Aunque
la cuestión debería haber quedado aclarada tras una detenida lectura de mi
artículo sobre si la Iglesia puede defenderse, y cómo, de los ataques de un pontífice
descarriado como el actual, a fin de evitar malentendidos sobre mi
postura por parte de comentaristas poco íntegros, me ha parecido oportuno
destacar los siguientes puntos:
1. Los autores teológicos no
sostienen, ni yo tampoco, que un papa válidamente elegido pueda ser destituido
simplemente por ser indigno, como sucedió con Benedicto IX, calificado por
la Enciclopedia católica de «calamidad para la silla de San Pedro». Los papas
no se someten a votos de censura.
Por el
contrario, los autores que tratan el tema (como Cayetano) hablan de tres casos:
(1) un pontífice que
claramente haya sido elegido de forma inválida, y sea por tanto antipapa; (2) un papa que suscite
dudas en cuanto a su idoneidad para el cargo, y haga necesario resolver
la cuestión a como dé lugar, y (3) un papa que incurra en herejía formal y pierda por
consiguiente el cargo, como ha señalado el propio cardenal Burke .
2.
En la historia de la Iglesia abundan ejemplos de
los dos primeros casos, que al final fueron resueltos en sínodos o concilios
que declararon depuesto al antipapa y optaron por un pontífice concreto como el
verdadero. Pero ni siquiera en este caso el resultado está siempre
meridianamente claro. Por ejemplo, Silvestre III figura en el elenco de los
papas (ocupando el puesto 146) a pesar de que el sínodo de Sutri lo depuso y
hay muchos historiadores que consideran que usurpó el solio pontificio.
Del mismo modo, Benedicto IX también fue depuesto en Sutri (por haber
dimitido en 1045 sobornado por su padrino, que le sucedió como pontífice), y a
pesar de ello volvió a reinar en dos ocasiones (la primera en 1045, al
retractarse de su dimisión, y una vez más de 1047 a 1048). Por eso, aparece
enumerado al mismo tiempo como el pontífice número 147 y como el 150. En una
nota a pie de página a su elenco de papas, la Enciclopedia católica explica: «Aparece tres veces en la lista porque en dos ocasiones
fue depuesto y reinstaurado en el trono». Por esa razón Francisco es el
pontífice número 266 y no el 264.
3. Por lo que respecta al papa que incurre en herejía, no se ha dado en la
Historia ningún caso de destitución. Lo más parecido es el anatema póstumo de
Honorio I por haber participado en la promoción de la herejía monotelista.
Ahora bien, la falta de ejemplos históricos no significa que en caso de que un
papa profese una herejía formal no pueda ser destituido o que la Iglesia, por
medio de un sínodo, un concilio imperfecto o una asamblea de cardenales no
pueda declarar que él mismo se ha provocado la pérdida del cargo, como han
sostenido los autores teológicos. Basado en esta permisible opinión teológica,
el cardenal Burke (que no acusa a Francisco de herejía) lo explica de la
siguiente manera:
CWR: Volvamos
a la cuestión del papa hereje. ¿Qué pasa si el Sumo Pontífice incurre en
herejía y deja de ser papa? ¿Se reúne un nuevo cónclave? ¿Quién está al mando
de la Iglesia? ¿O ni siquiera queremos ponernos a dilucidarlo?
Cardenal Burke: Existen
normas disciplinarias para cuando un pontífice cesa en su cargo, como cuando
dimitió Benedicto XVI. Mientras estuvo vacante la sede entre la fecha efectiva
de su abdicación y la entronización de Francisco la Iglesia no dejó de estar
gobernada.
CWR: ¿Quién tiene competencia para
declararlo hereje?
Cardenal Burke: Tendrían
que hacerlo los miembros del colegio cardenalicio.
Por último, los cardenales podrían publicar la corrección formal hace
tiempo prometida por monseñor Burke condenando los errores de Francisco,
incluido su intento de dejar sin efecto las enseñanzas de Benedicto XVI, Juan
Pablo II y sus predecesores, y volver a la de Nuestro Señor sobre la
imposibilidad de recibir la Sagrada Comunión en ninguna circunstancia los
divorciados vueltos a casar, ya que viven en adulterio. Y también eliminando la
francamente desastrosa introducción por parte de Francisco de una especie de
moral de situación en la vida de la Iglesia con casos complejos exentos
de que se les apliquen preceptos del derecho divino y natural, que no admiten
excepciones.
Como mínimo, la corrección anularía el bergoglismo aunque Francisco
siguiera siendo papa, y repito, debemos
considerarlo tal a menos que la Iglesia (en la manera indicada por
Burke) declare algún día otra cosa. Algo que teológicamente no es imposible por
extraordinario que sea.
Eso sí,
en ningún caso puede la jerarquía quedarse cruzada de brazos y no resistir el
incansable empeño de este papa en imponer a la Iglesia sus erróneas opiniones.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)
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