«Los días son malos» (Ef 5,16). «En estos tiempos [recios] son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos» (Santa Teresa, Vida 15,5).
–Bueno el post,
pero muy largo.
–Escribir un libro,
como pretendo, y publicar artículos en mi blog al mismo tiempo, son dos
tareas incompatibles, al menos para mí. Solución: trabajar en la redacción
del libro e ir publicando sus capítulos en este blog a medida que los
vaya escribiendo… ¿Funcionará el invento?… Es una buena pregunta… El título de
libro será, Dios mediante, «Alegres en la esperanza».
Que
la Iglesia y el mundo pasan por «tiempos recios» es algo patente. Describo sus males en el
capítulo primero. Pero en esta Introducción adelanto lo que es el motivo del estudio
presente. Está escrito sobre todo para confortación de los cristianos católicos
que se ven desanimados, e incluso algunos amargados y exacerbados.
Unos y otros deben reafirmarse
en cuatro actitudes fundamentales, prescritas por Cristo Salvador. Y sepamos
que todos sus mandatos llevan consigo la asistencia de su gracia para
cumplirlos. Nunca el Señor nos da un precepto, para quedarse luego como
Espectador universal pasivo, viendo cómo nos las arreglamos para obedecerlo y
darle vida. Es una idea absurda. «Sin mí no podéis
hacer nada» (Jn 15,5).
1ª.– No nos
exasperen los que hacen el mal en el mundo y en la Iglesia. Con nuestros pecados de
acción y de omisión somos nosotros cómplices de
ellos. No los miremos como si no tuviéramos ninguna participación en sus
pecados. Libremos «los buenos combates de la fe» (1Tim
6,12) contra las herejías y pecados, pero no juzguemos a sus causantes, y
obedezcamos a Cristo: «no juzguéis,
y no seréis juzgados» (Lc 6,37); «Ni a mí mismo me juzgo… Quien me juzga es el Señor»
(1Cor 4,3-4). No confundamos con la virtud el juicio de otros y la exasperación.
«Descansa en el
Señor y espera en él. No te exasperes por el hombre que
triunfa empleando la intriga. Cohíbe la ira, reprime el coraje, no te
exasperes, no sea que obres mal» (Sal 36,7-8).
2ª.–
La providencia de Dios gobierna todo lo que Él creó, de tal modo que «todo lo que
sucede colabora al bien de los que aman a a Dios» (Rm 8,28). Este
principio fundamental de la fe excluye eficazmente en los cristianos la
desesperación y el desánimo ante los males del mundo y de la Iglesia.
3ª.–
«Dios puede
hacer de las piedras hijos de Abraham» (Mt 3,9), ya que «por gracia hemos sido salvados» (Ef 2,5). De
menos nos hizo Dios.
Pero la conversión de los cristianos desanimados, exasperados y amargados es especialmente
difícil en el caso de que ellos consideren su actitud no como una negación del
Evangelio, sino como una virtud; incluso como una parresía
martirial admirable. Este gran error sólo puede ser vencido iluminándolo con la
verdad de la fe.
4ª.–
«Alegráos,
alegráos siempre en el Señor» (Flp 4,4); «vivid alegres en la esperanza» (Rm
12,12). Y cuando sucedan las enormes calamidades últimas, «levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra
liberación» (Lc 21,25-28). Estas palabras de Cristo y de sus Apóstoles
no son un consejo, son un mandato,
que su gracia nos hace posible vivir.
* * *
Dios
nos libre a sus hijos de toda tristeza mala en estos tiempos recios, y nos conceda acrecentar
nuestra alegría
en Cristo. «El incendio que se ha producido entre vosotros es para
vuestra prueba. Alegraros a medida que participáis en los padecimientos de
Cristo, para que también cuando se revele su esplendor os alegréis estremecidos
de gozo» (1Pe 4,13). A Él sea dado todo honor y toda gloria,
siempre y en todo lugar, por los siglos de los siglos. Amén.
Para eso escribo,
con el favor de Dios, lo que sigue.
Nota. El presente texto parte de algunos artículos que ya he publicado en mi
blog Reforma o apostasía (www.infocatolica.com).
—CAPÍTULO1
Tiempos
recios en la Iglesia
–«Alegres en la
esperanza»… Perdone,
pero no veo yo muchos motivos para estar alegres.
–La Santísima Trinidad hace de
usted su templo. Cristo le atrae hacia el cielo con su gracia… ¿Y no ve motivos para estar alegre en la esperanza?… Necesita
leer lo que sigue.
