El desarrollo de la
doctrina cristiana es el crecimiento en profundidad y claridad del
entendimiento de las verdades de la divina revelación.
Por: José Miguel Arráiz | Fuente: ApologeticaCatolica.org
Por: José Miguel Arráiz | Fuente: ApologeticaCatolica.org
Una precisa definición sobre el desarrollo de la
doctrina cristiana la da el apologista católico Dave Armstrong en su libro
Development of Catholic Doctrine: “La Iglesia Católica define
al desarrollo de la doctrina cristiana como el crecimiento en profundidad y
claridad del entendimiento de las verdades de la divina revelación. Es importante
entender que las verdades substanciales o esenciales en el núcleo de cada
doctrina (como parte del único depósito, dado por Cristo a los apóstoles)
permanece inmutable. La Iglesia Católica preserva el depósito, y es su
Guardián…” .
Explica a continuación que este crecimiento es
el resultado de las reflexiones piadosas de la Iglesia, el estudio teológico, y
muchas veces la investigación (frecuentemente ocasionada por los combates
contra la herejía) , experiencia práctica y la colectiva sabiduría de los obispos
de la Iglesia y el Papa, especialmente cuando están acompañados de un Concilio
Ecuménico.
Este concepto, que ha sido muy bien desarrollado
por el Cardenal John Henrry Newman en su ensayo sobre el desarrollo de la
doctrina cristiana, es frecuentemente incomprendido por protestantes
fundamentalistas, y por tradicionalistas radicales, porque ambos cometen el
error de entenderlo como lo que no es: una
evolución de la doctrina cristiana.
Es importante resaltar enfáticamente la
diferencia entre desarrollo y evolución,
porque ambos son conceptos incompatibles tanto filosófica como
lingüísticamente. La evolución es la transformación o cambio de algo en otra
cosa distinta, mientras que en el desarrollo ese algo o alguien sigue siendo el
mismo individuo. Un ejemplo simple para entenderlo: Se podría especular que un
Triceratops evolucionó en un rinoceronte, o un dientes de sable en un trigre
moderno (luego de haber evolucionado son especies distintas), pero no se puede
decir lo mismo de un bebe que se hace hombre, que sigue siendo en sí mismo la
misma persona humana, o de una semilla, que crece hasta convertirse en un
frondoso árbol.
Algunos ejemplos en el desarrollo
de la doctrina cristiana:
LA
TRINIDAD
No será raro encontrar a fundamentalistas
(testigos de Jehová, unitarios, etc.) negando este dogma de fe. Alegan que ni
en la Escritura ni en los escritos de los primeros padres se menciona la
palabra “Trinidad”. Mucho más podríamos
preocuparnos al encontrar que algunos de los primeros padres no siempre
enseñaron una doctrina completamente ortodoxa, bordando en mayor o menor grado
el subordinacionismo (Tertuliano, Orígenes, San Justino Martir, etc.). De un estudio
más profundo se deduce que lo que ha ocurrido es que la comprensión sobre esta
verdad de fe ha crecido, incluso siendo favorecida por las continuas
controversias cristológicas que ha habido a lo largo de la historia
(sabelianismo, arrianismo, monotelismo, monofisismo, etc.).
EL
PRIMADO PETRINO
En lo referente a la doctrina del Primado
Petrino ocurre exactamente lo mismo. Los protestantes se oponen alegando no
encontrar un Papa al estilo moderno en los primeros siglos cristianos (a quien
identifican con alguien portando el título de “Papa”,
con espléndidas y pomposas vestimentas, dando órdenes de forma
dictatorial y exigiendo que todos los cristianos sigan sus decretos sin
preguntas). Un estudio detallado de la historia permite ver que si es cierto
que el estilo del Papado ha ido cambiando a lo largo de la historia, su esencia
que consiste en ejercer el ministerio de pastor supremo con poder de
jurisdicción de mantener la unidad universal y ortodoxia dentro de la Iglesia
Cristiana, es y ha sido el mismo siempre.
LA
EUCARISTÍA, PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LA EUCARISTIA
No ha faltado el despistado que se ha puesto a
decir que “aquello de la Transubstanciación es un
invento de Santo Tomas de Aquino”. Ha sido el desarrollo de la doctrina
cristiana el que ha permitido por medio de una terminología más explícita explicar este
Sagrado Misterio.
