En medio de la tormenta que azota al Cuerpo Místico de Cristo, por los
escándalos sexuales del clero, la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM)
reunida en Medellín, Colombia bajo la presidencia del cardenal arzobispo de
Bogotá, para celebrar el 50° aniversario del documento comuno-progresista de
Medellín que tanto daño causó a la Iglesia en Latinoamérica, expresó a Jorge
Mario Bergoglio su «homenaje de fidelidad, de
cercanía y colaboración para que la verdad brille por encima de todo
pecado», dándole las gracias por su pontificado «cargado de espinas y
sacrificios». El análisis de las consecuencias negativas de
la Conferencia de Medellín merece un artículo aparte, sin dejar de recordar que
el otrora episcopado colombiano, afirmara que «los
obispos colombianos constatan, con dolor y gran preocupación, que la necesaria
acción de los cristianos por la justicia está, cada vez más, instrumentalizada
por la revolución marxista».[1]
También
los obispos argentinos se dirigieron al Obispo de Roma, expresándole su «fraterna y filial cercanía en este momento en que sufre
un ataque despiadado» (¡!)
En sintonía con esas expresiones, el cardenal Cupich, arzobispo de
Chicago, afirmó que Francisco tiene otras cosas más importantes por las que preocuparse, como hablar del medio ambiente, proteger
a los migrantes y seguir con el trabajo de la Iglesia.
Ejemplos cumbre de la pseudo comunión eclesial, la comunión
máscara, «donde se liquidan a priori los conflictos como
meras polarizaciones y la paz interna es obtenida al precio de la renuncia a la
totalidad del testimonio, pronto se revelaría ilusorio. No es lícito,
finalmente, que se dé una cierta actitud de superioridad intelectual por la que
se tache de fundamentalismo el celo de personas animadas por el Espíritu Santo
y su cándida fe en la Palabra de Dios, y no se permita más que un modo de creer
para el cual el «si» y el «pero» es más importante que la sustancia de lo que
se dice creer».[2]
Alguien me recordaba a propósito, que el arzobispo Marcel Lefebvre
decía que
el golpe maestro de Satanás era hacer caer a la Iglesia por la obediencia.
I. VIERNES SANTO DE LA IGLESIA
Escribía en 2011 el Padre Alfonso Gálvez, que la Iglesia se encuentra hoy en una situación de gran tribulación. Evidentemente,
como lo explana en su gran escrito, en la época en la que estamos viviendo, la
mayoría de los Dogmas están siendo cuestionados o puestos en duda. Las
exigencias de la Moral cristiana se han relajado para actualizarlas en
conformidad con los criterios del Mundo. La anarquía litúrgica se ha convertido
en comportamiento normal en toda la Iglesia. La Jerarquía ha visto disminuir su
prestigio a niveles tan bajos como nunca hasta ahora había conocido. Los
sacramentos han sido prácticamente despojados de su contenido y de su
significado, por lo que su recepción, por parte de los fieles, se ha reducido
hasta casi la total desaparición. La indisolubilidad del matrimonio cristiano,
reconocida durante tantos siglos como condición impuesta por el Derecho Divino,
ha dado paso a un divorcio de hecho que inútilmente intenta disfrazarse con
otro nombre. La asistencia a la Misa ha descendido hasta quedar reducida a una
ínfima minoría de fieles. El estamento sacerdotal está sufriendo ataques con
intensidad y malicia nunca vistas hasta ahora, hasta el punto de que más
parecen consecuencia de una actividad diabólica que cosa de este mundo. Las Órdenes,
Congregaciones e Institutos Religiosos han caído en tan alarmante estado de
descomposición como para correr peligro de total desaparición.[3]
La Iglesia verdadera, en su última Pascua se hallará en medio de su
agonizante pasión,[4] será minimizada, perseguida y
humillada. La Iglesia remanente[5] será enfrentada a la falsa Iglesia
robustecida, por todo el mundo admirada, guiada por el falso profeta,
desacralizada y farsante que fornicando con todos los reyes del orbe, políticos
y religiosos formará una sola religión que terminará adorando al Anticristo,
esta falsificación esperada, apoyada y defendida por la mayoría atraerá sobre
la tierra la supresión del sacrificio perpetuo y la abominación de la
desolación de la que hablaron Daniel y el propio Jesucristo y que será el
último reducto de las huestes infernales en contra de Dios.[6]
Y cuando la Iglesia proclama para el
mundo que Dios es la Verdad y que la Verdad es Una, ellos replican: ¿No puede
Usted ver que hay tres cruces en el Calvario? ¿Cómo se atreve a decir que hay
una Verdad? Y así, hasta el final de los tiempos, la Iglesia como Cristo, debe
continuar siendo rechazada, mientras los modernos jugadores del Calvario sin
hacer distinción entre la Verdad y los ladrones, entre la Vida Eterna y la
perecedera, sólo se sientan y vigilan.[7]
La
violenta tormenta que azota a la Iglesia hoy en día, con toda probabilidad
derribaría muchas instituciones humanas. Los enemigos de la Única Iglesia de
Cristo la difaman y la deshonran, e intentan con todas sus fuerzas
aniquilarla. Lanzan barro pero no la manchan. Afirman que no podrá
sobrevivir a los escándalos perpetrados dentro y contra Ella. Nada la
mancha, ni siquiera la infamia que se levanta de sus filas, porque es la
inmaculada Novia de Cristo. Confrontados con el testimonio silencioso de la
historia, ellos saben por experiencia que la Iglesia es santa e
inmortal. En el apogeo de su pasión, traicionada de manera innoble desde
dentro, atacada ferozmente desde afuera, nada puede perturbar su
serenidad. Cuando finalmente termine esta terrible tormenta, aparecerá
radiante y victoriosa.