–LOS CRISTIANOS HOY, PROBABLEMENTE EN SU
MAYORÍA, IGNORAN Y HASTA NIEGAN QUE LA IGLESIA ESTÉ EN GUERRA CON EL
MUNDO
Muchos creen que hacerse
amigos del mundo es una virtud benigna. Pero «quien
pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Sant 4,4). Así
dice Santiago porque es fiel discípulo de Cristo:
«Yo he vencido
al mundo» (Jn 16,33).
Pero lo ha vencido porque lo ha combatido. «No
penséis –dice Cristo– que he venido a
sembrar paz en la tierra; no vine a sembrar paz, sino espada» (Mt
10,34).
Cristo con su Iglesia están en
guerra con el mundo para salvarlo de sus gravísimos errores y pecados, y
liberarlos de la esclavitud del demonio, pues «el mundo entero
yace bajo el poder del Maligno» (1Jn 5,19).
Y estas realidades-verdades no han sido negadas por el concilio Vaticano II, sino por «hombres de
poca fe». Atengámonos, pues, a las declaraciones conciliares.
«Toda la vida
humana, la individual y la colectiva, se presenta como un
combate, y por cierto dramático, entre el
bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (Gaudium et spes 13b). «A través
de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las
tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor,
hasta el día final» (37b).
¡Cuántos hoy se
declaran fieles al Concilio, al mismo tiempo que reniegan de él, procurando
ante todo que haya una amistad pacífica entre la Iglesia y el mundo!
Cuántos cristianos ignoran o incluso niegan la guerra entre la Iglesia y el mundo, porque ellos,
mundanizados, viven en paz con él. Sin embargo el Señor anunció con toda claridad esa
batalla permanente, hoy más dura y universal que en toda la historia de la
Iglesia.
«Si el mundo os
odia, sabed que me odió a mí antes que a vosotros. Si fueseis del mundo, el
mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del
mundo, por esto el mundo os odia… Si a mí me persiguieron, también a vosotros
os perseguirán» (Jn 15,18-20).
–MUCHOS MALES EN EL MUNDO
Tiempos
recios. La geografía politica cierra la Tierra a Jesucristo más que nunca. No conocemos fases de la
historia en las que estuviera el mundo tan herméticamente cerrado a la
predicación del Evangelio: en China, en las
naciones islámicas o hinduistas, en las naciones laicistas más secularizadas,
antes cristianas y hoy apóstatas.
Después
de Cristo, quizá, nunca el diablo ha tenido tanto imperio sobre el mundo. Las persecuciones de Roma
mataban ante todo los cuerpos de
los fieles a Cristo, y hacían mártires. Las de hoy son mucho peores, porque procuran
pervertir las almas por
la seducción o la amenaza, y hacen apóstatas.
Así las cosas, si Roma era
un perro peligroso, el Nuevo Orden Mundial es un león mucho más feroz y poderoso, que
pretende, como Roma, la eliminación total del Cristianismo (christiani non
sint: Nerón), pero con armas mucho más inteligentes y eficaces.
–MUCHOS MALES EN LA IGLESIA
+El
ataque más fuerte que hoy sufre la Iglesia verdadera viene de la falsa Iglesia, mundanizada,
sujeta al influjo del diablo, y que permanece aparentemente dentro de la
Iglesia. Los Obispos, sacerdotes y teólogos que así malviven, logran con
frecuencia, apoyándose entre sí, escalar en la Iglesia a muy altas funciones.
Cristo ya anunció
claramente esa lucha dentro de la misma Iglesia. «Se levantarán muchos falsos profetas, que engañarán a
muchos» (Mt 24,11). Será la Iglesia como campo de trigo, en la que el
diablo siembra con éxito la cizaña (13,25).
Así ha sido siempre, y más que
nunca hoy. Fueron algunos Pastores y teólogos quienes iniciaron en Occidente la apostasía; y
buena parte de ellos –los que pudieron–, permanecieron dentro de la Iglesia,
conservando sus ventajas sociales y económicas, y quedando mejor situados para
combatirla desde dentro.
Innumerables fieles laicos les siguieron en la apostasía, «pasándose» al
Enemigo. Pero la mayoría abandonaron la Iglesia, alejándose totalmente de ella,
para mejor «guardar su vida» de la
persecución del mundo. Un buen número de Iglesias locales se vieron reducidas
en 50 años a 1/3 o a 1/4 de sus miembros.
