La
oferta de Dios de vida eterna es impresionante y abrumadora. De ahí que la
verdadera alarma de pérdida debería ser la vida del cielo y no la de la vida en
la Tierra. Sin embargo esta es más una teoría que una realidad en este mundo
caído.
En estos tiempos, en que solemos hacer una
evaluación de nuestra vida deberíamos también reflexionar sobre la brevedad de
ella y la increíble longitud de la eternidad.
Y eso nos pone a pensar en la muerte, porque en
esencia, nuestras vidas no son más que una preparación para la muerte.
Dios, en su
providencia, ya se sabe el día y momento de la nuestra muerte. Y Él ya ha
puesto en marcha las gracias que
tendrán que ser conservadas. Tenemos que cooperar con esas gracias y todo estará bien. Por desgracia, muchas personas viven
sus vidas sin pensar mucho acerca de su muerte inminente. O si lo hacen se
aterran. Y tratan de convencerse de que no les va a pasar.
LA
MUERTE SE HA ALEJADO DE NUESTRA VISIBILIDAD
A principios
del siglo XX las personas no vivían más allá de los 50 ó 55 años, mientras que hoy la esperanza de vida en occidente ronda
los 85 años. Los progresos médicos y tecnológicos han aumentado dramáticamente la esperanza de
vida. Y por lo tanto la
experiencia de la muerte se ha alejado de nuestro entorno social.
No tenemos la experiencia de la muerte como lo han
tenido otras generaciones.
Para
nosotros la muerte es una cosa de viejos. Y cuando se muere alguien joven, especialmente un niño, es un duro
golpe que incluso nos lleva a ignorar esta posibilidad de futuro. Esta poca
familiaridad que tenemos con la muerte nos lleva a no saber cómo reaccionar frente a un ser querido está muriendo. No sabemos que decirle, ni cómo actuar,
porque el entorno cultural nos esconde la muerte. Hay como una conspiración cultural gigantesca para
sacarnos de la mente que vamos a morir. El plan consiste en sobrevivir a
la muerte mediante la adopción de las vitaminas adecuadas, cuidar que no
comamos alimentos cancerígenos, ver los mejores médicos y hacerse chequeos
permanentes. Y sin embargo, a pesar de
eso todo el mundo muere. Estamos en un curso de colisión con la muerte,
cuando en realidad debiera tomarse como algo natural sobre lo cual hay que
prepararse. Sólo Dios sabe con certeza
cuánto tiempo nos queda. Y el reloj sigue marcando.
Santa Catalina de Siena hizo esta
aseveración:
“Los dos momentos más importantes de nuestra vida
son: ahora y la hora de nuestra muerte”.
Por lo que
deberíamos hacer todo en nuestro poder para alcanzar la gracia de una muerte santa y feliz. La que determinará
nuestro destino eterno por toda la eternidad, ya sea el cielo o el
infierno; no hay otra posibilidad. Todo esto está bien, pero es muy racional.
NO
NOS PODEMOS SUSTRAER DEL TODO AL MIEDO A LA MUERTE
No nos
podemos escapar de la muerte, porque es
la pena del pecado original. Es el duro castigo por el que pasa la
humanidad, ya que la muerte no estaba
en el plan primigenio de Dios para los seres humanos.
Con la muerte se disuelve la unidad entre alma y
cuerpo, en un proceso que generalmente es doloroso.
Ya sea por una enfermedad o por el simple
debilitamiento y pérdida de autonomía en el cuerpo. El alma se separa de la materia cuando el
cuerpo ya no da más, y vive su vida en la eternidad. Mientras que el
cuerpo se convierte en polvo. La unidad
cuerpo y alma que tuvimos en la tierra desaparece para la memoria de
todos los vivientes. De alguna manera la muerte es una humillación de nuestra condición. En el Imperio Romano existía la
costumbre de que un esclavo susurrara al oído de los emperadores y de los
generales exitosos la frase “Memento Mori”, que
significa “recuerda que
morirás”. Esto era para mantener a los poderosos con los pies sobre la
Tierra. En Eclesiastés 7: 36 dice que hagas lo que
hagas, recuerda que algún día debes
morir, y mientras tengas esto en mente nunca pecarás. Y también
en Eclesiastés 7: 4 dice que alguien que está pensando siempre en la felicidad es un tonto, porque una
persona sabia piensa en la muerte. En definitiva morir no es sentido como una alegría incluso para la mayoría de
los cristianos. Pero sin embargo la muerte es parte de la fe.
