Contundente análisis de las
deficiencias del texto
Monseñor Charles
J. Chaput, arzobispo de Filadelfia y miembro del consejo permanente del Sínodo
de los obispos, ha escrito un artículo señalando las debilidades teológicas del
Instrumentum Laboris del próximo Sínodo de los Jóvenes.
(InfoCatólica) El prelado norteamericano
señala cinco puntos en los que el texto base -Instrumentum Laboris (IL)- para el
próximo sínodo flaquea: el naturalismo,
una inadecuada comprensión de la
autoridad espiritual de la Iglesia,
una antropología teológica parcial,
una concepción relativista de la
vocación y una pobre comprensión
de la alegría cristiana.
En cuanto al naturalismo,
asegura que «el IL se enfoca mucho en
elementos socioculturales, en detrimento de materias morales y
religiosas más profundas».
Sobre la autoridad espiritual
de la Iglesia, Mons. Chaput advierte que «el IL cambia drásticamente los papeles de
la ecclesia docens (la Iglesia que enseña) y la ecclesia discens (la
Iglesia que aprende)».
En relación a la antropología,
el arzobispo constata que «en las discusiones sobre la persona humana, el IL no hace mención de la voluntad. La persona humana se
reduce numerosos lugares a «intelecto y
deseo», «razón y afectividad». La Iglesia, sin embargo, nos enseña
que el hombre, creado a imagen de Dios, posee un intelecto y voluntad».
Igualmente denuncia que «a través del documento se da la impresión de que la vocación se refiere a la búsqueda
individual del sentido y la verdad particular».
Por último, Mons. Chaput
critica que en el documento, «La espiritualidad cristiana y la vida moral
se reducen a la dimensión afectiva, claramente expresado en §130 donde
se evidencia una concepción
sentimentalista de la «alegría»... A pesar de su
constante referencia a la «alegría», en ningún
lugar el IL la describe como el fruto de la virtud teológica de la
caridad».
El útlimo párrafo del artículo
del arzobispo señala otras cuestiones en las que el Instrumentum Laboris tiene
graves carencias:
«Además de las
consideraciones hechas hay otras serias preocupaciones teológicas en el IL,
incluyendo: una falsa comprensión de la
conciencia y su papel en la vida moral; una falsa dicotomía propuesta
entre verdad y libertad; una falsa
equivalencia entre diálogo con jóvenes LGBT y el diálogo ecuménico; y un
insuficiente tratamiento del escándalo
de los abusos».
PENSAMIENTOS SOBRE EL INSTRUMENTUM LABORIS
Las principales
dificultades teológicas en el Instrumentum Laboris (IL) para el Sínodo de 2018
son el naturalismo, una inadecuada comprensión de la autoridad espiritual de la
Iglesia, una antropología teológica parcial, una concepción relativista de la
vocación y una pobre comprensión de la alegría cristiana.
Monseñor Charles J. Chaput
Durante los pasados meses he
estado recibiendo muchos emails y cartas de laicos, clérigos, teólogos y otros
intelectuales, jóvenes y viejos, con sus pensamientos con respecto al Sínodo de
los obispos que se celebrará en Roma en octubre y centrado sobre los jóvenes.
Casi todos se dan cuenta de la importancia de la materia. Casi todos alaban las
intenciones del Sínodo. Y casi todos muestran su preocupación, de un tipo u
otro, sobre el momento del Sínodo y el posible contenido. La crítica que
aparece abajo, recibida de un respetado teólogo norteamericano, es el análisis
de una persona; otros pueden no estar de acuerdo. Pero es lo suficientemente
importante para que merezca una consideración bastante más amplia y una
discusión mientras que los delegados de los obispos se prepara para abordar los
temas del Sínodo. Por lo tanto, aquí se las ofrezco.
Las principales dificultades
teológicas en el Instrumentum Laboris (IL)
para el Sínodo de 2018.
I. NATURALISMO.
El IL se enfoca mucho en
elementos socioculturales, en detrimento de materias morales y religiosas más
profundas. Aunque el documento expresa el deseo de «releer»
«realidades concretas» a la luz de la fe y de la experiencia de la
Iglesia (§4), el IL, lamentablemente no lo hace. Ejemplos específicos:
§ §52. Después de una discusión sobre
la concepción instrumentalizada contemporánea del cuerpo y sus efectos de «actividad sexual temprana, múltiples parejas sexuales,
pornografía digital, exhibición de cuerpos online, y turismo sexual», el
documento solo se lamenta de «la deformación de la
belleza y la profundidad de la vida afectiva y sexual». No se hace
mención de la desfiguración del alma, su consecuente ceguera espiritual y el
impacto en la recepción del evangelio por alguien tan herido.
