Jesús
también enseña el recto uso del dinero, y el peligro de colocarlo como un ídolo
que ocupe el lugar de Dios.
El dinero
y los tesoros son sólo un medio, pero nunca un fin. “No
amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen y
donde los ladrones socavan y los roban. Amontonad en cambio tesoros en el
Cielo, donde ni polilla ni herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan
ni roban. Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón” (Mt).
Usar, pero no abusar. Tener el corazón desprendido. Tener el tesoro en el
cielo. Pero el apego de las cosas terrenas es tan frecuente entre los hombres,
que necesitaba una lección especial. Esta lección se completa con la que señala
que el dinero se puede convertir en un dios que compita con el verdadero Dios,
en el hombre de poca fe. “Nadie puede servir a dos
señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o prestará su adhesión
al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las
riquezas”(Mt). La cuestión de fondo siempre es la misma: el amor a Dios
por encima de todas las cosas es lo primero, el amor al dinero es una verdadera
idolatría.
Reproducido con permiso del Autor, Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
pedidos a eunsa@cin.es
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