«Salieron
de nosotros, pero no eran de nosotros. Si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido
con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros»
(1Jn 2,19).
+LAS
HEREJÍAS IMPUNES HAN SIDO Y SON LAS CAUSAS PRINCIPALES DE LOS MALES DE LA
IGLESIA
SAN JUAN PABLO II ASÍ LO RECONOCÍA:
«Es necesario
admitir con realismo, y con profunda y atormentada sensibilidad, que los
cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos,
perplejos, e incluso desilusionados. Se han esparcido a manos llenas ideas
contrarias a la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas
y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas,
confusiones, rebeliones. Se ha manipulado incluso la liturgia. Inmersos en el relativismo intelectual y moral, y por tanto en
el permisivismo, los cristianos se ven tentados por el ateísmo, el
agnosticismo, el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo
sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva» (disc. 6-II-1981)… «Los
cristianos de hoy, en gran parte» [sic]. Se dice pronto…
Parece inexplicable. Nunca ha habido en la Iglesia un corpus doctrinal tan amplio y
perfecto como en el tiempo actual; y nunca han proliferado tanto dentro de ella las herejías. Prácticamente no hay actualmente ninguna
verdad católica de la fe que no se haya puesto en duda o negada impunemente, al
no haber sido los errores suficientemente combatidos, pronta y severamente, por
la Autoridad apostólica y por los teólogos ortodoxos.
Recuerdo de nuevo la parábola
del hombre que sembró en su tierra semilla buena: « vino el Enemigo y sembró
cizaña en el trigo y se fue… Señor, ¿no sembraste
buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?… Él les respondió:
un Enemigo ha hecho esto» (Mt 13,24-30). Y
lo ha hecho mientras la gente de Cristo dormía en el pestilente triunfalismo post-conciliar.
+LA DOXOLOGÍA DISMINUIDA
La
doxología, la
glorificación de Dios, ha disminuido enormemente, sustituida por un moralismo
horizontal y pelagiano. El celo por la gloria de Dios,
apenas está presente en las Iglesias descristianizadas. Falta el espíritu
gozoso de gratitud y de alabanza, la admiración por su bondad, su misericordia
y su belleza, el dolor por el pecado, el espíritu evangelizador de las
misiones: «Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben» (Sal 66).
Felizmente,
en los textos bíblicos de la Liturgia, de modo necesario, se sigue
expresando y causando la glorificación de Dios y de su Cristo.
«Yo te amo,
Señor, tú eres mi fortaleza, Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador; Dios
mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos» (Sal 17,2-4).
Ésa
es el alma del AT y aún más del NT, como lo vemos en el prólogo del Evangelio de San Juan, en los
himnos doxológicos de San Pablo (p. ej., Ef 1; Col 1,13-20). En toda la
tradición espiritual de la Iglesia, y especialmente en su Liturgia, vibra el entusiasmo por Dios (enthusiasmós:
éxtasis, arrobamiento divino).
Por el contrario, hoy son
frecuentes prédicas, catequesis, cantorales, Obras católicas misioneras,
caritativas, etc. que apenas mencionan a Dios. De tal modo se ha
horizontalizado y secularizado el cristianismo en las Iglesias locales
agonizantes, suprimiendo prácticamente en sus vidas la dimensión doxológica y
teocéntrica, que parecen profesar «otra religión».
+LA SOTERIOLOGÍA ELIMINADA
La disminución de la
doxología es hoy muy frecuente, pero la eliminación
de la soteriología viene a ser total. Parece increíble que se
produzca una falsificación de los Evangelios tan contraria a ellos. La predicación de Cristo tenía siempre un fondo soteriológico. El
Salvador anuncia explícitamente la salvación y la condenación en 51 ocasiones
distintas. (Las enumero y resumo en el artículo [08] de mi blog infocatólico Reforma
o apostasía). ¿Será posible que alguien de
buena fe crea que es posible evangelizar omitiendo sistemáticamente el tema de la salvación
eterna? ¿Para qué valen en la Iglesia predicaciones, reuniones,
parroquias, congresos, Sínodos, Misiones, Facultades eclesiásticas, ejercicios
espirituales, movimientos laicos, colegios y Universidades católicas,
presbiterios, planes pastorales, congregaciones religiosas, etc. si en
sus ámbitos propios silencian el misterio de la salvación?
La insistencia de Cristo en la
predicación de la salvación o condenación viene ya exigida por su propio
nombre, pues recibió del cielo el nombre de «Jesús,
porque salvará a su pueblo de
sus pecados» (Mt 1,21). Él es definido como «el
que quita el pecado del mundo» (Jn 1,30). «Es palabra digna de crédito y merecedora de total
aceptación, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores» (1Tim
1,15).
