Por: Charlie McKinney | Fuente: Spiritual Direction //
Píldoras de fe
Vamos a hablar sobre una acción específica del
demonio, y comenzamos con la primera pregunta: ¿Puede el diablo conocer nuestros pensamientos´ ¿Es capaz de entender lo que estamos pensando en
cierto momento de nuestra vida? La respuesta es simple: ¡absolutamente no!
La teología está de acuerdo en esta pregunta. Solo Dios, que es omnisciente, que
posee íntimamente los secretos de la realidad creada, la de los hombres y los
ángeles, y la de la realidad increada, que es su propia esencia, conoce en profundidad los pensamientos
de cada hombre.
EL DEMONIO SOLO PUEDE CREAR CONJETURAS
Aunque el demonio es una criatura espiritual, él no comprende lo que está en nuestra mente
y en nuestro corazón; él solo puede sacar conjeturas al observar
nuestras acciones y comportamiento. No es una operación complicada para él ya
que tiene una inteligencia extremadamente fina.
Si un joven fuma marihuana, por ejemplo, el demonio puede deducir que en el
futuro también usará drogas más fuertes. En una palabra: de lo que leemos,
vemos, decimos y experimentamos, y de los compañeros que elegimos, incluso de nuestras
miradas, de todo esto, el demonio puede usar su discernimiento espiritual para
saber dónde nos tienta y en qué momento particular hacerlo. Y eso es lo que
hace.
Esto trae al recuerdo un
pasaje de la primera carta de San Pedro:
"Hermanos y hermanas,
estén sobrios, estén atentos. Tu adversario, el demonio, ronda como un león
rugiente, buscando a alguien para devorar. Resístalo, firme en tu fe". (1
Pedro 5,8-9)
Mi interpretación de este pasaje, en la que
varios académicos están de acuerdo, suena a esto:
"Hermanos y hermanas,
estén atentos. El demonio se pasea alrededor de cada uno de ustedes, buscando
dónde devorar".
Esa palabra "dónde"
es importante: el demonio mira a
cada persona precisamente por su punto
débil y "trabaja" en ella,
creando su próxima ocasión pecaminosa. Será la persona elegida, quien en su
propia libertad, cometerá el pecado, después de haber sido bien "cocinado"
por la tentación de Satanás.
Los puntos débiles más frecuentes en el hombre
son, de vez en cuando, siempre los mismo: orgullo, dinero y lujuria...
Y, notemos bien, no hay límites de edad para pecar. Cuando escucho confesiones, a
menudo les digo a mis penitentes, en tono de broma, que sus tentaciones
terminarán solo cinco minutos después de que hayan exhalado su último aliento.
Por lo tanto, no debemos suponer o esperar que a
una edad avanzada estemos exentos del pecado.
Un vicio que se cultiva en la juventud no
disminuirá en la vejez sin algún trabajo e intervención. Consideremos la
lujuria: cuando escucho confesiones, no es raro que
los ancianos confiesen mirar
pornografía con más frecuencia que los jóvenes.
La voluntad de luchar contra el pecado debe
cultivarse incluso hasta el final de nuestros días.
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