¿Qué nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica sobre este tema?
Por: Álvaro Molina | Fuente:
CatolicoDefiendeTuFe.org
Vivimos días en los que hay mucha agitación
alrededor del tema de la homosexualidad. Se han levantado grupos tanto a favor
como en contra y es inevitable señalar aquellos grupos a favor que quieren ir
más allá, e imponer sus ideas y modo de vida encima de los demás, al punto de
criminalizar, de la manera más intolerante, a todos aquellos que no compartan
sus ideas.
Una de las instituciones más atacadas es la Iglesia Católica. A los cristianos católicos nos han llamado de todo: retrógrados, fanáticos, fundamentalistas, intolerantes, promotores del odio, entre muchos otros. Incluso nos acusan de que la Iglesia le ha cerrado las puertas a los homosexuales y que desde ya les ha condenado al infierno.
La Iglesia Católica es una Iglesia universal, tal como su propio nombre lo indica, ya que católico significa universal. Por eso, las puertas de la Iglesia Católica están siempre abiertas a todo el universo de pecadores. Sin importar el pecado que haya cometido, siempre hay lugar para un pecador más, dentro del catolicismo.
Muchos dirán que, en la biblia, San Pablo condena a los homosexuales y que los manda al infierno y que no entrarán en el reino de Dios. Aquí cabe entonces la pregunta, ¿es pecado ser homosexual?
Sin dar muchos rodeos, la respuesta es no. Ser homosexual no es un pecado, de la misma forma que tampoco es pecado el ser alcohólico o adicto, siempre que se haya abandonado el comportamiento pecaminoso y se haya alcanzado el verdadero arrepentimiento, para luego trabajar por la salvación. Profundicemos un poco para entender mejor todo esto.
Un alcohólico nunca deja de serlo, es un estigma que le acompañará toda la vida, aunque ya no se alcoholice. Aun así el alcohólico es bienvenido en la Iglesia Católica, mas no el alcoholismo. Por lo tanto, el alcohólico tiene que alejarse de ese vicio y trabajar para mantenerse sobrio y para alcanzar su salvación. Igualmente sucede con un adicto, quien nunca deja de serlo, aunque ya no se intoxique, pero puede entrar al catolicismo, mas no su adicción. El adicto tendrá que trabajar tan duro como el alcohólico, para mantenerse limpio y alejado de su adicción y para trabajar en su conversión y su salvación.
Cuando San Pablo dice en 1 Corintios 6,9-10 que “los que se echan con varones, no entrarán al reino de Dios”, se refiere al pecador que persiste en su pecado. En algunas traducciones dice que los homosexuales y los afeminados no entrarán al reino de Dios. También menciona a los ladrones, a los avaros, los borrachos, los idólatras, los adúlteros, los ultrajadores y los rapaces. Si bien menciona a las personas y no al pecado cometido, se refiere a las personas que persisten en su actuar pecaminoso. Cuando menciona a los borrachos, son aquellos que se embriagan y no buscan cómo cambiar. Cuando menciona a los adúlteros, se refiere a las personas que persisten en el pecado del adulterio, que no se salen de él, que lo cometen una y otra vez. Lo mismo va para los idólatras, los rapaces y todos los demás.
El pecador que no se arrepiente, que no se aparta de su camino de pecado y que comete faltas una y otra vez, ese pecador es el que no podrá entrar al reino de Dios. El reino de Dios es para pecadores, pero para aquellos pecadores que han corregido sus faltas, para los que se han convertido y se han apartado del pecado.
El pecado nos deja cicatrices que nos acompañarán durante toda nuestra vida. Son recordatorios para que no olvidemos que, aunque estemos en la gracia de Dios, después de habernos confesado y comulgado, seguimos siendo pecadores, solo que nos hemos vuelto pecadores arrepentidos. Nadie está exento de cometer un pecado, por eso debemos trabajar muy duro para mantenernos lo más alejado que podamos de las oportunidades para pecar, no vaya a ser que terminemos perdiéndonos.
Un homosexual tiene las puertas abiertas en el catolicismo, para que trabaje y se esfuerce en ganar su conversión y su salvación. Lo que nunca tendrá la puerta abierta es su homosexualismo. La Iglesia no condena al homosexual, pero sí condena las prácticas homosexuales. Los homosexuales que se mantienen dentro de esa práctica son los que no podrán entrar al reino de Dios, según lo que nos dice San Pablo.
Muchos grupos, lobbies y movimientos quieren que la Iglesia Católica les apruebe su conducta homosexual, pero eso es algo que el catolicismo nunca va a aprobar. Ellos lo saben y a manera de presión, recurren a la calumnia y dicen que la Iglesia Católica odia y condena a los homosexuales. También ellos son los que dicen que la Iglesia considera pecado el ser homosexual. Todo eso es falso. Ser homosexual no es un pecado y definitivamente la Iglesia no promueve el odio hacia nadie.
Un homosexual es tan bienvenido dentro del catolicismo que incluso puede llegar a ser santo. De hecho, puede ser que entre los muchos santos sin nombre que ha habido, de esos cuyos nombres no conoceremos en este mundo, haya algunos que fueron homosexuales en vida, pero que renunciaron a las prácticas homosexuales y abrazaron la santidad.
Cristo es católico, es decir, universal. Cristo es para todos los pecadores que habitamos en todo el mundo. Todos somos bienvenidos dentro de la Iglesia Católica, sin importar el pecado que hayamos cometido. Se recibe con los brazos abiertos y con alegría al pecador arrepentido, mas nunca al pecado.
Sobre la homosexualidad, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña lo siguiente:
CASTIDAD Y HOMOSEXUALIDAD
2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
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