Esto es sobre el cardenal de Hong Kong. Si hay un prelado que tiene una labor difícil en cuanto a la relación con las autoridades civiles es él.
Que
ningún párroco, en un pueblo de Tarragona o de Extremadura, se queje de que las
relaciones con el alcalde son complicadas. Este cardenal sí que las tiene
complicadas de verdad. Así como el arzobispo de Pekín o hasta el último obispo
del más pequeño lugar de China.
Varias
veces, he hablado de la tormenta inevitable que se cierne sobre todos los
cristianos de China; católicos, evangélicos y de otras confesiones. Estoy
convencido de que los poquísimos chinos de iglesias ortodoxas orientales no
sufrirán persecución. Pekín está interesado en el Poder, y un número tan
insignificante será dejado de lado. En parte, por no importunar las relaciones
con Rusia, pero también porque son poquísimos.
La
tormenta es inevitable. Y es que no podemos dejar de entender que el auge y evolución
de China debe ser entendida de un modo teológico, y no solo económico o
político. China debe ser comprendida con los esquemas de los profetas del
Antiguo Testamento. El coloso asiático será para Occidente martillo y yunque.
Tiene una misión que cumplir. Solo después, China será una nación hermana entre
las demás naciones del mundo, en perfecta armonía.
P. FORTEA
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