El fenómeno de la secularización hace relación de alguna manera al fenómeno del silencio de Dios.
El mundo ya no es imagen de Dios, es imagen del hombre.
Dios
es una lejanía si ya no es un cadáver.
El hombre aspira a ser la única palabra que se escuche.
Ante
el silencio de Dios solo queda obrar, por la fe, como si nunca hubiera dejado
de hablar.
«Ya no tengo el gozo de la fe, me esfuerzo por hacer las obras de
ella» (Santa Teresa de
Lisieux)
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