Este 1 de septiembre de 2020 se celebra la sexta Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación instituida por el Papa Francisco en agosto de 2015.
Por este motivo, la Oficina de Prensa de la Santa Sede publicó el texto
del Mensaje del Santo Padre para esta Jornada Mundial de Oración anual, fecha
que recuerda la importancia de este tema explicado también en la Carta Encílica “Laudato si” (Alabado
seas) sobre el cuidado de la casa común publicada en la Solemnidad de
Pentecostés de 2015.
En el mensaje de esta Jornada Mundial de Oración,
el Papa reconoce que “la pandemia actual nos ha
llevado de alguna manera a redescubrir estilos de vida más sencillos y
sostenibles” por lo que destaca que “necesitamos
aprovechar este momento decisivo para acabar con actividades y propósitos
superfluos y destructivos, y para cultivar valores, vínculos y proyectos
generativos”.
“Debemos examinar nuestros hábitos en el uso de
energía, en el consumo, el transporte y la alimentación. Es necesario
eliminar de nuestras economías los aspectos no esenciales y nocivos y crear
formas fructíferas de comercio, producción y transporte de mercancías”, advierte.
A continuación, el texto completo del mensaje del Papa Francisco por la
Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación:
«Declararéis santo el año cincuenta y promulgaréis
por el país liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un
jubileo» (Lv 25,10)
Queridos hermanos y hermanas:
Cada año, en particular desde la publicación de la Carta encíclica
Laudato si’ (LS, 24 mayo 2015), el primer día de septiembre la familia
cristiana celebra la Jornada mundial de oración por el cuidado de la
creación, con la que comienza el Tiempo de la Creación, que finaliza el 4 de
octubre, en memoria de san Francisco de Asís. En este período, los cristianos
renuevan en todo el mundo su fe en Dios creador y se unen de manera especial en
la oración y tarea a favor de la defensa de la casa común.
Me alegra que el tema elegido por la familia ecuménica para la
celebración del Tiempo de la Creación 2020 sea “Jubileo
de la Tierra”, precisamente en el año en el que se cumple el
cincuentenario del Día de la Tierra.
En la Sagrada Escritura, el Jubileo es un tiempo sagrado para recordar,
regresar, descansar, reparar y alegrarse.
1. UN TIEMPO PARA
RECORDAR
Estamos invitados a recordar sobre todo que el destino último de la
creación es entrar en el “sábado eterno” de
Dios. Es un viaje que se desarrolla en el tiempo, abrazando el ritmo de los
siete días de la semana, el ciclo de los siete años y el gran Año Jubilar
que llega al final de siete años sabáticos.
El Jubileo es también un tiempo de gracia para hacer memoria de la
vocación original de la creación con vistas a ser y prosperar como comunidad
de amor. Existimos sólo a través de las relaciones: con
Dios creador, con los hermanos y hermanas como miembros de una familia común,
y con todas las criaturas que habitan nuestra misma casa. «Todo está
relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas
en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a
cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al
hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra» (LS,
92).
Por lo tanto, el Jubileo es un momento para el recuerdo, para conservar
la memoria de nuestra existencia interrelacional. Debemos recordar
constantemente que «todo está relacionado, y que
el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la
naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los
demás» (LS, 70).
2. UN TIEMPO PARA REGRESAR
El Jubileo es un momento para volver atrás y arrepentirse. Hemos roto
los lazos que nos unían al Creador, a los demás seres humanos y al resto de
la creación. Necesitamos sanar estas relaciones dañadas, que son esenciales
para sostenernos a nosotros mismos y a todo el entramado de la vida.
El Jubileo es un tiempo para volver a Dios, nuestro creador amoroso. No
se puede vivir en armonía con la creación sin estar en paz con el Creador,
fuente y origen de todas las cosas. Como señaló el papa Benedicto, «el consumo brutal de la creación comienza donde no
está Dios, donde la materia es sólo material para nosotros, donde nosotros
mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una
propiedad nuestra» (Encuentro con el Clero de la Diócesis de
Bolzano-Bressanone, 6 agosto 2008).
El Jubileo nos invita a pensar de nuevo en los demás, especialmente en
los pobres y en los más vulnerables. Estamos llamados a acoger de nuevo el
proyecto original y amoroso de Dios para la creación como una herencia común,
un banquete para compartir con todos los hermanos y hermanas en un espíritu de
convivencia; no en una competencia desleal, sino en una comunión gozosa, donde
nos apoyamos y protegemos mutuamente. El Jubileo es un momento para dar
libertad a los oprimidos y a todos aquellos que están encadenados a las
diversas formas de esclavitud moderna, incluida la trata de personas y el
trabajo infantil.