Pero mientras dura la tormenta, el sufrimiento es intenso, y nuestra fe
puesta a prueba. Para nosotros, los católicos, esto significa la
sorprendente comprensión de que un elemento hostil, un cáncer horrendo, crece
al interior del Cuerpo Místico de Cristo. Estremece la coexistencia pacífica trágica
y antinatural entre el vicio y lo que es virtuoso y santo.
II. CARACTERÍSTICAS DEL ESPÍRITU
MUNDANO
1.
Espíritu de
soberbia
2.
Espíritu de
independencia
3.
Espíritu de crítica
4.
Espíritu de baja
política
5.
Espíritu de
sensualidad
6.
Espíritu de
curiosidad
7.
Espíritu de
ligereza
8.
Espíritu
naturalista
9.
Espíritu de falso
nacionalismo o regionalismo
Se afirma
en el mundo un orden anticristiano en forma cada vez más más descarada,
insolente y violenta.
Jesús es tajante cuando afirma: Nadie puede servir a dos señores; porque odiará al
uno y amará al otro; o se adherirá al uno y despreciará al otro. Vosotros no
podéis servir a Dios y a Mammón.
¿Pero cuántos son los que sirven de verdad a Dios? Una mínima parte de aquellos mismos que recibieron el Bautismo, y es
porque desconocen las consecuencias trágicas de servir a ese mundo al que se han
entregado, dando sus espaldas a Dios.
Veamos en
qué consiste este servicio al mundo y sus amargos frutos:
El servicio al mundo es un servicio vano, inútil, estéril, primero en su fin. ¿A dónde tienden los mundanos?
1º: A cosas temporales y perecederas, a cosas frívolas, exteriores,
inciertas e inestables.
2º. En sus resultados, ¿a dónde llegan por ese camino? Muchísimos de
ellos a ningún sitio, porque el resultado final no depende de ordinario de
nosotros, y,
3º. En su duración. Lo que obtiene es pasajero, las alegrías mismas que
consigue, están llenas de turbación e interrumpidas a cada paso. Los gozos son
cortos y mezclados de dolor de desilusión, de inseguridad, de vacío, y para
colmo la brevedad de la vida se impone a todas ellas.
Según
San Bernardo, tres son sus principales obstáculos:
1º. Cuidados que punzan.
2º. Sensualidad que siempre pide.
3º. Culpas que sin cesar remuerden la conciencia.
Y
el servicio del mundo es vano, y ¿qué amargos son sus frutos? Podríamos resumir
en cuatro, los frutos amargos del servicio al mundo:
1º. Nos rebaja. Nos ata a la sensualidad, a todos los sentidos y a sus
exigencias, objetos que pasan rápidamente con el mundo mismo.
2º. El servicio al mundo nos engaña, promete mucho, promete todo. Más,
¿qué puede cumplir de sus promesas? Toma de nosotros lo cierto y promete lo
incierto.
3º. Nos despoja de méritos incontables, nos roba un tiempo precioso, que
podríamos dedicar a la adquisición de los bienes eternos, y nos lleva directo a
la perdición.
4º. Finalmente nos hace desgraciados. Lleva al pecado, convierte en
amarga la muerte, nos convierte en enemigos de Dios. Nos condena a sufrimientos
temporales y nos prepara el castigo eterno.
¿Cuántos, se dedican a servir preferente, o exclusivamente al mundo? En consecuencia no sirven a Dios, ya que son dos servicios contrarios en
su fin, en sus máximas, en sus medios y en sus resultados.
