El limpio de
corazón, es aquel que en su corazón sólo tiene un amor y ese es Dios.
Por: Pia Hirmas | Fuente: la-oracion.com
Pocos
valores en nuestros días tienen menos defensores que la pureza. Es
increíble como ya ni a los niños tienen resguardado este valor. Visto así
la pureza de María nos sorprende y abruma por lo inimaginable.
Desafortunadamente nuestra cultura pansexista sólo entiende la pureza en materia sexual.
No obstante, la pureza de María y a la que estamos llamados todos es una pureza
profunda y radical, que abarca todo el ser. Su pureza consiste en que la
obra creadora de Dios en Ella se trasluce perfectamente en toda su belleza
original. Es un don ciertamente, pero
es necesario pedirlo y corresponderlo. Así que también tiene mucho mérito.
Es necesario no poner el ego, la rebeldía humana
a buscar otras formas de ser, vivir y ver distintas de las que Dios quiere. La pureza no sólo trata de evitar las
situaciones que puedan mancharnos, sino que positivamente busca la luz de Dios
en todo. Es así que es muy lógica la bienaventuranza que dice “bienaventurados los limpios de corazón porque verán a
Dios”. Y es que el limpio, el puro, no lo es sólo o principalmente en la
piel, sino en el corazón.
Busca con todo su ser a Dios. cuando actúa trata
de tener pureza de corazón poniéndose en un segundo plano, para que la voluntad
de Dios sea realizada. Busca ver a las personas y a las cosas como Dios las ve,
por eso no juzga, no se burla, no cosifica a nadie. Mira con ternura y
verdadero interés, como nos ve Dios. El limpio de corazón, es aquel que en su
corazón sólo tiene un amor y ese es Dios.
Por todo esto, es clarísimo que Santa María es purísima, pues ella como nadie ama a
Dios y a nosotros como Dios nos ama. Eso la llevó a un comportamiento
corporal irreprochable, pero es que ya era irreprochable en el corazón.
María
ya alcanzó la meta de modo pleno y perfecto, pero nos anima a seguirla para
alcanzar con ella esta plenitud. Tal vez no podemos imitarla en la pureza como
decía un santo, pero podemos imitarla al menos en la humildad, y seguir
intentando con paciencia y mansedumbre volver a empezar la ardua tarea de
realizar el plan de Dios en nuestras vidas y poder reflejar y servir con la
mejor versión de nosotros mismos.
Imitar
a María en su pureza implica muchos sacrificios, pues el mundo justo ofrece lo
contrario. Será necesario salirse de ciertos ambientes, no
estar al ritmo de ciertas modas, ser modestos y no buscar tener los reflectores
encima. Habrá que cuidar lo que se ve y
se escucha en los medios. Implicará cierto martirio porque nos expondremos a
ser ridiculizados, a veces por envidia. Sin embargo, al final de la vida
Dios retribuirá al que trata de vivir en santidad y justicia y no se alegra en
el mal, pero también, podremos gozar de verdaderos encuentros humanos porque la
gente va poder sentir la presencia de Dios pasar a través nuestro porque
sentirán el amor de Dios en nuestras palabras, en nuestras gestos y miradas y
en todas nuestras acciones.
Demos
gracias a Dios por habernos dado una mamá tan ejemplar que sólo con verla nos
mueve a ser mejores y estar más cerca de Dios.
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