Porque quienes mueren en gracia de Dios pueden
compartir la resurrección de Cristo en la vida eterna en el cielo.
Por eso
debemos hacer un esfuerzo para combatir
el desasosiego y el dolor que nos produce pensar en la muerte.
¿CÓMO
DEBERÍAN TOMAR LA MUERTE LOS CRISTIANOS?
En primer
lugar la muerte es algo de lo que no
nos podemos escapar. Porque así como nuestra vida pasará en este mundo, también este mundo pasará. Pero la
muerte no sólo marca un final sino también el comienzo de una vida en la eternidad. No bien comenzamos a
pensar en la muerte deberíamos llegar rápidamente a tomar conciencia qué significa la entrada en la eternidad. Es
nuestro encuentro definitivo y
permanente con Dios.
Thomas
Kempis ha dicho: “Feliz es
el hombre que siempre tiene presente la hora de la muerte y se prepara
diariamente para ello”.
Y
San Felipe Neri agregó: “La mejor manera de prepararse para la muerte es pasar cada día de la vida como si fueron tus
últimos“.
¿Y
qué significa prepararse para la muerte?
En primer lugar reconciliarnos con Dios y vivir en
estado de gracia.
Y en segundo lugar reconciliarnos con los prójimos
que estamos alejados
La única forma de tener una muerte genuinamente
feliz es no pensar en la muerte sino en la vida que vendrá.
Y eso
implica también hacer los planes para
un pasaje ordenado. En el siglo XV había una colección de obras
católicas de Ars Moriendi, o sea el arte de morir. Cuyos textos hablaban sobre
las tentaciones qué podría tener el moribundo, a lo que se debía enfrentar, los
consejos para familiares y amigos, oraciones, y cómo parecerse a Cristo. Sin
embargo eso ha desaparecido porque, como dijimos al principio, nos cuesta
pensar sobre la muerte.
De modo que el nuevo enfoque es pensar sobre la
vida, la que vendrá.
San Alfonso
María de Ligorio hace una interesante reflexión sobre cómo nos puede enseñar la vida de María en este pasaje.
Él
dice:
“Tres cosas amargan la muerte: el apego al mundo,
el remordimiento por los pecados y la incertidumbre de la salvación.
La
muerte de María estuvo totalmente libre de estas causas de amargura, y estuvo
acompañada por tres gracias especiales que la hicieron preciosa y alegre. Murió como había vivido, completamente
separada de las cosas del mundo; ella murió en la paz más perfecta; y ella
murió en la certeza de la gloria eterna“.
Si imitamos a María no tendremos que temer nuestra muerte y podremos recibirla con entrega
y hasta con alegría. Aquí hay diez
sugerencias sobre cómo podemos alcanzar la gracia de todas las gracias,
la gracia de una muerte santa y feliz. Porque de hecho, ésta es la gracia de todas las gracias: morir en la gracia de Dios
para estar con Él por toda la eternidad.
10
SUGERENCIAS PARA OBTENER LA GRACIA DE UNA BUENA MUERTE
1 – Vive tu vida como si Dios te fuera a llamar hoy
Todos
debemos imitar a los santos y esforzarnos por vivir cada día de nuestras vidas como si fuera el último día de nuestra vida. El
hecho es que ninguno de nosotros tiene
la certeza moral de que viviremos más allá de este día; mejor aún, más
allá de esta hora, incluso este segundo. Nuestra vida en la tierra es incierta y muy precaria. Las noticias diarias llaman a nuestra
atención las muertes prematuras, a veces de números enormes de individuos, como
en el caso de catástrofes. Muchos de los santos trataron de vivir cada día como si fuera su último.
¡Podríamos hacer lo mismo!