EL
SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
He perdido la cuenta cuantas veces amigos
protestantes me han objetado que en la Iglesia primitiva no existía un
confesionario como lo conocemos hoy y mucho menos referencias al secreto de
confesión. Incluso podríamos asombrarnos de saber que en la primitiva
disciplina penitencial había que confesar los pecados delante de la comunidad
(Según consta en la Didaché ), o había que dejar en manos del sacerdote la
decisión de si el pecado debía ser confesado de manera pública. Lo importante
es distinguir que aunque la confesión auricular como la conocemos hoy pudo
haber ido desarrollándose en su forma exterior a través del tiempo, su esencia,
que radica en la reconciliación del pecador por medio de la autoridad de la
Iglesia es la misma y permanece.
MARIOLOGÍA
Otro caballito de batalla de los protestantes,
que no encuentran en los escritos de los primeros cristianos referencias a
nuestra Santa Madre como Madre de Dios, Asunta al cielo en cuerpo y alma, Reina
del Cielo, Reina de los ángeles, etc. etc. Inclusive se les dificulta
enormemente comprender que el desarrollo de la mariología se debe precisamente
al desarrollo de las doctrinas cristológicas. No es cuestión de dar quitar la
gloria a Dios para dársela a María, sino
de glorificarle por lo que ha hecho en ella.
EL
DESARROLLO DEL CANON BÍBLICO
Que mejor ejemplo que el Canon Bíblico, cuyo
desarrollo y definición definitiva tuvo que esperar al Concilio de Trento (En
el Catálogo más antiguo de los libros del Nuevo Testamento datado en el siglo
II –el fragmento de Muratori- no se mencionan las epístolas a los Hebreos,
Santiagos y 2 Pedro).
LEFEBVRISMO,
SEDEVACANTISMO Y TRADICIONALISMO RADICAL, EL MISMO PROBLEMA
El mismo problema lo tienen los lefebvristas,
sedevacantistas y tradicionalistas radicales, con la diferencia de que ellos
dejaron la Tradición congelada al Magisterio anterior al Vaticano II. De esta
noción imperfecta de la Tradición alertaba el Papa Juan Pablo II, refiriéndose
al acto cismático lefebvrista: La raíz de este acto cismático se puede individuar
en una imperfecta y contradictoria noción de Tradición: imperfecta porque no
tiene suficientemente en cuenta el carácter vivo de la Tradición, que - como
enseña claramente el Concilio Vaticano II - arranca originariamente de los
Apóstoles, “va progresando en la Iglesia bajo la
asistencia del Espíritu Santo; es decir, crece con la comprensión de las cosas
y de las palabras transmitidas, cuando los fieles las contemplan y estudian
repasándolas en su corazón, cuando comprenden internamente ellos misterios que
viven, cuando las proclaman los obispos, sucesores de los Apóstoles en el
carisma de la verdad”
Carta Apostólica en forma de “motu proprio” “Ecclesia Dei” de S.S. Juan
Pablo II
De concebir de esta manera la Tradición
tendríamos todavía que celebrar la Misa en arameo alrededor de una mesa,
confesar nuestros pecados delante de todos, hacer a las mujeres llevar sobre la
cabeza un símbolo de dependencia. Tendríamos que reprobar que el Papa no se
vistiera como el apóstol Pedro y quien sabe que otras cosas más.
CONCLUSIÓN
Es ilógico que los protestantes (divididos hasta
el extremo luego de haber rechazado la Tradición y el Magisterio) se hayan
hecho vulnerables a cualquier viento de doctrina, exponiéndose a caer en todas
las herejías superadas a lo largo de la historia. Pero también es ilógico que
los tradicionalistas radicales pretendan congelar la Tradición hasta un momento
determinado del tiempo, aceptando su desarrollo previo pero rechazando el
posterior. No en balde el El cardenal Ratzinger, a diez años de la clausura del
Concilio, en 1975 dijo “Hay que dejar bien claro,
ante todo, que el Vaticano II se apoya en la misma autoridad que el Vaticano I
y que el concilio Tridentino: es decir, el Papa y el colegio de los obispos en
comunión con él. En cuanto a los contenidos, es preciso recordar que el
Vaticano II se sitúa en rigurosa continuidad con los dos concilios anteriores y
recoge literalmente su doctrina en puntos decisivos”
Informe sobre la fe, capítulo 2, por Cardenal Joseph Ratzinger
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