Si el presidente Putin solicitara una visita, soy de la opinión de que convendría concedérsela sin la menor duda. El papa debe recibir a los monstruos. Todo sacerdote, sobre todo, debe hablar a los pecadores. Y cuanto más pecador sea alguien más razón hay para hablar con él.
Si se puede hacer algo para bien de los
oprimidos, hay que recibir a este tipo de personas. Por supuesto que
aconsejaría no sonreírle ni un leve segundo. Lo puede recibir con la cara con
que Juan Pablo II recibió a Castro en el Vaticano.
En el caso
de Putin tendría yo que hacer inmensos esfuerzos para no lavarme la mano tras
estrechársela; y lavármela frotando bien. Esas manos que invisiblemente
escurren sangre. En el caso de Maduro iría directamente a la bañera y
restregando bien hasta la espalda con un rascador de esos con mango.
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Data: Para que veáis que no estoy siempre
barriendo para casa, reconozco que en la foto de hoy los dos salen con una
mirada que parece sacada de una cumbre de villanos. Es una foto en la que
parece que Putin tenga un puñal escondido en la espalda y el papa oculte una
daga también en la espalda.
No sé, tal vez las cámaras de hoy tengan un filtro que sea la opción “mirada maligna”. Con un anfitrión con cualquiera de esas miradas, el té me lo tomaría en
casa por si acaso.
P. FORTEA
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