Los
Apóstoles predican el mismo Evangelio de Cristo. Prolongan la misma
predicación soteriológica del Maestro, en fondo y forma. Ellos creen que «todos pecaron y todos están privados de la gloria de
Dios» (Rm 3,23). Y que por tanto todos necesitan la salvación de Cristo,
una salvación por gracia. Ninguno puede salvarse a sí mismo.
Dios, «por
el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por nuestros pecados,
nos dio vida por Cristo: de gracia
habéis sido salvados» (Ef 2,4-5).
+Las
Iglesias locales que están muy débiles en doxología, y vacías de espíritu
soteriológico, disminuyen más y más rápidamente, y van en camino de
desaparición. Cesan sus actividades, o bien se multiplican en vano morbosamente.
Reuniones, centenarios, jornadas, años,
jubileos, planes pastorales, sínodos, consejos, organismos,
delegaciones, vicarías, departamentos, campañas, Centros, programas, etc. dan
una apariencia de vida, pero la escasez de la doxología y la ausencia total de soteriología hacen que año tras año los males vayan creciendo en esas
Iglesias inexorablemente. La Catedral diocesana, desacralizada, vendrá a ser
biblioteca, centro de congresos y eventos, piscina cubierta, discoteca o
cualquier otra cosa rentable. Del pueblo cristiano quedará, si Dios quiere, un
pequeño Resto fiel.
Persiste
hace ya medio siglo la ausencia de vocaciones, y quedan pocos sacerdotes,
los más de mucha edad. Hay campañas vocacionales que no mencionan el sacramento
del Orden ni la Eucaristía. La
llama de la Santa Misa se apaga en muchos lugares. Y donde se celebra todavía,
son diez veces más los bautizados ausentes que los asistentes.
«Irlanda, antaño
reserva católica de Europa, va camino de quedarse sin clero» (infocatólica.com 17-01-22).
«Heriré al pastor y se dispersarán la ovejas del
rebaño» (Zac 13,7; Mt 26,31).
Al
verse ignorada o negada la condición esencialmente sacramental de la vida
cristiana, se acaban necesariamente las vocaciones sacerdotales y los
sacramentos. En no
pocas parroquias ya no hay vocaciones al Orden sagrado. La asistencia a la Eucaristía dominical ha pasado en
unos decenios del 80% al 8%. Desaparece prácticamente la confirmación y casi totalmente
el sacramento de la penitencia, los matrimonios sacramentales son ya los menos, va
reduciéndose a mínimos la unción de los enfermos, y disminuyen notablemente los bautismos.
El obispo de Essen (Alemania),
Franz-Josef Overbeck, señalando la suma escasez de sacerdotes, dice en un
escrito a sus diocesanos, que «si esto continúa, la
estructura sacramental de nuestra Iglesia se derrumbará: ya está
bajo una amenaza real» en Alemania (infocatolica.com 14-01-22).
El
matrimonio y la familia con frecuencia han roto con su tradición cristiana. Han disminuido
rápidamente los matrimonios sacramentales, que son menos
que los civiles o las uniones simples. Se impone como un progreso la práctica
sistemática de la anticoncepción. Apenas tienen
hijos. Se rompen por el divorcio muchos matrimonios. Y el «segundo matrimonio» (sic), es decir,
el adulterio, se va viendo como natural y
aceptable. Incluso en ciertos casos, estiman algunos, no impide la comunión
eucarística.
A la aceptación «benigna» del adulterio y de la anticoncepción ha de añadirse la tolerancia pasiva y aún
activa del aborto, las uniones
homosexuales –«también los homosexuales
tienen derecho al sexo y a formar una familia»–, la transexualidad, el suicidio asistido, la eutanasia. Vale
todo.
Las
Misiones realizan con abnegada entrega
labores asistenciales y sanitarias muy valiosas, pero no pocas, por convicción –«respetando» las religiosidades indígenas–, por
imposibilidad o por falta de celo por la gloria de Dios y por la salvación
eterna de los hombres, han cesado la acción evangelizadora. Y algunos «misioneros» lo consideran un progreso.
Esa misma mentalidad lleva a
que se admita con frecuencia a cristianos no practicantes como catequistas y
profesores de religión. Y que no sean pocos los colegios
católicos que son camino probable
a la apostasía.
