El proceso de liberación del miedo se logra en el trato personal y la amistad con Dios.
Por: Padre Ignacio Larrañaga | Fuente:
PildorasdeFe.net
En general, nuestros miedos provienen de la
experiencia de la soledad existencial.
Al sentirnos solitarios, nos sentimos también
inseguros, desprotegidos; y de la inseguridad nace el miedo. Ahora tenemos que
retroceder paso a paso venciendo los obstáculos.
¿Cómo vencer el miedo? Venciendo
la inseguridad. ¿Cómo vencer la inseguridad? Venciendo
la soledad. Y hay una sola manera de vencer la soledad: poblándola de PRESENCIA (así, con mayúscula), y esta
Presencia “es” Aquél que está presente en todo tiempo y en todo lugar.
Cuando el creyente, víctima del miedo, y hasta
del pánico, toma conciencia de que el Poderoso es también el Amoroso, y Él está conmigo de día y de noche a donde quiera que yo vaya; y pase lo
que pase, todo acabará bien
porque si mi Dios es omnipotente y está conmigo, también yo soy omnipotente; ¿miedo a qué?; ¿la aflicción, la angustia, la
persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? En todo
vencemos fácilmente por Aquél que nos ha amado (Rm 8, 35-37)
Para derrotar al supremo enemigo del corazón del
hombre que es el miedo, no hay en las ciencias humanas otra arma invencible
sino la fe viva.
Dios, que es Puro Amor, gratuito y eterno,
habita en mi interior como una presencia poderosa, amorosa y materna, y me
cuida, y me protege. Y, dentro de mí y reina la paz eterna. Vendrá el mañana con sus problemas, pero también con sus soluciones.
Ya lo dice la Biblia. “el
amor perfecto echa afuera el miedo” (1Jn 4, 18), y nace en el lugar
último en donde se da la intimidad entre el alma y Dios, nace la paz. Cuanto más entrañable la intimidad, mayor la seguridad. Y a tanta seguridad, tanta libertad. Y a tanta
libertad, tanta paz. Y la paz de Dios, que habita en la última estancia del alma,
es la suprema victoria sobre el miedo.
Todo esto presupone una viva fe en Alguien que
vive para siempre, y nos mira, y nos cuida, y nos ama. Y Él es, para nosotros,
la seguridad, y la fortaleza, y la esperanza y la dulcedumbre. No solo tiene Él
la solución para todos nuestros problemas sino que, en Él, todo está
solucionado. O mejor, Él es la Solución para todo.
Este proceso de liberación
se consuma por el camino del trato personal, de
dentro a dentro, en el misterio de la comunicación personal, en la relación
íntima Yo-Tú. Dios mismo es el interlocutor para comunicarle nuestros problemas
personales, pedirle en nuestras necesidades, recibir fuerzas de su amor y pedir
respuestas a nuestros interrogantes.
Este creyente que camina en la presencia de Dios
puede publicar a los cuatro vientos esta gran verdad: “No
sé lo que el futuro me reserva: pero sé quién controla mi futuro”.
Esta convicción le infundirá seguridad y
tranquilidad contra todos y cualesquiera miedos. Esto capacitará a la persona para
crecer y adaptarse a los cambios y peligros, conservando la confianza en el
poder y amor de Dios.
Padre
Ignacio Larrañaga, extraído de su libro "Las Fuerzas de la
Decadencia"
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