2 – Identifica a los enemigos mortales
Deberíamos
identificar qué obstáculos o bloqueos
principales que puedan impedirnos llegar a nuestro propósito en la vida: ¡una muerte santa y feliz! El enemigo mortal
número uno es el pecado mortal, lo cual priva a nuestra alma de la
gracia santificante y de la Amistad amorosa de Dios. Sin embargo, hay algo peor y es morir en el estado de pecado
mortal. Si cometemos un pecado mortal, debemos correr al confesionario y
bañarnos inmediatamente en el amor infinito de Dios. No permitas que el sol caiga sobre tu alma espiritualmente muerta. Si
ingiriéramos veneno en nuestros cuerpos, llamaríamos una ambulancia
inmediatamente. ¿Y qué
hacemos con nuestra alma? Debemos cuidar aún más nuestra alma inmortal. De hecho, la vida espiritual prevalece sobre la vida
física y corporal.
3 – Ora permanentemente
San Alfonso de Ligorio, otro Doctor de la Iglesia, es citado en el Catecismo de la Iglesia
Católica sobre la extrema importancia de la oración para la salvación de
nuestra alma inmortal. Estas son sus palabras: “El que reza mucho, será salvo; el que no reza, será
condenado; el que ora poco pone en peligro su salvación”. En otras
palabras, nuestra salvación eterna está directamente
relacionada con nuestra vida de oración. “Lo
que el aire es a los pulmones, así la oración es al alma”. ¡La oración es la respiración
de la vida del alma!
4 – Vive en la presencia de Dios
Los santos
tienen una práctica común; vivir constantemente en la presencia amorosa y permanente de Dios. Santa Teresa de Ávila, otra Doctora de
la Iglesia, observó que pecamos cuando
nos olvidamos de la Presencia de Dios. Los niños son menos propensos a ser traviesos cuando están bajo el ojo de
la mirada de su madre; así es en nuestra vida espiritual. Simplemente nos comportamos mejor cuando somos
conscientes de la mirada amorosa de nuestro Padre sobre nosotros.
5 – Piensa a menudo en el cielo
La oración
más famosa del mundo es la Oración del
Señor o el Padre Nuestro. En esta oración que viene del Sagrado Corazón
de Jesús, comenzamos con “Padre nuestro, que estás en los cielos…” ¡Que no transcurra un día en el que no hayamos podido pensar en el Cielo y su gloria, su grandeza
y alegría eterna! “Como la cierva anhela las corrientes de agua, así mi alma
anhela por ti, oh Señor, Dios mío”. ¡Así debemos anhelar constantemente a Dios y al cielo!
6 – Reflexiona sobre la eternidad
Otro punto
común de los santos es que tienen en mente el concepto de la eternidad. La
vida en verdad es corta, muy corta. San Pedro nos recuerda este hecho: “A los ojos de Dios, un día es como mil años y mil años es como un día”. El
salmista reitera el mismo tema: “Nuestra vida en la tierra es como la flor del
campo que se levanta en la mañana y se marchita y muere cuando el sol se
oculta”. San Agustín,
Padre de la Iglesia y Doctor de la Gracia, expresa sucintamente esta verdad en
estas palabras: “Nuestra vida en comparación con
la eternidad es un simple parpadeo de
un ojo”. De hecho, la eternidad significa esto: “Por los siglos de los siglos
sin fin”. Que
el concepto de la eternidad nos ayude a estar preparados para una muerte santa y
feliz.
7 – Frecuenta el Pan de Vida
Para los
católicos, la llave que nos abrirá las
puertas del cielo es la unión con Jesús mismo. Jesús está en el cielo con Su Cuerpo Glorificado. Sin embargo, Él también está en la tierra, en Su
Cuerpo Místico, la Iglesia. En el
corazón mismo del Cuerpo Místico están los Sacramentos, y el más grande
de todos los Sacramentos es el mismo Jesús en la Santísima Eucaristía: el Cuerpo, la Sangre, el Alma y
la Divinidad de Jesús. ¡Una muerte santa y
feliz puede ser alcanzada recibiendo a
Jesús en la Sagrada Comunión frecuentemente, fervientemente y lleno de
fe! Deberíamos desear ardientemente que nuestra última comida en la tierra sea nutrir nuestras almas con el
Cuerpo y la Sangre de Jesús en la Sagrada Comunión. Recuerda las palabras
de Jesús mismo: “El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tendrá vida eterna y yo lo
resucitaré en el último día”.
