---
El Gloria (al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, etc.) que se reza entre cada una de las decenas del Rosario es una
oración de alabanza y glorificación a la Santísima Trinidad que también se debe
meditar.
Los que
no saben meditar basta que recen con exactitud y devoción los Padre Nuestro,
las Ave María y los Gloria. Los que son capaces de meditar, procuren acompañar
con la mente y el corazón los Misterios, esto es, los hechos, las acciones y
las palabras de Jesucristo y de María para alcanzar luces de Fe y buenos
propósitos de virtud.
¡Virgen
bendita! Poderoso auxilio de los
cristianos, te suplicamos enciendas en nuestra mente y en nuestro corazón el
amor hacia la prodigiosa oración del Santo Rosario, que podamos rezarlo en la
forma más grata a Dios, la más honrosa para Ti y la de más fruto para nuestras
almas.
REINA DE LA PAZ
Ardía la
guerra mundial, el odio y los estragos se extendían a todas las Naciones; los
campos de concentración llenos de fugitivos, de prisioneros, de confinados; las
familias deshechas; los hogares abandonados; la loca carrera de la muerte
sembraba innumerables víctimas en los campos de batalla y en los hospitales y
despedazaba los corazones de millones de esposas, de madres, de hijos, de novias
y de amigos; el espectro del hambre; el espectáculo de las inmensas ruinas
sembradas por la guerra; las terribles incógnitas del mañana, mantenían en
angustia a todos los corazones, que cada día exploraban el futuro
obstinadamente obscuro y amenazador.
En esas
circunstancias, el Papa Benedicto XV, el 30 de Noviembre de 1915, concedió
facultad a los obispos para añadir a las Letanías Lauretanas, la Invocación "Reina de la Paz, ruega por nosotros".
Veamos
el sentido de esta Invocación:
La paz,
la más noble aspiración del corazón humano, es, según San Agustín, la
tranquilidad del orden. La paz es la constante serenidad del ambiente moral que
hace que la vida sea tranquila y fecunda. En este ambiente todo prospera y
crece.
El Divino
Redentor quiso que toda su vida discurriera entre dos mensajes de PAZ: la
cantaron los Angeles en Belén y la anunció El mismo a los Apóstoles el día de
su Resurrección: "La Paz sea con
vosotros".
De dos
clases de paz puede gozar el hombre: la externa y la interna.
a)
La paz externa consiste en la tranquilidad del
orden externo, en las amistosas relaciones de los hombres entre sí, cuando son
excluidas las disensiones, las contiendas, las disputas y las guerras.
Esta paz
funde en armonía de intentos y de vida la pequeña y la gran sociedad.
Todos los
hombres creados a imagen y semejanza de Dios estamos en la tierra para amarnos,
no para oprimirnos y matarnos. Todos nos dirigimos a la Patria común: el Cielo.
Jesucristo nos unió con el vínculo de la paz y fraternidad que no tiene fronteras
cuando dijo: "sois todos hermanos". Pero
se ha roto este vínculo sagrado, su historia es una serie de guerras
fratricidas. Y la guerra constituye siempre una amenaza que pesa tanto más
terriblemente cuanto más poderosos son los medios de destrucción. Esta paz
pedimos a Dios por medio de la Virgen María.
h) La paz
interior, que es el germen y la condición de la paz exterior, consiste en la
posesión de la Gracia santificarte, de la vida sobrenatural. Este tesoro
inestimable que Jesucristo nos mereció al precio de SU
SANGRE nos hace hijos de Dios (en el Hijo). herederos del cielo ... de
la felicidad eterna.
El
espíritu de Jesucristo y del Evangelio debe vivificar, no solo a cada una de
las almas, sino a toda la sociedad de los hijos de Dios y también todas las
funciones del cuerpo social.
El
Evangelio tiene una respuesta Divina para todos los problemas, no solo para
aquellos que reflejan las relaciones del hombre con Dios y la consecución del
último fin, sino aún para los que se refieren a la vida temporal de la sociedad
humana.
Esta paz
externa e interna, es la que imploramos a María con la invocación Reina de la
Paz. Y, nótese que no la llamamos amiga o madre de la paz, sino que la llamamos
Reina, porque Ella ha Poseído la paz en grado sumo, en una medida
verdaderamente regia.
La paz
interna, porqué desde el primer instante de su existencia Ella estuvo llena dé
gracia y fue elegida para engendrar en su serio al Principe dé Paz. Maria es él
gozo y el modelo de toda familia humana.
La paz
externa. porqué Ella al pie de la Cruz abrazó con caridad maternal a todos los
hombres, mostrando especial predilección y misericordia para los pecadores.
La
llamamos Reina de la Paz para significar su poder ante Dios. Ella poseía en
grado sumo la tranquilidad en el orden.