La
falta de la acción cristiana en política,
por otra parte, se ha producido lógicamente en las Iglesias locales
descristianizadas por la vía de la mundanización mental, que acepta sin mayor repugnancia las leyes
impulsadas «contra naturam» por los
Gobiernos, es decir, las leyes contra-Dios. El fuego de estas leyes infernales
–como el «derecho al aborto»–, en unos pocos
decenios, ha incendiado sin mayores resistencias a casi todas las naciones más «desarrolladas».
La
pornografía, que todo
lo invade, es hoy una de las más poderosas armas del Maligno, que le
permiten ser el «dios de este mundo» (2Cor
4,4). Actúa en los malos y también en los buenos, aunque éstos acepten formas
atenuadas de pornografía. Es verdad que hay grados mayores y menores de
pornografía, pero también los menores son pornografía.
Ésta actúa a través de los
medios de comunicación, la publicidad, la literatura, las artes gráficas,
espectáculos, comercios, modas, playas y gimnasios, deportes, etc., por todos
los medios posibles. Y su acción más perversa se da, sobre todo por medios
informáticos, en la temprana profanación de niños y adolescentes.
–LAS NACIONES QUE ABANDONAN LA FE
PIERDEN EN PARTE EL USO DE RAZÓN
Esta observación es
importante. Muchas mentiras y barbaridades actuales apenas tienen antecedentes
en los pueblos paganos, ignorantes de Cristo. Y es lógico que las más hondas miserias y más profundas mentiras sean
producidas por cristianos apóstatas. Las
naciones que por las misiones llevaron el Evangelio a todo el mundo, son las
más empeñadas en procurar su eliminación universal. Corruptio
optimi pessima.
El «derecho
al aborto», el «derecho al “matrimonio”
homosexual» y a la «transexualidad», la
afirmación extrema de la libertad de expresión –la misma que, condena a multa, cárcel o
destitución, a quien libremente expresa su oposición al aborto o la «ideología del género»–, etc., construyen un mundo falso,
fundamentado en la mentira,
esencialmente contradictorio, que centra su atención en lo menor, lo peor y
más efímero, y la cierra a lo mayor, mejor y más importante. Todo esto nos
demuestra que, en ciertas cuestiones fundamentales, los pueblos que
han abandonado la fe, han
perdido en gran parte el uso de razón.
Como digo, es lógico que los
que rechazan a Cristo, después de haber creído en él, o incluso después de
haber recibido en el segundo nacimiento del Bautismo el hábito ontológico [el
hábito, la virtud] de la fe, vengan a quedar atontados, capaces de tragarse las más
horribles mentiras.
Una hipótesis loca: si a un perro se le infundiera un alma humana, con su correspondiente facultad racional, y llegara un
día a abominar de la condición humana y al uso de la razón, volvería a vivir
como perro, pero sus facultades animales habrían quedado disminuidas o
perdidas –olfato, orientación de lugares, etc.–. Análogamente, el
bautizado que se abaja en la apostasía abandonando la fe, se queda atontado, porque lo suyo propiamente es «vivir de la fe» (Rm 1,17). La hipótesis de la que
he partido es loca; pero es real y verdadera la máxima
degradación humana que causa la apostasía.
No
sigo en la descripción de los males, porque son tantos que su conjunto resulta indescriptible. Ya señalé hace unos años los males de
la Iglesia más largamente en la obra Infidelidades
en la Iglesia (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2005, 93 pgs.).
* * *
El
rechazo de la Cruz de Cristo es causa y signo perfecto de la negación de la doxología y de la soteriología.
Los «enemigos de la Cruz de Cristo tienen por su
Dios al vientre» (Flp 3,18-19). No pueden seguir a Cristo, porque se
niegan a «tomar cada día su cruz» (Lc 9,23),
y pretenden ante todo «guardar su vida» (9,24).
Es evidente que rechazar la Cruz equivale a
eliminar de la propia vida la glorificación de Dios, significada en el palo vertical de la cruz, y negar el misterio
de la salvación eterna, significado en el palo horizontal.
Ésa es la causa de todos los
males diabólicos que sumen en tinieblas de pecado al mundo y también a la parte
mundanizada de la Iglesia, que en realidad ya no es parte de la Iglesia, sino
falsa y engañosa apariencia, terriblemente dañosa.
