GERO PISCHKE EMPEZÓ A DESCUBRIR LA FE LEYENDO A BENEDICTO XVI
Gero Pischke se bautizó en 2019, pero en ya en 2011
había quedado impresionado por los discursos de Benedicto XVI en su visita a
Alemania y empezó a seguir sus escritos.
Conocí a Gero Pischke hace ya
algún tiempo, aquí en Berlín, a través
de amigos comunes. Supe que, tras algún que otro revés profesional –quizá por
exceso de confianza hacia un antiguo socio– se había establecido recientemente,
al filo de los 60 años, como autónomo en el campo
de la iluminación de interiores. Felizmente casado, es una persona “corriente”, como millones de otras.
Sin embargo, al conocer su trayectoria hacia la fe, me pareció que
ésta, aunque no tenga nada de espectacular, era digna de ser compartida, pues
puede ser representativa para tantas otras personas que buscan la Verdad con mayúscula.
Gero accedió a relatar su conversión al catolicismo en primera persona, para
compartirla con Religión en Libertad. Éste es su relato:
Cómo descubrí la verdad
en la Iglesia católica - Testimonio de Gero Pischke
Fui recibido en la Iglesia
católica en mayo de 2019, a los 58 años, cuando me administraron
los sacramentos del Bautismo y la Confirmación,
tras pasarme prácticamente toda la vida en busca de la verdad.
En Hannover, donde me crié, mi madre se adhirió a los Adventistas del Séptimo Día, a principios de los años sesenta. Cuando mis
padres se divorciaron, mi madre se trasladó a Dinamarca con mi hermana; mi padre y yo nos
instalamos en Berlín. En la escuela, el ambiente era bastante hostil; nadie se
ocupaba de mí y quizá por esto busqué una especie de padres
sustitutos entre los adventistas.
Allí recibí el bautismo de
adultos a los 21 años, en el otoño de 1982. Todos los sábados teníamos una hora
de oración y otra de estudio bíblico, a lo que se añadía la lectura de escritos
adventistas, de Ellen
Gould White y otros.
Más tarde me uní a un subgrupo, la Comunidad Adviento Reposo Sabático,
también llamada del Mensaje para nuestro
tiempo. Pero pronto me di cuenta
de que allí prácticamente todo giraba en torno al dinero. Como -a diferencia de las iglesias católica y
evangélica- no perciben en Alemania ningún impuesto eclesiástico, tienen que
recolectar donaciones.
Algo que siempre me había causado
un gran problema es que, con la regeneración que predican, no podía conseguir la liberación del pecado. Por supuesto que
Dios perdona los pecados, pero ¿cómo puedo estar
seguro? Tampoco tenía a nadie con quien pudiera hablar sobre estas
cosas. Además, estaba solo, porque era el único miembro de la secta en Berlín.
Muchas cosas me estaban vedadas, como ir al cine o a comer
fuera de casa, el alcohol, fumar... y también se me inculcaba limitar al máximo
posible el contacto con la “gente del mundo”.
En un cierto momento, de un
segundo a otro, rompí con ellos. Al
principio me dediqué -como se suele decir- a disfrutar de la vida, a hacer todo
lo que había echado de menos durante décadas.
El discurso
de Benedicto XVI en el
Bundestag en septiembre de 2011 me causó una profunda
impresión. A partir de entonces procuraba leer todo lo que
decía.
Benedicto XVI ante el
parlamento federal alemán, el 22 de septiembre de 2011, donde habló de la
justicia, la naturaleza y la razón como fundamentos de la política.
[Lee
en ReL: ATEOS, AGNÓSTICOS, POLÍTICOS... 8
CONVERSOS QUE SE HICIERON CATÓLICOS A TRAVÉS DE RATZINGER]
Aunque durante algunos años no
parecía avanzar, cada vez sentía más simpatía por la Iglesia
católica.
En 2014, monté mi propio negocio con
un socio, en el que inicialmente tenía mucha confianza. Pero unos meses
después, me di cuenta de que el producto que vendíamos no era bueno, lo cual me
llevó casi a la ruina. Así que puse fin a ese trabajo como autónomo.
A finales de 2014 había tocado fondo. Participaba desde
hacía algún tiempo en las reuniones de un “club de
fumadores”; pero como
estaba tan desmoralizado, en una determinada ocasión envié un correo
electrónico para excusarme de asistir; sin embargo, el que lo organizaba me
llamó por teléfono y me animó a acudir, porque también
hablábamos de cuestiones de cierto calado.
Asistí y conocí así a un miembro
de la Iglesia católica que, según pude comprobar, se caracterizaba por una gran
profundidad espiritual. Resultó ser un miembro de la prelatura personal Opus Dei. Pronto me invitó
a asistir a una Santa Misa. Acudí
con cierta expectación, pues, en mi juventud, me habían hecho ver en la Iglesia
católica al “Anticristo”.
No entendí mucho de la liturgia,
pero me impresionó desde el principio. Lo que veía me ayudaba a
concentrarme: Cristo crucificado, el Vía
Crucis y la Santísima Virgen María me hicieron ver que allí había
algo especial, una cercanía a Dios como nunca hasta entonces había
experimentado. Pude presenciar la administración de la Sagrada Comunión:
de rodillas y en la boca. ¡Qué gesto de humildad!
Decidí comprar un catecismo. Lo leí y lo repasé con la ayuda de los dos
sacerdotes del centro del Opus Dei durante dos años. A través
de las conversaciones, la participación en la Santa Misa y el rezo del Rosario, fui conociendo la
fe católica.
Un paso enorme fue conocer el
sacramento de la confesión y
por tanto la certeza del perdón,
así como poder recibir el cuerpo de Cristo de un
sacerdote ordenado. Me pesaban tantas cosas en la cabeza y en el corazón que me
urgía hacerme católico. Y así llegó el momento que relataba al comienzo; desde
entonces procuro seguir desarrollándome espiritualmente. Poco antes ya había
renunciado a algunos pecados que tenía muy arraigados desde hacía décadas y que
no he vuelto a cometer. He sentido la bendición de Dios, una gracia sin
precedentes. “¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?” (1
Cor 15, 55).
Estoy tan feliz y contento que no
me importan en absoluto las acusaciones que vierten ciertos medios de
comunicación sobre la Iglesia católica. En todas partes hay pecados, y he
sabido de cosas peores que han cometido otros; pero a la única que se persigue
es la Iglesia católica. Me duele, pero no
me hace sentir inseguro de haber tomado la decisión correcta.
También recé mucho por conseguir
una perspectiva profesional, y mis oraciones fueron escuchadas: poco a poco las
cosas empezaron a mejorar después
de que cambiara el centro de mi actividad como autónomo.
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