La fórmula del
avemaría es un excelente vehículo, para tener un encuentro filial con nuestra
Madre del cielo.
Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: laoracion.com
Cuando queremos hablar con la Virgen María podemos decirle lo que
queramos de manera sencilla y natural, lo que brote del corazón, y cuanta más
devoción pongamos, mejor. La fórmula del avemaría es un excelente vehículo,
probado millones de veces durante siglos, para tener un encuentro filial con
nuestra Madre del cielo. El avemaría nos ofrece palabras y actitudes adecuadas
para venerarla, invocarla, decirle algo que sabemos que a ella le agrada y que
a nosotros nos hace bien.
PASOS PARA REZAR EL
AVE MARÍA
Propongo algunos pasos para rezar bien el Ave María o para renovar el
modo en que lo hacemos. Rezando esta oración con la debida calma y con viva
conciencia, poco a poco el Espíritu Santo irá afinando la sensibilidad de
nuestra relación filial con Ella, de tal modo que apenas pronunciemos las
primeras palabras del avemaría, brotarán del corazón profundas resonancias que
favorecerán el contacto de fe y amor con la Santísima Virgen.
1) LA RECORDAMOS
Lo primero es acordarse de élla. Simplemente con la memoria o con la ayuda de una imagen nos colocamos espiritualmente en su presencia. Se trata de ponerse delante de la Virgen María que está en el cielo, no de una estampa o de una estatua de mármol o de yeso, sino de su persona; las imágenes sólo nos hacen presente a la persona, como las fotografías de los grandes momentos o de nuestros seres queridos.
Lo primero es acordarse de élla. Simplemente con la memoria o con la ayuda de una imagen nos colocamos espiritualmente en su presencia. Se trata de ponerse delante de la Virgen María que está en el cielo, no de una estampa o de una estatua de mármol o de yeso, sino de su persona; las imágenes sólo nos hacen presente a la persona, como las fotografías de los grandes momentos o de nuestros seres queridos.
2) ACTO DE FE, AMOR
Y CONFIANZA FILIAL
Teniéndola ya presente, establecemos un contacto de fe y amor con María; si no, la oración mariana por excelencia no será oración. Nos acercamos a ella con la confianza y el cariño con los que todo buen hijo se acerca a su madre, con el deseo de darle afecto, mostrarle gratitud y también de obtener de ella lo que necesitamos, seguros de que nos mirará con amor y nos escuchará con atención.
Teniéndola ya presente, establecemos un contacto de fe y amor con María; si no, la oración mariana por excelencia no será oración. Nos acercamos a ella con la confianza y el cariño con los que todo buen hijo se acerca a su madre, con el deseo de darle afecto, mostrarle gratitud y también de obtener de ella lo que necesitamos, seguros de que nos mirará con amor y nos escuchará con atención.
3) LA VENERAMOS
Le decimos que estamos aquí para expresarle afecto, respeto, admiración.
Adoramos sólo a Dios, a María la veneramos como Madre de Dios, esposa del
Espíritu Santo, Madre de Cristo, Su cooperadora en la Redención y también madre
nuestra. Ella nos lleva siempre a Jesús, que es "el
único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra
Madre es pura transparencia de Él: María muestra el Camino, es su Signo" (Catecismo
2674)
La Constitución Dogmática Lumen Gentium, nos enseña que: "ninguna criatura puede compararse jamás con el
Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es
participado de varias maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel,
y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en
las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que
suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente
única. La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado: lo
experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que,
apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y
Salvador."
Te propongo que antes de seguir leyendo, te prepares de esta manera y
reces luego un Ave María. Verás cuánto ayuda. Y esto vale igual para las
personas más avanzadas en la vida de oración.
4) LA ALABAMOS
En la primera parte del avemaría la exaltamos, la elogiamos, celebramos a la humilde esclava del Señor por las maravillas que ha hecho Dios en ella y por medio de ella, en todos los seres humanos. Usamos las palabras del arcángel Gabriel, las de santa Isabel, y nos unimos a su asombro, a su admiración llena de afecto, al contemplar un alma tan bella y dócil al Espíritu Santo, tan humilde esclava del Señor.
En la primera parte del avemaría la exaltamos, la elogiamos, celebramos a la humilde esclava del Señor por las maravillas que ha hecho Dios en ella y por medio de ella, en todos los seres humanos. Usamos las palabras del arcángel Gabriel, las de santa Isabel, y nos unimos a su asombro, a su admiración llena de afecto, al contemplar un alma tan bella y dócil al Espíritu Santo, tan humilde esclava del Señor.
Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El
Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres. Y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús.
5) LE SUPLICAMOS
En la segunda parte del avemaría la invocamos. María dio su sí a Dios en la Anunciación, lo sostuvo durante la infancia y la juventud de Jesús en su vida oculta en Nazaret, y al acompañarlo discretamente en la vida pública, y lo renovó en silencio manteniéndose en pie hasta el final junto a su Hijo crucificado. Desde entonces, Ella se ha ocupado de proteger e interceder como la mejor de las madres por los hermanos de su Hijo.
En la segunda parte del avemaría la invocamos. María dio su sí a Dios en la Anunciación, lo sostuvo durante la infancia y la juventud de Jesús en su vida oculta en Nazaret, y al acompañarlo discretamente en la vida pública, y lo renovó en silencio manteniéndose en pie hasta el final junto a su Hijo crucificado. Desde entonces, Ella se ha ocupado de proteger e interceder como la mejor de las madres por los hermanos de su Hijo.
La Lumen Gentium lo explica así: "Una vez recibida en los cielos,
no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple
intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los
hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y
luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la
Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada,
Auxiliadora, Socorro, Mediadora."
Santa María, Madre de Dios. Ruega por nosotros pecadores. Ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
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