Sólo
cuando sé ha quitado la causa de todo mal. que es el pecado, podernos vivir la
paz estable, perfecta y duradera: paz en la familia que es la primera célula dé
la sociedad: paz en la Patria, entre las Naciones, en el mundo entero: paz en
la sociedad civil y paz en la Iglesia para qué los dos poderes, el civil y el
religioso, conduzcan a los hombres a la prosperidad temporal y a la felicidad
eterna
Como
todas las cosas hermosas y buenas, la paz es fruto del sacrificio. por
consiguiente la paz nace de la mortificación que frena el orgullo y el egoísmo
y la Paz tiene su origen en la CARIDAD proclamada
por Jesús Crucificado y que se debe tener con todos los demás, aun con los
enemigos .. caridad que hace orar aun por los verdugos
Maria
Santísima es siempre la benigna ESTRELLA que
dirige las almas descarriadas en la inmensidad del mar hacía el puerto de
salvacíon: la estrella qué aun en la noche más profunda del odio, señala el
camino a los navegantes la estrella mensajera del día qué nos trae la luz,
preludio del eterno día en qué las almas descansaran en paz
Hoy en él
mundo no hay paz. y es porque la busca donde no la hay, porqué ha olvidado las
palabras de Jesucristo: "Os dejo la paz"
"Os doy mi paz, no como la da él mundo". (Juan 14.27).
¡Virgen
Santísima Reina de la paz, acoge benignamente nuestra oración. Inspira
pensamientos de paz a los que gobiernan, y haz que la justicia y la caridad
florezcan en las almas, en las familias y en la sociedad.
CORDERO DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL
MUNDO
PERDÓNANOS, SEÑOR -- ESCÚCHANOS, SEÑOR
--- TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE NOSOTROS.
La
Iglesia cierra las Letanías de la Virgen, como las ha comenzado, esto es,
invocando a Dios que es la fuente de toda gracia, principio y último fin de
todas las cosas.
La
Iglesia nos enseña a invocar a Dios hecho Hombre, Jesucristo, bajo la figura y
el nombre de CORDERO, símbolo con el cual el
Redentor se presentó al mundo. Ya el Profeta Isaías veía en Cristo al Cordero
manso que se dejaría inmolar por los pecados de los hombres, sin un gemido, sin
un lamento.
"Como cordero será conducido al matadero" ...
El
cordero es despreciado por su corto entendimiento,
¿cómo puede en este punto representar a nuestro Señor Jesucristo, Sabiduría del
Padre?. El escogió este símbolo para enseñarnos la humildad y
manifestarnos el amor que siente por nosotros. El amor que Jesús nos tuvo fue
tal que ocultó su Sabiduría y ciencia Divinas; por esto quiso ser representado
por el cordero.
San Juan
Bautista queriendo dar a conocer el oficio principal y la característica del
Mesías, lo señala con las palabras: "He aquí
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29)
San Pedro
nos dice de que modo y a que precio, borró Jesús el pecado del mundo: "Habéis sido rescatados con la Sangre preciosa de
Jesucristo" (1ª Pedro 1: 18.20)
Esta
Sangre de valor Infinito añade San Pablo, Cristo la derramó y nosotros fuimos
redimidos y (1. S.J. 2:2) " ... se hizo
propiciación por nuestros pecados ... y por todos los del mundo ..."
El aplica sus méritos por medio de la Iglesia ...
de los Sacramentos ... el Sacrificio de la Misa ... y las indulgencias.
PERDÓNANOS, SEÑOR.-
Perdónanos
nuestros pecados. ¿Cómo podríamos esperar el perdón
si el Cordero Divino no nos lo hubiese alcanzado, merecido y conquistado?
El pecado
mortal es un desprecio a la autoridad y a la Majestad de Dios, es un exceso de
ingratitud a los beneficios divinos y es ingratitud también a los beneficios de
la gracia, al perdón de las culpas pasadas, al amor Infinito y Misericordioso
de Dios y al amor maternal de María Santísima.
Para
llenar el abismo del pecado se requería el mérito y las satisfacciones del
Cordero de Dios. No puede ser sino obra de Dios. Sólo El puede perdonar los
pecados.
Esta
invocación encierra una lección práctica muy importante para nosotros, pues
parece decirnos: ¿Quieres tú la gracia del perdón? Nada
mejor puedes hacer que volverte suplicante al Cordero de Dios, pero recuerda al
mismo tiempo que tú debes ser cordero también, manso y clemente, que por el
ejemplo de Cristo y por su amor debes perdonar y olvidar las ofensas recibidas,
sólo así podrás obtener el perdón.
El
Cordero de Dios perdona nada más a los corderos.
ESCÚCHANOS, SEÑOR.
Con la
súplica a Jesucristo para que nos escuche, pedimos a Dios que nos otorgue todas
aquellas gracias que necesitamos, todos los bienes que El nos enseñó a pedir en
el Padre Nuestro ... la perseverancia final, gracia decisiva sin la cual todas
las demás son inútiles.
Se añade SEÑOR, para hacernos comprender la grandeza de Aquel
que nos concede el perdón y se complace en oír nuestras oraciones y peticiones
y para agradecerle tantos beneficios recibidos.
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
La última
palabra que en esta Letanía nos pone la Iglesia es la misma con la que quiso
que comenzáramos.
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