La Misa en la capilla de la residencia de Santa
Marta se desarrolló en la presencia de un relicario que contiene las lágrimas
de la Virgen de Siracusa, una de las advocaciones más importantes de Italia, y
el Papa Francisco expresó el deseo de tener capacidad de llorar por los propios
pecados.
El Papa lo explicó de esta manera: “han
traído desde Siracusa la reliquia de las lágrimas de la Virgen. Hoy están ahí,
y rezamos a la Virgen para que nos de a nosotros y también a la humanidad,
porque tenemos necesidad, el don de las lágrimas, que nosotros podamos llorar
por nuestros pecados y por tantas calamidades que hacen sufrir al pueblo de
Dios y a los hijos de Dios”.
Ante la presencia del Pontífice, una religiosa contó brevemente la
historia que comenzó en 1953 cuando en una humilde casa de la ciudad siciliana
de Siracusa, una imagen del corazón inmaculado y dolorido de María vertió
lágrimas humanas.
En la casa vivían los jóvenes esposos Angelo Iannuso y Antonia Lucia
Giusti, que se encontraba en el sexto mes de embarazo. La mujer tenía una grave
enfermedad, y a pesar de ello llevó adelante el embarazo arriesgando incluso la
propia vida para salvar al niño que llevaba en el vientre.
Desde el momento en el que vio llorar a la Virgen, el 29 de agosto de
1953, no tuvo más problemas y el embarazo dio a luz el día de Navidad.
Redacción ACI
Prensa
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