Arzobispo de Tulancingo y responsable de la Dimensión Episcopal de Pastoral de la Salud de la CEM
Por: Mons. Domingo Díaz Martínez |
Con estas palabras el Señor Jesús invita a sus fieles a tener mucho cuidado de
no caer en las trampas del maligno, que llevan a la persona a querer entrar por
la puerta ancha, dirigiendo sus pasos por un camino que lleva a la perdición;
ahora que las puertas para el uso lúdico de la canabis se han abierto,
vemos con gran pena y preocupación, que las posibles complicaciones del abuso
indiscriminado sin consecuencia de esta substancia traerá: depresión, aumento
de la ansiedad, aumento en la tasa de suicidios, perdida de la memoria,
desintegracion social y lo mas grave, la destrucción de la familia.
Quienes vivimos con el pueblo
prevemos con esta decisión más pobreza, más problemas familiares, más
violencia, más dolor y más impunidad.
El tabaquismo, el alcoholismo
siguen causando problemas y ahora estamos ante el peligro de afrontar uno más,
caer en las garras de esa vieja y «nueva forma de esclavitud» que son las
drogas. Vemos también que esta decisión, lejos de buscar el bien común, estará
propiciando un mal común y «no atiende los daños a la salud surgidos por el
consumo cada vez mayor de la marihuana, no atiende los efectos en las familias
por los jóvenes que consumen drogas, tampoco contribuye a inhibir y reducir la
exposición a sustancias estupefacientes», como hemos señalado anteriormente.
Como Iglesia, estamos en
desacuerdo al uso indiscriminado de la sustancia sin indicación, como estamos
en desacuerdo, al uso de antibioticos sin indicación médica. Hoy más que
nunca, exhortamos a los padres, a los jóvenes, a los catequistas, a la pastoral
juvenil y a los pastores a prevenir y trabajar por sembrar los valores del
Reino en las nuevas generaciones, para no tener que lamentar después.
LES PROPONEMOS CAMINAR
JUNTOS, UNIDOS Y ORGANIZADOS:
·
Papás: hoy
más que nunca deben tomar en serio la educación en valores y virtudes,
para que los hijos, tengan las armas necesarias para enfrentar esta y cualquier
otra adversidad, estar al pendiente de ellos desde temprana
edad, advirtiéndoles sobre los graves riesgos de caer en alguna adicción;
acompáñenles, estén al pendiente de los amigos y ambientes que
frecuentan.
·
Jóvenes: estén
atentos a no caer en las trampas de la adicción, piensen en la esclavitud,
sufrimiento y pobreza a que les puede llevar. Se dice que esta
resolución es para defender sus derechos, eso les dicen ahora, pero los dejarán
solos el día de mañana con su tristeza, pobreza y dolor.
·
A los actores de la pastoral con jóvenes y niños: insistan en la formación sobre la prevención de
cualquier tipo de adicción, principalmente en los ambientes de la sociedad más
vulnerables.
·
Y cuando un hermano caiga en las
garras de la droga, exhortar a toda la Iglesia a ser conscientes que «no podemos caer en la injusticia de clasificar al drogadicto
como si fuera objeto o un trasto roto. Cada persona ha de ser valorada y
apreciada en su dignidad para poder ser sanada».
No cabe duda que esta preocupante
aprobación nos plantea el reto de convencer, prevenir y caminar juntos, unidos
y organizados en nuestros Planes Diocesanos de Pastoral, para poder ofrendar a
nuestro amado Redentor, al celebrarse los 2000 años de la Redención; y a
nuestra Madre de Guadalupe, al conmemorarse los 500 años de su presencia entre
nosotros, una comunidad fiel que se esfuerce por construir un México más en
Paz, un México más depurado de maldad, vicio y egoísmo.
Oremos y trabajemos
para que así suceda.
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