§ § 144. Se discute mucho sobre lo que
la gente joven quiere; poco sobre cómo esos deseos deben ser transformados por
la gracia en una vida que se ajuste a la voluntad de Dios para sus vidas.
Después de muchas páginas de análisis de sus circunstancias materiales, el IL
no ofrece ninguna guía sobre cómo estas preocupaciones materiales deben ser
elevadas y orientadas hacia un fin sobrenatural. Aunque IL hace alguna crítica
sobre los fines exclusivamente materialistas y utilitarios (§147), la mayoría del documento cataloga
exhaustivamente las distintas realidades socio económicas y culturales de los
jóvenes adultos, pero sin ofrecer ninguna reflexión significativa sobre sus
preocupaciones espirituales existenciales o morales. El lector puede fácilmente
deducir que esto último no tiene importancia alguna para la Iglesia. El IL
justamente constata que la Iglesia debe animar a los jóvenes a «abandonar la búsqueda constante de pequeñas certezas
(§145)». En ningún lugar, sin embargo, dice que también debe acrecentar
esta visión con la gran certeza de que hay un Dios, de que los ama, y de que
desea su bien eterno.
§ Este naturalismo también es evidente
en la preocupación que muestra el documento con respecto a las siguientes
consideraciones: globalización (§10) abogar
por el papel de la Iglesia en la creación de los «ciudadanos
responsables» más que de santos (§147) y
la preparación de los jóvenes para su papel en la sociedad (§135); los fines seculares para la educación (§149); promover la sostenibilidad y otros fines
seculares (§152-154); promover «el compromiso social y político» como una «verdadera vocación» (§156); el apoyo de las
«redes sociales» como un papel de la Iglesia.
§ La esperanza del Evangelio
está notablemente ausente. En §166, en el contexto de una discusión sobre la
enfermedad y el sufrimiento, se cita a un hombre discapacitado: «nunca estás lo suficientemente preparado para vivir con
una discapacidad; te lleva a hacerte preguntas sobre tu propia vida y
reflexionar sobre tu mortalidad». Estas son cuestiones existenciales
para las cuales la Iglesia posee las respuestas. El IL nunca responde a esta cita con una
discusión sobre la cruz, el sufrimiento redentor, la providencia, el pecado o
el Amor Divino. El IL es igualmente débil en las preguntas sobre la muerte en
§171; el suicidio se describe como simplemente «desafortunado»
y no se hace intento alguno de relacionarlo con los fallos de un
comportamiento materialista. Esto también se ve en el tibio tratamiento de las
adicciones.
.
II. UNA INADECUADA COMPRENSIÓN DE LA AUTORIDAD
ESPIRITUAL DE LA IGLESIA.
El IL cambia drásticamente los
papeles de la ecclesia docens (la
Iglesia que enseña) y la ecclesia discens (la Iglesia que aprende). Todo el documento está
basado en la creencia de que el principal papel magisterial de la Iglesia es «escuchar». Más problemático es §140: «La Iglesia tendrá que optar por el diálogo como su
estilo y su método, fomentando un conocimiento de la existencia de nexos y
conexiones en una realidad compleja…» No hay vocación, especialmente dentro de la Iglesia, que se pueda
situar fuera de este dinamismo del diálogo… (énfasis añadido)«. En
otras palabras, la Iglesia no posee la verdad, sino que debe ocupar su lugar
junto con otras voces. Esos que han desempeñado el papel de profesores y
predicadores en la Iglesia deben reemplazar su autoridad con el diálogo. (En
este respecto, ver también §67-70).
§ La consecuencia teológica de
este error es la fusión del sacerdocio bautismal y sacramental. Desde la
fundación de la Iglesia, por orden divina, los ministros ordenados de la
Iglesia han sido encargados de la tarea de enseñar y predicar; desde su
fundación al fiel bautizado se le ha encomendado el escuchar y ajustarse a la
Palabra predicada. Sin embargo, el mandato de predicar es co-instituido por
nuestro Señor con el ministerio sacerdotal mismo (cf. Mt 28, 19-20). Si la
Iglesia abandonase su ministerio de la predicación, esto es, si los papeles de
la Iglesia que enseña y la Iglesia que escucha se invierten, la jerarquía misma
debería ser invertida y el ministerio sacerdotal se convertiría en el
ministerio bautismal. En resumen, nos volveríamos luteranos.
