martes, 4 de septiembre de 2018

LOS INTERESES DEL SEÑOR


En medio de la tormenta que azota al Cuerpo Místico de Cristo, por los escándalos sexuales del clero, la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) reunida en Medellín, Colombia bajo la presidencia del cardenal arzobispo de Bogotá, para celebrar el 50° aniversario del documento comuno-progresista de Medellín que tanto daño causó a la Iglesia en Latinoamérica, expresó a Jorge Mario Bergoglio su «homenaje de fidelidad, de cercanía y colaboración para que la verdad brille por encima de todo pecado», dándole las gracias por su pontificado «cargado de espinas y sacrificios». El análisis de las consecuencias negativas de la Conferencia de Medellín merece un artículo aparte, sin dejar de recordar que el otrora episcopado colombiano, afirmara que «los obispos colombianos constatan, con dolor y gran preocupación, que la necesaria acción de los cristianos por la justicia está, cada vez más, instrumentalizada por la revolución marxista».[1]

También los obispos argentinos se dirigieron al Obispo de Roma, expresándole su «fraterna y filial cercanía en este momento en que sufre un ataque despiadado» (¡!)
En sintonía con esas expresiones, el cardenal Cupich, arzobispo de Chicago, afirmó que  Francisco tiene otras cosas más importantes por las que preocuparse, como hablar del medio ambiente, proteger a los migrantes y seguir con el trabajo de la Iglesia.

Ejemplos cumbre de la pseudo comunión eclesial, la comunión máscara, «donde se liquidan a priori los conflictos como meras polarizaciones y la paz interna es obtenida al precio de la renuncia a la totalidad del testimonio, pronto se revelaría ilusorio. No es lícito, finalmente, que se dé una cierta actitud de superioridad intelectual por la que se tache de fundamentalismo el celo de personas animadas por el Espíritu Santo y su cándida fe en la Palabra de Dios, y no se permita más que un modo de creer para el cual el «si» y el «pero» es más importante que la sustancia de lo que se dice creer».[2]

Alguien me recordaba a propósito, que el arzobispo Marcel Lefebvre decía que el golpe maestro de Satanás era hacer caer a la Iglesia por la obediencia.

I. VIERNES SANTO DE LA IGLESIA
Escribía en 2011 el Padre Alfonso Gálvez, que la Iglesia se encuentra hoy en una situación de gran tribulación. Evidentemente, como lo explana en su gran escrito, en la época en la que estamos viviendo, la mayoría de los Dogmas están siendo cuestionados o puestos en duda. Las exigencias de la Moral cristiana se han relajado para actualizarlas en conformidad con los criterios del Mundo. La anarquía litúrgica se ha convertido en comportamiento normal en toda la Iglesia. La Jerarquía ha visto disminuir su prestigio a niveles tan bajos como nunca hasta ahora había conocido. Los sacramentos han sido prácticamente despojados de su contenido y de su significado, por lo que su recepción, por parte de los fieles, se ha reducido hasta casi la total desaparición. La indisolubilidad del matrimonio cristiano, reconocida durante tantos siglos como condición impuesta por el Derecho Divino, ha dado paso a un divorcio de hecho que inútilmente intenta disfrazarse con otro nombre. La asistencia a la Misa ha descendido hasta quedar reducida a una ínfima minoría de fieles. El estamento sacerdotal está sufriendo ataques con intensidad y malicia nunca vistas hasta ahora, hasta el punto de que más parecen consecuencia de una actividad diabólica que cosa de este mundo. Las Órdenes, Congregaciones e Institutos Religiosos han caído en tan alarmante estado de descomposición como para correr peligro de total desaparición.[3]

La Iglesia verdadera, en su última Pascua se hallará en medio de su agonizante pasión,[4] será  minimizada, perseguida y humillada. La Iglesia remanente[5] será enfrentada a la falsa Iglesia robustecida, por todo el mundo admirada, guiada por el falso profeta, desacralizada y farsante que fornicando con todos los reyes del orbe, políticos y religiosos formará una sola religión que terminará adorando al Anticristo, esta falsificación esperada, apoyada y defendida por la mayoría atraerá sobre la tierra la supresión del sacrificio perpetuo y la abominación de la desolación de la que hablaron Daniel y el propio Jesucristo y que será el último reducto de las huestes infernales en contra de Dios.[6]

Y cuando la Iglesia proclama para el mundo que Dios es la Verdad y que la Verdad es Una, ellos replican: ¿No puede Usted ver que hay tres cruces en el Calvario? ¿Cómo se atreve a decir que hay una Verdad? Y así, hasta el final de los tiempos, la Iglesia como Cristo, debe continuar siendo rechazada, mientras los modernos jugadores del Calvario sin hacer distinción entre la Verdad y los ladrones, entre la Vida Eterna y la perecedera, sólo se sientan y vigilan.[7]

