Antes de dirigir el rezo del Ángelus este domingo 27 de junio, el Papa Francisco advirtió que “la peor enfermedad de la vida es la falta de amor, es no poder amar” y agregó que “el amor no es apariencia”, por lo que pidió no caer en remedios equivocados para saciar la falta de amor.
Así lo dijo el Santo Padre al reflexionar en el pasaje del Evangelio de
San Marco que relata cuando Jesús “liberó a dos
personas” de las situaciones más dramáticas: la muerte de una niña y la
enfermedad de una mujer que padecía desde hace muchos años flujo de sangre.
“Jesús se deja tocar por nuestro dolor y nuestra
muerte, y obra dos signos de curación para decirnos que ni el dolor ni la muerte tienen
la última palabra. Nos dice que la muerte no es el final. Vence a
este enemigo, del que solos no podemos liberarnos”, recordó el Papa.
Luego el Pontífice se centró en la curación de la mujer debido a que “en este momento en que la enfermedad sigue
ocupando las primeras páginas”.
En esta línea, el Santo Padre preguntó ¿cuál
es la peor enfermedad de la vida? “¿El cáncer? ¿Tuberculosis? ¿La pandemia?
No. La peor enfermedad de la vida es la falta de amor,
es no poder amar. Y esta pobre mujer estaba enferma del flujo de
sangre, sí, pero en consecuencia de falta de amor”.
“No podía estar socialmente con los otros y la
curación que más importa es la de los afectos. Pero, ¿cómo encontrarla?
Nosotros podemos pensar en nuestros afectos ¿están enfermos o están en buena
salud? Si están enfermos Jesús es capaz de curarlos”, agregó el Papa.
Por ello, el Santo Padre destacó que “la
historia de esta mujer sin nombre, la llamamos así, la ‘mujer sin nombre’, en
la que todos podemos identificarnos, es ejemplar” porque “el texto dice que había probado muchas curas, y gastado
todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor”.
“También nosotros, ¿cuántas veces nos arrojamos
sobre remedios equivocados para saciar nuestra falta de amor? Pensamos que el éxito y el
dinero nos hacen felices, pero el amor no se compra, es gratuito. Nos
refugiamos en lo virtual, pero el amor es concreto. No nos aceptamos tal y como
somos y nos escondemos detrás de los trucos del mundo exterior, pero el amor no es apariencia. Buscamos
soluciones de magos y gurús, para después encontrarnos sin dinero y sin paz,
como aquella mujer. Ella, finalmente, elige a Jesús y se abalanza entre la
multitud para tocar su manto, el manto de Jesús. Es decir, esa mujer busca el
contacto directo y físico con Jesús”, advirtió
el Papa.
Ante esto, el Santo Padre indicó que “en
esta época hemos comprendido lo importantes que son el contacto y las relaciones” y lo mismo ocurre con Jesús: “a veces nos contentamos con observar algún precepto y
repetir oraciones, muchas veces como loros, pero el Señor espera que nos
encontremos con Él, que le abramos el corazón, que, como la mujer, toquemos
su manto como la mujer para sanar. Porque, al entrar en intimidad con Jesús, se curan
nuestros afectos”.
De este modo, el Papa se detuvo en la mirada de Jesús y cómo “va en busca de un rostro y de un corazón lleno de fe”
ya que “Jesús no mira a la muchedumbre como nosotros,
sino a la persona. No se detiene ante las heridas y los errores del pasado, va
más allá de los pecados y los prejuicios”.
“Todos tenemos una historia y cada uno de nosotros
en secreto conoce bien las cosas feas de su historia personal, pero Jesús la
mira, para curarla. En cambio, a nosotros nos gusta mirar las cosas feas de los
otros”, lamentó el Papa quien pidió
nuevamente no caer en las habladurías y en pensar “qué
horizonte de vida es ese, no como Jesús que mira siempre el modo de salvarnos,
mira el hoy, la buena voluntad, y no la historia fea que tenemos”.
En este sentido, el Santo Padre recordó que “Jesús
va más allá de los pecados, Jesús va más allá de los prejuicios. No se queda en
las apariencias, llega al corazón. Y la cura precisamente a ella, a la que habían
rechazado todos. Con ternura la llama ‘hija’ -el estilo de Jesús es
la cercanía, la compasión y la ternura-, con ternura ‘hija’, alaba su fe,
devolviéndole la confianza en sí misma”.
Finalmente, el Santo Padre invitó a dejar que “Jesús
mire y sane tu corazón. También yo debo hacer esto, dejar que Jesús mire mi
corazón y lo sane. Y si ya has sentido su mirada tierna sobre ti, imítalo, haz
como Él. Mira a tu alrededor: verás que muchas personas que viven cerca de ti
se sienten heridas y solas, necesitan sentirse amadas”.
“Da el paso: Jesús te pide una mirada que no se quede en
las apariencias, sino que llegue al corazón; una mirada que no
juzgue, dejemos de juzgar a los otros, Jesús nos pide una mirada que no juzgue,
sino que acoge. Porque solo el amor sana la vida. Porque solo el amor sana la
vida”, dijo el Papa quien reiteró “no juzguen, no juzguen la realidad personal, social de
los otros, Dios ama a todos, no juzguen, dejen vivir a los otros y busquen
acercarse con amor”.
Por ello, invitó a rezar a “que la Virgen,
Consuelo de los afligidos, nos ayude a llevar una caricia a los heridos, a los
heridos en el corazón que encontremos en nuestro camino”.
A continuación, el Evangelio comentado por el Papa
Francisco:
Marcos 5, 21-24, 35-43
21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se
aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar.
22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al
verle, cae a sus pies,
23 y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto
de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.»
24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
35 Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga
unos dicendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?»
36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la
sinagoga: «No temas; solamente ten fe.»
37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el
alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos.
39 Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no
ha muerto; está dormida.»
40 Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos,
toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde
estaba la niña.
41 Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum », que
quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.»
42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues
tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.
43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que
le dieran a ella de comer.
POR MERCEDES DE LA
TORRE | ACI Prensa
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