En nuestro camino a
la Santidad, no se puede llegar solo...
Por: Alison González Andrade | Fuente: Catholic.net
Por: Alison González Andrade | Fuente: Catholic.net
Estimado lector,
Antes de comenzar con nuestra plática, te pido
que te pongas cómodo. Házte una taza de café, siéntate en el sillón, date un
break en tu trabajo o de tu estudio y pon mucha atención.
Lo que estoy por decirte, no es nada nuevo, sin
embargo, frecuentemente lo olvidamos. Lo que estoy por recordarte, seguramente
ya lo has vivido en carne propia, pero a lo mejor la rutina te lo ha
arrebatado.
¿HACE
CUÁNTO TIEMPO QUE NO SIENTES QUE HAY ALGUIEN CERCA DE TI, A QUIEN PUEDES ACUDIR
EN TUS DÍAS MALOS?
¿Hace cuánto tiempo que no sientes que hay
alguien cerca de ti, para contarle aquello que te va a hacer explotar de la
emoción? Que sientes que es tan urgente que tienes que correr a hacer una
llamada para compartir eso que te llena de felicidad.
En serio,
alguien de tu plena confianza, alguien que con verte a la cara sabe que traes
algo. Ese alguien con quien ser vulnerable y mostrarte tal cual eres,
ese alguien con quien te sientes seguro, en paz.
De verdad, que conforme vamos creciendo,
nuestras amistades se vuelven más incidentales y menos intencionales.
Conforme vamos creciendo, tenemos más y más
amigos con quien vivimos nuestro día a día, pero a la vez, menos amigos con
quien compartir nuestras mismas metas, menos amigos con quien ser tú mismo.
No sé si me estoy dando a entender, por si
acaso, lo explico más a fondo.
Conforme vamos creciendo y vamos adquiriendo
responsabilidades, las personas que nos rodean se vuelven nuestra realidad, y
en parte es normal. Por ejemplo, tus amigos del trabajo, son tus amigos porque
tienen cosas en común: el trabajo principalmente, la profesión, la edad, etc.
Cuando estabas en la universidad, tus amigos eran los de tu carrera, los del
club de teatro o con los que compartías el carro para llegar a la universidad.
Y más atrás, cuando estabas en la secundaria y preparatoria, tus amigos eran
los que estaban en tu salón, los de tu equipo de futbol o voleibol, con los que
compartías ciertos intereses, con quienes hacías tus trabajos.
No está mal y estoy segura de que de ahí has
sacado amistades únicas, sin embargo, me gustaría que reflexionaras sobre si
tus amistades han sido incidentales (por las condiciones, el contexto, el
momento) o intencionales (porque quieres estar con ellas y porque ellas quieren
estar contigo).
LA
RESPUESTA ES MUY FÁCIL, SI LA AMISTAD QUE TUVISTE CON ALGUIEN EN PREPARATORIA
SE DISTANCIÓ EN LA UNIVERSIDAD, SI YA NO TENÍAN TANTAS COSAS EN COMÚN Y CON
FORME PASA MÁS EL TIEMPO SE FRECUENTAN MENOS, ENTONCES FUE INCIDENTAL.
Más, si la amistad siguió a pesar de que
eligieron carreras y universidades distintas, si siguió a pesar de las
distancias y todas las responsabilidades, yo diría que es intencional.
Quiero aclarar que no está mal tener amistades
incidentales, sin embargo, en esta carta me enfocaré en las intencionales.
Una amistad intencional es aquella que comienza
con un: “espera… ¿tú también? Creí que era la única
persona en el mundo que pensaba eso…”
Continúa con una gran dosis de admiración de ver
a la persona y decir: “yo quiero eso”… “no sé qué
es, no sé qué tiene, pero yo lo quiero.”
Y prosigue con varios episodios de cervezas o
cafés, según el gusto de cada quien, en donde “se
ponen al tanto” de las experiencias más importantes que cada uno ha
vivido. En donde no importa si tienes una semana de haber conocido a la
persona, tienes la tranquilidad de confiarle lo más íntimo de ti porque te has
reconocido en ella.
¡VAMOS! YO SÉ QUE TE HA PASADO, Y QUE ES DIFÍCIL DE DESCRIBIR ESE SENTIMIENTO, QUE NO PUEDES CREER QUE ESTO ESTÉ PASANDO, QUE HAYA ALGUIEN IGUAL A TI Y QUE SE HAYAN CONOCIDO...
Son esas amistades que pudieron comenzar siendo
incidentales, pero se convirtieron en intencionales por el grado de admiración
y de encuentro entre ambos.
ESTAS
AMISTADES SON JOYAS, SON TESOROS QUE DIOS NOS REGALA PARA LLEGAR AL CIELO Y
DISFRUTAR DEL RECORRIDO EN LO QUE LLEGAMOS.
