Uno de los chispazos del signo de Dios es la libertad humana
Por: P. Arnaldo Alvarado | Fuente: Catholic.net
Los chispazos son impresionantes. ¿Cuál sería la sorpresa del hombre cuando descubrió el
fuego? Imaginémonos. Estamos de excursión en las montañas. Acampamos.
Llega la noche, el frío se hace más fuerte. Necesitamos una hoguera. Hacemos
todo el intento para conseguir el encendido. Es difícil y después de muchos
esfuerzos angustiosos la encendemos con el chispazo. Con ello viene lo
necesario y la esperanza de permanecer en el lugar.
Uno de los chispazos del signo de Dios es la
libertad humana. Esta consiste en hacerme yo mismo según mi propia dignidad y
realizar mis actos en esa función. No hay otra manera de ser libres. Sólo
cuando buscamos el bien y nos adherimos a ella somos realmente lo que
aspiramos.
La diferencia entre todos los seres de la
creación y el hombre es abismal. Dentro de este orden la libertad es exclusiva
siempre que realizamos nuestros actos con inteligencia y voluntad. De modo más
concreto cuando decimos quiero estamos expresando nuestra adhesión hacia
aquello que consideramos como bueno.
La elección sólo depende de nosotros, pero como
nuestra libertad es fallida entonces otros pueden ayudarnos a ser más libres.
Aún si esa ayuda viene de lo alto, entonces la fuerza es mayor. De esta manera
se vive la libertad con la fuerza de la fe. Obedecer las leyes justas y las
indicaciones buenas es también fortalecer nuestra libertad.
Hay que decir también que no estamos
determinados por nada. Absolutamente nada determina nuestro ser, salvo nuestras
propias acciones y patologías que puedan influir. Es bueno tener claro esta
idea para dejar de lado las excusas. Lo que quiero decir es que ni siquiera
Dios puede condicionarnos. Pues hemos sido creados libremente y la mayor gloria
de Dios es el hombre viviente (Gregorio Magno).
Nos hacemos buenos o malos con nuestras propias
acciones, además que nos identificamos con ellas. La declaración entonces
deberá ser en función a la realidad de nuestro ser.
Siempre podemos crecer en libertad; necesitamos
ser ayudados en fortalecerla. Al respecto encontré algo impresionante en el
libro del cardenal Ratzinger y dice: “No se trata
de quitarle al hombre el gusto por la vida, ni de coartársela con prohibiciones
y negaciones. Se trata sencillamente de conducirla hacia la verdad y de esta
manera santificarla. El hombre sólo puede ser santo cuando es realmente él” (Pecado
y salvación).
P. Arnaldo Alvarado
SSJ-IESPPSJ
Jr. Unanue 300 – San
Vicente de Cañete
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