También debemos volver a escuchar la tierra, que las Escrituras indican
como adamah, el lugar del que fue formado el hombre, Adán. Hoy la voz de la
creación nos urge, alarmada, a regresar al lugar correcto en el orden natural,
a recordar que somos parte, no dueños, de la red interconectada de la vida. La
desintegración de la biodiversidad, el vertiginoso incremento de los desastres
climáticos, el impacto desigual de la pandemia en curso sobre los más pobres
y frágiles son señales de alarma ante la codicia desenfrenada del consumo.
Particularmente durante este Tiempo de la Creación, escuchamos el
latido del corazón de todo lo creado. En efecto, esta ha sido dada para
manifestar y comunicar la gloria de Dios, para ayudarnos a encontrar en su
belleza al Señor de todas las cosas y volver a él (cf. S. Buenaventura, In II
Sent., I, 2,2, q.1, concluido; Brevil., II, 5.11). La tierra de la que fuimos
extraídos es, por tanto, un lugar de oración y meditación: «Despertemos el sentido estético y contemplativo que
Dios puso en nosotros» (Exhort. ap. Querida Amazonia, 56). La capacidad
de maravillarnos y contemplar es algo que podemos aprender especialmente de los
hermanos y hermanas indígenas, que viven en armonía con la tierra y sus
múltiples formas de vida.
3. UN TIEMPO PARA
DESCANSAR
En su sabiduría, Dios reservó el sábado para que la tierra y sus
habitantes pudieran reposar y reponerse. Hoy, sin embargo, nuestro estilo de
vida empuja al planeta más allá de sus límites. La continua demanda de
crecimiento y el incesante ciclo de producción y consumo están agotando el
medio ambiente. Los bosques se desvanecen, el suelo se erosiona, los campos
desaparecen, los desiertos avanzan, los mares se vuelven ácidos y las
tormentas se intensifican: ¡la creación gime!
Durante el Jubileo, el Pueblo de Dios fue invitado a descansar de su
trabajo habitual, para permitir que la tierra se regenerará y el mundo se reorganizará,
gracias al declive del consumo habitual. Hoy necesitamos encontrar estilos de
vida equitativos y sostenibles, que restituyan a la Tierra el descanso que se
merece, medios de subsistencia suficientes para todos, sin destruir los
ecosistemas que nos mantienen.
La pandemia actual nos ha llevado de alguna manera a redescubrir estilos
de vida más sencillos y sostenibles. La crisis, en cierto sentido, nos ha
brindado la oportunidad de desarrollar nuevas formas de vida. Se pudo comprobar
cómo la Tierra es capaz de recuperarse si la dejamos descansar: el aire se ha vuelto más limpio, las aguas más
transparentes, las especies animales han regresado a muchos lugares de donde
habían desaparecido. La pandemia nos ha llevado a una encrucijada.
Necesitamos aprovechar este momento decisivo para acabar con actividades y
propósitos superfluos y destructivos, y para cultivar valores, vínculos y
proyectos generativos. Debemos examinar nuestros hábitos en el uso de
energía, en el consumo, el transporte y la alimentación. Es necesario
eliminar de nuestras economías los aspectos no esenciales y nocivos y crear
formas fructíferas de comercio, producción y transporte de mercancías.
4. UN TIEMPO PARA
REPARAR
El Jubileo es un momento para reparar la armonía original de la
creación y sanar las relaciones humanas perjudicadas.
Nos invita a restablecer relaciones sociales equitativas, restituyendo
la libertad y la propiedad a cada uno y perdonando las deudas de los demás.
Por eso, no debemos olvidar la historia de explotación del sur del planeta,
que ha provocado una enorme deuda ecológica, principalmente por el saqueo de
recursos y el uso excesivo del espacio medioambiental común para la
eliminación de residuos. Es el momento de la justicia restaurativa. En este
sentido, renuevo mi llamamiento para cancelar la deuda de los países más
frágiles ante los graves impactos de la crisis sanitaria, social y económica
que afrontan tras el Covid-19. También es necesario asegurar que los
incentivos para la recuperación, que se están desarrollando e implementando a
nivel global, regional y nacional, sean realmente eficaces, con políticas,
legislaciones e inversiones enfocadas al bien común y con la garantía de que
se logren los objetivos sociales y ambientales globales.