Estas amistades nos hacen sentir que de verdad
no estamos solos, nos hacen sentir que lo podemos lograr todo. Estas amistades
nos hacen perder la cabeza, imaginar lo inalcanzable y soñar lo imposible.
Este tipo de amistades te empoderan para dar la
lucha en la tierra. Hombro a hombro hacer frente a lo que sea porque la misma
amistad supera a la persona, no es la meta de un individuo, sino la meta de dos
almas que se encontraron y que ahora caminan juntas.
Este tipo de amistad hace que te encuentres a ti
mismo. Hace que te veas reflejado en el otro.
En esta amistad no eres otra cosa, sino
vulnerable. Es entregarte al otro, mostrarle de lo que estás hecho: lo bueno y
lo malo, y saber que estás en buenas manos.
¿SABES
QUÉ ES LO BUENO DE SER VULNERABLE, DE SER DÉBIL, DE MOSTRARTE APARENTEMENTE
ROTO ANTE LA OTRA PERSONA?
QUE
PUEDES EMPEZAR A CONSTRUIR, QUE PUEDES EMPEZAR A REPARAR TODAS LAS HERIDAS, QUE
PUEDES VER EL PUNTO DE INICIO PARA SER MEJOR. ESTAS AMISTADES SON LAS QUE TE
LLEVAN AL CIELO.
Me gustaría compartirte dos historias breves de
amistades cercanas. La primera es sobre Jessy, una amiga en donde nuestra
amistad comenzó siendo incidental.
Coincidíamos en varias cosas… estábamos en los
mismos grupos, compartíamos a los mismos amigos. Sin embargo, vimos en cada una
algo especial que nos llamó la atención, algo que nos ayudaría a crecer,
encontramos una confianza tal, en donde nuestra amistad se volvió un refugio
seguro para cada una.
Nos volvimos “partners
in crime”.. “uña y mugre” y a pesar de que ella estudia medicina, tiene
novio y las dos vivimos en lados extremos de la ciudad, siempre hay un espacio
para nosotras. Siempre hay un momento para encontrarnos, quejarnos del mundo,
desahogar nuestras penas, agarrar fuerza y volver a nuestras realidades.
Por otro lado, está la historia de mi amiga Laura. No lo vas a creer, pero Dios nos presentó… ¡jajaja, en serio! Nos conocimos por coincidencia, en las pirámides de Teotihuacán cuando, si no mal recuerdo, le pedí que me tomara una foto. Terminamos platicando un poco e intercambiamos nuestros facebooks.
Resulta que ella es de Bolivia y estaba de viaje
en México. Aunque no platicamos por casi dos años, un día ella me escribió para
contarme que vendría a México a ver a la Virgen de Guadalupe. Para hacer el cuento
largo, corto; convivimos por seis días, pero nos bastó una hora para
reconocernos y encontrarnos en la otra.
Es una amistad difícil de describir, vivimos en
realidades completamente diferentes: ella es arquitecta y ya trabaja… yo aún
estoy en la carrera, diferentes países, diferentes horarios, pero una misma
intención: querer caminar juntas. Platicar con ella es como tomarme un break
del mundo… En donde no importa lo que esté sucediendo, siempre hay algo que me
recuerda el verdadero sentido de esta vida. Platicar con ella me recuerda mis
más grandes anhelos en la vida, me recuerda lo más importante: vivir cada
momento y atesorarlo como único.
No
puedo describirte la alegría que me da tener a estas personas en mi vida, así
como ellas hay unas cuantas más que son clave. Son
personas que me ayudan a construir, que me acercan a Dios y que en mis días
malos, me recuerdan que vale la pena levantarse una vez más.
En nuestro camino a la Santidad, no se puede
llegar solo, necesitamos de esas personas clave para que nos guíen cuando no
vemos claro y de igual manera, nosotros ser esa luz para ellas cuando no estén
en su mejor momento.
En este tipo de amistades, no se llevan cuentas…
no es un “me das, te doy”, hay tal generosidad que mientras más das, más
recibes, es un vivir para servir. Y como dice el libro del Eclesiastés (4,
9-10): “mejor son dos que uno, pues juntos obtienen
mejores resultados de sus esfuerzos. Porque si caen, alguno levantará al otro.”
Porque si caen… si fracasan, si pecan, si
fallan, el otro estará ahí para levantarlo, sacudirlo y empujarlo hacia
adelante.
¡ASÍ SON LOS AMIGOS, UN REFUGIO SEGURO!
Piensa en esas personas
clave en tu vida, si ahora se encuentran un poco lejos de ti, no pierdas más el
tiempo y reconstruye esa amistad… ¡porque
no valen la pena, valen la vida!
Sábete siempre acompañado,
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