8 – Vive una vida de amor y de dar
Estamos llamados a no centrarnos en nosotros mismos, sino en Dios y servir a Dios
en nuestros hermanos y hermanas, que son reflejos de Dios mismo.
Jesús dijo: “Todo lo que
hagáis al más pequeño de mis hermanos, me lo hacéis a mí”.
Los santos
tienen un ardiente amor por Dios, pero también un amor ferviente por su prójimo. Trata de poner en práctica las obras corporales
y espirituales
de misericordia. Santa Madre
Teresa de Calcuta, posiblemente la mujer más famosa del siglo XX, nos
desafía con estas palabras: “Debemos dar hasta que duela”.
9 – Cuidado con los ídolos modernos y la
distracción
En el tiempo
de Moisés, el peligro con respecto a la
idolatría era inclinarse ante el becerro de oro. Hoy hay innumerables becerros de oro que podemos definir como
ídolos: drogas, sexo, porno, dinero, poder, vanidad, placer, el dios de sí
mismo, y muchos más. Este punto debe ser resaltado porque es muy fácil desviarse, engañarse, esclavizarse por el
mundo y todas sus promesas vacías. Por eso, San Luis Grignon de Montfort en su clásica “Tratado de la Verdadera Devoción a María” insiste en la necesidad de vaciar nuestros corazones del mundo
antes de poder entregarnos plenamente a Jesús y a María.
10 – Desea morir en los brazos de Nuestra Señora
El amor a
Nuestra Señora es esencial para
alcanzar una muerte santa y feliz. Uno de los mayores deseos de Nuestra
Señora es que todos nosotros alcancemos
el cielo y glorifiquemos a la Santísima Trinidad con ella por toda la eternidad.
De hecho, si rezamos el Santo
Rosario todos los días, ¡nos estamos
preparando para una muerte santa y feliz 50 veces al día! ¿Cómo? ¡Muy simple!
El Rosario
está compuesto de 50 avemarías en las que decimos: “Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. Que Nuestra Señora nos alcance la gracia de todas las gracias: la gracia de una muerte santa
y feliz. Veamos ahora una serie de oraciones para pedir la gracia de una buena muerte.
LOS
ÚLTIMOS RITOS
Nadie sabe
cuándo morirá porque la muerte vendrá como un ladrón en la noche, pero las personas racionales se irán preparando
para este evento. La persona sabia tiene que comprender que cuando morimos perdemos todas las posesiones
físicas, personales y profesionales que supimos tener.
Lo único que nos llevamos es nuestra alma, las
relaciones qué supimos desarrollar y los méritos que hicimos ante Dios.
Cuando una
persona está enferma y en peligro de muerte se le administra el Sacramento de la Unción de los Enfermos, que
antes se llamaba la Extrema Unción. Este Sacramento se ha generalizado para
todos los enfermos y para las personas mayores de 60 años. Y requiere que quién
la administre sea una persona ordenada
en las sagradas órdenes, o sea un sacerdote o un diácono. Cuando una
persona está moribunda se le administran los últimos ritos, que se refieren a oraciones sacramentales, la confesión y
la comunión, en este caso se llama viático. En esta situación la Iglesia prevé que un laico puede oír la
confesión si no hay una persona ordenada disponible. Pero lo
recomendable siempre es que ante una situación de un moribundo los familiares y amigos se dirijan a la
parroquia o a la capellanía del hospital para informarse sobre cómo proceder.
También puede leerse más sobre esto aquí,
en el Catecismo de la Iglesia Católica. Veamos ahora una serie de oraciones para pedir la gracia de una buena
muerte.
ORACIONES
PARA UNA BUENA MUERTE
PARA
PEDIR LA GRACIA DE BIEN MORIR
¡Oh
Dios mío!, ante el trono de tu adorable Majestad me postro pidiéndote la última
de todas las gracias: una feliz hora de muerte.
Muchas
veces, en verdad, hice mal uso de la vida que me diste; pero a pesar de ello te
ruego, me concedas la gracia de terminarla bien y de morir en tu gracia.