La violenta tormenta que azota a la Iglesia hoy en día, con toda probabilidad derribaría muchas instituciones humanas. Los enemigos de la Única Iglesia de Cristo la difaman y la deshonran, e intentan con todas sus fuerzas aniquilarla. Lanzan barro pero no la manchan. Afirman que no podrá sobrevivir a los escándalos perpetrados dentro y contra Ella. Nada la mancha, ni siquiera la infamia que se levanta de sus filas, porque es la inmaculada Novia de Cristo. Confrontados con el testimonio silencioso de la historia, ellos saben por experiencia que la Iglesia es santa e inmortal. En el apogeo de su pasión, traicionada de manera innoble desde dentro, atacada ferozmente desde afuera, nada puede perturbar su serenidad. Cuando finalmente termine esta terrible tormenta, aparecerá radiante y victoriosa.
Pero mientras dura la tormenta, el sufrimiento es intenso, y nuestra fe puesta a prueba. Para nosotros, los católicos, esto significa la sorprendente comprensión de que un elemento hostil, un cáncer horrendo, crece al interior del Cuerpo Místico de Cristo. Estremece la coexistencia pacífica trágica y antinatural entre el vicio y lo que es virtuoso y santo.

II. CARACTERÍSTICAS DEL ESPÍRITU MUNDANO
1.      Espíritu de soberbia
2.      Espíritu de independencia
3.      Espíritu de crítica
4.      Espíritu de baja política
5.      Espíritu de sensualidad
6.      Espíritu de curiosidad
7.      Espíritu de ligereza
8.      Espíritu naturalista
9.      Espíritu de falso nacionalismo o regionalismo
10.  Espíritu de servilismo y respeto humano.[8]
Se afirma en el mundo un orden anticristiano en forma cada vez más más descarada, insolente y violenta.
Jesús es tajante cuando afirma: Nadie puede servir a dos señores; porque odiará al uno y amará al otro; o se adherirá al uno y despreciará al otro. Vosotros no podéis servir a Dios y a Mammón.

¿Pero cuántos son los que sirven de verdad a Dios? Una mínima parte de aquellos mismos que recibieron el Bautismo, y es porque desconocen las consecuencias trágicas de servir a ese mundo al que se han entregado, dando sus espaldas a Dios.
Veamos en qué consiste este servicio al mundo y sus amargos frutos:
El servicio al mundo es un servicio vanoinútilestéril, primero en su fin. ¿A dónde tienden los mundanos?
1º: A cosas temporales y perecederas, a cosas frívolas, exteriores, inciertas e inestables.
2º. En sus resultados, ¿a dónde llegan por ese camino? Muchísimos de ellos a ningún sitio, porque el resultado final no depende de ordinario de nosotros, y,
3º. En su duración. Lo que obtiene es pasajero, las alegrías mismas que consigue, están llenas de turbación e interrumpidas a cada paso. Los gozos son cortos y mezclados de dolor de desilusión, de inseguridad, de vacío, y para colmo la brevedad de la vida se impone a todas ellas.
Según San Bernardo, tres son sus principales obstáculos:
1º. Cuidados que punzan.
2º. Sensualidad que siempre pide.
3º. Culpas que sin cesar remuerden la conciencia.
Y el servicio del mundo es vano, y ¿qué amargos son sus frutos? Podríamos resumir en cuatro, los frutos amargos del servicio al mundo:
1º. Nos rebaja. Nos ata a la sensualidad, a todos los sentidos y a sus exigencias, objetos que pasan rápidamente con el mundo mismo.
2º. El servicio al mundo nos engaña, promete mucho, promete todo. Más, ¿qué puede cumplir de sus promesas? Toma de nosotros lo cierto y promete lo incierto.
3º. Nos despoja de méritos incontables, nos roba un tiempo precioso, que podríamos dedicar a la adquisición de los bienes eternos, y nos lleva directo a la perdición.
4º. Finalmente nos hace desgraciados. Lleva al pecado, convierte en amarga la muerte, nos convierte en enemigos de Dios. Nos condena a sufrimientos temporales y nos prepara el castigo eterno.
¿Cuántos, se dedican a servir preferente, o exclusivamente al mundo? En consecuencia no sirven a Dios, ya que son dos servicios contrarios en su fin, en sus máximas, en sus medios y en sus resultados.
Y agregó: Lo que procede del hombre, eso es lo que mancha al hombre. Porque es de adentro, del corazón de los hombres, de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, hurtos, homicidios, adulterios, codicias, perversiones, dolo, deshonestidad, envidia, blasfemia, soberbia, insensatez. Todas estas cosas malas proceden de dentro y manchan al hombre.[9]

III. LOS INTERESES DE JESÚS
La mayoría de las ovejas del Rebaño de Cristo andan confusas y desorientadas, de tal manera que a menudo no saben adónde ir ni qué hacer.[10]

