No podemos negar que muchas veces nos sorprenden
los inventos que el hombre, con la ayuda inestimable de los dones de Dios, es
capaz de llevar a cabo. Por eso estamos donde estamos en este siglo XXI y
no nos hemos quedado quietos en aquellos primeros momentos de nuestra creación.
Podemos decir, y no nos equivocaremos, que el Padre nos dio un corazón, además
de limpio (aunque luego pasó lo que pasó) muy proclive a hacer rendir las
neuronas.
Haciendo de esto algo de humor negro, hasta el pobre Caín hizo algo
impensable con una quijada de animal. Le dio uno uso que, con toda seguridad, no era el que tenía
destinado a tener. Y es que el hombre, hasta en esto, es capaz de hacer algo
nuevo con lo viejo.
Esto, de todas formas, lo dejamos escondido (esto sí), bien escondido,
debajo de algún celemín para que se vea lo mínimo posible y no dar malas ideas a
nadie…
En fin. El caso es que, como
decimos, somos capaces de inventar lo inimaginable. Hasta hay quien dice que
algunos tratan de descubrir la inmortalidad. Y es que esto ha sido, desde que
el hombre es hombre, el sueño inalcanzable de todo aquel que no sabe dónde
tiene su límite y, sobre todo, el de quien ignora, al parecer, que el único que
es eterno de toda eternidad es Dios quien, no por casualidad, nos ha creado a
cada uno de nosotros con el concurso de nuestros asustados padres
terrenos.
De todas formas, todo lo que, al ser inventado, sirva para el
bien de la humanidad ha de tener en refrendo, la aprobación, de todo aquel que
se sabe hijo de Dios y quiere, como es lógico, que las cosas vayan
mejor si es que eso supone que vayan por el camino trazado por Dios para su
descendencia humana. Y es que hay quien, inventando, no hace más que equivocar
parte de la senda y se sale de ella con algún que otro mal pretexto de egoísmo
personal. Pero a tales personas no va dirigido esto, aunque, bien pensado, a lo
mejor podrían cambiar el rumbo y volverse a situar en el camino de ladrillos
como si se tratase del mítico Mago de Oz sabiendo, eso sí, que su destino es
mucho mejor que la de aquel grupo escaso de amigos bien extraños.
Cuando en la famosa zarzuela se dice aquella famosa frase de “es
que las ciencias avanzan que es una barbaridad” no nos sorprende nada que quisiesen referirse
a inventos puramente humanos. Y es que aquellos, en aquellos antiguos
tiempos, aún tenían mucho que conocer y cada apertura del conocimiento era como
abrir una ventana hacia un futuro que, cada día, se presentaba más
sorprendente. Sin embargo,
nosotros no nos referimos a eso sino a otro tipo de inventos que tienen todo de
espiritual aunque pudiera parecer que no hacemos, sino, uso de algo
que está echando su cuarto a espadas en cuanto acercamiento entre personas o,
simplemente, acontecimientos en los que queremos estar presentes de una forma
tan directa que pareciera que no queremos perdernos ninguno de ellos.
Nos referimos, claro está, a la utilización de la técnica fotográfica
para dejar constancia de nosotros mismos en tal o cual situación. Y sí, nos referimos al
palabro inglés que, de uno mismo, un en sí mismo, hace una realidad presente: el selfie.
Alguien puede decir que estamos algo equivocados porque ¿qué tiene que ver con la fe cristiana, aquí católica,
esto de tal tipo de imágenes?
Sin embargo, no queriendo
contrariar tal pensamiento, podemos decir que podemos hacer uso de tal avance
de la técnica para hacernos, eso, un selfie, pero con alguien muy especial para
nosotros. Y es que si hay alguien que no esté de acuerdo en hacerse uno con la
Madre de Dios, digamos, en directo, que levante la mano y lo diga. Y no decimos
que tire la primera piedra porque siempre puede haber quien tenga afición a
echar, sobre los demás, sus culpas propias…
Todo lo dicho hasta ahora, ahí arriba, es para animarnos a usar tal
técnica pero aplicándola a una hipotética sesión fotográfica que, de improviso, nos pudiera
surgir. Y no queremos referirnos a ningún tipo de aparición de la Virgen María
(la Madre sabe qué hacer a tal respecto) sino a una imaginaria situación que se
nos pudiese presentar sin nosotros haberlo esperado.
De todas formas, no podemos negar que nuestra Madre del Cielo estaría
más que dispuesta a tal tipo de situación pues ¿qué mejor para Ella que siempre
nos quiere cerca que tenernos a tan escasa distancia del alma?
Por cierto, si un selfie, ordinariamente, se hace, digamos, de
improviso, casi sin pensarlo (como decimos arriba), aquí vamos a hacer uno que,
en esto, es totalmente innovador: vamos a pensar más que bien qué supone el mismo, cómo nos
presentamos nosotros ante la cámara del alma y cómo, por fin, se presenta la
Virgen María con su Niño en brazos. Y es que en esto, también Ella nos permite
hacer cosas distintas…
Eleuterio Fernández Guzmán
No hay comentarios:
Publicar un comentario