Texto del mensaje del Papa Juan Pablo II durante su visita el jueves 23 de marzo ante el mausoleo de Yad Vashem, que rinde homenaje a las víctimas judías del Holocausto durante el dominio nazi.
Por: S.S. Juan Pablo II | Fuente: Vatican.va
"Las palabras del
antiguo Salmo se elevan desde nuestros corazones: Me he vuelto una vasija
rota... Escucho las calumnias de muchos, el terror me circunda, cuando
conspiran en mi contra, cuando traman para quitarme la vida. Pero confío en ti,
Señor. Y digo, "Tú eres mi Dios".
1. En este sitio para el recuerdo, la mente, el
corazón y el alma sienten una necesidad extrema de silencio. Silencio para
recordar. Silencio para tratar de dar algún sentido a las memorias que vuelven
en torrente. Silencio porque no hay términos lo bastante fuertes para deplorar
la terrible tragedia del Shoah. Mis propios recuerdos personales se remontan a
todo lo sucedido cuando los nazis ocuparon Polonia durante la Guerrra. Recuerdo
a mis amigos y vecinos judíos, algunos de los cuales murieron, mientras que
otros sobrevivieron.
"He venido a Yad Vashem a rendir homenaje a
los millones de judíos que, despojados de todo, en especial de su dignidad
humana, fueron asesinados en el Holocausto. Ha pasado más de medio siglo, pero el
recuerdo persiste.
"Aquí, como en Auschwitz y en muchos otros lugares de Europa, nos abruma
el eco de los desgarradores lamentos de tantos. Hombres, mujeres y niños claman
hacia nosotros desde el abismo de los horrores que conocieron. ¿Cómo podemos
desoir sus gritos? Nadie puede olvidar o desconocer lo sucedido. Nadie puede
disminuir sus dimensiones.
"2. Deseamos
recordar. Pero deseamos recordar con un objetivo, específicamente, con el de
garantizar que la maldad jamás prevalecerá de nuevo, como lo hizo en el caso de
los millones de víctimas inocentes del nazismo.
"¿Cómo es posible que el hombre tenga tanto desprecio por el hombre?
Porque había llegado al punto de despreciar a Dios. Sólo una ideología sin Dios
puede planificar y ejecutar el exterminio de todo un pueblo.
"El honor que el Estado de Israel ha conferido a los "gentiles
justos" en Yad Vashem, por haber actuado heroicamente para salvar a los
judíos, en ocasiones hasta el punto de ofrendar sus propias vidas, es un
reconocimiento de que ni siquiera en las horas más sombrías se extinguen todas
las luces.
Es por eso que los Salmos, al igual que la Biblia entera, aunque bien al tanto
de la capacidad humana para el mal, también proclaman que no será la maldad la
que tendrá la última palabra. Desde lo mas profundo del sufrimiento y el dolor,
el corazón de los creyentes clama: "Confío en ti, Señor. Digo, Tú eres mi
Dios" (Salmo 31:14).
"3. Los judíos
y los cristianos comparten un inmenso patrimonio espiritual, derivado de la
misma autorrevelación de Dios. Nuestras enseñanzas religiosas y nuestra
experiencia espiritual demandan que superemos la maldad con el bien.
Recordamos, pero no con deseo alguno de venganza o de incentivo para el odio.
Para nosotros, recordar significa orar por la paz y la justicia y comprometernos
con sus causas. Sólo un mundo en paz, con justicia para todos, puede evitar la
repetición de los errores y de los terribles crímenes del pasado.
"Como Obispo de Roma y sucesor del Apóstol Pedro, le aseguro al pueblo
judío que la Iglesia Católica, motivada por las leyes evangélicas de verdad y
amor, no por consideraciones políticas, está profundamente entristecida por el
odio, los actos de persecución y las manifestaciones de antisemitismo dirigidos
contra de los judíos por parte de cristianos, en cualquier período y en
cualquier lugar. La Iglesia rechaza el racismo en cualquiera de sus
manifestaciones, como una denegación de la imagen del Creador intrínseca en
cada ser humano.
"4. En este
lugar de solemne recuerdo, oro fervientemente porque nuestro dolor por la
tragedia sufrida por el pueblo judío en el Siglo XX conducirá a una nueva
relación entre cristianos y judíos. Construyamos un futuro nuevo en el cual no
habrá más sentimientos antijudíos entre cristianos o sentimientos
anticristianos entre los judíos, sino más bien el respeto mutuo requerido de
quienes adoran a un único Creador y Señor y vuelven la vista hacia Abraham como
un padre común en la Fe.
"El mundo debe escuchar la advertencia que proviene de las víctimas del
Holocausto y del testimonio de los sobrevivientes.
Aquí, en Yad Vashem, la memoria persiste y arde en nuestros corazones. Nos hace
gritar: ´Escucho las calumnias de muchos, ¡el terror me circunda!... Pero
confío en ti, Señor. Y digo, ´Tú eres mi Dios´" (Salmo 31:13-15).
23 de marzo de 2000
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