Se dice que el uso
de pastillas anticonceptivas disminuye el número de abortos ¿Es verdad esto?
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org
Pregunta:
Se dice, como argumento a
favor de las píldoras anticonceptivas, que su uso disminuye el número de
abortos y que, por tanto, al menos deberíamos tolerarlas como una mal menor.
¿Podría ampliarme este tema?
Respuesta:
Estimado:
Le contesto con lo que ha escrito el Papa Juan Pablo II sobre este tema en la
Encíclica Evangelium vitae: «…Se afirma con frecuencia que la
anticoncepción, segura y asequible a todos, es el remedio más eficaz contra el
aborto. Se acusa además a la Iglesia católica de favorecer de hecho el aborto
al continuar obstinadamente enseñando la ilicitud moral de la anticoncepción.
La objeción, mirándolo bien, se revela en realidad falaz. En efecto, puede ser
que muchos recurran a los anticonceptivos incluso para evitar después la
tentación del aborto. Pero los contravalores inherentes a la mentalidad anticonceptiva
-bien diversa del ejercicio responsable de la paternidad y maternidad,
respetando el significado pleno del acto conyugal- son tales que hacen
precisamente más fuerte esta tentación, ante la eventual concepción de una vida
no deseada. De hecho, la cultura abortista está particularmente desarrollada
justo en los ambientes que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la
anticoncepción. Es cierto que anticoncepción y aborto, desde el punto de vista
moral, son males específicamente distintos: la primera contradice la verdad
plena del acto sexual como expresión propia del amor conyugal, el segundo
destruye la vida de un ser humano; la anticoncepción se opone a la virtud de la
castidad matrimonial, el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola
directamente el precepto divino ‘no matarás’.
A pesar de su diversa naturaleza y peso moral, muy a menudo están íntimamente
relacionados, como frutos de una misma planta. Es cierto que no faltan casos en
los que se llega a la anticoncepción y al mismo aborto bajo la presión de
múltiples dificultades existenciales, que sin embargo nunca pueden eximir del
esfuerzo por observar plenamente la Ley de Dios. Pero en muchísimos otros casos
estas prácticas tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable
respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de libertad que ve en
la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad. Así, la
vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar
absolutamente, y el aborto en la única respuesta posible frente a una
anticoncepción frustrada.
Lamentablemente la estrecha conexión que, como mentalidad, existe entre la
práctica de la anticoncepción y la del aborto se manifiesta cada vez más y lo
demuestra de modo alarmante también la preparación de productos químicos,
dispositivos intrauterinos y ‘vacunas’ que,
distribuidos con la misma facilidad que los anticonceptivos, actúan en realidad
como abortivos en las primerísimas fases de desarrollo de la vida del nuevo ser
humano» [1].
Por este motivo, varias investigaciones llevadas a cabo sobre el tema (por
ejemplo en Finlandia, Dinamarca, Estados Unidos, etc.) han puesto de manifiesto
que el primer efecto del uso de los contraceptivos ha sido el de llevar a sus
usuarios a una actitud más negativa en relación con la conservación del niño
eventualmente engendrado en sus relaciones sexuales y, por tanto, hacer un
mayor uso del aborto.
Y decimos esto refiriéndonos al aborto quirúrgico; demás está decir que en
muchos casos no existe la alternativa «anticoncepción o aborto» simplemente
porque la alternativa se plantea entre «aborto
quirúrgico» y «aborto químico» (casi
todas las píldoras tienen efectos abortivos y algunas son exclusivamente
abortivas).
Bibliografía
para profundizar:
Jacques Suaudeau, Las raíces comunes de la
píldora anticonceptiva y del aborto: una información para los confesores;
en: Consejo Pontificio para la Familia, Moral conyugal y sacramento de la
penitencia, Palabra, Madrid 1999, 223-250.
[1] Evangelium vitae,
n. 13.
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