El Papa Francisco dedicó su catequesis al tema de “la oración sacerdotal de Jesús” en la Audiencia General de este miércoles 16 de junio que se llevó a cabo en el patio de San Dámaso del Vaticano con la presencia de numerosos fieles.
“Esto me parece lo más bonito para recordar. Esta
es la última catequesis de este ciclo dedicada al tema de la oración. Recordar
la gracia de que nosotros no solamente rezamos, sino que, por así decir, hemos
sido 'rezados', ya somos acogidos en el diálogo de Jesús con el Padre, en la
comunión del Espíritu Santo. Jesús
reza por mí. Cada uno de nosotros puede colocar esto dentro del corazón, no lo
olviden, también en los momentos más difíciles”, dijo el Santo Padre.
A continuación, el texto de la catequesis
pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En esta serie de catequesis hemos recordado en varias ocasiones cómo la
oración es una de las características más evidentes de la vida de Jesús.
Jesús rezaba y rezaba mucho. Durante su misión, Jesús se sumerge en ella,
porque el diálogo con el Padre es el núcleo incandescente de toda su
existencia.
Los Evangelios testimonian cómo la oración de Jesús se hizo todavía
más intensa y frecuente en la hora de su pasión y muerte. De hecho, estos
sucesos culminantes en su vida constituyen el núcleo central de la
predicación cristiana, esas últimas horas vividas por Jesús en Jerusalén
son el corazón del Evangelio no solo porque a esta narración los evangelistas
reservan, en proporción, un espacio mayor, sino también porque el evento de
la muerte y resurrección –como un rayo – arroja luz sobre todo el resto de la
historia de Jesús.
Él no fue un filántropo que se hizo cargo de los sufrimientos y de las
enfermedades humanas: fue y es mucho más. Ha
sido eso, pero es mucho más. En Él no hay solamente bondad: está la salvación, y no una salvación episódica –la
que me salva de una enfermedad o de un momento de desánimo– sino la salvación
total, la mesiánica, la que hace esperar en la victoria definitiva de la vida
sobre la muerte.
En los días de su última Pascua, encontramos por tanto a Jesús,
plenamente inmerso en la oración. Él reza de forma dramática en el huerto
del Getsemaní, asaltado por una angustia mortal. Sin embargo, Jesús,
precisamente en ese momento, se dirige a Dios llamándolo “Abbà”, Papá (cfr Mc 14,36). Esta palabra
aramea –que era la lengua de Jesús– expresa intimidad y confianza.
Precisamente cuando siente la oscuridad que lo rodea, Jesús la atraviesa con
esa pequeña palabra: ¡Abbà! Papá.
Jesús reza también en la cruz, envuelto en tinieblas por el silencio
de Dios. Y sin embargo en sus labios surge una vez más la palabra “Padre”. Es la oración más audaz, porque en la
cruz Jesús es el intercesor absoluto: reza por los otros, por todos, también
por aquellos que lo condenan, sin que nadie, excepto un pobre malhechor, se
ponga de su lado. Todos estaban contra él, o eran indiferentes, solamente ese
malhechor reconoce el poder. «Padre, perdónales,
porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
En medio del drama, en el dolor atroz del alma y del cuerpo, Jesús reza
con las palabras de los salmos; con los pobres del mundo, especialmente con los
olvidados por todos, pronuncia las palabras trágicas del salmo 22: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
(v. 2). Él sentía el abandono y rezaba.
En la cruz se cumple el don del Padre, que ofrece el amor, es decir, se
cumple nuestra salvación, y una vez más lo llama “¡Dios
mío!”. «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23,46). Todo, todo
es oración en las tres horas de la Cruz.
Por tanto, Jesús reza en las horas decisivas de la pasión y de la
muerte. Con la resurrección el Padre responderá a su oración. La oración de
Jesús es intensa, la oración de Jesús es única, y también se convierte en el
modelo de nuestra oración.
Jesús ha rezado por todos, también ha rezado por mí, por cada uno de
ustedes. Cada uno de nosotros puede decir Jesús en la cruz ha rezado por mí, ha
rezado. Jesús puede decirnos a cada uno: “He rezado
por ti, en la Última Cena y en el madero de la Cruz”. Incluso en el
más doloroso de nuestros sufrimientos, nunca estamos solos.
La oración de Jesús está con nosotros: Y ahora padre, que estamos aquí
escuchando esto, ¿Jesús reza por nosotros? Sí,
continúa rezar, para que su palabra nos ayude a ir hacia adelante, para que
podamos soportar el sol también, Él reza por nosotros.
Esto me parece lo más bonito para recordar. Esta es la última
catequesis de este ciclo dedicada al tema de la oración. Recordar la gracia de
que nosotros no solamente rezamos, sino que, por así decir, hemos sido “rezados”, ya somos acogidos en el diálogo de
Jesús con el Padre, en la comunión del Espíritu Santo. Jesús reza por mí.
Cada uno de nosotros puede colocar esto dentro del corazón, no lo olviden,
también en los momentos más difíciles.
Ya somos acogidos en el diálogo de Jesús con el Padre, en la comunión
del Espíritu Santo. Hemos sido queridos en Cristo Jesús, y también en la
hora de la pasión, muerte y resurrección todo ha sido ofrecido por nosotros.
Y entonces, con la oración y con la vida, no nos queda más que tener
valentía, esperanza, y con esta valentía y esperanza, sentir fuerte la oración
de Jesús e ir hacia adelante, que nuestra vida sea un dar Gloria a Dios en la
consciencia que Él reza por mí al Padre, que Jesús reza por mí. Gracias.
Redacción ACI Prensa
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