§ Aparte de este serio problema
eclesiológico, esta aproximación presenta un problema pastoral. Es de
conocimiento general que los adolescentes que provienen de hogares permisivos
normalmente añoran padres que se preocupen lo suficiente para establecer normas
y dirigirlos, incluso si ellos se rebelan contra esta dirección. De modo
similar, la Iglesia como madre y profesora no puede, por negligencia o
cobardía, abandonar este papel necesario de establecer límites y dirigir (cf.
§178). Con respecto a esto §171, que señala la maternidad de la Iglesia, no va
lo suficientemente lejos. Sólo ofrece un papel de escucha y acompañamiento
eliminando el de enseñante.
III. UNA ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA PARCIAL.
En las discusiones sobre la
persona humana, el IL no hace mención de la voluntad.
La persona humana se reduce numerosos lugares a «intelecto
y deseo», «razón y afectividad» (§147). La Iglesia, sin embargo, nos
enseña que el hombre, creado a imagen de Dios, posee un intelecto y voluntad,
mientras comparte un cuerpo y sus inclinaciones con el resto del reino animal.
Es la voluntad la que se dirige fundamentalmente hacia la bondad. La
consecuencia teológica de esta flagrante omisión es extraordinariamente
importante, ya que la sede de la vida moral es la voluntad y no las vicisitudes
del afecto. Otros ejemplos incluyen §114 y §118.
IV. UNA CONCEPCIÓN RELATIVISTA DE LA VOCACIÓN.
A través del documento se da
la impresión de que la vocación se refiere a la búsqueda individual del sentido
y la verdad particular. Los ejemplos incluyen:
§ §129 ¿Que
se quiere decir con »forma personal de santidad«? ¿O la »propia verdad?«. Mientras
que la Iglesia ciertamente propone la propia apropiación personal de la verdad
y la santidad, la Escritura dice claramente que Dios, la Primera Verdad, es
Uno; el diablo es legión.
§ §139 da la impresión de que la
Iglesia no puede proponer la verdad (singular) a la gente y que deben decidir
por ellos mismos. El papel de la Iglesia consiste sólo en acompañar. Esta falsa
humildad se arriesga a subestimar las legítimas contribuciones que la Iglesia
puede y debe hacer.
§ §157 ¿Por
qué debería la Iglesia apoyar caminos para cambiar los estilos de vida? Esto
en conjunción con las exhortaciones para que los jóvenes tomen la
responsabilidad sobre sus propias vidas y construyan significado para ellos
mismos (§87, §68-69) da la impresión de que la verdad absoluta no se halla en
Dios.
V. UNA POBRE COMPRENSIÓN DE LA ALEGRÍA CRISTIANA.
La espiritualidad cristiana y
la vida moral se reducen a la dimensión afectiva, claramente expresado en §130
donde se evidencia una concepción sentimentalista de la «alegría». Ésta parece ser un estado puramente afectivo, una
emoción feliz, a veces fundada en cuerpo o en el amor humanos (§76), a veces en
el compromiso social (§90). A pesar de su constante referencia a la «alegría», en ningún lugar el IL la describe como
el fruto de la virtud teológica de la caridad. Ni es ésta caracterizada como el
propio orden del amor, poniendo a Dios primero y después ordenando todos los
otros amores con referencia a Dios.
§ La consecuencia teológica de
esto es que el IL carece de teología alguna de la cruz. La alegría cristiana no
es una antítesis al sufrimiento, que es un componente necesario de una vida
conformada a la cruz. El documento da la impresión de que el verdadero cristiano
estará siempre »alegre« en el término
coloquial. Más adelante implica el error de que la vida espiritual tendrá
siempre como resultado la alegría sentida (afectiva). El problema pastoral que
resulta de esto viene claramente expresado en §137: ¿Es
el papel de la Iglesia hacer que los jóvenes »se sientan amados por Dios o
ayudarlos a saberse amados a pesar de cómo puedan sentirse?
Además de las consideraciones
hechas hay otras serias preocupaciones teológicas en el IL, incluyendo: una
falsa comprensión de la conciencia y su papel en la vida moral; una falsa
dicotomía propuesta entre verdad y libertad; una falsa equivalencia entre
diálogo con jóvenes LGBT y el diálogo ecuménico; y un insuficiente tratamiento
del escándalo de los abusos.
+ Charles Chapt, Ofm Cap
Traducido
para InfoCatólica por Ana María Rodríguez
Charles Chaput,
O.F.M. Cap., es arzobispo de Filadelfia y miembro del consejo permanente del
Sínodo de los obispos. Su pertenencia al consejo terminará en octubre.
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