El Papa Francisco presidió este miércoles 30 de junio la Audiencia General en el patio de San Dámaso del Palacio Apostólico del Vaticano. En su catequesis, el Pontífice reflexionó sobre la Carta a los Gálatas de San Pablo y destacó que en ella el Apóstol explica cómo comportarse cuando surgen problemas dentro de la comunidad cristiana.
A continuación, el texto completo de la catequesis
del Papa Francisco:
Hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nos adentramos poco a poco en la Carta a los Gálatas. Hemos visto que
estos cristianos se encuentran en conflicto sobre cómo vivir la fe. El apóstol
Pablo empieza a escribir su Carta recordándoles las relaciones pasadas, el
malestar por la distancia y el amor inmutable que tiene por cada uno de ellos.
Sin embargo, no deja de señalar su preocupación para que los gálatas
sigan el camino correcto: es la preocupación de un padre, que generó las
comunidades en la fe. Su intención es muy clara: es
necesario reafirmar la novedad del Evangelio, que los gálatas han recibido de
su predicación, para construir la verdadera identidad sobre la que fundar la
propia existencia. Y este es el principio: reafirmar
la novedad del Evangelio. Aquello que los Gálatas recibieron de él.
Descubrimos en seguida que Pablo es un profundo conocedor del misterio
del Cristo. Desde el principio de su Carta no sigue los bajos argumentos utilizados
por sus detractores. El apóstol “vuela alto” y
nos indica también a nosotros cómo comportarnos cuando se crean conflictos
dentro de la comunidad.
De hecho, solo hacia el final de Carta, se aclara que el núcleo de la
controversia suscitada es el de la circuncisión, por tanto, de la principal
tradición judía. Pablo elige el camino de ir más en profundidad, porque lo que
está en juego es la verdad del Evangelio y la libertad de los cristianos, que
es parte integrante del mismo. No se detiene en la superficie de los problemas,
de los conflictos, como a menudo tenemos la tentación para encontrar en seguida
una solución que ilusiona para poner a todos de acuerdo con un compromiso.
Pablo ama a Jesús y sabe que Jesús no es un hombre, un Dios de compromisos.
No funciona así con el Evangelio y el Apóstol ha elegido seguir el
camino más arduo. Escribe así: «Porque ¿busco yo
ahora el favor de los hombres o el de Dios? No trata de hacer la paz con todos.
Y continúa: ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de
agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo» (Gal 1,10).
En primer lugar, Pablo se siente en el deber de recordar a los gálatas
que es un verdadero apóstol no por mérito propio, sino por la llamada de Dios.
Él mismo cuenta la historia de su vocación y conversión, que coincide con la
aparición de Cristo Resucitado durante el viaje hacia Damasco (cfr Hch 9,1-9).
Es interesante observar lo que afirma de su vida precedente a ese
suceso. Y habla así de su vida precedente: «Encarnizadamente
perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el
judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo
por las tradiciones de mis padres» (Gal 1,13-14).
Pablo osa afirmar que él en el judaísmo superaba a todos, era un
verdadero fariseo celante «en cuanto a la justicia
de la Ley, intachable» (Fil 3,6). En dos ocasiones destaca que había
sido un defensor de las «tradiciones de los padres»
y un «convencido defensor de la ley». Esta es la historia de Pablo.
Por un lado, él insiste al subrayar que había perseguido ferozmente a la
Iglesia que había sido un «blasfemo, un perseguidor
y un violento» (1 Tm 1,13). No ahorra en adjetivos. Él mismo se califica
así. Por otro, evidencia la misericordia de Dios con él, que le lleva a vivir
una transformación radical, bien conocida por todos.
Escribe: «Pero personalmente no me conocían
las Iglesias de Judea que están en Cristo. Solamente habían oído decir: “El que
antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería
destruir» (Gal 1,22-23). Se ha convertido, ha cambiado, ha cambiado el
corazón.
Pablo evidencia así la verdad de su vocación a través del impresionante
contraste que se había creado en su vida: de
perseguidor de los cristianos porque no observaban las tradiciones y la ley,
había sido llamado a convertirse en apóstol para anunciar el Evangelio de
Jesucristo.
Vemos que Pablo es libre para anunciar el Evangelio y libre para
confesar sus pecados: “Yo era así”. La
verdad es la que da la libertad del corazón, la libertad de Dios.
Pensando en su historia, Pablo está lleno de maravilla y de
reconocimiento. Es como si quisiera decir a los gálatas que él podría ser de
todo menos apóstol. Había sido educado desde niño para ser un irreprensible
observador de la ley mosaica, y las circunstancias le habían llevado a combatir
los discípulos de Cristo. Sin embargo, sucedió algo inesperado: Dios, con su
gracia, le había revelado a su Hijo muerto y resucitado, para que él se
convirtiera en anunciador en medio de los paganos (cfr Gal 1,15-6).
¡Los caminos del Señor son inescrutables! Lo tocamos con la mano cada día, pero sobre todo si pensamos en los
momentos en los que el Señor nos ha llamado. No debemos olvidar nunca el tiempo
y la forma en la que Dios ha entrado en nuestra vida: tener
fijo en el corazón y en la mente ese encuentro con la gracia, cuando Dios ha
cambiado nuestra existencia.
Cuántas veces, delante de las grandes obras del Señor, surge de forma
espontánea la pregunta: ¿cómo es posible que Dios
se sirva de un pecador, de una persona frágil y débil, para realizar su
voluntad? Sin embargo, no hay nada casual, porque todo ha sido preparado
en el diseño de Dios. Él teje nuestra historia, la historia de cada uno de
nosotros, y, si nosotros correspondemos con confianza a su plan de salvación,
nos damos cuenta.
La llamada conlleva siempre una misión a la que estamos destinados; por
esto se nos pide que nos preparemos con seriedad, sabiendo que es Dios mismo
quien nos envía y nos sostiene con su gracia. Hermanos y hermanas: Dejémonos conducir por esta conciencia: el primado de la
gracia transforma la existencia y la hace digna de ser puesta al servicio del
Evangelio.
El primado de la gracia cubre todos los pecados, cambia el corazón,
cambia la vida, te hace ver nuevos caminos. No olvidemos esto. Gracias.
Redacción ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario