Vivimos llenos de opiniones, si por opinión entendemos todo aquello que aceptamos sin certeza empírica y sin evidencia racional.
Por:
Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
Vivimos llenos de opiniones, si por opinión
entendemos todo aquello que aceptamos sin certeza empírica y sin evidencia
racional.
Porque es opinión que esta casa a la que acabo
de entrar tiene unos cimientos medianamente seguros.
O también lo es suponer que este señor vestido
de policía que se acerca hacia mí lo hace con buenas intenciones.
O también lo es aceptar que la fecha de
caducidad de este producto es correcta y no está equivocada.
La lista de opiniones diarias podría ser
larguísima. Mientras escribo estas líneas, tengo la opinión de que mañana
lloverá, porque el meteorólogo estaba más seguro que de costumbre. Y también
opino que habrá buena cosecha este año, y que me llamará un amigo a mediodía...
Pero ocurren sorpresas desagradables o
desengaños dolorosos. El amigo no llama. La lluvia no llega. El edificio
muestra su fragilidad en un terremoto que de por sí no debería haber causado
daños en una casa bien construida.
Los desengaños y los choques con la realidad no
provocan, normalmente, una total desconfianza hacia las opiniones. No podemos
vivir sin ellas, porque cada día está cimentado sobre suposiciones que, en
muchas ocasiones, “funcionan”.
Seguimos en camino, con la ayuda de algunas
certezas bien fundadas y de muchas opiniones que suponemos válidas. Esperamos
que los desengaños sean pocos, especialmente en el mundo de las relaciones
humanas. Y deseamos que quienes opinan que somos fiables y honestos puedan
encontrar, en nuestro comportamiento de cada día, la dicha de descubrir que
estaban en lo cierto...
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