Es igualmente necesario reparar la tierra. Restaurar el equilibrio
climático es sumamente importante, puesto que estamos en medio de una
emergencia. Se nos acaba el tiempo, como nos lo recuerdan nuestros niños y
jóvenes. Se debe hacer todo lo posible para limitar el crecimiento de la
temperatura media global por debajo del umbral de 1,5 grados centígrados, tal
como se ratificó en el Acuerdo de París sobre el Clima: ir más allá
resultará catastrófico, especialmente para las comunidades más pobres del
mundo. En este momento crítico es necesario promover la solidaridad
intrageneracional e intergeneracional. En preparación para la importante
Cumbre del Clima en Glasgow, Reino Unido (COP 26), insto a cada país a adoptar
objetivos nacionales más ambiciosos para reducir las emisiones.
Restaurar la biodiversidad es igualmente crucial en el contexto de una
desaparición de especies y una degradación de los ecosistemas sin
precedentes. Es necesario apoyar el llamado de las Naciones Unidas para
salvaguardar el 30% de la Tierra como hábitat protegido para 2030, a fin de
frenar la alarmante tasa de pérdida de biodiversidad. Exhorto a la comunidad
internacional a trabajar unida para asegurar que la Cumbre de Biodiversidad
(COP 15) en Kunming, China, sea un punto de inflexión hacia el restablecimiento
de la Tierra como una casa donde la vida sea abundante, de acuerdo con la
voluntad del Creador.
Estamos obligados a reparar según justicia, asegurando que quienes han
habitado una tierra durante generaciones puedan recuperar plenamente su uso.
Las comunidades indígenas deben ser protegidas de las empresas, en particular
de las multinacionales, que, mediante la extracción deletérea de combustibles
fósiles, minerales, madera y productos agroindustriales, «hacen en los países menos desarrollados lo que no
pueden hacer en los países que les aportan capital» (LS, 51). Esta mala
conducta empresarial representa un «nuevo tipo de
colonialismo» (S. JUAN PABLO II, Discurso a la Pontificia Academia de
Ciencias Sociales, 27 abril 2001, citado en Querida Amazonia, 14), que explota
vergonzosamente a las comunidades y países más pobres que buscan con
desesperación el desarrollo económico. Es necesario consolidar las
legislaciones nacionales e internacionales, para que regulen las actividades de
las empresas extractivas y garanticen a los perjudicados el acceso a la
justicia.
5. UN TIEMPO PARA
ALEGRARSE
En la tradición bíblica, el Jubileo representa un evento gozoso,
inaugurado por un sonido de trompeta que resuena en toda la tierra. Sabemos que
el grito de la Tierra y de los pobres se ha vuelto aún más fuerte en los
últimos años. Al mismo tiempo, somos testigos de cómo el Espíritu Santo
está inspirando a personas y comunidades de todo el mundo a unirse para
reconstruir nuestra casa común y defender a los más vulnerables. Asistimos al
surgimiento paulatino de una gran movilización de personas, que desde la base
y desde las periferias están trabajando generosamente por la protección de la
tierra y de los pobres. Da alegría ver a tantos jóvenes y comunidades,
especialmente indígenas, a la vanguardia de la respuesta a la crisis
ecológica. Piden un Jubileo de la Tierra y un nuevo comienzo, conscientes de
que «las cosas pueden cambiar» (LS, 13).
También es motivo de alegría constatar cómo el Año especial en el
aniversario de la Encíclica Laudato si está inspirando numerosas iniciativas,
a nivel local y mundial, para el cuidado de la casa común y los pobres. Este
año debería conducir a planes operativos a largo plazo para lograr una
ecología integral en las familias, parroquias, diócesis, órdenes religiosas,
escuelas, universidades, atención médica, empresas, granjas y en muchas otras
áreas.
Nos alegramos además de que las comunidades de creyentes se estén
uniendo para crear un mundo más justo, pacífico y sostenible. Es motivo de
especial alegría que el Tiempo de la Creación se esté convirtiendo en una
iniciativa verdaderamente ecuménica. ¡Sigamos
creciendo en la conciencia de que todos vivimos en una casa común como
miembros de la misma familia!
Alegrémonos porque, en su amor, el Creador apoya nuestros humildes
esfuerzos por la Tierra. Esta es también la casa de Dios, donde su Palabra «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn
1,14), el lugar donde la efusión del Espíritu Santo se renueva
constantemente.
«Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de
la tierra» (cf. Sal 104,30).
Redacción ACI Prensa
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