Y agregó: Lo que procede
del hombre, eso es lo que mancha al hombre. Porque es de adentro, del corazón
de los hombres, de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, hurtos,
homicidios, adulterios, codicias, perversiones, dolo, deshonestidad, envidia,
blasfemia, soberbia, insensatez. Todas estas cosas malas proceden de dentro y
manchan al hombre.[9]
III. LOS INTERESES DE JESÚS
La mayoría de las ovejas del Rebaño de Cristo andan confusas y
desorientadas, de tal manera que a menudo no saben adónde ir ni qué hacer.[10]
Ya vemos que quienes tiene la misión de continuar la misión salvadora
del Señor, tienen afincados sus intereses en otros objetivos bastante distintos
a los de Jesucristo, reproche que ya el apóstol había vertido: porque todos buscan lo de ellos mismos, no lo que es de Cristo
Jesús.[11]
Por eso
es bueno recordar cuáles son los intereses de Nuestro Señor Jesucristo y por lo
tanto los de Su Cuerpo Místico, la Iglesia.
Como enseña el gran Padre Faber, Satanás trabaja sin descanso; las
tentaciones caen sobre ellos más espesas que los copos en una gran nevada; y
quienquiera que gane esta batalla, Jesús o el diablo, ceñirá eternamente la
corona del vencedor, porque
ya no ha lugar a un segundo combate.
También
el demonio tiene sus intereses en el mundo; se le ha permitido formar una
monarquía en oposición a Dios, y como todos los soberanos de la tierra, posee
una multitud de intereses. Así es que tiene agentes por todas partes, espíritus
invisibles, diligentes, activos, para hacer prosperar los intereses de su rey.
También
nuestros hermanos se alistan a millares bajo la bandera del diablo, no pocos
trabajan gratis en favor suyo; y lo que es más deplorable todavía, una gran
parte hasta llega a persuadirse que está ejecutando una obra divina, ¡tan buena e inocente es a sus ojos!
El
principal interés de Jesús es indudablemente nuestra propia santificación
interior, nada haremos sin la santidad personal. Los cuatro grandes intereses
de Jesús son:
1.º LA GLORIA DE SU PADRE. Así
como se dijo de Jesús en cierta ocasión, que le devoraba el celo por la casa de Dios, así podemos decir que se veía continuamente
consumido de hambre y sed por la gloria de su Padre; no parecía sino que se
había perdido esta gloria en el mundo, y que venía a buscarla y encontrarla.
Los
hombres viven como si fueran ateos, no porque se hallen en abierta rebelión
contra su Divina Majestad, sino porque le desdeñan o no le conocen. Dios es un
estorbo en su propio mundo, y una impertinencia en su creación, así es que se
le ha retirado a un lado como si fuera un ídolo grotesco.
Los
sabios y políticos han convenido en hacer otro tanto, y las personas de
negocios y opulentos del siglo creen la cosa más decente del mundo, guardar un
completo silencio acerca de Dios; se imaginan que no es fácil ocuparnos de Él,
o formar una idea de sus perfecciones, sin concederle demasiado.
Desgraciadamente
existe un gran número de personas que nunca dan a la gloria divina el lugar que
le corresponde, y no pocas que se dicen espirituales la ceden siempre en todo
el segundo puesto.
2.º EL FRUTO DE SU PASIÓN. Todo
pecado que evitemos, aunque sólo sea venial, es una grande obra para los
intereses de Jesús. ¡Qué obra, pues, tan grande no
será para los intereses de Jesús impedir un solo pecado mortal! ¡Y cuán
fácil cosa es evitarle!
3.° EL HONOR DE SU MADRE. La
verdadera doctrina de Jesús siempre ha estado mezclada y confundida con la
verdadera devoción a María, y sólo es ofendida la Madre con las ofensas al
Hijo.
María es
la herencia de los católicos humildes y obedientes; auméntase la santidad a
medida que crece su devoción, y los santos están vaciados en el molde del amor
a María.
El
enemigo más temible del pecado es María; pensar en Ella es ya un hechizo contra
la culpa, y los demonios tiemblan a su nombre.
Todo acto
de amor en reparación de las blasfemias heréticas contra su dignidad augusta,
todo acto de acción de gracias por su Concepción Inmaculada y perpetua
virginidad, nos ofrece una ocasión oportuna de promover los intereses de Jesús;
toda acción encaminada a extender su devoción y singularmente todo esfuerzo
para que hacerla amar por los católicos cada vez con más ternura, es una obra
muy favorable a Jesús, y que nos premiará sobreabundantemente.
4.º EL APRECIO DE LA GRACIA. ¿Qué cosa hay en el mundo digna de estimación a no ser la
gracia? ¡Cuán puerilmente nos dejamos llevar de toda especie de tonterías
mundanas que nada tienen que ver con los intereses de Jesús!
¡Cuán necios somos!, ¡cuánto tiempo malgastamos!, ¡qué de males no
hacemos!, ¡cuántas buenas obras omitimos, y con qué dulzura nos trata, sin
embargo, el mansísimo Jesús!
Si el
hombre apreciase la gracia en lo que vale, todos los otros intereses de Jesús
prosperarían considerablemente, pues cuando sufren algún detrimento se debe
únicamente a la falta de dicha estimación.
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