Hace mucho tiempo que tengo pendiente varias recomendaciones de escritores y libros. Voy tomando notas que no consigo terminar. Estaba ordenando cuando encontré ésta de Flannery O’Connor.
Es una escritora católica
estadounidense que vivió en el Sur profundo bautista. Me gustan sus cuentos más
que sus novelas, pero lo que de verdad
me fascina son los epistolarios. Supongo
que me estoy haciendo mayor, nunca pensé terminaría recomendando colecciones de
cartas. León Bloy o
Tolkien son otro
ejemplo.
Tanto los de Bloy como los de
O’Connor son obras maestras de la Nueva Evangelización. Cada uno en su estilo,
conversan con sus correspondientes de lo divino y de lo humano, pero en todo lo
humano hay divino, con naturalidad, con cariño, son extraordinarios observadores de la
naturaleza humana y llenos de sentido del humor.
O’Connor era una apasionada de
Santo Tomás de Aquino, leía unos minutos la Summa todas las noches y se nota. Le ayudaba a
conocerse más a sí misma, a los demás y a Dios.
Transcribo un cruce de cartas
con su amiga Betty Hester (tomado del blog de uno de los mayores expertos
hispanohablantes sobre la escritora). En este caso FOC –como se suele abreviar
el nombre– con muy pocas líneas dice muchísimo.
No podría enjuiciar la Summa [de
Santo Tomás de Aquino]; lo que podría decir es que todas las noches leo unos
veinte minutos antes de acostarme. (…) En cualquier caso, me parece que puedo
garantizar que santo Tomás amaba a Dios porque, por más que lo intento, no
puedo dejar de amar a santo Tomás. Sus hermanos no querían que malgastara su
vida siendo dominico, por lo que lo encerraron en una torre y metieron una
prostituta en su dormitorio; la sacó con un atizador al rojo vivo. Hoy en día
estaría de moda sentir simpatía hacia la mujer, pero yo tengo simpatía por
Santo Tomás.
——Cartas (p.
92)
A Betty Hester le parecía que
con eso que decía Flannery mostraba una actitud
‘fascista’, por defender el uso de la fuerza. Flannery
responde:
Pero busque otra palabra que
no sea fascista para describirme tanto a mí como a Santo Tomás. Tampoco
serviría totalitario. Santo Tomás y san Juan de la Cruz, aun siendo tan
diferentes, estaban completamente unidos por la misma fe. Cuanto más leo a
santo Tomás más flexible me parece. A propósito, san Juan hubiera sido capaz de
sentarse con la prostituta y decir: «Hija, pensemos
en esto», pero sin duda santo Tomás se conocía a sí mismo y sabía que
debía librarse de ella con un atizador o ella le vencería. No sólo estoy de
parte de santo Tomás, sino también de acuerdo en que usase el atizador. A esto
lo llamo ser un realista tolerante, no un fascista.
——Cartas (p.
95)
Me parece un buen ejemplo de
conocimiento de Santo Tomás y de aplicación de las virtudes de la
fortaleza y la templanza. También muestra experiencia de la
debilidad humana.
Juanjo Romero
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