Déjame
morir como los santos Patriarcas, abandonando este valle de lágrimas sin queja,
para disfrutar del descanso eterno en mi verdadera patria.
Déjame
morir como San José, en los brazos de Jesús y María, e invocando estos
dulcísimos nombres que espero bendecir por toda la eternidad.
Déjame
morir como la Virgen María, encendido de amor e inflamado por el santo deseo de
unirme con el único objeto de todo mi amor.
Déjame
morir como Jesús en la cruz, con los sentimientos más vivos del aborrecimiento
del pecado, del amor más filial y de la plena resignación en medio de todos mis
dolores.
Padre
eterno, en tus manos encomiendo mi espíritu; muestra en mí tu misericordia.
Oh
Jesús, que has muerto por mi amor, dame la gracia de morir en tu amor.
Oh
María, Madre de mi Jesús, ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte.
Santo
ángel de mi guarda, fiel custodio de mi alma, no me abandones en la hora de mi
muerte.
San
José, por tu poderosa intercesión alcánzame la gracia de morir la muerte de los
justos. Amen.
PARA
LA HORA DE LA MUERTE
Señor
Dios mío, ya desde ahora acepto de buena voluntad, como venida de vuestra mano,
cualquier género de muerte que os plazca enviarme, con todas sus angustias,
penas y dolores.
OFRECIMIENTO
A LA SANTÍSIMA TRINIDAD PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE
1.
Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en acción de
gracias por la preciosa sangre que Jesús derramó é por nosotros en el huerto,
Por los méritos del mismo roguemos a su Divina Majestad por la remisión de
nuestros pecados. Padrenuestro, Avemaría y Gloria…
2.
Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en acción de
gracias por la preciosísima muerte que padeció por nosotros en la Cruz. Por los
méritos del mismo roguemos a su Divina Majestad por la remisión de las penas
debidas por nuestros pecados. Padrenuestro, Avemaría y Gloria…
3.
Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en acción de
gracias por la inefable caridad con que bajó del cielo a la tierra a tomar
carne humana y padecer y morir por nosotros en la Cruz; y por los méritos del
mismo pidamos a su Divina Majestad que después de nuestra muerte conduzca nuestras
almas, a la gloria celestial. Padrenuestro, Avemaría y Gloria…
ORACIÓN
PARA ACEPTACIÓN DE LA MUERTE
Dios
mío, pienso en el momento próximo y decisivo de mi muerte. Absoluta separación
del alma y de todo lo del mundo. Apartado, arrancado de la tierra y arrojado a
los pies del juez infalible………
Todo
lo que alegra a los sentidos, todo lo que me alimenta, el orgullo, muere……..
Vanidad,
riqueza, honores, poder, placeres, fama, amistades, negocios, profesión, todo
muere…….
Solo
queda una cosa: la satisfacción de haber amado a Cristo, de haber amado ”en el
” a los hombres ” sus hermanos” , de haberlos amado humildemente, calladamente,
hasta la locura de la cruz….. sólo eso queda. ( L. Chabord)
Fuentes:
- http://catholicexchange.com/steps-prepare-happy-holy-death
- http://www.catholictradition.org/Tradition/happy-death.htm
- https://catholicstrength.com/tag/the-grace-of-final-perseverance-and-for-the-fortitude-to-die-a-good-death/
- http://www.catholictreasury.info/books/everlasting_life/ev9.php
- http://catholicexchange.com/st-joseph-our-patron-of-a-happy-death
- https://www.catholicnewsagency.com/news/death-in-the-modern-age-and-how-to-prepare-as-a-catholic-82267
- https://www.osv.com/OSVNewsweekly/ByIssue/Article/TabId/735/ArtMID/13636/ArticleID/4412/What-every-Catholic-needs-to-know-about-preparing-for-death.aspx
- http://www.newadvent.org/cathen/04660c.htm
- http://www.catholictradition.org/Tradition/preparation.htm
- http://catholicexchange.com/what-mary-can-teach-us-about-death
- http://thewandererpress.com/catholic/news/frontpage/finding-time-to-prepare-for-eternity/
- http://www.ncregister.com/blog/astagnaro/memento-mori-remember-you-will-die#When%3A2018-11-9+14%3A25%3A01
Sergio Fernández
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