ALEJANDRO VÉLEZ CUENTA CÓMO CONOCIÓ A JOHANA Y LE CAUTIVÓ SU ALEGRÍA Y FIRMEZA.
Alejandro Vélez, colombiano,
ingeniero en Administración de la Universidad Nacional de Bogotá, ha contado en
un vídeo su historia de conversión, que se produjo
a través del ejemplo firme y alegre de su novia, que se negaba a tener
relaciones antes del matrimonio, del
poder de la confesión y de la formación razonada y acompañada en un grupo de fe
de Civitas
Orationis.
"Yo
era ateo, totalmente alejado de Dios. Me burlaba y atacaba todo lo relacionado con la Iglesia y con
Dios", explica Alejandro,
Su familia era católica y de niño le llevaban a misa. Hizo la Primera Comunión
y la Confirmación. Pero muy pronto empezó a tener
relaciones sexuales con una chica y
eso empezó a alejarle de Dios.
En su caso, explica, "el ateísmo no fue una moda
sino un estado en el que fui cayendo por etapas". Sus
padres no sabían casi de doctrina: le transmitieron
valores, pero no le explicaron con argumentos los mandamientos.
Lecturas, amigos, profesores contrarios a la fe, le empujaron contra la fe en
la adolescencia. El miedo a las burlas de otros acabó de
hundir sus últimas ideas católicas.
PROFESORES
ANTICRISTIANOS EN LA UNIVERSIDAD
En la Universidad Nacional de
Bogotá, se dejó arrastrar por los comentarios de profesores. "Ellos no perdían oportunidad para meter su
comentario socialista, comunista, de izquierdas; y sobre todo anti-cristiano,
anti-católico, anti-iglesia. Me enredaron totalmente. Me dejé
llevar por eso", recuerda.
"Yo me burlaba
de la Iglesia. Decía que la Iglesia es un negocio. Hacía chistes pesados, feos, hasta
morbosos sobre la Iglesia, los sacerdotes, sobre Dios y la Virgen", detalla.
Y "ya
de
adulto universitario, era pura soberbia: gano mi dinero, soy ingeniero, tengo
novias, no necesito a nadie".
"Cuando uno está tan lleno de uno mismo, Dios no cabe", señala.
Alejandro Vélez insiste en cómo
las relaciones fuera del matrimonio son una fuente de ceguera, que "borran la fe, cortan la comunicación con
Dios". Pero, por el contrario, un testimonio de castidad puede
llevar a abrir la mente y el alma.
"NOTÉ EN ESA CHICA
ALGO DISTINTO"
"Yo estaba muy
cegado por esa falta de pureza. En 2010 yo venía de un noviazgo mundano de seis
años y medio, que terminó muy mal. Entonces conocí a Johana, la que hoy es muy
esposa. Éramos compañeros de trabajo, y
noté en ella algo distinto: tenía mucha
alegría, era juiciosa, buena trabajadora, no se metía en chismorreos
ni corrillos, era muy buena gente. Me llamó la atención".
ANA PARTICIPABA EN LOS
GRUPOS CATÓLICOS DE FORMACIÓN CIVITAS ORATIONIS.
"Ella no me invitó a ir, yo me
autoinvité. 'Quiero ir a esos grupos que vas', dije, y ella quedó
muy sorprendida", recuerda Alejandro.
La primera sesión a la que acudió
se habló de la virtud de la sabiduría. No entendió casi nada, pero la gente allí era agradable y acogedora. Decidió volver. A la siguiente sesión, le asombró que todos recordaban su nombre.
"Yo ya había
probado de todo, estaba decepcionado de muchas cosas, y me dije que no pasaba nada por ir
a eso", recuerda.
FUE A UNA MISA... Y
DIOS EMPEZÓ A ACTUAR
Tras una tercera sesión, se despertó en él el deseo de ir a una misa.
En esa misa, empezó a despertar su conciencia adormecida.
Recordó a un amigo que se había suicidado un año antes. "No me sorprendió su
suicidio, yo sabía que él no estaba bien. Y en misa pensé: 'pude haber hecho algo por
él'. Creo que fue la primera vez que oí la voz de Dios animándome a
actuar bien: 'puedes rezar por él', 'no dejes pasar las cosas', 'no aplaces
nada'..."
LA FIRMEZA Y LA VALENTÍA ATRAEN
Alejandro y Ana empezaron a
salir. En cierto momento, paseando en un centro comercial, Ana le dijo:
- Si quieres que seamos
novios, que sepas ya que yo espero hasta el matrimonio. Cero
relaciones hasta el matrimonio.
- Ah, ¿sí? Vaya, ja
ja... ¿como si tuvieras un cinturón de castidad?
- Pues si lo quieres
ver así, sí. ¡Cinturón de castidad!
Él se había reído y burlado. Pero
al seguir paseando, pensándolo y comentándolo, él admitió:
- Pues, la
verdad... admiro tu convicción...
"Es que me
cautivó ella, que se hacía respetar. Pero también me cautivó esa fuente de firmeza y convicción, que no
era ella sola, que era Dios. Esto es importante en nuestra
historia", señala hoy.
ACOMPAÑAMIENTO Y
CONFESIÓN
Alejandro seguía explorando la fe
en Civitas. Allí contaba con el apoyo continuado de un acompañante,
con el que podía hablar sobre su vida, sobre
oración, compartir libros y conversaciones.
Un día repasó una lista de
preguntas de un examen de conciencia. "Uau,
qué cantidad de cosas que ofenden a Dios... y que yo no sabía. Cosas tan
comunes como la altanería, la grosería con los mayores, la impuntualidad,
confundir sexo con amor, la piratería, evadir impuestos..."
Aún no estaba totalmente
convencido de que Dios existiera, pero como parte de su proceso de investigar y
probar cosas nuevas, después de dos meses en Civitas, decidió confesarse.
"Y ahí sí se
me abrieron las entendederas. Era una nueva fuerza, una oportunidad... yo sentía
que Dios me perdonaba. Salí flotando de ese confesionario". Ese fue
el gran momento de cambio.
Civitas
Orationis, con su sistema de clases y formación intelectual, encajó muy
bien con él, que se hacía muchas preguntas y quería un enfoque
sistemático. Así, lo espiritual, lo intelectual y lo afectivo se sumaron en su
camino hacia la fe.
Desde ese momento han pasado 11
años. Alejandro y Johana se casaron, formaron una familia, van juntos a misa y
los sacramentos, rezan y juntos se forman en la enseñanza católica.
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