Los políticos y su fe.
Por: Marco Antonio Batta | Fuente: Buenas Noticias
«Me marcho». Fue
ésa la conclusión a la que llegó Guillermo Morán González, político del Partido
Socialista Español (PSOE) después de conocer los proyectos de ley impulsados
por su partido. Los proyectos buscaban –y siguen buscando– la aprobación del
matrimonio entre homosexuales y la adopción de niños por estas parejas. En su
escrito de dimisión afirma que, al ser «profundamente
católico, (...) me encuentro en una situación muy incómoda, en una organización
que maltrata a la familia».
Guillermo Morán había sido nombrado Secretario de Medio Ambiente para el
Ayuntamiento de Puerto de Santa María (Cádiz). Su gesto no pasó desapercibido.
Después de conocerse la noticia a través del Diario
de Cádiz, el periódico recibió más de 1200 mensajes electrónicos
aplaudiendo su decisión y testimonio.
Pero no es el único caso. También un italiano, Rocco Buttiglione, tuvo que
renunciar al cargo de Comisario Europeo de Justicia a causa de sus convicciones
católicas.
El Parlamento Europeo hace una entrevista a los nuevos miembros de la Comisión
Europea antes de que accedan a su cargo. Es un procedimiento de rutina. Los
problemas comenzaron cuando se preguntó a Buttiglione qué opinaba de la
homosexualidad. Dijo que, en su calidad de católico, los actos homosexuales son
pecaminosos (ojo: los
actos, no la condición homosexual)
y que, aunque distingue entre los dictados de su fe y las normas civiles, no
legislaría en contra de sus principios de fe.
En otras palabras, que no pueden contar con él para la aprobación del así
llamado “matrimonio homosexual”. Tormenta. «Buttiglione, homófobo e integrista», dijeron
unos. «Volvemos a los tiempos de la Inquisición», etc.
Entrevistado por la cadena BBC, el imputado afirmó: «si
me van a discriminar por católico, prefiero ser un católico». Y también:
«Si me amenazaran con cortarme la cabeza por mis
creencias, no sé si me alcanzaría mi fe; pero tengo fe suficiente para
renunciar a mi trabajo en la Comisión [Europea], si eso fuera necesario».
Alguien comentó, no sin cierta ironía: «Dentro de
poco, los católicos tendrán que vivir en campos de concentración. Todos tienen
derecho a expresar sus convicciones públicamente, excepto ellos». Hoy en
día, los que se autodenominan “tolerantes”, son
precisamente los más intolerantes. No soportan la visión cristiana. Podemos
llamarlos, sin exagerar, laicos integristas,
fanáticos del laicismo.
Hace años un sacerdote católico se encontraba en Egipto, en El Cairo. Entró a
una peluquería y el peluquero, que era musulmán, le dijo: «Dentro de poco comenzará la oración del viernes y deberé
interrumpir por un tiempo mi trabajo. Le recomiendo que vaya allá enfrente, al
peluquero cristiano. Así no perderá tiempo». Manifestar las propias
convicciones ante otros no es una falta de respeto. Es lo normal.
Y tú, ¿dónde tienes tu fe? Si es el caso,
sácala de la sacristía; no la tengas debajo del celemín, sino sobre el
candelero (cf. Mt 5,15).
Con información de www.hazteoir.org y de www.aciprensa.com.
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