El Papa Francisco finalizó este miércoles 15 de
mayo sus catequesis sobre el Padre Nuestro reflexionando, durante la Audiencia
General que presidió en la Plaza de San Pedro del Vaticano, sobre la última
petición: “Líbranos del mal”.
“Con esta expresión, el que reza no sólo pide no
ser abandonado en el momento de la tentación, sino que también suplica ser
liberado del mal”, explicó.
En este sentido, recordó que “el verbo
griego original es mucho más fuerte: evoca la presencia del maligno que intenta
atraparnos y mordernos y del cual se pide a Dios que nos libere”.
El Pontífice insistió en que el demonio no es un mito. “No pensemos que sea un mito, tal engaño nos lleva a
bajar la guardia y así, mientras reducimos las defensas, él aprovecha para
destruir nuestra vida”.
Por el contrario, “mantengamos la lámpara
encendida y usemos las poderosas armas que el Señor nos da: la fe que se
expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la Reconciliación
sacramental y las obras de caridad”.
Señaló también que “con esta doble súplica,
‘no nos abandones’ y ‘libéranos’, emerge una característica esencial de la
oración cristiana. Jesús enseña a sus amigos a poner la invocación del Padre
delante de todo, también, y especialmente, en los momentos en los cuales el
maligno hace sentir su presencia amenazadora”.
El Papa subrayó que esta última petición pone de relieve que el Padre
Nuestro “es una oración filial y no una oración
infantil”.
Por otro lado, afirmó que “hay un mal en
nuestra vida que mantiene una presencia incontestable”. Señaló que no
hay más que consultar los libros de historia y ver “el
desolador catálogo de cómo nuestra existencia en este mundo ha sido una
aventura con frecuencia fallida”.
“Hay un mal misterioso, que seguramente no es obra
de Dios, pero que penetra silencioso entre las heridas de la historia”. “En
ciertos días su presencia parece incluso más nítida que la misericordia de
Dios”.
Reconoció que “el orante no es ciego y ve
claramente delante de sus ojos este mal así de desagradable, y así de
contradictorio con el misterio mismo de Dios. Lo ve en la naturaleza, en la
historia, incluso en su mismo corazón. Porque no hay nadie en medio de nosotros
que pueda decir que está libre del mal, o que, al menos, no ha sido nunca
tentado”.
“El último grito del ‘Padre Nuestro’ se lanza
contra ese mal de gran amplitud que tiene bajo su paraguas las experiencias más
diversas: el luto del hombre, el dolor del inocente, la esclavitud, la
instrumentalización del otro, el llanto de los niños”.
Todos estos sucesos “protestan en el corazón
del hombre y se transforman en voz en esta última palabra de la oración de
Jesús”.
En la Cruz “Jesús experimenta por completo
el daño del mal. No sólo la muerte, sino la muerte de Cruz. No sólo la soledad,
sino también el desprecio. No sólo la desolación, sino también la crueldad”.
“Eso es el hombre: un ser lanzado a la vida que
sueña el amor y el bien, pero que luego se expone continuamente al mal, a él
mismo y a sus semejantes”, lamentó.
A pesar de ello, finalizó el Papa su catequesis, “la oración de Jesús nos deja la más preciosa herencia: a presencia
del Hijo de Dios que nos ha librado del mal”.
Redacción ACI
Prensa
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