–EL CARDENAL SARAH VE, ENTIENDE Y EXPRESA EL MUNDO
ACTUAL A LA LUZ DE LA FE
Su diagnóstico sobre el estado
de Europa [y de Occidente], concretamente, es verdadero y extremadamente
grave. Pero es muy solitario. Predominan, al menos en los niveles más altos de
la Iglesia, los optimismos «reformistas» en la doctrina y la moral, la reforma de la
Curia, el Sínodalidad, la institución de nuevos «ministerios»,
etc.
«El rechazo
moderno de Dios nos encierra en un nuevo totalitarismo: el
del relativismo y del liberalismo absoluto, que no obedece ninguna ley,
si no es la del lucro. El sacerdocio mismo ha entrado en una crisis
inédita y única en [la historia de] la Iglesia… En la historia del mundo y de
la Iglesia, no parece que haya existido una civilización donde se legalizara el
aborto, donde homosexualidad y eutanasia hayan demolido la familia y destruido el matrimonio…
Estamos en una situación difícil, y la crisis es profunda, grave y peligrosa
para la supervivencia de la humanidad… La ideología del género… ¡Jamás en la historia de la humanidad se ha
visto una tal degradación del hombre!…
«¿Cómo hemos
podido llegar a una demencia tal, a una tal crisis? Es porque masivamente
hemos rechazado a Dios» (El futuro de la Iglesia en Europa, conferencia en Draguignan,
18-09-2021).
* * *
El
rechazo de Cristo y de la Civilización Cristiana no ha producido un mundo libre
y superior, sino profundamente degradado, esclavizado e irracional. Ya he señalado que la parte de
la humanidad que abandona la fe, pierde en parte o en todo lo más
importante: el uso de razón.
Podemos comprobarlo en la
literatura y la filosofía del absurdo; en las artes que dan culto a la fealdad;
en las guerras millonarias en muertos; en el tipo de nación partida en partidos
numerosos, todos hostiles entre sí; en la educación anómica, cultivadora del
odio a la autoridad, a la ley, al estudio, a la tradición; en el favorecimiento
de tantas corrupciones; en la indecible multiplicación del aborto, de los
divorcios, adulterios, suicidios, enfermedades mentales, injusticias,
eutanasias, etc. Es muy de notar que se acrecientan enormemente las fuerzas policiales,
lógicamente, porque se acrecienta enormemente el número de los delitos.
Pero
sobre todo en el orden mental, el rechazo de Cristo, que ha producido el
rechazo de la Verdad, ha llevado al predominio de la experiencia y el sentimiento –y la
sensualidad–, a un irracionalismo que hace imposible el pensamiento filosófico.
Dicen que «Dios ha muerto». Pero la que ha muerto es la
filosofía, que ha destrozado con saña el contenido de su propio
nombre.
Da vergüenza leer las
producciones de las filosofías actuales: la mayoría ni siquiera son filosóficas. Hacen a
veces notables análisis filológicos, estudios psicológicos, experimentos
valiosos de psicología social o descripciones de antropologías de culturas
diversas, etc. Pero no son capaces de afrontar la iluminación de las grandes
interrogaciones que se plantean los hombres conscientes, y que la historia de
la filosofía ha ido contestando mejor o peor. Ni lo intentan: no saben, no contestan.
* * *
¿QUEDA ALGO BUENO EN EL MUNDO MALO?
Por supuesto que sí, y a veces son bienes muy grandes. El mal no puede existir solo en
sí mismo; necesita subsistir parasitando en el bien. Y los males mayores necesitan bienes mayores en los que
subsistir. Permanecen, pues, y mejoran ciertos bienes en este mundo malo: la
medicina, la farmacia, la investigación científica, los perfeccionamientos de
la técnica y de las empresas productoras, los medios de movilización y de
comunicación, el descubrimiento y desarrollo del mundo digital, ciertos
aspectos de la organización social y laboral, y tantas realidades más.
Dios impulsa todos esos progresos, para proteger su creación y su Iglesia, para evitar el hundimiento
universal del mundo. Él es el Protagonista causal de todo
bien, de todo progreso auténtico. Permite los males en vista a
mayores bienes. Su providencia protege el árbol bueno, y con medida totalmente
dominada «lo poda, para que dé más fruto»
(Jn 15,2). No tala los árboles nuevos, sino que los poda.
Y
el diablo se abstiene de destruir en el mundo aquellos bienes en los que tiene arraigados sus males, porque éstos, en los que domina, desaparecerían, y
perdería él su poder.
Mi
pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón
obstinado, para que anduvieran según sus antojos… ¡Ojalá me escuchase mi
pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a sus
enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios (Sal 80,12-15).
José María Iraburu, sacerdote
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