Ya vemos que quienes tiene la misión de continuar la misión salvadora del Señor, tienen afincados sus intereses en otros objetivos bastante distintos a los de Jesucristo, reproche que ya el apóstol había vertido: porque todos buscan lo de ellos mismos, no lo que es de Cristo Jesús.[11]
Por eso es bueno recordar cuáles son los intereses de Nuestro Señor Jesucristo y por lo tanto los de Su Cuerpo Místico, la Iglesia.
Como enseña el gran Padre Faber, Satanás trabaja sin descanso; las tentaciones caen sobre ellos más espesas que los copos en una gran nevada; y quienquiera que gane esta batalla, Jesús o el diablo, ceñirá eternamente la corona del vencedor, porque ya no ha lugar a un segundo combate.
También el demonio tiene sus intereses en el mundo; se le ha permitido formar una monarquía en oposición a Dios, y como todos los soberanos de la tierra, posee una multitud de intereses. Así es que tiene agentes por todas partes, espíritus invisibles, diligentes, activos, para hacer prosperar los intereses de su rey.
También nuestros hermanos se alistan a millares bajo la bandera del diablo, no pocos trabajan gratis en favor suyo; y lo que es más deplorable todavía, una gran parte hasta llega a persuadirse que está ejecutando una obra divina, ¡tan buena e inocente es a sus ojos!
El principal interés de Jesús  es indudablemente nuestra propia santificación interior, nada haremos sin la santidad personal. Los cuatro grandes intereses de Jesús son:
1.º LA GLORIA DE SU PADRE. Así como se dijo de Jesús en cierta ocasión, que le devoraba el celo por la casa de Dios, así podemos decir que se veía continuamente consumido de hambre y sed por la gloria de su Padre; no parecía sino que se había perdido esta gloria en el mundo, y que venía a buscarla y encontrarla.

Los hombres viven como si fueran ateos, no porque se hallen en abierta rebelión contra su Divina Majestad, sino porque le desdeñan o no le conocen. Dios es un estorbo en su propio mundo, y una impertinencia en su creación, así es que se le ha retirado a un lado como si fuera un ídolo grotesco.
Los sabios y políticos han convenido en hacer otro tanto, y las personas de negocios y opulentos del siglo creen la cosa más decente del mundo, guardar un completo silencio acerca de Dios; se imaginan que no es fácil ocuparnos de Él, o formar una idea de sus perfecciones, sin concederle demasiado.
Desgraciadamente existe un gran número de personas que nunca dan a la gloria divina el lugar que le corresponde, y no pocas que se dicen espirituales la ceden siempre en todo el segundo puesto.
2.º EL FRUTO DE SU PASIÓN. Todo pecado que evitemos, aunque sólo sea venial, es una grande obra para los intereses de Jesús. ¡Qué obra, pues, tan grande no será para los intereses de Jesús impedir un solo pecado mortal!  ¡Y cuán fácil cosa es evitarle!

3.° EL HONOR DE SU MADRE. La verdadera doctrina de Jesús siempre ha estado mezclada y confundida con la verdadera devoción a María, y sólo es ofendida la Madre con las ofensas al Hijo.
María es la herencia de los católicos humildes y obedientes; auméntase la santidad a medida que crece su devoción, y los santos están vaciados en el molde del amor a María.
El enemigo más temible del pecado es María; pensar en Ella es ya un hechizo contra la culpa, y los demonios tiemblan a su nombre.
Todo acto de amor en reparación de las blasfemias heréticas contra su dignidad augusta, todo acto de acción de gracias por su Concepción Inmaculada y perpetua virginidad, nos ofrece una ocasión oportuna de promover los intereses de Jesús; toda acción encaminada a extender su devoción y singularmente todo esfuerzo para que hacerla amar por los católicos cada vez con más ternura, es una obra muy favorable a Jesús, y que nos premiará sobreabundantemente.
4.º EL APRECIO DE LA GRACIA. ¿Qué cosa hay en el mundo digna de estimación a no ser la   gracia?  ¡Cuán puerilmente nos dejamos llevar de toda especie de tonterías mundanas que nada tienen que ver con los intereses de Jesús!

¡Cuán necios somos!, ¡cuánto tiempo malgastamos!, ¡qué de males no hacemos!, ¡cuántas buenas obras omitimos, y con qué dulzura nos trata, sin embargo, el mansísimo Jesús!
Si el hombre apreciase la gracia en lo que vale, todos los otros intereses de Jesús prosperarían considerablemente, pues cuando sufren algún detrimento se debe únicamente a la falta de dicha estimación.
____
[1] Publicada el 12 de noviembre de 1976.
[2] RATZINGER, JOSEPH, Los movimientos eclesiales y su colocación teológica, 27-5-1998.
[4] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Crisis religiosa: llegará la restauración.
[5] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, El triunfo de la Señora y el «remanente mariano».
[6] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Abominación de la desolación.
[7] SHEEN, Mons. FULTON J., El eterno galileo.
[8] ARCUSA S.I., P. EDUARDO, Respuesta a la angustia.
[9] SAN MARCOS 7, 20-23.
[10] GÁLVEZ, P. ALFONSO, El invierno eclesial.
[11] FILIPENSES 2, 21.

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